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Manuel Bellido Mora | La arquitectura del vino (IV)

Para Carlos Cobos, en este afán de reencuentro con lo nuestro, la recuperación de El Parador de Riobóo conlleva un alto valor emocional. Este singular edificio con sus tres elegantes arcos de medio punto (el central más estrecho y elevado que los laterales), la señorial galería acristalada en la planta alta orientada a Montilla, la viña del Carrerón y el cercano restaurante Las Camachas pertenecieron a su familia paterna. Le toca la fibra sensible de su propia genealogía.

Vista aérea del emblemático edificio de El Parador.
[FOTO: AYUNTAMIENTO DE MONTILLA]


El arquitecto Carlos Cobos atiende las explicaciones del alcalde de Montilla.
[FOTO: AYUNTAMIENTO DE MONTILLA]

Haberlo restaurado, siguiendo sus directrices, le da condición de un acto de justicia poética. Pero el rescate, que se demoró lo indecible y fue largamente postergado, lo que lo puso al borde del hundimiento y el colapso, no ha podido ser completo. Se ha perdido la espaciosa zona de la lagareta con su portalón solanista tan representativo, pues tenía alojada en su frontón una policromada cerámica de san Francisco Solano, nombre con el que también se conoce este enclave.

“Se ha terminado una primera fase de la restauración y ahora se va a acometer la siguiente. Lo primero ha sido consolidar el edificio que estaba en muy malas condiciones. Se ha respetado y mantenido tal como se creó a mediados del siglo XIX, preservándose la estructura principal como era en su origen con muros de carga que estaban hechos con piedras de la cantera de Rótiles, de muy buena cohesión”.

“Nos ha ayudado que este antiguo lagar tiene buenos cimientos y ejecución, lo que ha ayudado a que haya aguantado sin caerse. Está construido alrededor de un patio central con su característico molino de viento que se ve desde el exterior. Cuenta con dos naves laterales, una de cuadras, cocina de caseros y servicios adicionales”.

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“Y la otra nave, a la izquierda, destinada a lagareta, es la que se va recuperar para crear allí un museo del vino, con objetos, enseres y maquinaria. También se han dejado una docena de tinajas para recrear su primitiva atmósfera de bodega. El acceso se realiza por la puerta principal, donde había varias dependencias y arriba sigue la casa principal”.

“Este segundo proyecto contempla el museo y el centro de visitantes. Es una labor en la que estoy muy implicado porque estoy muy ligado por familia a este lugar, lo que me trae muchos recuerdos de otros tiempos. Quiero que la recuperación sea lo más fiel a lo que había, dentro de que ahora va a tener otro tipo de necesidades más enfocadas al turismo”.

Carlos Cobos Ortiz también está vivamente implicado en esta necesaria faena de subrayar la identidad vinatera de Montilla. De unos años a esta parte proliferan diferentes iniciativas que acentúan esta condición, nuestro hecho diferencial. Es una tendencia en la que las empresas también se han implicado, patrocinando alguna que otra rotonda. En la del cruce de los Cuatro Caminos está representado en rotundo metal el logotipo de Bodegas Pérez Barquero.

Rotonda de Pérez Barquero, en el cruce de Los Cuatro Caminos.
[FOTO: JOSÉ ANTONIO AGUILAR]


Acto de inauguración de la rotonda, el 14 de julio de 2017.
[FOTO: JOSÉ ANTONIO AGUILAR]

“El Ayuntamiento actual —nos comenta— quiere resaltar el carácter que ha tenido Montilla con la industria vinícola, a pesar de que en los últimos años se están sacando viñas y parece que no hay tanto interés, ni el negocio es tan seguro. Pero está claro que, como seña de identidad de Montilla, es muy potente. Es una simbología muy recurrente todo lo que está relacionado con la vid y el vino. Por eso estamos usando como ornamentos urbanos botellas, tinajas, barriles, prensas... O sea, toda una estética común que es la que tenemos como más reconocible en el municipio”.

“Tiene una carga histórica y emocional con una estética muy definida y reconocible. Y por eso la tenemos presente en cada actuación, arreglo y mejora de calles y monumentos que abordamos con este revestimiento estético. Pámpanos, uvas, racimos… Todo lo incorporamos en la calle para no perder el renombre de Montilla como ciudad del vino”.

La esencia de Casa Palop


El Parador ha sobrevivido. Es un hecho excepcional, porque en el casco histórico de Montilla hace tiempo que no hay lagares, ni lagaretas. A mediados del siglo pasado llegaron a funcionar en plena recolección casi dos centenares de ellas. Rara era la calle en la que no se hacía vendimia.

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Pero los cambios en el negocio del vino, la presión urbanística y la aparición de las cooperativas condujeron a su extinción, los hicieron innecesarios. Y al final terminaron por desaparecer. Los echaron abajo o, en el mejor de los casos, fueron sometidos a una radical reforma para darle otro uso. Muchos han derivado en cocheras.

Casa Palop resiste, mantiene su antigua fisonomía, aunque también está inactiva desde hace décadas. De origen conventual (franciscanos y jesuitas resuenan en sus cimientos y tabiques), el vino, al que no fueron ajenos aquellos clérigos, le da consistencia, además de una patente dorada con la que franquea el tiempo.

Ahora, cuando se cumplen 500 años de su existencia documentada, este inmueble que fue desamortizado por Mendizábal, conserva, no obstante, su fe vinícola. Es decir, que sigue siendo bodega en servicio en manos de la familia Portero Laguna, que la heredó de su antepasado el médico socialista Francisco Palop Segovia. Y que la cuida y mantiene como un verdadero, aunque costoso tesoro.

Arco de acceso y patio central de Casa Palop.
[FOTOS: EMILIO POLONIO CRUZ (ARCHIVO)]

Puertas adentro, se rinde culto a la literatura y a la cultura que brota de los toneles. Y también a la pintura, a la fotografía y a las artes plásticas. Son incontables los artistas invitados por Manolo Portero que aquí se han sentido fascinados. Inspira y complace pasear por Casa Palop, descubrir sus misterios y encantos, a ritmo lento, sin prisas, escuchando lo que nos dice el pasado, la leyenda y sus enigmas.

Es una síntesis de nuestra historia. Fueron remotas aulas y refectorios donde ahora reinan las soleras. Cobertizos de la ciencia, la religión y la medicina, pues también al principio fue hospital, en los que crece la leyenda del Montilla–Moriles. Es un territorio mítico de santos bebedores.

“No hubo que hacer grandes modificaciones, ya que lo antiguo, el colegio inicial, era perfectamente reutilizable”, nos resume Juan Portero. “La bodega de tinajas ocupa lo que fue el comedor de los monjes. Contiene tinajas de barro hechas en Villanueva de la Serena con capacidad para 110 arrobas. Y lo mismo sucede con la clase de Gramática que se transformó en bodega de botas. Y donde está la parra era el recreo de los estudiantes”.

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“El sótano abovedado, que igualmente se empleó como bodega, se conserva exactamente igual que hace cinco siglos. Es una memoria viva de nuestro pueblo que abarca todo: el sentido religioso, educativo y político. Este lugar, en este aspecto, siempre ha sido un gran centro de animación social”.

La imagen de Andalucía se suele asociar a lo barroco y voluptuoso. Sin embargo, en lagares y bodegas parece predominar la contención y el orden. Casa Palop puede ser la quintaesencia de este modelo. Es el paradigma de un mundo sin adornos superfluos. Se basta con lo mínimo: esquinas, rincones, habitaciones, pasadizos, una galería subterránea, algún arco y un conjunto de patios con una parra como toldo, además de un acotado para la pisa de la uva.

“En efecto, Casa Palop, sus patios y lagareta, conservan la esencia de la arquitectura tradicional”, agrega Juan Portero. “En la escritura de propiedad ya consta su condición de vivienda bodega. Es un tercio de la superficie del primitivo colegio jesuita”.

Patio central de Casa Palop.
[FOTOS: EMILIO POLONIO CRUZ (ARCHIVO)]

“En el XIX aquí estuvo una de las mayores bodegas de Montilla cuando era de la familia Navarro después de la desamortización. La primera lagareta estaba conectada con la bodega de tinajas para facilitar el trasiego del mosto, sin intervención de maquinaria. La construcción del aljibe también responde a una cuestión elemental: la necesidad de disponer de agua garantizada con un sistema sencillo de canales y conducciones para aprovechar la procedente de lluvia”.

Aquí la armonía, la funcionalidad y el equilibrio son el resultado de la falta de pretensiones. Es una casa de labor que también fue añorada taberna. Y que como una madre receptiva y tolerante le dio cabida, en su momento, a gente de toda clase y condición ideológica, a jóvenes y ancianos, a cazadores y flamencos.

Amamantó con sus legendarios biberones a una clientela que la echa de menos, justamente cuando se cumplen cien años de su primera apertura al público. Tanto tiempo después, permanece en pie, con su estructura de sabia eficiencia rustica intacta.

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Casa Palop es un prodigio arquitectónico. Al recorrerla tienes ante la vista la evolución de la industria vinícola. Y dispone de todo lo necesario, la maquinaria, la bomba, el pretil, el pozo, el pilón, el aljibe para, en cualquier instante, reactivar las prensas con el incontenible chorro de mosto.

Es esto, precisamente, lo que nos hace tener en cuenta la dura faena de la pisa. Maravilla e invita a la contemplación, pero también nos hace pararnos a pensar en las extenuantes horas de trabajo sin las que es inconcebible el milagro del vino.

Juan Portero Laguna refiere que todo está preparado, ya que se conserva casi todo, hasta los anclajes para fijar el instrumental necesario. “Es cuestión de apañar una prensa y una moledora, algo de mobiliario y se pondría montar de nuevo, como en los años cincuenta y sesenta. Están los enchufes y las tomas de corriente para poner la maquinaria en marcha”.

“La lagareta se conserva perfectamente, incluso permanecen las carruchas para subir el piso a la azotea. Vamos, que te pones y, este año, haces vendimia otra vez. Pero vaya, hay que ser conscientes de que, para poner ahora una lagareta en marcha, hay que superar muchos trámites y controles de sanidad y gestiones administrativas bastante más complejas y dificultosas que las que había años atrás”.

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MANUEL BELLIDO MORA
FOTOGRAFÍA: AYUNTAMIENTO DE MONTILLA

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