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Maquillaje

La verdad, decía Gasset, "es la suma de todas las perspectivas". Mediante el contraste de percepciones conseguimos salvar las barreras de la parcialidad y hallar en la sinergia colectiva la composición veraz de la realidad. Solamente conseguimos fiabilidad del fenómeno percibido cuando lo sometemos al análisis dialéctico de los otros.

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La crítica, en palabras de Popper, "es necesaria para mover los paradigmas de la ciencia". A través del conocimiento, decía el maestro Sócrates, hallamos la senda de la ignorancia y marcamos la línea blanca del recorrido.

En las democracias posmodernas, los medios de comunicación contribuyen a la elaboración de corrientes de opinión afines a sus líneas editorialistas. Es precisamente, a través de la crítica libre, plural e independiente, como podemos ganar la batalla al overbooking informativo actual y salir, de una vez por todas, de la alienación ideológica a la que la tiranía de las élites nos somete.

La caída del diario Público y otras instituciones periodísticas tales como CNN+ y ADN, enciende la voz de alarma sobre el fracaso de la función social del Cuarto Poder en la era digital.

El desequilibrio entre oferta y demanda informativa y la pérdida de fuentes de financiación por la crisis sientan las bases de la explicación en el análisis del fenómeno. La vida efímera de la noticia, las prisas por llegar el primero en escribir el titular de la mañana y la despreocupación por competir con líneas de opinión especializadas en la crítica de la actualidad, han convertido la función de informar en una mercancía barata y sin calidad al servicio de los mercados.

El estado democrático, sin el tejido institucional de una libertad de expresión plural y equilibrada, se convierte en un instrumento demagógico del poder para el adoctrinamiento político de sus soberanos.

Solamente a través del sistema educativo podremos conseguir una Sociedad del Conocimiento capacitada para criticar el discurso editorialista, y denunciar aquellas praxis periodísticas consistentes en maquillar la verdad, con objeto de proteger la cuchara que les da de comer.

La filosofía, decía Kant, debe controlar el discurso político del momento. Los filósofos a los que tanto aludió Immanuel son los periodistas de hoy. A través de su pluma, el profesional de la información decide qué, dónde y cómo interpretar el fenómeno social.

Desde esta profesionalidad, basada en los mimbres de la subjetividad, el ciudadano de a pie debería interpretar el lienzo periodístico mediante la duda cartesiana y el contraste de papeles para conseguir así la suma de perspectivas y averiguar el pedigrí de la verdad.

Sin embargo, la falta de espíritu crítico y de abstracción ante el relato encorsetado de las élites deja la razón del lector en el borde del precipicio ideológico, que tanto criticó Karl.

La caída de Público supone un golpe bajo para la corriente interpretativa del fenómeno social. Desde el prisma de la izquierda hoy somos más pobres que ayer. La riqueza de contrastes en la composición de la verdad ha borrado un trazo rojo y necesario en el lienzo de la realidad.

Hoy, sin duda alguna, tendremos que hacer un esfuerzo colectivo para derretir el maquillaje editorialista del presente y salvar la razón del monopolio interpretativo. Una vez más, los mercados han ganado la batalla a los cimientos endémicos de la libertad. Preocupante.

ABEL ROS
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