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Tras la huella de un montillano ilustre

Primer día del año 1899. Cuando los relojes del salón rojo del palacio de la Capitanía General marcaban las doce en punto, el general montillano Adolfo Jiménez Castellanos hacía entrega de la isla de Cuba a los Estados Unidos, en presencia de un nutrido grupo de militares cubanos. Mientras la bandera española descendía del mástil del jardín, este insigne capitán general de brigada se veía en la difícil tesitura de pronunciar unas palabras que pasaron a formar parte de uno de los capítulos más interesantes de la Historia universal.

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“En cumplimiento de lo estipulado en el Tratado de Paz, de lo convenido por las comisiones militares de evacuación y de las ordenes de mi Rey, cesa de existir desde este momento, hoy primero de enero de 1899, a las doce del día, la soberanía de España en la Isla de Cuba y empieza la de los Estados Unidos”.

Hoy, 116 años después de la instauración de la República de Cuba, la figura del último capitán general español en la isla sigue bien presente, gracias al tesón de Pilar Toledano, una tenaz investigadora que se decidió a escudriñar la figura de su bisabuelo, el militar y escritor montillano Adolfo Jiménez Castellanos.

Natural de Madrid, esta profesora de marquetería se planteó un buen día recuperar la memoria del insigne militar montillano, algo que quedó plasmado en un libro que vio la luz en el año 2009 y que fue presentado en el patio del Ayuntamiento de Montilla.

Descendiente de Elisa, una de las hijas del general, Pilar Toledano se planteó un buen día indagar en la biografía de un hombre “sentimental y romántico”. Capitán general de brigada y último gobernador español en Cuba, Adolfo Jiménez Castellanos y Tapia fue padre de seis hijos, fruto de su matrimonio con Narcisa del Carmen Barreto Esteves, natural de la ciudad cubana de Puerto Príncipe.

Al mando de la Comandancia de esa ciudad, Jiménez Castellanos dirigió importantes operaciones de campaña por todo el territorio bajo su mando, hasta abril de 1898, momento en que toma el mando de la División de la Trocha.

Tras la renuncia de Ramón Blanco como gobernador de Cuba en 1898, Jiménez Castellanos se haría cargo de la Capitanía General en La Habana para acabar entregándola al Mayor norteamericano John R. Brooke.

Poco antes, se había trasladado en el vapor Rabat a Matanzas y Cienfuegos para ultimar las repatriaciones de los 87.000 soldados que aún permanecían en la isla caribeña, velando personalmente por su buena asistencia, acomodo y alimentación, así como por la evolución de los hospitalizados.

Como presidente español de la Comisión de Evacuación, intentó contener las prisas del Gobierno estadounidense por hacerse con el control de la Isla, y evitó que las tropas españolas embarcaran en condiciones de hacinamiento.

El 6 de febrero de 1899, este militar que da nombre a una céntrica calle montillana –que, sin embargo, es más conocida como la del Padre Rosales–, tomó junto al último contingente de tropas españolas el barco Cataluña que lo conduciría de nuevo a la Península.

El teniente general más joven del Ejército español

Jiménez Castellanos fue el teniente general más joven del Ejército español y ostentó, sucesivamente, el mando de las Capitanías de Castilla la Nueva y Extremadura, Castilla la Nueva, Galicia, Castilla la Vieja y Valencia. En 1910 fue nombrado consejero del Consejo Supremo de Guerra y Marina.

Tras pasar a la reserva en 1916, Jiménez Castellanos dedicó buena parte de su vida a otra de sus pasiones: la historia. Colaborador de la Enciclopedia Espasa publicada en 1923, pasó sus últimos días junto a la madrileña plaza de Santa Bárbara, donde murió en 1929, poco antes de cumplir los 85 años.

JUAN PABLO BELLIDO
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