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COLEGIO PROFESIONAL DE PERIODISTAS DE ANDALUCÍA

Mostrando entradas con la etiqueta El mito de la palabra [Abel Ros]. Mostrar todas las entradas
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26 de marzo de 2012

  • 26.3.12
Decía Festinger, psicólogo social y padre de la disonancia cognitiva, que el ser humano necesita mecanismos de defensa para justificar sus incoherencias. Esta búsqueda de argumentos para maquillar las heridas de la culpa genera en el tejido civil una mancha oculta de descontento interno entre la praxis y la teoría.

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En ocasiones, decía el maestro, "somos incoherentes por necesidad". Dicho en otros términos, engañamos a nuestra conducta mediante una construcción artificial de la actitud. Ahora bien, nos preguntamos: ¿qué consecuencias sociales lleva consigo la suma nefasta de las incoherencias mundanas?

La huelga general del próximo 29 corroborará sobre el asfalto las tesis de Festinger. Las incoherencias del pasado han ido lastrando las consecuencias del presente. Hoy en día, sin lugar a dudas, somos el producto decadente de una fantasía construida con los mimbres de la nada.

La culpa colectiva disfrazada por el maquillaje diacrónico de la disonancia cognitiva ha aflorado al ideario colectivo como la lava ardiente de un volcán apagado durante siglos de templanza.

Vivir por encima de nuestras posibilidades, o dicho de otro modo, comprometer el ahora con la ilusión del mañana ha sido la gota latente que durante años de vacas gordas ha ido llenando el vaso frágil de lo escaso.

A pocos días de la rebelión de las masas con los protocolos de su sistema es momento de mirar atrás y ser consecuentes con nuestras decisiones. La mentira política y las angustias existenciales de millones de parados han sido el cóctel perfecto para no sorprendernos de lo que ahora tenemos.

La teoría de Festinger se viste de largo al ilustrar una España roja gobernada por el cetro azul de la derecha. Parece mentira que un país con la juventud mejor formada de toda la esfera cometa errores subsables por la vía de la coherencia.

Al átomo social solamente le queda reconquistar su pasado desde la pancarta y la unión como únicos mecanismos residuales para arrebatar el cetro al poder legitimado.

Desde la disonancia intelectual, que tanto denunció el maestro, debemos canalizar nuestro enfado y recuperar con la razón lo que hemos perdido con las torpezas de la emoción. La coherencia civil después de muchos lustros ha ganado la batalla al discurso endémico de sus élites. Rajoy tenía razón: la Reforma Laboral le ha costado una huelga general.

ABEL ROS

19 de marzo de 2012

  • 19.3.12
Zapatero tenía razón. Los dictámenes de Merkel pusieron contra las cuerdas la senda socialdemócrata marcada por la rosa. La traición de José Luis a la marca ideológica de su partido sepultó su corona en beneficio de las capas azules de las gaviotas.

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Hoy, el volante de Mariano ha radicalizado el giro a la derecha iniciado por la izquierda. La insistencia exacerbada de una maquinaria oxidada (llamada España) por querer rendir al compás de un Ferrari (llamado Europa) ha debilitado los troncos de nuestro Estado del Bienestar en pro de las aguas turbulentas de los mercados.

El dibujo oculto de una Hispania arruinada por sus múltiples púas y su ejército de reserva in crescendo día a día pone el acento en el fracaso político de la integración económica como panacea de su salvación.

Hoy, lamentablemente, ya no somos la península de ayer. El efecto llamada de la inmigración como síntoma de riqueza del España va bien” ha sido reciclado por corrientes de emigrantes similares al “vente para Alemania, Pepe” de las películas de Landa.

Las grúas de El Pocero en las afueras de Madrid dejan la huella de un paisaje fantasmagórico decorado por millones de ladrillos hacinados entre los bastidores de una función que finalizó con la ira de su espectador.

Los ninots de Valencia han trazado la burla satírica de una tierra manchada por los olores de la corrupción y los silencios del despilfarro. Huele la Comunitat la cremá de sus Fallas con el estruendo de fondo de miles de adolescentes indignados por su educación.

El lienzo visible de España está pintado por las pinceladas gruesas del paro y las curvas nefastas de su deuda. La asfixia económica de sus Administraciones marcan los nubarrones oscuros en un cielo azul cuyo sol es el mismo para los lobos y para los corderos.

La selva de Hobbes ha resistido los azotes de la civilización. Hoy volvemos al estado salvaje de ayer. El renacimiento de las teorías de Charles muestran el fracaso de Marx en su intento por salvar a la humanidad de tanta desigualdad.

La Europa de hoy, dominada por el neoliberaliberalismo y las teorías utilitaritas de Mill, ha derribado la estructura social en pro de la radicalidad. Hoy somos, como decía aquel, más pobres que ayer. La clase media, la misma gente que no vislumbró Mark en El capital, sufre su agonía en una Europa deshumanizada y aferrada a la aritmética de sus mercados.

Desde la crítica intelectual cabe preguntarse si es inteligente seguir así. ¿Nos beneficia callar en lugar de decirle a Merkel la verdad de nuestra casa? ¿Seremos la segunda Grecia y el patito feo de un aula llamada Europa? Probablemente sí. Sí por la debilidad de nuestras estructuras y por la crisis ideológica de la socialdemocracia.

Seguir las directrices de la canciller alemana implica nadar contracorriente y reinventar el discurso obsoleto de la izquierda. Continuar en este capítulo negro de la historia implica a la sociedad civil renunciar a la calidad de sus servicios públicos en pro los mercados.

Decir "soy de Europa" en la España de Rajoy lleva implícito aceptar la devaluación de nuestra mano de obra y el desmantelamiento del bienestar con tal de mantener a raya el déficit marcado por los de arriba. Desde la indignación civil debemos ponderar entre llevar euros en la cartera y ser pobres en derechos, o pagar con pesetas y volver a resurgir de las cenizas.

ABEL ROS

12 de marzo de 2012

  • 12.3.12
Mientras los cuellos blancos del capital disponen de diversos medios para comer, las manos del trabajo solamente cuentan con su nómina para llegar a final de mes. Es esta dialéctica histórica entre las facilidades para vivir de unos -los empresarios- y la difícil ecuación vital de otros -los trabajadores-, la que ha conseguido, a lo largo de los siglos, el contrapeso necesario para equilibrar el poder en pro de los cuellos azules de la balanza.

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La reforma laboral aprobada de forma unilateral por las filas legítimas de Mariano atenta contra los logros normativos alcanzados por el movimiento obrero occidental del último siglo. La imposibilidad estructural para devaluar la moneda común e incentivar el consumo ha llevado a la mayoría del Partido Popular al desmantelamiento literal del derecho laboral.

La devaluación del trabajo, o dicho en otros términos, la mercantilización de la mano de obra como un coste a minimizar en lugar de un recurso a optimizar, pone en evidencia las consecuencias inmediatas anunciadas a mediados del pasado siglo por los sociólogos de la industrialización.

La visión del trabajador como un pieza inerte sujeta a la suma del coste productivo supone la deshumanización del mercado de factor y el debilitamiento de la sociedad del conocimiento.

Es precisamente esta pérdida progresiva de talento interno ante la visión cultural del obrero como un objeto de “usar y tirar” la que nos hace plantearnos el retroceso sin freno a las penurias acontecidas por los obreros de la Revolución Industrial.

Los mismos “cuellos azules” que a finales del dieciocho lucharon para conseguir equilibrar la balanza y dignificar el sudor de su frente que tanto enriqueció con sus gotas a la nueva clase emergente.

La huelga general, que tanto se olía don Mariano en los mentideros europeos, supone un freno a los caballos desbocados del capitalismo presente. La reforma laboral vendida por Santamaría como la panacea falaz para descongestionar el embudo del ejército de reserva -que tanto denunció Marx- supondrá para la Sociedad del Bienestar un aumento inevitable de la desigualdad.

Una vez más, las bolsas de pobreza subrayadas por la estadística europea y la desaparición paulatina de la clase media, elemento sustancial para la supervivencia de la democracia, invita a la crítica a reflexionar sobre el modelo productivo al que queremos llegar con esta maquinaria oxidada del paradigma global.

La congelación del salario mínimo, el despido gratis durante el primer año de prueba y el poder unilateral del fuerte para bajar el sueldo al débil, nos sitúa al nivel de países como China que, gracias a la explotación de su gente, consigue ser alguien en los suburbios del capital.

Desde la acción sindical debemos hacer un llamamiento colectivo a la concienciación obrera para que el trabajo siga siendo un derecho respetado por las élites y no se convierta en aquella mercancía barata y desprovista de nobleza, que durante siglos ha marcado los estratos de la pobreza.

ABEL ROS

5 de marzo de 2012

  • 5.3.12
Las promesas de don Mariano han caído en el saco roto de las palabras. Con tan solo cien días en el sillón de la Moncloa, el desmantelamiento del Estado del Bienestar es solo un aperitivo de lo que queda todavía por llegar. La ignorancia de un millón de votantes procedentes de la izquierda ha legitimado el ruido urbano del presente.

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Hoy, con la rosa en el puño de la derecha, la izquierda de este país llora la culpa de su sumisión ante el guante blanco de sus derechos. La contrarreforma -o mejor dicho, el empobrecimiento social de la clase media en contraposición con la dolce vita de los pudientes- deja patente la trampa que durante meses anticipamos en las humildes líneas de esta columna.

Después de cien días en el poder, la escoba ha vuelto a barrer para las capas de la nobleza. El rodillo azul de la derecha ha tapado los aciertos rojos de Zapatero. La involución, o dicho de otro modo, la resistencia al cambio como rasgo distintitivo del conservadurismo occidental, ha quedado patente durante estos tres meses gobernados por Rajoy.

La eliminación de Educación para la Ciudadanía, la vuelta con la ley de plazos del aborto, los toros como “ingrediente de la marca España” -en palabras de Wert-, el abaratamiento del despido, el aumento de poder de las corbatas en detrimento de los cuellos azules de la balanza, la subida del IRPF con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo, la vuelta con las teorías de la conspiración como instrumento de la derecha para legitimar sus medidas basadas en la desigualdad y la sumisión a los dictados de Merkel para “sacar la barriga” en las calles de Europa, son una pequeña muestra de la contrarreforma de la derecha en sus cien días de Moncloa.

El último error de ZP ha sido el mayor favor que las filas socialistas han hecho al nefasto Gobierno de don Mariano. Con Rubalcaba a la cabeza, el discurso progresista ha perdido la credibilidad necesaria para recuperar el millón de desencantados que votaron cambio y se han encontrado con la vuelta a su pasado.

La figura de Alfredo es el recuerdo constante de las políticas neoliberales de Zapatero. Las mismas decisiones que le costaron el cetro a José Luis por traicionar sus principios socialdemócratas y romper con la identidad política de sus votantes.

La mesa democrática sin la pata de una oposición crítica y alternativa es la causante de buena parte de los abusos de poder de las mayorías. La disputas internas por conseguir el sillón en la casa de Ferraz ha dejado huérfanos de voz a millones de votantes que, convencidos de la despolitización de la crisis, votaron a la rosa como la mejor opción para evitar el vuelo bajo de las gaviotas.

La involución que decíamos atrás y una oposición desacreditada son la combinación perfecta para que miles de ciudadanos afectados por las “élites tóxicas del poder” salgan a la calle para manifestar su descontento con sus elegidos.

Es precisamente el cabreo social con el poder el lubricante que une a nuestros manifestantes con los millones de ciudadanos que un año atrás perdieron su vida en diferentes plazas de corte musulmán. La #primaveravalenciana deja en las pantallas del televisor la huella crónica de una España herida que vive angustiada por la asfixia de su presente, ante la incapacidad de sus élites para poner remedio a lo irremediable.

ABEL ROS

27 de febrero de 2012

  • 27.2.12
La verdad, decía Gasset, "es la suma de todas las perspectivas". Mediante el contraste de percepciones conseguimos salvar las barreras de la parcialidad y hallar en la sinergia colectiva la composición veraz de la realidad. Solamente conseguimos fiabilidad del fenómeno percibido cuando lo sometemos al análisis dialéctico de los otros.

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La crítica, en palabras de Popper, "es necesaria para mover los paradigmas de la ciencia". A través del conocimiento, decía el maestro Sócrates, hallamos la senda de la ignorancia y marcamos la línea blanca del recorrido.

En las democracias posmodernas, los medios de comunicación contribuyen a la elaboración de corrientes de opinión afines a sus líneas editorialistas. Es precisamente, a través de la crítica libre, plural e independiente, como podemos ganar la batalla al overbooking informativo actual y salir, de una vez por todas, de la alienación ideológica a la que la tiranía de las élites nos somete.

La caída del diario Público y otras instituciones periodísticas tales como CNN+ y ADN, enciende la voz de alarma sobre el fracaso de la función social del Cuarto Poder en la era digital.

El desequilibrio entre oferta y demanda informativa y la pérdida de fuentes de financiación por la crisis sientan las bases de la explicación en el análisis del fenómeno. La vida efímera de la noticia, las prisas por llegar el primero en escribir el titular de la mañana y la despreocupación por competir con líneas de opinión especializadas en la crítica de la actualidad, han convertido la función de informar en una mercancía barata y sin calidad al servicio de los mercados.

El estado democrático, sin el tejido institucional de una libertad de expresión plural y equilibrada, se convierte en un instrumento demagógico del poder para el adoctrinamiento político de sus soberanos.

Solamente a través del sistema educativo podremos conseguir una Sociedad del Conocimiento capacitada para criticar el discurso editorialista, y denunciar aquellas praxis periodísticas consistentes en maquillar la verdad, con objeto de proteger la cuchara que les da de comer.

La filosofía, decía Kant, debe controlar el discurso político del momento. Los filósofos a los que tanto aludió Immanuel son los periodistas de hoy. A través de su pluma, el profesional de la información decide qué, dónde y cómo interpretar el fenómeno social.

Desde esta profesionalidad, basada en los mimbres de la subjetividad, el ciudadano de a pie debería interpretar el lienzo periodístico mediante la duda cartesiana y el contraste de papeles para conseguir así la suma de perspectivas y averiguar el pedigrí de la verdad.

Sin embargo, la falta de espíritu crítico y de abstracción ante el relato encorsetado de las élites deja la razón del lector en el borde del precipicio ideológico, que tanto criticó Karl.

La caída de Público supone un golpe bajo para la corriente interpretativa del fenómeno social. Desde el prisma de la izquierda hoy somos más pobres que ayer. La riqueza de contrastes en la composición de la verdad ha borrado un trazo rojo y necesario en el lienzo de la realidad.

Hoy, sin duda alguna, tendremos que hacer un esfuerzo colectivo para derretir el maquillaje editorialista del presente y salvar la razón del monopolio interpretativo. Una vez más, los mercados han ganado la batalla a los cimientos endémicos de la libertad. Preocupante.

ABEL ROS

20 de febrero de 2012

  • 20.2.12
La crítica de Joseph de Maistre al pensamiento ilustrado de finales del siglo XVIII se basó en una defensa a ultranza de los valores del Antiguo Régimen. Decía el pensador que la tradición era una "razón heredada" y la legitimación del poder tenía sus bases en la "providencia divina".

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Según Maistre, Montesquieu y John Locke habían descentrado a la sociedad de su orden natural. El antropocentrismo social había desplazado a la religión de su lugar. La pérdida de cohesión civil provocada por la secularización ilustrada era la causante de una revolución cuyo fin sería una vuelta al prejuicio auspiciado por una militarización forzosa del poder.

La reacción conservadora sentó las bases posteriores de los doctrinarios y su ideología se materializó a través de la restauración monárquica. Esta dialéctica entre el pensamiento conservador y el ilustrado, o dicho de otro modo, el baile entre tradición y modernidad de nuestro devenir político, han llegado inmunes al pensamiento contemporáneo.

Las finas líneas que separan los territorios de la derecha y de la izquierda siguen marcados por la línea blanca de los paradigmas de la igualdad y la secularización de ayer. El bipartidismo de los tiempos de Galdós caracterizado por el rodillo de los recién llegados sobre los salidos puede claramente extrapolarse a la derechización actual.

Con la nueva Reforma Laboral podemos revivir las miserias que vivió Ramón Vilaamil, protagonista de Miau, cuando fue cesado como empleado del Ministerio de Hacienda tras la restauración de la monarquía por la figura de Alfonso XIII.

Hoy, miles de empleados públicos podrán ser despedidos de forma barata con el objeto de “redimensionar sus plantillas”, o dicho de un modo más claro, tener más poder unilateral para limpiar las Administraciones sin los obstáculos de ayer. Es precisamente esta medida y el desmantelamiento del Estado del Bienestar lo que nos aproxima e identifica con la cruda realidad que retrató Galdós.

El homenaje a Manuel Fraga Iribarne en el Congreso del PP en Sevilla pone de manifiesto la vigencia de las teorías tradicionalistas y doctrinarias que decíamos atrás. El péndulo histórico vuelve a resucitar los puntos simbólicos que reivindicaron Louis de Bonald, Edmund Burke y Joseph de Maistre ante los objetivos conseguidos por la masa ilustrada.

En dicho congreso se estableció, en su primer día, y por mayoría de los congregados, la definición del PP como un partido inspirado en "los valores del humanismo cristiano". Una vez más, la ligadura del poder azul con la doctrina papal estigmatiza la relación histórica de la derecha con las teorías de Jacques Maritain. La sombra teológica sigue viva como imagen de marca del tradicionalismo actual.

La inevitable desigualdad ha sido el buque insignia del paradigma conservador a lo largo de la historia. La teoría clásica de Ricardo fue absorbida por los precursores del utilitarismo actual. Ya lo dijeron Stuart Mill y Jeremy Bentham: “el ser humano busca saciar su interés privado para conseguir su felicidad”.

La sociedad no es una entidad de voluntad cívica sino una suma de voluntades privadas. El mercado debe ser respetado por los gobernantes como garantía de libertad negativa en detrimento con la factura de la igualdad.

A partir de ese momento, la dialéctica entre la porción de mercado y Estado en la gestión del poder ha sido otra línea divisoria de la derecha y la izquierda contemporánea. Mientras la izquierda sigue solicitando una mayor porción de intervención en los mercados para disminuir la brecha social, la derecha, por su parte, defiende la política como una puesta en escena de condiciones favorables para que el mercado pueda desarrollar la principal de sus funciones.

El XVII Congreso del PP pone en evidencia la estética política de la derecha. El homenaje a su fundador y la consolidación del término “humanismo cristiano” como elemento definidor de sus siglas resucita, doscientos años más tarde, buena parte de la crítica de Maistre a los postulados ilustrados.

La eliminación de Educación para la Ciudadanía por el supuesto “adoctrinamiento social” pone en evidencia la vuelta a los valores doctrinarios de Cánovas del Castillo. Hoy, con la Reforma Laboral y el despido barato de los empleados públicos, podemos darle un abrazo a Stuart Mill y sentir la ira de Ramón Vilaamil.

ABEL ROS

13 de febrero de 2012

  • 13.2.12
Decía un viejo conocido que "los contratos nunca se deben firmar sin desnudar previamente el disfraz que los envuelve". La lectura precipitada de su partitura impide a las partes contratantes comprender el mensaje latente de su estructura. Entre las líneas de la retórica se esconden los trozos de verdad ocultos en el cajón del engaño.

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La lectura panorámica del bosque evita conocer con detalle la carcoma de sus árboles. Después de un mes y medio de las electorales, la erosión de la mentira comienza a vislumbrar el fósil de la verdad en el programa de Mariano. Hoy más que ayer, los firmantes de aquel contrato, viciado por los silencios de sus líneas y las promesas incumplidas, sienten en su ira cómo se deshoja la margarita en su fase de primavera.

La reciente reforma laboral aprobada por el Ejecutivo invita a la crítica a derretir el maquillaje que esconde el verdadero rostro de sus renglones. Hoy, sin duda alguna, la coherencia neoliberal deja en desamparo a los verdugos incrédulos de Zapatero.

Una vez más, la escoba de la derecha barre para las alcobas de la burguesía. La CEOE vuelve a brindar con el mismo cava que años atrás les sirvió la mano derecha de José María. La segunda parte de aquella polémica reforma de finales de los noventa, que tanto criticó la izquierda y le costó el puesto a Urdaci por la tergiversación de los datos, es prorrogada hoy por el discípulo aventajado de Aznar. Hoy, gracias a Mariano, la parte débil de la balanza lee entre líneas el mensaje latente de aquel misterioso programa que les prometió comida para hoy y hambre para mañana.

La letra pequeña de aquel rico caramelo, escrita por la derecha como la panacea para calmar las aguas del desempleo, debe ser leída con las gafas de cerca para evitar que nos engañen como a niños con una piruleta a las puertas de una rabieta.

El nuevo contrato indefinido y bonificado para pymes, o dicho de otro modo, el buque insignia de la reforma, lleva consigo en su pie de página el periodo de prueba de un año. Mientras los anteriores contratos progresistas llevaban implícito los límites de dos, tres y seis meses de prueba en función de la titulación del contratado, el recién aprobado contrato ha aumentado hasta doce meses dicho periodo.

Periodo en el que el coste del despido es de cero euros para el empresario. Solamente a partir del año de antigüedad comienza a computar la famosa indemnización de los 33 días por despido. En suma, despido gratis hasta los doce meses.

Aquel famoso spot de la izquierda que criticaba la hipocresía de la derecha del “donde dije digo, digo Diego”, se está convirtiendo en la regla básica del know-how conservador del ahora.

La herencia de Zapatero será la excusa perfecta para que la ética de las filas populares justifiquen ante sus compradores las palabras rotas de sus fines. Los cinco millones de parados, que tanto sirvieron a Rajoy para culpabilizar a ZP y sacar tajada en su camino a la Moncloa, miran como niños desengañados ante los ojos de un mago que les prometió la luna y les dio la nada.

Son precisamente estas lecciones sociológicas de la política las que deben abrir los ojos a aquellos desencatados que, en su día, interpretaron a su antojo los silencios de Mariano.
ABEL ROS

6 de febrero de 2012

  • 6.2.12
Los valores del catolicismo han sido los compañeros de viaje preferidos del neoliberalismo occidental. Es precisamente esta correlación estadística entre los postulados católicos y la ideología conservadora la que ha marcado el devenir histórico en la identidad sociológica del Partido Popular.

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Después de dos meses en el sillón de La Moncloa, las líneas invisibles que separan la fe y la razón se han vuelto a cruzar en el lienzo azul de las sotanas y los paradigmas transitorios de la ciencia.

La probable derogación de los mimbres progresistas del aborto y la supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía por parte de la derecha siembram de semillas los campos discursivos de la ética.

La libertad negativa como impronta de la ideología liberal, o dicho de otro modo, la no intromisión en las habitaciones privadas del ciudadano como garantía de su poder de decisión, activan la contradicción en el discurso azul del aborto.

La inminente prohibición legal de la interrupción libre y voluntaria del embarazo pone los puntos sobre las íes en el error ideológico de la derecha. La doble moral, o sea, la ecuación falaz “praxis igual a teoría” ha sido la deslegitimación civil del discurso clerical.

La clandestinidad de las prácticas abortivas en clínicas privadas de este país, ante la falta diacrónica de un instrumento legal para decidir en libertad, ponen de relieve las distancias del Partido Popular entre su ética civil y su moral.

Es precisamente esta falsedad e infidelidad a los postulados de la fe católica las que invitan a la izquierda a la defensa de la coherencia entre el hecho y el derecho como una responsabilidad más del Estado constitucional.

La supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía por su supuesto “adoctrinamiento político”, en polémicas palabras de Wert, pone el acento en el “adoctrinamiento negativo” de la nueva materia, bautizada como Educación Cívica y Constitucional.

La eliminación de contenidos referidos a la orientación sexual y a las diferentes realidades de convivencia familiar abren el mensaje latente de la omisión como instrumento pedagógico para inculcar la primacía de valores tradicionales, nublados eso sí, por los avances de la modernidad.

La inminente destrucción de tales contenidos, asociados al discurso de la izquierda, así como los miles de casos de objeciones a la obligatoriedad de la agonizante asignatura, retratan la crisis civil del “valor de la tolerancia” como principio fundamental de la convivencia democrática.

Una vez más, la doble moral que decíamos atrás, o dicho en otros términos, educar a los jóvenes en negativo para vivir en coherencia postiva con realidades sociales distintas a los valores del catolicismo en la España aconfesional, deja abierta la puerta de la vergüenza a los tiempos del ayer.

Las políticas del “plumazo”, es decir, las consecuencias irresponsables de las mayorías absolutas, arrojan acciones legítimas de esta naturaleza. Las construcciones progresistas del zapaterismo están siendo destruidas por el rodillo azul de la derecha.

Es esta falta de respeto con los avances democráticos del pasado la que debe invitar a la crítica a reivindicar un "¡basta ya!" al involucionismo actual. Es una mancha institucional para la crítica jurídica de este país y los derechos fundamentale, que leyes orgánicas aprobadas por mayorías progresistas sean derogadas en un pispás por los “abusos de poder” de los presentes.

El sondeo democrático por medio de estudios demoscópicos debería servir a las élites tóxicas del poder para abrir canales de reflexión en las antesalas de la derogación precipitada. Hoy, la mayoría absoluta de don Mariano legitima el retorno a la restauración de los tiempos bipartidistas que tanto criticó Galdós.

ABEL ROS

30 de enero de 2012

  • 30.1.12
Las investigaciones actuales sobre la presunta trama de niños robados durante el marco histórico del franquismo decadente siembran la duda vital de miles de nacidos durante la etapa del baby boom occidental. La angustia existencial de miles de madres engañadas al acecho de las frías paredes de conventos españoles pone en tela de juicio los principios dogmáticos del Séptimo Mandamiento.

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El incumplimiento paradójico del “no robarás” por parte de la praxis paradigmática cristiana ha suscitado la quiebra de los hilos genéticos del parentesco social actual y la duda sistemática de las partidas de nacimiento, maquillados por facultativos cómplices y manchados por el ruido del dinero.

La inculturación de aquellos seres vendidos a familias aburguesadas ajenas a sus lazos rotos de sangre despierta la desconfianza existencial sobre la autenticidad de su pedigrí personal.

Desde los fundamentos biológicos de la conducta, la identidad del “yo” sólo es inteligible desde el binomio temperamento-carácter. La variable biólogica de la personalidad -o, dicho de otro modo, la parte de nuestros ascendientes que todos llevamos dentro y que explica de forma inferencial las futuras enfermedades y reacciones más primitivas- ha sido truncada para miles de niños, hoy adultos, que ante la credencial de una partida de nacimiento falsificada han creído conocer una parte errónea de su ser.

Desde la crítica debemos reflexionar, al margen del “amarillismo mediático” de los hechos denunciados, sobre la presunta incoherencia entre los postulados dogmáticos del adoctrinamiento católico, basados en la austeridad material y la honestidad personal, y las prácticas ilegales al objeto del dinero sucio, ganado a expensas de la confianza ciega de madres sujetas al imperio de la fe.

Los paralelismos y similitudes entre los cientos de casos denunciados ponen de relieve el factor común del “bebé congelado”, utilzado en distintos conventos para cerrar la coartada de robos tramados desde las élites médicas y eclesiásticas de este país.

Con las partidas de nacimiento falsificadas y la mentira diacrónica de madres engañadas, solamente la prueba del ADN entre los polos atrayentes podrá descifrar la huella imborrable y la auténtica verdad de aquellos seres que buscan ansiadamente la razón de sus genes.

ABEL ROS

23 de enero de 2012

  • 23.1.12
Quién le iba a decir al hombre que se sienta en el banquillo que iba a terminar en él. El magistrado que desde la guarida de su ventana veía todos los días amanecer mientras tejía con los hilos de su memoria los perpuntes de su toga. La misma toga negra que debilitó los tentáculos de ETA y puso piedras en las rutas internacionales de la droga.

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Aquella túnica de la Audiencia Nacional que quiso ajustar cuentas con los crímenes de su pasado pero que se vio salpicada por los perfumes malolientes de la envidia. La capa de Baltasar, aquella que calentó la tranquilidad en las víctimas del terror, se deshila por los mismos errores de la aguja que cosió las juntas de sus costuras.

Hoy nuestras vergüenzas han vuelto a ser el titular en el qué dirán internacional. Una vez más, la palabra "España" ha sido adjetivada por el surrealismo de su línea editorial. El juez Baltasar Garzón, el hombre que quiso unir con el lápiz de la honradez los puntos discontinuos de la ética, ha sido juzgado por saltarse los protocolos interpretativos de la ley.

Las supuestas escuchas “ilegales” bajo los barrotes de la prisión han edificado la jaula de hierro de su profesión. Las pepitas de la Gürtel han sido las causantes de esta sinrazón. Las mismas pepitas de aquella sandía que este mismo juez investigó y hoy ponen fin a la historia política de Camps.

Llora la túnica del juez la ausencia de su portavoz. La misma toga herida que quiso ir más allá en el esclarecimiento de la verdad por los crímenes del franquismo pero sufrió su rotura por los cuchillos afilados de la política.

Las mismas siglas que entorpecieron su función y dejaron escapar con el disfraz de la mentira a Pinochet. Hoy es un mal día para el juez. Un día nefasto para los avances democráticos de este país y la calificación suspensa de su Poder Judicial. Hoy somos la carcajada extranjera de los “españoles son así”.

¿Dónde está el sentido de la justicia cuando la ética no tiene cabida en los aposentos de la ley? ¿Dónde está la justicia cuando por prevaricar se entiende proteger delitos contra las instituciones públicas de este país? ¿Por qué le llaman "violación del derecho de defensa" cuando su fin fue la protección? ¿Dónde está la razón cuando dejamos sin voz al buen actor? ¿Dónde está?

Son estas preguntas, y no otras, basadas en el sentido común de todo mortal, las que invitan a la denuncia pública de este linchamiento literal. Cacería por querer acertar en la ética y resbalar en el error. Son estas cuestiones las que deterioran la percepción social de la toga judicial e invitan al ciudadano a clamar justicia en la España azul del trapicheo, de la vista gorda y del dinero negro.

ABEL ROS

16 de enero de 2012

  • 16.1.12
Probablemente, el martillo y el cincel de la inminente reforma laboral no desatascarán el embudo del paro, sin antes soltar el freno de mano del consumo pesado. La caída de la demanda interna ante el desplome del sector inmobiliario y el cierre del grifo del dinero sientan las bases del diagnóstico en la comprensión acertada del desequilibrio en el mercado del factor trabajo.

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La política monetaria europea, o dicho de un modo más llano, la pérdida de libertad interna para presionar el botón de las monedas, ata de pies y manos los márgenes de maniobra del Ejecutivo para arrancar la maquinaria pesada del consumo.

La Ley de la Oferta y la Demanda, es decir, las vocales de la ciencia económica, establece que conforme sube el precio de un bien disminuyen sus intenciones de compra y viceversa. Desde esta humilde premisa debemos hacer un llamamiento a los rebeldes mercados para que aporten su granito de arena en la activación del consumo.

El excedente de viviendas vacías en la España agonizante de las grúas se debe, por una parte al desconcierto actual de su precio de mercado y, por otra, a las dificultades domésticas para la financiación de las mismas.

La rigidez en los márgenes de beneficio del producto vivienda y el cierre del grifo del dinero por la desconfianza que le inspira al sector financiero el mercado de trabajo son las claves para entender la lógica de una reforma laboral acertada.

La bajada de tipos de interés por parte de Mario Draghi es una condición necesaria pero no suficiente para disminuir el cuello de botella del sector de la vivienda y para activar, de una vez por todas, su demanda.

Los tipos bajos deben ir acompañados de una coyuntura laboral basada en credenciales de seguridad y estabilidad. Los préstamos hipotecarios seguirán suspendidos mientras sigamos ofreciendo como garantías de pago contratos laborales temporales y despidos baratos. Son esas dos notas, la temporalidad y el abaratamiento del despido, las que ponen realmente el freno, que decíamos atrás, al consumo pesado.

Siguiendo con el hilo de esta argumentación, la Reforma laboral debería estar basada en una reducción sustancial de la oferta de contratos vigentes en pro de la figura contractual indefinida correlacionada con indemnizaciones crecientes en función de la antigüedad del contratado.

Con estos mimbres conseguiremos, aplicando la lógica del sentido común, y sin ser doctores en la materia, ganar confianza financiera y, con ello, descongestionar lentamente el sector de los ladrillos.

La rigidez en los márgenes de beneficio del consumo pesado, o dicho de otro modo, el mantenimiento de precios desequilibrados en correlación con la coyuntura presente de los mercados, impide el arranque del consumo y, por tanto, la salida del paro.

La falta de margen de maniobra por parte del Estado para devaluar su moneda y para avivar la llama de la demanda implica, como condición sine qua non, recortar los márgenes gananciales en la producción elástica.

Dicho en otros términos, la fórmula “ganar menos para vender más” sería la tecla propicia para ejercer una disminución sensible de los precios y acercar las curvas de oferta y demanda a sus precios de equilibrio.

La fórmula de Henry Ford ilustra con creces nuestro razonamiento anterior. La disminución acusada del precio de sus automóviles, por debajo de su precio normal de mercado, consiguió aumentar considerablemente las ventas y avivó la llama del consumo pesado.

La clase media americana, gracias al sacrificio de los márgenes gananciales, pudo tener acceso a la compra de un producto de lujo, reservado hasta entonces para las élites. Dicha medida auspiciada por una responsabilidad solidaria de los mercados consiguió arrancar la industria automovilista y mover el flujo circular de la renta hasta límites inimaginables.

Desde la crítica de esta columna debemos hacer un llamamiento a los mercados para que disminuyan sus márgenes de beneficio, como condición necesaria para activar el consumo elástico; y a los agentes sociales, para que regulen un marco laboral basado en figuras contractuales indefinidas y sujetas a indemnizaciones crecientes que le otorguen al sistema bancario la confianza necesaria para regenerar su negocio. Con estas simples medidas, basadas en el sentido común, conseguiremos desatascar buena parte del embudo que decíamos atrás.

ABEL ROS

9 de enero de 2012

  • 9.1.12
Las murallas de la educación han sido obsequiadas por la intolerancia y el libertinaje en las anarquías de Internet. Las llamas de la injuria han quemado las naves de la opinión en las oportunidades tecnológicas de hoy. El cierre unilateral de los comentarios en varios medios de Internet, ante los temores racionales de nuevas invasiones en sus territorios editoriales han encarcelado en los barrotes del silencio a la libertad de expresión.

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El cerrojo en los comentarios notíciales en El Plural y las declaraciones de Iñaki Gabilondo sobre la posibilidad de cerrar su videoblog en El País ilustran con creces el debate civil sobre la censura reactiva que decíamos atrás, y el derecho a opinar en la cabaña cuasi anómica de la democracia digital.

La ineficacia normativa y el disfraz de la identidad han dibujado las grietas del respeto en las paredes recién pintadas de la libertad. Una vez más, los justos de este país han pagado los desaguisados de los pecadores. La intromisión del troll en el discurso pixelado de hoy ha herido la dignidad profesional del arte de opinar. Los insultos y las injurias de unos pocos han interrumpido el sueño plácido del demócrata en los aposentos cerrados del insurgente.

Desde la crítica mediática debemos reflexionar sobre esta nueva lacra social y gritar "¡basta ya!" al vandalismo digital para que la libertad de expresión sea un derecho, y no una censura reactiva de los medios, ante las fechorías maquiavélicas de sus minorías.

Con los sables legales y las armaduras del sentido común debemos cohesionar nuestra voz como demócratas y luchar para que los avances conseguidos en el género de la opinión no se vean acallados por las antorchas tóxicas de la maldad.

La ausencia de responsabilidad maquillada por el rostro de la falsa identidad invita al vándalo a introducir su veneno en la savia limpia del discurso digital. Las letras del anónimo esculpidas en el escudo de la libertad invitan al doloso a introducir su caballo en las murallas de lo formal. Desde la madera de su corcel destroza los adobes del enemigo e insufla la desesperación con el ruido contaminante de sus palabras.

Desde las líneas humildes de esta columna debemos reinvindicar al Cuarto Poder protocolos comunes de actuación que regulen y sancionen los incumplimientos constitucionales de la libertad de expresión. Mientras luchamos para ganar la batalla al trollismo, seguiremos armados a las puertas de nuestra muralla controlando la entrada sesgada de todo obsequio racional vestido de caballo.

ABEL ROS

2 de enero de 2012

  • 2.1.12
La sombra de la derrota sembrará los campos del realismo en las ilusiones progresistas. A pocas semanas para la celebración del Congreso socialista en Sevilla, es momento de enderezar el tallo marchitado de la rosa y comenzar la reconquista de los feudos arrebatados por los sables azules de la derecha.

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Las políticas neoliberales de Zapatero y la apuesta equivocada por Rubalcaba deberían marcar la autocrítica interna del partido como punto de inflexión para visualizar la senda política de su futuro.

La incoherencia ideológica de la marca socialista en el discurso neoliberal de Europa ha contribuido, sin duda alguna, al entendimiento sociológico de la derrota. Desde la crítica progresista debemos reflexionar sobre la conveniencia de seguir sumisos a los dictámenes conservadores de Merkel o, por el contrario, reivindicar una Europa más social y keynesiana como discurso distintivo de la nueva impronta del partido.

Los resultados nefastos del pasado noviembre ponen en evidencia el fracaso pedagógico de las filas socialistas en su intento antinatura de explicar al soberano sus infidelidades ideológicas de partido. Desde esta reflexión, el nuevo PSOE debería aprender de su caída y lanzar un mensaje de rebeldía a las paredes infranqueables de Europa con objeto de recuperar la confianza perdida de sus fugitivos y construir la nueva identidad de su partido.

El último error de ZP, o dicho en otros términos, la apuesta equivocada y “a dedo” por Rubalcaba, debilitó los cimientos democráticos de la rosa y quebró la ética kantiana del momento. La zancadilla a Chacón, por parte de Zapatero, y la convocatoria anticipada de elecciones ante las brisas favorables de los sondeos internos hacia Alfredo, contribuyeron, sin duda alguna, al desenlace presente de la derrota.

El tropiezo de ayer debería servir de moraleja para fortalecer la democracia interna del partido y legitimar a su líder por la razón de las mayorías. La crítica constante del “dedazo de Aznar” por parte de las filas de Zapatero y la praxis oscura en la designación de Rubalcaba ponen en evidencia la caída socialista en los precipicios de la demagogia.

El fracaso histórico de Almunia ante la apuesta errónea por el continuismo del felipismo debe ser tenido en cuenta para no volver a cometer el mismo error en la resolución de la ecuación del liderazgo.

Tanto Chacón como Rubalcaba siempre serán recordados por el ideario colectivo como los ministros del “Gobierno nefasto de Zapatero”. La reconquista del feudo socialista debe comenzar por la apuesta de un nuevo jinete que enderece los caballos y cure a los heridos del campo de batalla.

Solamente borrando la pizarra de los residuos de tiza de la clase anterior podremos enderezar el discurso pedagógico de nuestro presente. Tal y como dijo un lector, “existen dos dimensiones distintas de valorar y aceptar a un líder: una, respecto a los afiliados de su organización y dos, frente a un electorado”.

El nuevo líder, siguiendo el razonamiento de este lector, debería surgir de la razón democrática interna del partido y escuchar la voz de su electorado, es decir, el "no" aplastante al continuismo de Zapatero.

Con los mimbres de la razón sobre la mesa, la regeneración del Partido Socialista debe construirse con un discurso europeísta basado en la socialdemocracia que le haga cara al merkelismo neoliberal de don Mariano. El nuevo jinete deberá montar un caballo que relinche con bravura sin que nadie pueda acariciar las heridas de sus caídas. Ese nuevo corcel de rojo pedigrí será el que consiga reconquistar los feudos de la España azul desencantada.

ABEL ROS

26 de diciembre de 2011

  • 26.12.11
Las leyes de la probabilidad han indultado la pena de la intranquilidad a millones de presos enclaustrados en los barrotes de la necesidad. En los patios de la libertad se huele el aroma del tener y la abstracción personalísima de nuestro ser. Desde fuera de la cifra, observamos al pobre que nos acompañó en la cárcel circunstancial de nuestro sino.

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Desde la tribuna del dinero distorsionamos el esfuerzo en el cuello azul de los de abajo. La deshumanización del dinero, en palabras de Marx, viste de largo la sombra de nuestra alegría. Las emociones de la mañana han cambiado los valores humildes de la noche pasada. Las circunstancias de Ortega y Gasset han inventado al nuevo hombre de hoy.

La euforia civil del número ha eclipsado el llanto feliz de Don Mariano. El cava de la alegría ha enturbiado la lotería de Santamaría en las fronteras del otoño. El nuevo Gobierno de Rajoy ha compartido la tribuna de la noticia ante el sofá de cinco millones de parados inmersos en las oscuras paredes de la consolación.

Los sueños rotos del décimo desgraciado han quedado al amparo de la retórica política del momento y al hastío crónico de los mercados. El telediario de contrastes entre los sueños reales de los recientes y las migajas de la ilusión en las palabras de la cartera ha dibujado la silueta de los blancos y negros en los trazos desiguales de la riqueza.

El anuncio fugaz de los ministros con el desplante periodístico del momento ha sembrado la semilla del probable estilo maquiavélico de Rajoy, en su diálogo obligado con los medios. La pregunta sin respuesta al reciente presidente ha marcado los ecos internacionales de la noticia.

Los consejos de Churchill no han agrietado el escudo infranqueable de don Mariano. El silencio ha marcado la barrera de la improvisación. El guión del actor no ha sido arrugado por la pregunta inoportuna del espectador.

Hoy más que ayer, hemos roto las finas líneas que separan la política del cuarto poder. Las zancadillas al derecho de información invitan a la crítica a suplicar una solución inmediata, si no queremos caer en la sumisión civil de los regímenes autocráticos de ayer.

Los rayos que marcan las sombras de La Moncloa vislumbran los trazos difusos del nuevo poder. Las nuevas cortinas de Elvira lucen el estampado de millones de rosas rojas bajo el cielo azul de las gaviotas. Las alfombras de los Zapatero aún esconden bajo su talante terciopelo el castigo popular de los desencantados.

Por las noches se oyen los ruidos intermitentes de la carcoma en los muebles antiguos de las derrotas. El aroma a café de la mañana nos despoja de las riquezas acariciadas en la dulce soñar de madrugada. El sabor amargo del recuelo ha sido la salud consorte de los desafortunados en la alegría incondicional de los afortunados.

ABEL ROS
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19 de diciembre de 2011

  • 19.12.11
La sociedad ha caído en el abismo del hastío y en la pérdida paulatina de su fuerza de voluntad. Los golpes paulatinos del desempleo han cambiado los gestos civiles del ayer por las Navidades tristes de hoy. Con cinco millones de parados en las tablas de la EPA es momento de dilucidar dónde está el embudo que impide equilibrar los deseos de trabajar con las decisiones de contratar.

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La España de las grúas y los préstamos baratos fueron parte causante del cuello de botella del presente. El pensamiento a corto plazo de los cuellos azules de la burbuja impidió ver la luz en el sueño profundo de su ficción. Hoy, la muerte del ladrillo es llorada por el duelo nostálgico de los arrepentidos.

La cultura reciente del "tanto tienes tanto vales" desprestigió los valores de la educación laboral como la mejor inversión de todo país para construir los cimientos de sus estructuras económicas. Hoy somos el producto de nuestras decisiones. El cambio en los esquemas mentales necesitará años para eliminar nuestros surcos del pasado y para emprender la salida desde la puerta de los valores.

El pensamiento lateral será la fórmula para que los cinco millones de parados encuentren otro lugar en las arduas paredes de la competitividad. La base de la pirámide de Maslow, o dicho de otro modo, la necesidad civil por sobrevivir, no debería ser la oportunidad de los mercados para minimizar sus costes de producción.

En respuesta a las declaraciones de Rosell, es indigno y objeto de dimisión, sugerir los “minijobs” como favor a los cuellos azules de la desesperación.
Su argumentación basada en la cultura empresarial del “más vale poco que nada” es desmentida por la ciencia psicológica.

Ya lo dijo el discípulo de Platón: "en el punto medio está la virtud". Pasar de mileurista a cobrar 400 euros, o dicho en otros términos, desmantelar el Salario Mínimo Interprofesional y toda la estructural sectorial de los convenios, es atentar contra los derechos de todo trabajador que ante una situación de necesidad no le queda más remedio que “tragar”.

Este abuso de la situación, vendido por la patronal como la panacea para salir de la crisis, pone en evidencia la cultura esclavista de los tiempos atrás donde el obrero “comía de la mano de su patrón” con la única condición del oír, ver y callar.

Desde la crítica de la izquierda debemos salir a la calle como hicieron nuestros abuelos y solicitar a gritos de pancarta un "basta ya" a estas continuas provocaciones basadas en la insensatez. Es hora de decirle al señor Rosell que otra manera de aumentar la producción y contentar a los suyos es sugiriéndoles que bajen considerablemente sus márgenes de beneficio y dejen, por favor, de jugar con los derechos de la mayoría.

ABEL ROS
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12 de diciembre de 2011

  • 12.12.11
El martillo y el cincel neoliberales han agrietado los cimientos democráticos del poder occidental. Los golpes indiscriminados en las paredes de los Estados han levantado la niebla polvorienta en los escombros de Europa. La “alemanización de España”, como ha sido etiquetada en los foros políticos y sociológicos de este país, ha conseguido que seamos menos soberanos que ayer.

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La fórmula “más mercado y menos Estado” ha quebrado los mimbres del bienestar y debilitado las estructuras jurídicas del referéndum popular. ¿Es inteligente seguir subidos en un vagón ante el lento descarrilamiento de su tren? ¿Es de sabios sacrificar bienestar para ganar competitividad? ¿Es correcto…?

A pesar de la cara larga de Sarkozy, el desplante de Cameron debe servir a la crítica civil y mediática de este país para abrir el debate público sobre la conveniencia económica y política de seguir siendo meros espectadores de “una muerte anunciada” o, por el contrario, llamar a la movilización social para solicitar una Europa más keynesiana y menos supeditada a los dictámenes del tándem franco–alemán.

Las heridas causadas al Estado de Derecho, Democrático y Social de algunos países miembros ofrecen el dibujo sonoro de un futuro occidental basado en trazos de dinero y carente del sonido de sus principios y valores. Esta disonancia entre las bases materiales de una sociedad y sus superestructuras pone en evidencia el descarrilamiento que decíamos atrás.

La tecnocracia, o dicho en otros términos, la sustitución del líder emocional por el director racional, supone la primera herida sangrante de una úlcera llamada Europa. La pérdida de los gobiernos legítimos de Grecia e Italia por el golpe de Estado de un autócrata llamado “mercado” marca un antes y un después en las líneas que separan la lógica elemental del Estado Democrático.

Esta ruptura en las reglas básicas del juego interno de un país no debe caer en el saco roto de lo superfluo. Las consecuencias nefastas de la tecnocracia derivan en una pérdida de confianza del pueblo soberano en la competencia gestora de sus gobernantes.

La reforma constitucional sin el correspondiente referéndum popular, al modo español, y la probable refundición de los Tratados Fundacionales de la Unión, sin el voto vinculante de los ciudadanos, sientan las bases de la brecha abierta en los cimientos del Estado de Derecho.

La ausencia de una Constitución Europea consensuada por los países miembros y refrendada por el sello de sus ciudadanos deja la puerta abierta al Derecho Comunitario para ostentar el timón de las constituciones nacionales.

El límite del gasto público por imperativo legal pone el acento en la tercera herida de Europa. El Estado Social, o dicho de otro modo, el bienestar como colchón de seguridad para amortiguar la caída en la pobreza social, se verá drásticamente recortado por la tijera neoliberal.

La desmantelación de lo público en la Europa de lo privado ha abierto la brecha de la desigualdad entre los ricos y pobres. La filosofía merkeliana de no intervencionismo estatal corregirá los mercados pero desestabilizará la estructura social.

Son estas heridas en los cimientos del Estado de Derecho, Democrático y Social de los países miembros las que deben cohesionar el sufrimiento civil y reivindicar desde la voz de los demócratas una Europa más estatal y menos liberal.

ABEL ROS
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5 de diciembre de 2011

  • 5.12.11
La Sierra de Guadarrama esconde en el pulmón de sus entrañas el silencio intrahistórico de miles de ciudadanos que lucharon entre iguales por la defensa de sus libertades. En las líneas imborrables de tanto dolor se mezcla el aroma en blanco y negro de cuarenta años de censura y represión de la España del Nodo y la gracia de Dios.

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Bajo 150 metros de cruz yacen ambos ríos desiguales en el mártir igualitario de los mares de Manrique. El discurso póstumo de Franco comparte sus sílabas con el recuerdo de miles de familiares abrazados al amargo dolor de sus seres caídos.

El enterramiento de dos ciclos históricos en un mismo lugar, o dicho en otros términos, la correlación falaz entre causa y efecto en una misma premisa, invita a la crítica intelectual a reflexionar sobre la herida abierta que durante treinta y seis años ha estado carcomiendo la cultura cívica de este país.

La inmortalidad del recuerdo como rasgo distintivo del "animal social", en palabras de Aristóteles, debe separar de la esfera material los símbolos históricos que provocan el rencor en el relevo generacional de sus espectadores. La dimensión de las superestructuras ideológicas del arte no debe entrar en dialéctica con sus connotaciones infraestructurales.

El Valle de los Caídos ilustra la incoherencia marxista entre su representación ideológica y sus cimientos históricos. Las víctimas de una contienda civil, o dicho de otro modo, el efecto nefasto de una guerra entre iguales, duerme eternamente codo con codo con el discurso vivo de miles de nostálgicos que visitan a diario la tumba de su tirano.

La ética histórica debe ser el principal argumento para clamar la retirada a gritos de la causa común que explica la lógica de la dimensión pedagógica de “los caídos”. En defensa de la ética kantiana es irresponsable por parte de la hija del Generalísimo negarse al traslado de los restos de su padre a otro lugar distinto del actual.

La presencia discordante del cadáver con la causa histórica del resto pone en tela de juicio la falta de entendimiento social con nuestro pasado. Las “víctimas de la contienda” sin la mancha fea de Franco debe servir al juicio histórico artístico del momento para otorgarle la coherencia estructural a la comprensión del monumento.

Mientras no hagamos este ejercicio de diligencia política seguiremos entrando sanos al Valle y saliendo heridos emocionalmente de nuestra visita turística por la obra arquitectónica. Las palabras mal sonantes, esputos e insultos de algunos visitantes procedentes del bando republicano y viceversa ponen en tela de debate político la necesidad de conseguir una adecuación conceptual entre el hecho histórico y el mensaje artístico del panteón colectivo.

La reubicación del cadáver enciende la llama sobre la búsqueda acertada de un espacio arquitectónico que lo represente. La legitimación de su mandato por la “gracia de Dios”, o dicho de otro modo, las connotaciones católicas de su mandato, invitan a la Iglesia a realizar un ejercicio de coherencia con su pasado político y ubicar su brazo político cerca de sus postulados divinos.

La ubicación en cualquier cementerio de Madrid recibirá la crítica de laicos republicanos ante la incomprensión de compartir espacio fúnebre con los visitantes nostálgicos del Generalísimo.

El nuevo enterramiento de Franco traerá, sin ninguna duda, algún que otro quebradero de cabeza al señor Rajoy y los suyos, ante la polémica histórica levantada por el Gobierno en funciones de Zapatero. Ya lo dijo Cicerón: "el ser humano es el único mortal que sigue vivo en la mente de los demás". El recuerdo colectivo de los seres queridos y la ética cívica de los pueblos pondrán, como dice el dicho popular, a cada uno en su lugar.
ABEL ROS
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28 de noviembre de 2011

  • 28.11.11
Mientras miles de cariotas claman a gritos el fin de la desmilitarización del poder egipcio y la transición pacífica a la democracia civil, en Ferraz se empuñan los sables socialistas para liderar las consecuencias amargas de su derrota. La pugna por el cambio entre la insurgencia egipcia y la militancia descontenta del PSOE abren los paralelismos que unen sendos anhelos civiles para regenerar el orden en las grietas institucionales de tales fenómenos sociales.

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Después de siete horas de Comité Federal se abre el periodo regeneracionista del discurso socialdemócrata para demoler el tallo endémico de la rosa y sembrar con nuevas semillas la savia futura de la flor socialista.

La pérdida de conciencia de clase, que tanto defendió Marx, ha sido la principal causante del rodillo azul de la derecha en la idiosincrasia roja de España. La derechización de la clase media, aunque no le guste reconocerlo al señor Rubalcaba, ha sido la premisa principal que ha arrojado los peores resultados de la historia al proyecto fracasado de Zapatero.

Las bases ideológicas de la derecha, basadas en la ética utilitarista de Jeremy Bentham y Stuart Mill, han sido absorbidas por el votante de izquierdas. El interés general como sinónimo de la ética kantiana de la izquierda ha sido sustituido por el interés individual del neoliberalismo actual.

El “giro a la izquierda” de ZP allá por mayo de 2010 fue el veneno propicio que rompió los cimientos ideológicos del voto y abrió la brecha entre una “clase para sí” y una “clase en sí”. Esta ruptura del interés cívico ha dado paso al individualismo de la izquierda como piedra angular de la derechización, que decíamos atrás.

El retorno del voto rojo evaporado se conseguirá mediante una mezcla entre el futuro líder socialista y la praxis política de la derecha. Las recetas neoliberales de Mariano, o dicho de otro modo, la salida de la crisis por la puerta del gasto social al estilo de Aguirre, Cospedal y Artur Mas, provocará en la victoria de Rajoy “comida para hoy y hambre para mañana” en su nuevo aposento de la Moncloa.

Por su parte, la centralización de las políticas del Partido Popular y la mirada hacia sus nuevos votantes de la izquierda provocarán una úlcera sangrante “sine qua nom” en las filas socialistas.

El nuevo líder de la “rosa” deberá ser elegido bajo la moraleja del mensaje electoral de la derrota. Dicho en otros términos: la militancia ha dicho "no" al continuismo del zapaterismo. Ante esta lección pragmática y de sentido común, es conveniente no volver a pisar el barro del pasado y elegir la vía rupturista para evitar los golpes sucesivos del movimiento pendular de la historia.

Dicho esto, el interés de partido debe estar por encima de las ambiciones personales de poder de aquellos que tienen el estigma clavado de “exministros de ZP”, tales como Rubalcaba y Chacón. La elección democrática del nuevo líder no debe estar basada en la edad biológica del candidato sino por su identidad con los diferentes ciclos de su partido.

La regeneración del PSOE dependerá de la vía rupturista de su nuevo liderazgo y de los guiños a la izquierda que haga el hombre gris de la Moncloa. Ambas variables contribuirán para que el “proletariado contemporáneo” tome conciencia de clase y el interés general, como paradigma de los cimientos éticos progresistas, retorne en un horizonte próximo a las urnas de la izquierda.
ABEL ROS
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22 de noviembre de 2011

  • 22.11.11
El maquillaje del triunfo encubre las realidades pasadas en los momentos de la derrota. Los mismos “verdugos” que hace cuatro años no daban un duro por la cabeza de don Mariano -sí, aquellos que sembraron su camino a la Moncloa de espinas y zancadillas- hoy buscan desesperados la sombra de aquel árbol que podaron cuando éste no florecía. Las circunstancias del hombre, que tanto defendió Gasset, explican las contradicciones diacrónicas entre amor y desamor hacia los atributos de un mismo ser.

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La derrota, por su parte, no entiende de maquillaje. En momentos de fragilidad se alzan las alas del interés material y se abandona desnuda a la soledad. La erótica del poder atrae hacia el cetro del soberano el adhesivo social que impregna los recovecos del dominio en el arte de gobernar.

El desgaste sistémico de la dialéctica entre opresores y oprimidos termina marchitando las rosas endémicas del poder. Aquellos que tanto te querían y pusieron las esperanzas en ti, huyen como hambrientos en busca de otro pastel.

Rubalcaba vivió en soledad la muerte del poder sin el pésame de Zapatero. Las quinielas mediáticas que decíamos ayer han sido ganadas por aquellos que dijeron "no" al continuismo de ZP. Una vez más, la piedra histórica de Joaquín Almunia no fue visualizada en el tropiezo repetido de don Alfredo.

La maleta roja ya está preparada en el vestíbulo de la Moncloa. Hoy el “zapaterismo” forma parte de los “ismos” de la historia. El discurso histórico analizará las claves de la derrota, así como los aciertos y equivocaciones en perspectiva comparada con el trato diacrónico de los “expresidentes”.

José Luis pasará a la historia con el estigma positivo y negativo de todo exgobernante. Por una parte, será recordado desde la herida del presente como el presidente de los cinco millones de parados, el líder de las improvisaciones y, sobre todo, el presidente que, para mantener a España en el discurso neoliberal de Merkel, cambió las políticas de izquierda por las recetas europeístas de la derecha.

Ahora bien, el nuevo inquilino de la casa de los “ex” también será recordado como aquel presidente que no le tembló la voz para ordenar el retorno de nuestras tropas en la guerra oscura de Irak. ZP fue el gobernante que materializó legalmente los derechos sociales de la izquierda y dejó sin discurso a la retórica idílica de IU.

Ahora, con la página pasada de Zapatero, es momento de escribir la historia de Mariano. La pérdida de cuatro millones de votantes del PSOE con respecto a las pasadas elecciones pone de relieve la indignación de buena parte de los cinco millones de parados que, angustiados por la sequedad de sus bolsillos y con la pérdida de fe en la socialdemocracia, han decidido otorgar el cetro de la frustración a las siglas de la derecha.

Ahora solamente queda esperar para que el juicio histórico decida si la nueva maleta de la Moncloa contiene joyas y collares o, por el contrario, está repleta de trapos y andrajos.
ABEL ROS
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14 de noviembre de 2011

  • 14.11.11
A pocos días para que se cumplan las hipótesis demoscópicas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), es momento de visualizar el barco de La Moncloa en manos del timón neoliberal de Mariano. Las brisas pacíficas del crucero han cambiado por los vientos huracanados de Grecia e Italia. Ahora, las olas turbulentas de los mercados levantan las lágrimas rojas del plebeyo y empuñan con fuerza el sable del castigo.

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El enojo de la tripulación ante las promesas incumplidas de su patrón de recreo se manifiesta en popa mediante gritos de indignación en el estruendo de las calderas. Ya lo dijo Cayo: “no somos corresponsables del hundimiento del Titanic”, o dicho de otra manera, "protejamos nuestras voluntades de partido por encima de las estatales".

La herencia de Zapatero será, sin duda alguna, la coartada perfecta de Mariano para mantener a raya el discurso de la mentira y maquillar el programa oculto de su corona. La flauta mágica de los cuentos infantiles no sonará en el despertar diario de los traicionados.

La solución falaz de la crisis en términos de “hoy para mañana” alimentará con queso la trampa, en los silenciosos pasos de la rata. La legitimación del poder por los frágiles hilos de la emoción será el suicidio civil para rendir cuentas con su pasado.

El pacto social de Rousseau -sin los fundamentos de la verdad- vislumbra un panorama neoliberal de recortes y gastos sujetos al paradigma de Aguirre y Cospedal. No le faltaba razón a Benjamín Franklin cuando afirmó “cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde el barco”.

Precisamente ese descuido integral en el control de los gastos domésticos, empresariales y públicos es el agujero que todos hemos excavado con las palas ficticias de la riqueza.

La crisis ha servido para legitimar el “dedazo equivocado” de José María. Por fin Aznar podrá levantar la cabeza sin el rubor de sus mejillas. Gracias al paro, el probable patrón de La Moncloa ha conseguido vencer las debilidades de su carisma y digerir el sapo de sus derrotas.

Gracias a la crisis, don Mariano ha pasado de puntillas por los picos de la derecha para no levantar el polvo de la izquierda desencantada. Ahora, con el agua hasta el cuello, la tripulación roja solamente desea un bote que les lleve hasta la orilla. Mientras que los pudientes consiguieron un bote para abandonar el Titanic, la tripulación de segunda murió ahogada en las frías aguas de sus desilusiones.
ABEL ROS
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