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Mostrando entradas con la etiqueta El astrolabio [Paco Bellido]. Mostrar todas las entradas
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30 de septiembre de 2016

  • 30.9.16
Hoy quiero comenzar recordando un episodio de mi época en el Servicio Militar. En el cuartel había una estupenda piscina que nadie utilizaba, de modo que pregunté al cabo el motivo de este escaso aprecio por una instalación magnífica. La respuesta que obtuve me dejó sin palabras: "la piscina está arrestada". Como leen. Al parecer, un soldado había muerto ahogado y el resultado fue un arresto disciplinario ¡a la piscina!



Al volver de la mili me enteré de que en casi todos los cuarteles en los que habían estado mis amigos había algún elemento arrestado: una garita de guardia, una pista americana... incluso la boina de un destacamento. La cuestión no tenía ningún sentido porque, lógicamente, se puede arrestar a un militar y no a una cosa. Pero en los cuarteles ocurren a veces cosas muy extrañas.

Del mismo modo, desde un punto de vista teológico, solo es posible excomulgar a una persona que, previamente, haya pertenecido a la Iglesia. No tiene ningún sentido excomulgar a un cometa. A pesar de ello, en muchas publicaciones y blogs se repite la historia que hoy nos ocupa. Una leyenda que, unas veces con intención anticlerical y otras por simple desconocimiento, se ha conservado hasta nuestros días.

Tras la caída de Constantinopla en 1453, el papa Nicolás V solicitó a los príncipes cristianos una cruzada para recuperar los territorios ocupados. Su sucesor, Calixto III (1455–1458) envió legados a diversas cortes europeas con el mismo objetivo. Su demanda no tuvo mucho éxito, así que pensó que había que utilizar otros métodos. Por ello, el 29 de junio de 1456 promulgó una bula donde establecía lo siguiente:

1. Todos los párrocos debían incluir la 'oratio' contra paganos en la misa.

2. Todos los días, desde mediodía a vísperas y al toque de una campana, era obligatorio rezar tres Padrenuestros y tres Avemarías.

3. Se celebrarían procesiones dirigidas por clérigos y acompañadas de fieles el primer domingo de cada mes y los curas debían predicar sobre la fe, la paciencia y la penitencia; dar a conocer la crueldad de los turcos y pedir a los fieles que rezaran por la liberación de Constantinopla.


El primer domingo de julio tuvieron lugar en Roma las primeras procesiones. El mismo día, los turcos comenzaron el asedio de Belgrado. El 14 de julio los cristianos consiguieron algunos avances y, una semana después, los turcos iniciaron su retirada.

Pocas semanas antes había hecho su aparición en el cielo el cometa Halley. En Italia se vio en junio por primera vez. La publicación de la bula papal y la aparición del cometa fueron recogidas por el escritor Bartolomeo Platina en Vitæ Pontificum.

En esta obra se daba a entender que la bula papal estuvo motivada por las predicciones de grandes calamidades que habían hecho los astrólogos que observaron el cometa, algo completamente incierto. La bula, cuyo original se conserva, no dice una sola palabra acerca del cometa.

Es en la obra del matemático y astrónomo Pierre Simon Laplace, titulada Exposition du Système du monde, donde encontramos una referencia a la obra de Platina pero, en este caso, se dice que el Papa ordenó el exorcismo del cometa y de los turcos.

Posteriormente, François Arago, en Des Comètes en général etc. Annuaire du Bureau des Longitudes 1832 cambia "exorcismo" por "excomunión". Y se forma el lío. El tratado de Arago se tradujo a casi todos los idiomas europeos y la falsa historia de la excomunión del cometa se extendió rápidamente.

Otros autores de la época contribuyen a que la leyenda tome forma. Así, Smyth, en Cycle of celestial objects, se refiere a una protesta especial y a una excomunión para exorcizar al diablo, a los turcos y al cometa.

Grant, en su tratado History of physical astronomy, hace referencia a la publicación de una bula en la que el papa Calixto anatematizó tanto a los turcos como al cometa. Según Babinet, en Revue des deux mondes (23 ann., vol. 4, 1853, 831) el Papa lanzó un anatema contra el cometa y los enemigos de la Cristiandad, mientras que en la Batalla de Belgrado, los hermanos menores invocaron el exorcismo del Sumo Pontífice contra el cometa.

Sea como fuere, la leyenda siguió repitiéndose en otras obras de autores tan populares como Camille Flammarion, Henry Draper o Andrew Dickson White. Es extraño que incluso un maestro de escépticos como Carl Sagan no se preguntara si toda esta historia tenía visos de realidad y la reprodujera en alguna de sus obras, contribuyendo así a propagar la leyenda.

Ajeno a esta polémica el cometa Halley volverá a recorrer el cielo en julio de 2061. ¿Volverá a resurgir la leyenda? Estoy convencido. Nos encantan estas historias y esperamos poder contarlas para entonces.

PACO BELLIDO

23 de agosto de 2016

  • 23.8.16
Las Meninas no solo es el cuadro más famoso de Velázquez: es también la obra más conocida del Museo del Prado y la que mejor resume el carácter único del genial pintor sevillano. A primera vista, se trata de un cuadro sencillo, una estampa de un momento de la vida en palacio en tiempos de Felipe IV. Pero las apariencias son engañosas: la obra encierra numerosas lecturas y matices. No en vano, se trata de uno de los cuadros más analizados de la historia del arte.



El cuadro presenta al pintor capturando una escena cortesana en una amplia sala del Alcázar de Madrid. La infanta Margarita es atendida por dos doncellas, conocidas como “meninas”: a la izquierda, María Agustina Sarmiento, que le ofrece una jarrita con agua; y a la derecha, Isabel de Velasco.

Un poco adelantada encontramos a la enana Maribárbola y al pequeño bufón Nicolasito Pertusato que molesta a un perro. Detrás aparecen Marcela de Ulloa y un guardadamas sin identificar. Al fondo, en una puerta, el aposentador real José Nieto y, reflejados en un espejo, encontramos a los reyes Felipe y Mariana. La cuidada composición ofrece una gran sensación de profundidad que ha hecho elucubrar a cientos de críticos y artistas desde hace siglos.

Existen muchas interpretaciones del cuadro. La idea principal hace referencia a la política de la época y a los problemas dinásticos. La infanta Margarita es la primera hija del rey con Mariana de Austria. Su hermano Carlos, que finalmente reinará como Carlos II, nacerá diez años después.

Entre el vasto abanico de explicaciones más o menos esotéricas destaca la idea del profesor Jacques Lassaigne quien en Les Ménines (Lausana, 1973), explica la obra planteando que todo el conjunto era, en realidad, una representación mágica y protectora de la constelación Corona Borealis, en cuyo centro destaca la infanta Margarita.

Alphecca, la estrella principal de la Corona Boreal, también se conoce como Gema y como Margarita Coronae, es decir, la "Perla de la Corona". Etimológicamente, "margarita" hace referencia a la perla de algunos moluscos. De hecho, esta acepción todavía se encuentra en el Diccionario de la Real Academia. Si se me permite la digresión, la conocida expresión "arrojar margaritas a los cerdos" a veces aparece como "arrojar perlas a los cerdos" pero, en realidad, significan lo mismo.

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Según la teoría de Lassaigne, la estrella principal de la constelación personifica a la infanta Margarita. El crítico francés basaba su afirmación en la erudición de Velázquez, poseedor de una de las mejores bibliotecas de su tiempo. Está documentado que entre sus libros se encontraba la Suma Astrológica de Antonio Nájera, así como tres anteojos para mirar las estrellas.

Ángel del Campo y Francés, ingeniero de caminos y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando también respaldó esta idea en su obra La Magia de las Meninas (Madrid 1978). Del Campo planteó la idea de que las cabezas de los personajes de la izquierda y las manchas de los cuadros forman un círculo, símbolo de la perfección.

En el centro de ese círculo se sitúa el espejo con los rostros de los reyes. De este modo, se da a entender que la monarquía es el sistema político perfecto. Uniendo las cabezas de los diferentes personajes aparece la forma de la Corona Boreal, pero siguiendo con las uniones de puntos aparece el símbolo de Capricornio, signo natal de la reina Mariana.

Personalmente, me parece una teoría bastante traída por los pelos, aunque la correspondencia entre las figuras (concretamente sus corazones) y la posición de las estrellas resulta llamativa. Con todo, creo que no es demasiado complicado hacer coincidir un número de puntos limitado en un cuadro de conjunto donde aparecen tantos personajes.

PACO BELLIDO

11 de agosto de 2016

  • 11.8.16
Fieles a su cita anual, la noche próxima tendremos ocasión de disfrutar de un espectáculo de pirotecnia celeste: la lluvia de las estrellas conocida como "las Perseidas". El nombre de los enjambres de meteoros indica la constelación en la que se encuentra el radiante, es decir, el punto del cielo desde el que parecen proceder los meteoros. La lluvia de agosto tiene el radiante en la constelación de Perseo.



Las Perseidas son visibles desde finales de julio hasta finales de agosto, aunque es en la noche del 12 al 13 de agosto cuando la lluvia alcanza su máximo y la tasa horaria cenital, es decir, el número de meteoros visibles cada hora, es mayor.

Estos meteoros no son otra cosa que polvo del cometa Swift-Tuttle descubierto independientemente por Lewis Swift y por Horace Parnell Tuttle en 1862. Cada mes de agosto, nuestro planeta atraviesa una zona del espacio llena de partículas cometarias que son atraídas y que se desintegran al entrar en la atmósfera a gran velocidad –más de 200.000 kilómetros por hora–, creando un vistoso fenómeno luminoso.

Aunque las estrellas fugaces más brillantes son visibles desde la ciudad, es aconsejable desplazarse a una zona rural para disfrutar del espectáculo en toda su magnitud, pues desde el campo también son visibles los meteoros más tenues. Por tanto, verano, vacaciones y un espectáculo celeste gratuito... ¿Qué más se puede pedir?

PACO BELLIDO

5 de agosto de 2016

  • 5.8.16
Casi todo el mundo conoce a Neil Armstrong y sus famosas palabras antes de poner el pie en la Luna: "Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la Humanidad". Pero pocos recuerdan a Eugene Cernan, el último hombre en recorrer nuestro satélite en diciembre de 1972.



Cernan fue, junto a Jim Lovell y John Young, uno de los tres astronautas que han viajado a la Luna en dos ocasiones. En la misión Apolo X orbitó alrededor de nuestro satélite, quedando a tan sólo 16 kilómetros de la superficie, como paso previo a la gran aventura del Apolo XI.

Con 38 años consiguió alunizar, durante la misión Apolo XVII, convirtiéndose así en uno de los doce humanos que han tenido el privilegio de poner los pies sobre el satélite. Anteriormente había viajado al espacio con la misión Géminis IX, siendo el segundo americano en realizar un paseo espacial en 1966.

La misión del Apolo XVII fue la mejor de las seis misiones que tocaron el suelo lunar. En ella viajaba Harrison Schmitt, el único geólogo que ha pisado hasta el momento la superficie de nuestro satélite. Todos los demás eran militares.

Cernan recopiló sus memorias en una interesante autobiografía, The Last Man on the Moon (en español, El último hombre en la Luna), donde cuenta cómo fueron los últimos minutos de la misión, la transformación que vivió en su interior durante aquellos tres días y el sentimiento de maravilla por estar en la Luna, empañado por la culpabilidad de sentirse un elegido, un privilegiado.

Cuando subía la escalerilla para regresar a la Tierra se olvidó de las notas que había preparado como despedida y dijo las frases que han quedado para la Historia: "Nos vamos de la misma forma en que llegamos y, si Dios quiere, de la misma forma en que volveremos, con paz y esperanza para toda la humanidad. Ahora que doy los últimos pasos desde la superficie quisiera dejar constancia de que el reto estadounidense de hoy ha forjado el destino del Hombre del mañana. Buen viaje, Apolo XVII".



En algunas declaraciones a la prensa se quejaba con ironía de estas tres décadas de abandono de la exploración lunar: "La buena noticia es que aquí estoy: el último hombre que caminó en la Luna. La mala es que aquí estoy, más de tres décadas después de la última caminata de un hombre sobre la Luna".

El lugar que ocupa en la historia Eugene Cernan perderá vigencia dentro de unos años, pues ya hay planes de retomar los viajes tripulados a la Luna como antesala a la gran misión de exploración de este siglo: el viaje a Marte.

China planea poner a un hombre en la Luna en un corto periodo de tiempo, después de haber retrasado el plazo en varias ocasiones. También las agencias espaciales de Rusia, Japón, Estados Unidos, Europa e, incluso la India, han tenido puestas sus miras en nuestro satélite, aunque la crisis económica mundial ha acabado trastocando todos los planes. Veremos.

PACO BELLIDO

19 de septiembre de 2014

  • 19.9.14
La Luna alberga pequeño cráter de seis kilómetros de diámetro que, hasta 2002, se llamó "Eppinger" en honor de un médico nacido en Praga en 1879 y que había llegado a ser doctor personal de Josef Stalin, entre otras personalidades de la época. El doctor Hans Eppinger tuvo una personalidad fría y agresiva. Su afiliación al partido nazi le condujo hasta los Juicios de Núremberg, en 1946, donde se suicidó ingiriendo un veneno un mes antes de testificar.

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En la preguerra prestó sus servicios en Colonia y Viena; inteligente y hábil clínico, perseguía objetivos de "pura" ciencia y por esto, por ejemplo, no tenía inconveniente en hacer autopsias sin permisos legales. Fue amigo de Hans Popper, eminente hepatólogo del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, habiéndole salvado la vida en Viena cuando le informó de que la Gestapo iba a detenerlo por judío.

Uno de sus proyectos de experimentación durante la guerra fue el de hacer potable el agua de mar por medio de la adición de una sustancia química, el Berkatit, que le quitaba el sabor salado sin eliminar el cloruro de sodio. Como sujetos de su experimentación fueron escogidos 44 prisioneros de Dachau, la mayoría, gitanos.

En defensa de Eppinger habría que decir que hubiera preferido incluir soldados alemanes voluntarios -por aquel tiempo escasos- para recibir el agua con Berkatit. No está claro si hubo muertos en el ensayo aunque sí efectos colaterales como cólicos, diarreas y deshidrataciones.

Testigos presenciales relataron que los pacientes tenían una deshidratación tan grande que era fácil verlos chupar el suelo de la sala en la que estaban internados cuando los limpiadores pasaban las fregonas.

También era conocido Eppinger por su trato inhumano a los pacientes. En una ocasión, llevó un enfermo a una de sus clases y lo presentó a sus alumnos con las siguientes palabras: "La nefritis se puede comparar con una tragedia en cinco actos y -señalando hacia el paciente- este es el acto final de la tragedia". El paciente echó a llorar.

Esta historia y la vida entera del profesor Eppinger habrían pasado al olvido si no hubiese sido porque la Fundación Falk de Friburgo, en Alemania, decidió hace algunos años instituir un premio de ciencias en su nombre. Un galardón que recibieron destacados investigadores, incluidos algunos laureados con el Nobel.

Sin embargo, un profesor de Yale, Howard Spiro, armó un revuelo a través de The New York Times y de la revista Time, al considerar que el nombre de Eppinger no debía ponerse de ejemplo para las nuevas generaciones de científicos. Con la ayuda del Centro Wiesenthal de Los Ángeles, que dirige investigaciones sobre el holocausto judío, Spiro logró finalmente la cancelación del premio.

El cráter Eppinger, bautizado oficialmente por la Unión Astronómica Internacional en 1976, coincidiendo con la conmemoración del trigésimo aniversario de la muerte del doctor Eppinger, es una formación de seis kilómetros ubicada a 9.4º de latitud Sur y 25.7º de longitud Oeste en la sección occidental del Mare Cognitum, al este de la cadena montañosa Montes Riphaeus.

El 28 de octubre de 2002, el Working Group for Planetary System Nomenclature (WGPSN), tras verificar la conexión del doctor Hans Eppinger con los campos de concentración nazis, votó unánimemente para anular la designación "Eppinger" de la superficie lunar. Además de agradecer el trabajo de The Lunar Republic Society para aclarar los hechos, la organización propuso retomar su antigua denominación: Euclides D.

PACO BELLIDO

20 de abril de 2012

  • 20.4.12
Hace unos meses pudimos leer que había caído un meteorito en la parte norte del estado de Sinaloa, en los límites con Chihuahua, en México. La prensa no aclaró luego si lo que cayó en el país azteca fue, realmente, un meteorito o una etapa de un satélite. En cualquier caso, la caída de meteoritos de gran tamaño afortunadamente no es un fenómeno muy frecuente, pero la Historia está plagada de sucesos similares.


Uno de los meteoritos más famosos del mundo es la Piedra Negra que los musulmanes adoran en la Kaaba y al que se orientan cinco veces al día para rezar sus oraciones. Pero hay cráteres de impacto por meteoritos en todo el planeta.

En Europa, el mejor conservado se encuentra en la isla estona de Saarema. Allí, el impacto formó un cráter de 110 metros de diámetro que ahora contiene un pequeño lago. Se calcula que el impacto tuvo lugar hace unos 4.000 años y en el Kalevala, que recoge las tradiciones finlandesas, se hace referencia a esta "tumba del Sol". Y es que los testigos de esta magnífica colisión pudieron pensar que era el mismo Sol el que se precipitaba a la Tierra.

Estamos muy acostumbrados a pensar que del cielo caen piedras: lo hemos visto en películas como Deep Impact. Pero una idea tan aparentemente lógica tardó mucho tiempo en ser aceptada por la comunidad científica.

Durante mucho tiempo, se pensó que los cráteres lunares tenían origen volcánico. Con todo, algunos científicos discrepaban. El problema es que no había algo equivalente en la Tierra. ¿Por qué tendría que haber cráteres de impacto en la Luna si en nuestro planeta no había ninguno?

En 1960, el geólogo norteamericano Eugene Shoemaker escribió una tesis doctoral en la que demostraba que el Cráter Barringer de Arizona no era de origen volcánico, como se especulaba entonces, sino que fue producido por el colosal impacto de un asteroide de 300 metros de diámetro ocurrido hace unos 50.000 años. Desde entonces, se le llamó "Meteor Crater".

Al cráter de Arizona siguieron muchos otros. En nuestro planeta, la erosión tiene una capacidad inigualable para ocultar pruebas, algo que no ocurre en la Luna. La mayoría de los cráteres de impacto de la Tierra han sido modificados por la acción de los elementos.

La búsqueda de otros ejemplos condujo a Eugene Shoemaker hasta la Depresión de Ries, en Alemania, que, hasta ese momento, se suponía que eran los restos erosionados de un antiguo volcán.

Las evidencias necesarias para determinar su origen las encuentra en las piedras de los muros de la iglesia de Saint George, en la localidad de Nürtingen. La abundante presencia de cohesita confirma que la zona se originó por el impacto de un asteroide veinte veces mayor que el del cráter de Arizona.

La confirmación de la existencia de cráteres de impacto en la Tierra tuvo un efecto inmediato sobre las teorías que explicaban el origen de los cráteres lunares. En una época en la que la mayoría de los científicos creía que los numerosos cráteres que cubren la Luna eran de origen volcánico, Shoemaker aseguraba que eran las huellas de innumerables impactos registrados desde su formación: “La Luna es una pizarra que nadie ha borrado”, sentenció.

PACO BELLIDO

9 de marzo de 2012

  • 9.3.12
¿Quién no se ha sentido maravillado alguna vez por el enorme tamaño de la Luna llena en el horizonte? Anoche tuvimos ocasión de disfrutar de una vista estupenda, aunque nada comparable con el espectáculo al que asistí hace casi un año, en la vecina localidad de Espejo. Allí, en torno a las 19.45 de la tarde, nuestro satélite se situó justo detrás del Castillo de Alcalat, origen de la población medieval que fundara Pay Arias a comienzos del siglo XIV.


La imagen dio la vuelta al mundo en apenas unas horas, gracias a que fue seleccionada por la prestigiosa página web SpaceWeather para ilustrar, a nivel mundial, el fenómeno astronómico que se conoce como "perigeo" –esto es, el momento en que la Luna se encuentra más cerca de La Tierra-.

En efecto, la Luna no está siempre a la misma distancia de nosotros. La órbita que describe nuestro satélite alrededor de la Tierra no es una circunferencia, sino una elipse, lo que hace que la distancia oscile entre los 363.000 kilómetros –cuando se encuentra más cerca de nosotros- y los 406.000 –fenómeno conocido como "apogeo"-.

La Luna llena se produce cada 29,5 días, así que no suelen estar sincronizadas con el apogeo y el perigeo. Si hiciésemos una fotografía de la Luna llena en las dos posiciones, la diferencia de tamaño aparente sería bastante obvia.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la Luna está cerca del horizonte? Parece enorme. Es lo que se conoce como "ilusión lunar". Y es una ilusión porque es un fenómeno que solo se produce cuando vemos la Luna con nuestros ojos. No ocurre en fotografía.

El psicólogo italiano Mario Ponzo descubrió una ilusión similar en 1913, cuando dibujó dos barras idénticas sobre un par de líneas convergentes.

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Ilusiones ópticas aparte, si todo lo que usted quiere hacer es ver una Luna grande y hermosa, debe saber que el mejor momento para observar es cerca del horario de la salida de la Luna, cuando esta apenas puede verse a través de los árboles o de las casas, tratando de engañarnos.

PACO BELLIDO

19 de febrero de 2012

  • 19.2.12
Una de las frases más lapidarias de Unamuno fue aquello de "que inventen ellos", una sentencia que ha llegado a convertirse en un triste estereotipo nacional. Desde su instauración a principios del siglo XX, solo un español ha conseguido un premio Nobel relacionado con la ciencia: fue Santiago Ramón y Cajal, quien lo logró en 1906 por sus investigaciones sobre el sistema nervioso.


El premio de Severo Ochoa en 1959 no cuenta para España porque el científico asturiano vivía exiliado, realizó sus investigaciones fuera de España y, además, desde 1956 tenía pasaporte estadounidense.

El primer tercio del siglo XX fue una época magnífica para la Ciencia española, un período que se conoce como la Edad de Plata. Se puede decir que esta etapa se inicia con el premio Nobel de Ramón y Cajal, toda una inyección de ánimo y orgullo nacional y que termina con la desbandada general que provoca la Guerra Civil. A raíz de la contienda, las mentes más brillantes de nuestro país se exiliaron, dando por finalizada este período de esplendor.

Desde entonces, los sucesivos gobiernos del país no se han tomado la Ciencia todo lo en serio que habría sido aconsejable. Qué duda cabe de que ha habido mejoras notables en muchos campos, pero no son comparables al apoyo con que la ciencia cuenta en otras latitudes.

Esto se traduce en que los científicos que destacan tienen que desarrollar sus carreras fuera de nuestro país si aspiran a algo más que a un sueldo de subsistencia tras un larguísimo periodo de formación en el que tienen que apañárselas con becas misérrimas.

La inversión en ciencia es una inversión de futuro, una inversión muy buena que no rinde sus frutos a corto plazo y que, con la cortedad de visión de los políticos que no entienden más allá de una o dos legislaturas, lamentablemente no es una prioridad nacional.

El más que previsible recorte en los presupuestos para Ciencia que se nos avecina es, sin duda, todo un varapalo para las nuevas generaciones de científicos, para las vocaciones futuras y para sostener una economía basada en el conocimiento.

Los dirigentes populares no se han cansado de repetir en los últimos años que "invertir en ciencia es la mejor receta para salir de la crisis". Ojalá las convicciones se vean luego reflejadas en los Presupuestos Generales del Estado.

PACO BELLIDO

21 de enero de 2012

  • 21.1.12
Quienes dispongan de un telescopio tendrán la oportunidad de observar la próxima noche un fenómeno muy poco frecuente: la desaparición de tres satélites galileanos en Júpiter. El espectáculo comenzará en torno a las once de la noche, cuando el satélite Europa se coloque delante del quinto planeta del Sistema Solar y, por tanto, deje de ser visible.


A las 23:21 Ío se situará detrás de Júpiter y, cuatro minutos más tarde, le seguirá Ganímedes. Es muy poco frecuente que tan solo se vea una de las lunas de Galileo al dirigir el telescopio a Júpiter.

Además, este fenómeno se produce en fin de semana y a una hora bastante razonable. El único inconveniente, eso sí, será el frío que hará, propio de las noches de enero, pero ya sabemos que no se puede tener todo.

Estas ocultaciones tienen actualmente un interés puramente anecdótico pero en su tiempo sirvieron para determinar la velocidad de la luz. Tras haber estudiado en Copenhague, el científico danés Ole Rømer (1644-1710) se unió a la plantilla de astrónomos del Observatorio de Uraniborg, en la isla de Hven, allá por 1671.

Tras un período de varios meses, y con la ayuda del astrónomo y sacerdote francés Jean Picard, Rømer observó casi un centenar y medio de eclipses de Ío. Por su parte, el astrónomo italiano Giovanni Domenico Cassini (1625-1712) observó los mismos eclipses desde París. Comparando los tiempos de los eclipses fue posible calcular la diferencia de longitud entre París y Uraniborg.

Cassini había observado las lunas de Júpiter entre 1666 y 1668 y descubrió una serie de discrepancias que, en un primer momento, atribuyó a que la luz se propagaba a velocidad finita.

En 1672, Rømer viajó a París y prosiguió las observaciones de los satélites de Júpiter -principalmente las de Ío- como ayudante de Cassini, añadiendo sus propias observaciones a las del italiano y observando que los tiempos entre eclipses se reducían cuando Júpiter se acercaba a la Tierra y se alargaban cuando la Tierra se alejaba de Júpiter.

El 22 de agosto de 1676 Cassini realizó un anuncio a la Academia de Ciencias francesa: "la desigualdad entre los períodos de los eclipses parece obedecer a que la luz necesita un tiempo para llegarnos desde el satélite; la luz parece requerir de diez a once minutos para recorrer una distancia igual al semidiámetro de la órbita terrestre".

Por extraño que parezca, Cassini abandonó esta idea y la rechazó, así que finalmente fue Rømer quien publicó Démonstration touchant le mouvement de la lumière trouvé par M. Roemer de l'Académie des sciences el 7 de diciembre de 1676.

El fenómeno, en imágenes

En el siguiente vídeo, realizado con Redshift, se puede ver una simulación de los primeros minutos del fenómeno. A las 1.57 empieza a ser visible sobre el disco de Júpiter la sombra de Europa, que desde hace 14 minutos vuelve a ser visible al otro lado del planeta.


PACO BELLIDO

30 de diciembre de 2011

  • 30.12.11
¿Quién no ha sentido alguna vez un cosquilleo inexplicable al sorprender a una estrella fugaz cruzando rápidamente el firmamento? ¿Quién no ha tenido, siquiera por unos segundos, el irrefrenable deseo de tocar la Luna con sus manos, de pisar esa superficie plateada como cualquier astronauta de los setenta?


Desde el siglo III, el mundo occidental festeja en estos días la Navidad, coincidiendo con la antigua celebración del Natalis Invicti Solis, esto es, el nacimiento del dios-Sol en el solsticio de invierno. Precisamente por eso, hemos querido aprovechar esta época navideña para poner en marcha El Astrolabio, un pequeño hueco en la red de redes que pretende animarte a volver la vista al cielo, a que disfrutes del sentimiento de maravilla que te embargó la primera vez que descubriste un firmamento estrellado.

Quizás nos hayan robado las estrellas en las grandes ciudades, pero el interés por la astronomía sigue más vivo que nunca, como demuestra el creciente número de páginas y de foros de Internet que se dedican a esta bella ciencia.

También lo constatan el interés con el que se siguen los últimos descubrimientos y la actualidad astronómica en la prensa. En El Astrolabio comentaremos los descubrimientos astronómicos más recientes, daremos cuenta de los fenómenos que vaya demandando la actualidad y, cómo no, repasaremos los momentos más importantes de la historia de la astronomía.

El filósofo irlandés Edmund Burke, escribió en 1756 Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, una obra en la que distinguía las dos categorías principales de la estética: lo bello y lo sublime.

Para el erudito sajón, sublime es todo aquello que nos hace estremecer, que nos inspira admiración y respeto. Por lo general, son sensaciones que nos produce la naturaleza; por ejemplo, la visión de una montaña majestuosa o la inmensidad de una noche estrellada.

En efecto, hay pocas sensaciones tan magníficas como la observación del cielo desde un lugar alejado de las luces, algo cada vez más difícil de encontrar en estos tiempos en los que la contaminación lumínica invade todos los rincones de nuestro país. El cielo estrellado, declarado Patrimonio de las Generaciones Futuras por la UNESCO, es un lujo del que sólo se puede disfrutar lejos de la gran ciudad.

No obstante, basta con fijarse con atención para, incluso desde la ciudad, descubrir muchas cosas: el ciclo anual del Sol, las fases de la Luna, los movimientos de los planetas... El hombre urbano ha perdido el contacto con la naturaleza, básicamente por despiste, por desgana o por desconocimiento.

Pero basta con prestar un poco de atención para ser capaces de adivinar los ciclos astronómicos, de predecir su regularidad, de conocer su influencia en los seres vivos... Y no, no hablamos de "astrología", sino de "astronomía".

A partir de hoy, queremos convertirnos en auténticos buscadores de estrellas que, en origen, es lo que significa "astrolabio", ese instrumento que creó Hiparco de Nicea hacia el año 150 a.C. y que da nombre a este espacio. Queremos ser tus compañeros de viaje en esta expedición por nuestro firmamento, compartir contigo experiencias, sensaciones y opiniones sobre todo aquello que nos rodea: el Universo. ¿Te animas?

PACO BELLIDO

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