El comedor social “San Juan de Ávila” de Cáritas Montilla cumple hoy diez años, desde que abriera sus puertas, de manera oficial, el 12 de octubre de 2015, tras la bendición del entonces obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, quien celebró la puesta en marcha de este espacio que, desde ese mismo momento, se convirtió en refugio cotidiano para decenas de familias de Montilla.
Ubicado en la Plaza de la Cultura, junto a la Casa de las Aguas, este comedor nació con un propósito sencillo y profundo al mismo tiempo: ofrecer alimento, consuelo y compañía a quienes más lo necesitan. Desde aquel día en que el prelado cordobés inauguró las instalaciones, coincidiendo con la clausura del Trienio Jubilar en honor de san Juan de Ávila, el comedor ha sido símbolo de la generosidad silenciosa de Montilla.
Las primeras comidas se sirvieron a una veintena de usuarios, con la ayuda de voluntarios del Centro Diocesano "San Juan de Ávila" y con el respaldo de vecinos, empresas locales y colaboradores anónimos que no tardaron en sumar esfuerzos. Hoy, una década después, el número de personas atendidas sigue recordando la vigencia de aquel compromiso solidario que comenzó en 2015.
El edificio que alberga el comedor social tiene también su propia historia. La casa, rehabilitada por la Diócesis de Córdoba, fue bendecida por Demetrio Fernández el 17 de marzo de 2013, apenas una hora antes del inicio del pregón de Semana Santa de aquel año.
En su interior, Cáritas quiso dar vida a un espacio de ayuda y atención social, en el mismo inmueble donde, en 1844, nació el general montillano Adolfo Jiménez Castellanos, último gobernador español en la isla de Cuba. Así, el pasado se entrelazó con el presente: una casa con historia se transformó en un hogar de esperanza.
Durante estos diez años, el comedor “San Juan de Ávila” ha atravesado momentos de calma y, también, de enorme presión. La pandemia del coronavirus supuso un punto de inflexión. En 2020, en plena crisis sanitaria, el alcalde de Montilla, Rafael Llamas, visitó las instalaciones para conocer de primera mano la labor de los voluntarios, que se vieron desbordados ante la creciente demanda.
“Pretendemos visualizar y poner en valor la labor que realizan estos voluntarios”, reconoció entonces el primer edil montillano, recordando que el número de usuarios diarios había pasado de 25 comidas a un pico de 80 en apenas unos meses.
Ante esa situación, el Ayuntamiento de Montilla aprobó una subvención nominativa de 1.000 euros para ayudar a sufragar los gastos del servicio, que se sostiene gracias a donaciones ciudadanas, colaboraciones empresariales y los víveres del Banco de Alimentos.
Durante estos diez años, Manuela Andrades Ramos, la Hermana Manoli, religiosa de las Hermanas del Rebaño de María, fue una de las voces que mejor retrató aquella etapa. Y es que la cifra de comidas diarias llegó a rondar las ochenta, un número que obligó a establecer una lista de espera e, incluso, a pedir a quienes estaban en mejor situación que cedieran su turno temporalmente.
Diez años después de su apertura, el comedor social “San Juan de Ávila” sigue siendo un referente de la acción caritativa en Montilla. En su historia se entrelazan la fe, la entrega y la empatía. Cada plato servido ha sido, en el fondo, una expresión de comunidad. Porque, más allá de los números o las estadísticas, lo que ha sostenido este proyecto es el compromiso humano de quienes, día tras día, tienden una mano sin esperar nada a cambio.
Hoy, al cumplirse una década de su apertura oficial, la bendición de las instalaciones a manos de Demetrio Fernández cobra un sentido aún más profundo. Y es que aquella jornada, que coincidió con la clausura del Trienio Jubilar en honor del Doctor de la Iglesia Universal, fue el inicio de una historia que continúa escribiéndose con gestos sencillos y silenciosos. Porque, diez años después, el comedor social “San Juan de Ávila” sigue recordando que la solidaridad, cuando se practica de verdad, no perece nunca.
Ubicado en la Plaza de la Cultura, junto a la Casa de las Aguas, este comedor nació con un propósito sencillo y profundo al mismo tiempo: ofrecer alimento, consuelo y compañía a quienes más lo necesitan. Desde aquel día en que el prelado cordobés inauguró las instalaciones, coincidiendo con la clausura del Trienio Jubilar en honor de san Juan de Ávila, el comedor ha sido símbolo de la generosidad silenciosa de Montilla.
Las primeras comidas se sirvieron a una veintena de usuarios, con la ayuda de voluntarios del Centro Diocesano "San Juan de Ávila" y con el respaldo de vecinos, empresas locales y colaboradores anónimos que no tardaron en sumar esfuerzos. Hoy, una década después, el número de personas atendidas sigue recordando la vigencia de aquel compromiso solidario que comenzó en 2015.
El edificio que alberga el comedor social tiene también su propia historia. La casa, rehabilitada por la Diócesis de Córdoba, fue bendecida por Demetrio Fernández el 17 de marzo de 2013, apenas una hora antes del inicio del pregón de Semana Santa de aquel año.
En su interior, Cáritas quiso dar vida a un espacio de ayuda y atención social, en el mismo inmueble donde, en 1844, nació el general montillano Adolfo Jiménez Castellanos, último gobernador español en la isla de Cuba. Así, el pasado se entrelazó con el presente: una casa con historia se transformó en un hogar de esperanza.
Durante estos diez años, el comedor “San Juan de Ávila” ha atravesado momentos de calma y, también, de enorme presión. La pandemia del coronavirus supuso un punto de inflexión. En 2020, en plena crisis sanitaria, el alcalde de Montilla, Rafael Llamas, visitó las instalaciones para conocer de primera mano la labor de los voluntarios, que se vieron desbordados ante la creciente demanda.
“Pretendemos visualizar y poner en valor la labor que realizan estos voluntarios”, reconoció entonces el primer edil montillano, recordando que el número de usuarios diarios había pasado de 25 comidas a un pico de 80 en apenas unos meses.
Ante esa situación, el Ayuntamiento de Montilla aprobó una subvención nominativa de 1.000 euros para ayudar a sufragar los gastos del servicio, que se sostiene gracias a donaciones ciudadanas, colaboraciones empresariales y los víveres del Banco de Alimentos.
Durante estos diez años, Manuela Andrades Ramos, la Hermana Manoli, religiosa de las Hermanas del Rebaño de María, fue una de las voces que mejor retrató aquella etapa. Y es que la cifra de comidas diarias llegó a rondar las ochenta, un número que obligó a establecer una lista de espera e, incluso, a pedir a quienes estaban en mejor situación que cedieran su turno temporalmente.
Diez años después de su apertura, el comedor social “San Juan de Ávila” sigue siendo un referente de la acción caritativa en Montilla. En su historia se entrelazan la fe, la entrega y la empatía. Cada plato servido ha sido, en el fondo, una expresión de comunidad. Porque, más allá de los números o las estadísticas, lo que ha sostenido este proyecto es el compromiso humano de quienes, día tras día, tienden una mano sin esperar nada a cambio.
Hoy, al cumplirse una década de su apertura oficial, la bendición de las instalaciones a manos de Demetrio Fernández cobra un sentido aún más profundo. Y es que aquella jornada, que coincidió con la clausura del Trienio Jubilar en honor del Doctor de la Iglesia Universal, fue el inicio de una historia que continúa escribiéndose con gestos sencillos y silenciosos. Porque, diez años después, el comedor social “San Juan de Ávila” sigue recordando que la solidaridad, cuando se practica de verdad, no perece nunca.
JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR (ARCHIVO)
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR (ARCHIVO)

















































