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El Cristo de Zacatecas y la Virgen del Socorro brillan en el Magno Vía Crucis de Córdoba

El Cristo de Zacatecas y la Virgen del Socorro llevaron ayer la devoción de Montilla al corazón de la Diócesis de Córdoba. La Cofradía Penitencial de la Vera Cruz y Devota Hermandad del Santo Cristo de Zacatecas y Santa María del Socorro, Madre de Dios y Madre Nuestra vivió una jornada histórica en la capital cordobesa, con motivo del Magno Vía Crucis celebrado con motivo del sexto centenario del primer rezo del vía crucis en Occidente, un acontecimiento que transformó el casco histórico en un templo al aire libre que reunió a 34 hermandades de toda la provincia.


Desde primera hora del día, la Mezquita-Catedral fue el epicentro de una emoción contenida. En su interior, las imágenes montillanas aguardaban sobre el trono de caoba en la Capilla de Villaviciosa, rodeadas de fieles y curiosos que acudían a contemplar de cerca la fusión entre la historia americana del Cristo de Zacatecas y la sobriedad castellana de Santa María del Socorro.

Eran las horas previas al momento más esperado para la hermandad que ahora dirige Juan Antonio Prieto Velasco: la salida procesional por las calles de Córdoba, a las 19:10 de la tarde, que marcaría el regreso simbólico de la Vera Cruz al corazón espiritual de la Diócesis.

La jornada de ayer culminó una intensa semana que había comenzado en el momento en el que las imágenes fueron trasladadas desde Montilla hasta la capital en un camión blindado acondicionado para la ocasión. Horas después, el Cristo que llegó del Nuevo Mundo y la Virgen cuya advocación impulsó Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán, quedaron expuestas al culto en la Capilla de San Acacio, dentro de la Santa Iglesia Catedral, donde permanecieron hasta la mañana del pasado domingo.

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En ese mismo templo, a mediodía, se celebró hace ahora una semana la santa misa dominical presidida por el obispo de Córdoba, monseñor Jesús González Fernández, y concelebrada por el consiliario de la cofradía, Fernando Suárez Tapiador.

Entre los asistentes se encontraban la primera teniente de alcalde del Ayuntamiento de Montilla, Lidia María Bujalance Rosales; el coronel jefe del Regimiento Acorazado Córdoba 10, Francisco Javier Carpio Sánchez; el subteniente Manuel Cala Alcántara; la condesa de Prado Castellano, María del Carmen Jiménez-Alfaro y Salas; el presidente de la Confraternidad de Hermandades de la Vera Cruz, José Manuel Torres Rivera; y el secretario general de la corporación crucera, Juan Manuel Márquez Hernández, además de la Junta de Gobierno de la corporación del Martes Santo.

Finalizada la eucaristía, el Santo Cristo de Zacatecas y Santa María del Socorro fueron trasladados hasta la Capilla de la Virgen de Villaviciosa. Allí quedaron entronizados en su paso, como ocurre cada Sábado de Pasión, dejando una estampa histórica entre el bosque de columnas y arcos que define la Mezquita-Catedral. La escena del Stabat Mater —la Virgen junto a su Hijo crucificado— adquirió un simbolismo especial en ese escenario donde el arte islámico y la fe cristiana conviven desde hace siglos.


La Vera Cruz en el Magno Vía Crucis


Ya durante la jornada de ayer, el rumor de los tambores y el murmullo de los fieles llenaron el Patio de los Naranjos. A las siete y diez de la tarde, la Puerta de Las Palmas se abrió para dejar paso al cortejo montillano. El Cristo de Zacatecas avanzaba sobre su trono, con la serenidad de quien ha viajado más de cuatro siglos desde el Nuevo Mundo hasta la Campiña montillana. A su lado, la Virgen del Socorro ofrecía su mirada serena, envuelta en un exorno floral cuidadosamente dispuesto para la ocasión.

La procesión —que contó con la presencia del alcalde de Montilla, Rafael Llamas, como presidente de la Cátedra Gran Capitán— recorrió el Patio de los Naranjos, la Puerta de Santa Catalina, Magistral González Francés, Corregidor Luis de la Cerda y la Puerta del Puente, para llegar a la carrera oficial poco después de las 20.00 horas.

Fue un recorrido breve, pero cargado de simbolismo. A su paso, las calles se llenaron de aplausos y de oraciones. Montilla estaba presente en cada esquina, en cada mirada, en cada devoto que alzaba su móvil para captar un momento irrepetible.

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La Vera Cruz de Montilla formó parte del segundo bloque del cortejo, dedicado a las estaciones del vía crucis instaurado por el beato Álvaro de Córdoba. Un bloque que, a diferencia del resto, fue el único rezado de forma íntegra, con lecturas y oraciones que guiaron a los presentes por las ocho estaciones ideadas por el beato cordobés.

Entre las hermandades que compartieron ese tramo con la corporación montillana se encontraban la de la Oración en el Huerto de Cabra; la de Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado de Córdoba o la de los Afligidos de Puente Genil, acompañada por su propia banda.

El Magno Vía Crucis fue, en su conjunto, una manifestación coral de fe y arte. Cada imagen representó una estación de la Pasión, componiendo una catequesis visual que permitió al espectador recorrer espiritualmente el camino del Calvario. Los bloques temáticos ayudaron a ordenar el relato, que avanzó desde las primeras escenas de oración y entrega hasta la Resurrección, representada al final por la imagen de Cristo Resucitado.


Durante horas, las calles de Córdoba se transformaron en una inmensa procesión de emociones. La carrera oficial se abrió a las 18:30 de la tarde y, a su paso, se vivieron momentos de recogimiento, de belleza y de profunda conexión entre el arte sacro y la devoción popular.

Algunas cofradías presentaron estrenos patrimoniales, como la nueva cruz de guía del Santo Sepulcro de El Carpio o la peana de la Virgen de la Esperanza del Valle. En lo floral, predominó la elegancia clásica, con apuestas por claveles, rosas y frisos que reforzaban la solemnidad de cada paso.

El segundo bloque, en el que participó la Vera Cruz de Montilla, fue especialmente emotivo. El rezo de cada estación, acompañado del paso pausado de los tronos, convirtió el recorrido en una meditación colectiva. Muchos de los asistentes destacaron el impacto visual del Cristo de Zacatecas, una talla novohispana de madera de colorín y papel amate, cuya presencia no dejó indiferente a nadie. Su historia, ligada a los viajes entre España y el Virreinato de Nueva España, se fundía ayer con el presente, bajo la mirada de la Virgen del Socorro, símbolo también de la huella de El Gran Capitán en Nápoles.

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La noche cordobesa fue avanzando y, con ella, el paso de los bloques restantes. La ciudad entera se convirtió en un escenario sagrado: desde San Lorenzo hasta el Puente Romano, cada rincón acogió el eco de las marchas procesionales, el murmullo de los rezos y el silencio reverente del público.

Entre los asistentes al acto se encontraban las principales autoridades eclesiásticas y civiles: el obispo de Córdoba, Jesús Fernández; el obispo emérito, Demetrio Fernández; el delegado del Gobierno andaluz, Adolfo Molina; el alcalde de la capital, José María Bellido; el presidente de la Diputación, Salvador Fuentes, y el presidente de la Agrupación de Cofradías de la capital, Manuel Murillo, entre otros.

El Magno Vía Crucis fue, en palabras del propio obispo, "una de las efemérides cofrades más memorables de la historia reciente". Una comunión entre la provincia y su fe que desbordó lo litúrgico para convertirse en una expresión de identidad colectiva.


Y es que Córdoba, ayer, no solo acogió a sus hermandades: acogió también la memoria de siglos de devoción compartida, la fe transmitida de generación en generación y el testimonio vivo de una religiosidad que sigue latiendo con fuerza en Andalucía.

Pasada la medianoche, mientras las últimas hermandades emprendían el camino de regreso a sus templos, el Cristo de Zacatecas y la Virgen del Socorro regresaban a su lugar de descanso en la Catedral en su paso dirigido magistralmente por Florencio Polonio Córdoba.

Durante los próximos días, hasta el domingo 19 de octubre, las naves del primer templo de la Diócesis acogerán la exposición de los pasos participantes, permitiendo a fieles y visitantes contemplar de cerca las obras que protagonizaron ayer esta manifestación de fe.

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Para la Cofradía de la Vera Cruz, la jornada de ayer fue mucho más que una procesión. Fue el cierre de un ciclo que comenzó hace veinte años, cuando un grupo de jóvenes cofrades, encabezados por Antonio Luis Jiménez Barranco, reorganizó una hermandad que hunde sus raíces en el siglo XVI. Desde entonces, la cofradía no ha dejado de crecer, renovando con cada paso la devoción que heredó de sus mayores.

En efecto, el 4 de marzo del año 2005, el entonces obispo de Córdoba, Juan José Asenjo Pelegrina, confirmaba la erección canónica de la hermandad más antigua de Montilla, cuyas primeras referencias históricas datan de la primera mitad del siglo XVI.

Cinco años antes, un grupo de devotos de había propuesto rescatar las interesantes raíces de esta hermandad, que condensa más de cuatro siglos de historia. "Nuestro objetivo primordial era recuperar la primitiva esencia cofrade que, desde sus orígenes allá por 1535, promovió en Montilla el culto y la veneración al Santo Cristo de Zacatecas y a Nuestra Señora del Socorro", rememora Antonio Luis Jiménez, que ayer formó parte del cortejo que discurrió por las calles de Córdoba.


La hermandad, que durante siglos celebró la Invención de la Cruz, una festividad que congregaba cada 3 de mayo a centenares de montillanos en torno a la desaparecida ermita de la Vera Cruz, acogió con gran satisfacción la aprobación del estatuto marco por parte de la Diócesis de Córdoba, así como el reconocimiento de su antigüedad.

Aunque el origen de la veneración a la Santa Cruz se remonta al año 292, cuando la emperatriz Elena pidió autorización a su esposo Constancio Cloro para buscar la reliquia del Sagrado Madero en Tierra Santa, la devoción popular no llegaría a Montilla hasta bien entrado el siglo XVI. "Entre 1541 y 1557, bajo el mandato del obispo Leopoldo de Austria, se fundaron en la Diócesis de Córdoba la mayoría de las cofradías de la Santa Vera Cruz de la provincia", explica Antonio Luis Jiménez, quien asegura que en Montilla "existe constancia documental del culto y veneración a la Santa Cruz desde los primeros lustros de la Edad Moderna".

Ayer, bajo el cielo estrellado de Córdoba, el Cristo de Zacatecas volvió a mirar al pueblo que lo venera desde hace casi quinientos años. A su lado, la Virgen del Socorro volvió a tender su manto sobre la capital cordobesa y sobre todos los que, entre lágrimas y aplausos, sintieron que estaban siendo testigos de un momento irrepetible. Porque lo vivido ayer no fue solo historia: fue también alma, fe y memoria. Y esa huella, como la de la Vera Cruz, permanecerá en Córdoba durante mucho tiempo.


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