En casi siete décadas de historia, solo siete mujeres han tenido el honor —y la responsabilidad— de pregonar la Fiesta de la Vendimia Montilla-Moriles. La cifra, tan elocuente como escasa, refleja una realidad que se repite año tras año: la voz femenina sigue siendo la gran ausente en uno de los momentos más simbólicos de esta celebración declarada "De Interés Turístico Nacional".
El primer pregón, en 1956, llevó la firma del montillano Manuel Luque Velasco, principal impulsor de la Hermandad Salesiana del Santísimo Cristo del Amor y, curiosamente, autor también del segundo pregón de la Semana Santa de Montilla, en 1974. Desde entonces, la historia se ha escrito, mayoritariamente, con voz masculina.
De hecho, no fue hasta treinta años después cuando, en 1986, una mujer rompió ese techo de cristal: la madrileña Nines Arenillas Asín, crítica gastronómica de El País y extraordinariamente conocida por su labor en la promoción del aceite de oliva en la entonces Comunidad Europea y por su defensa a ultranza de los productos con Denominación de Origen, compartió un pregón que dejó el aroma de una mirada diferente hacia el vino, abriendo una puerta —o descorchando una botella— que, sin embargo, no tardó en volver a cerrarse.
Y es que hubo que esperar otros seis años para volver a escuchar una voz femenina en el atril de la Fiesta de la Vendimia. En 1992, la poeta Juana Castro, nacida en Villanueva de Córdoba, llevó hasta Montilla su bagaje literario y su compromiso con la igualdad. Galardonada con la Medalla de Andalucía y con premios como el Nacional de la Crítica o el Carmen Conde, la pregonera convirtió su intervención en un canto a la tierra, a la vid y al papel de las mujeres en la cultura y en la agricultura.
Tres años más tarde, la escritora fernánnuñense María Rosal Nadales, profesora universitaria y experta en estudios de género, tomó el relevo como pregonera de la vendimia montillana. Integrante de la Real Academia de Córdoba –curiosamente, con un discurso de ingreso titulado La mujer y el vino en la literatura. Historia de un desencuentro–, María Rosal aportó una perspectiva crítica y profundamente documentada sobre la relación histórica —y no siempre equitativa— entre lo femenino y el mundo vitivinícola.
El tiempo volvió a ensanchar la brecha. No fue hasta 2006 cuando otra mujer, la periodista y escritora Matilde Cabello, subió al escenario de la Fiesta de la Vendimia. Conocida por su prolífica obra poética y narrativa, y por sus investigaciones sobre patrimonio y cultura cordobesa, Cabello brindó un pregón de raíz literaria y memoria histórica.
Cinco años más tarde, en 2011, la voz de Eva María Pedraza aportó frescura, simpatía y carisma mediático. Cordobesa muy vinculada a Montilla, además de modelo, actriz y presentadora de televisión, Pedraza había recorrido un largo camino desde que ganara Miss España en 1988 hasta consolidarse en televisión y teatro. Su pregón fue un guiño a la proyección de Montilla-Moriles más allá de sus fronteras.
La presencia femenina regresó en 2018 con Eva Micaela Millán Page, cocinera y subcampeona de la primera edición de MasterChef, quien convirtió su pregón en un homenaje a la cocina cordobesa y al papel del vino en la gastronomía. Licenciada en Biología y con un máster en Calidad y Seguridad Alimentaria, Eva Millán reconoció que “aún poseyendo los conocimientos científicos que consiguen explicar el proceso de creación del vino, me gusta pensar que es prodigioso porque, en esencia, estamos bebiendo la vida de un organismo unicelular”.
La última vez que una mujer tomó el micrófono del pregón fue en 2022. La periodista y escritora Mari Pau Domínguez, con una sólida carrera en medios como TVE, Telemadrid o la Cadena SER, y autora de novelas históricas como Las dos vidas del capitán —centrada en el marino montillano Diego de Alvear y Ponce de León—, aportó su voz y su experiencia a una tradición que, en términos de paridad, parece que sigue siendo frágil.
Declarada "De Interés Turístico Nacional" y con un origen que se remonta a la Feria Real de Belén, la Fiesta de la Vendimia Montilla-Moriles fue autorizada por el rey Fernando VII en 1816 y es, a día de hoy, una de las fiestas de la vendimia más antiguas de España.
En su organización confluyen la Hermandad de Nuestra Señora de Las Viñas, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles y el Ayuntamiento de Montilla. Y aunque su programa ensalza año tras año la cultura del vino, la música, la gastronomía y las tradiciones, el listado de pregoneros refleja todavía un desequilibrio evidente.
No se trata solo de una cuestión de números. La voz femenina ha aportado miradas distintas, relatos más inclusivos y sensibilidades complementarias. Sin embargo, la brecha en el tiempo entre unos nombres y otros evidencia que no ha habido una apuesta sostenida por el papel de la mujer. Y es que, a pesar de los evidentes avances en otros ámbitos, gracias fundamentalmente a la lucha sostenida en el tiempo por los colectivos feministas, el pregón de la Fiesta de la Vendimia sigue siendo un espacio que las mujeres han ocupado en Montilla de forma excepcional, no habitual.
La paradoja es evidente: mientras los lagares y viñedos de la Campiña cordobesa han visto, generación tras generación, a vendimiadoras con manos curtidas tanto en los viñedos como en las paseras, así como a enólogas y sumilleres de reconocido prestigio nacional e internacional, trazando el futuro del vino Montilla-Moriles, el pregón —ese escaparate que simboliza la voz oficial de la Fiesta de la Vendimia— apenas ha sido capaz de recoger sus testimonios o su particular visión.
El vino que se celebra en septiembre es fruto de un trabajo colectivo en el que las mujeres han tenido tanto peso como los hombres, aunque la historia oficial las haya relegado a un segundo plano. Sus manos han cortado racimos y los han depositado con esmero en las paseras; su paciencia ha vigilado fermentaciones y su ingenio ha mantenido vivas recetas y tradiciones que hoy forman parte del patrimonio inmaterial de la comarca.
La pregunta que sobrevuela a falta de tres semanas para el inicio de los actos es sencilla: ¿no merece la Fiesta de la Vendimia que esa labor de las mujeres se reconozca también desde el atril? Porque un pregón no es solo un discurso: es una fotografía simbólica de quiénes somos y de quiénes queremos ser como comunidad.
Tal vez haya llegado el momento de que esta fiesta que presume de historia y de autenticidad también presuma de equilibrio y de justicia simbólica. No para cumplir con una estadística, sino para que las voces femeninas de la vid y el vino dejen de ser la excepción y se conviertan en parte natural del relato. Porque, al fin y al cabo, sin ellas, sin las mujeres, la historia de la vendimia —y del propio vino Montilla-Moriles— quedaría incompleta.
El primer pregón, en 1956, llevó la firma del montillano Manuel Luque Velasco, principal impulsor de la Hermandad Salesiana del Santísimo Cristo del Amor y, curiosamente, autor también del segundo pregón de la Semana Santa de Montilla, en 1974. Desde entonces, la historia se ha escrito, mayoritariamente, con voz masculina.
De hecho, no fue hasta treinta años después cuando, en 1986, una mujer rompió ese techo de cristal: la madrileña Nines Arenillas Asín, crítica gastronómica de El País y extraordinariamente conocida por su labor en la promoción del aceite de oliva en la entonces Comunidad Europea y por su defensa a ultranza de los productos con Denominación de Origen, compartió un pregón que dejó el aroma de una mirada diferente hacia el vino, abriendo una puerta —o descorchando una botella— que, sin embargo, no tardó en volver a cerrarse.
Y es que hubo que esperar otros seis años para volver a escuchar una voz femenina en el atril de la Fiesta de la Vendimia. En 1992, la poeta Juana Castro, nacida en Villanueva de Córdoba, llevó hasta Montilla su bagaje literario y su compromiso con la igualdad. Galardonada con la Medalla de Andalucía y con premios como el Nacional de la Crítica o el Carmen Conde, la pregonera convirtió su intervención en un canto a la tierra, a la vid y al papel de las mujeres en la cultura y en la agricultura.
Tres años más tarde, la escritora fernánnuñense María Rosal Nadales, profesora universitaria y experta en estudios de género, tomó el relevo como pregonera de la vendimia montillana. Integrante de la Real Academia de Córdoba –curiosamente, con un discurso de ingreso titulado La mujer y el vino en la literatura. Historia de un desencuentro–, María Rosal aportó una perspectiva crítica y profundamente documentada sobre la relación histórica —y no siempre equitativa— entre lo femenino y el mundo vitivinícola.
El tiempo volvió a ensanchar la brecha. No fue hasta 2006 cuando otra mujer, la periodista y escritora Matilde Cabello, subió al escenario de la Fiesta de la Vendimia. Conocida por su prolífica obra poética y narrativa, y por sus investigaciones sobre patrimonio y cultura cordobesa, Cabello brindó un pregón de raíz literaria y memoria histórica.
Cinco años más tarde, en 2011, la voz de Eva María Pedraza aportó frescura, simpatía y carisma mediático. Cordobesa muy vinculada a Montilla, además de modelo, actriz y presentadora de televisión, Pedraza había recorrido un largo camino desde que ganara Miss España en 1988 hasta consolidarse en televisión y teatro. Su pregón fue un guiño a la proyección de Montilla-Moriles más allá de sus fronteras.
La presencia femenina regresó en 2018 con Eva Micaela Millán Page, cocinera y subcampeona de la primera edición de MasterChef, quien convirtió su pregón en un homenaje a la cocina cordobesa y al papel del vino en la gastronomía. Licenciada en Biología y con un máster en Calidad y Seguridad Alimentaria, Eva Millán reconoció que “aún poseyendo los conocimientos científicos que consiguen explicar el proceso de creación del vino, me gusta pensar que es prodigioso porque, en esencia, estamos bebiendo la vida de un organismo unicelular”.
La última vez que una mujer tomó el micrófono del pregón fue en 2022. La periodista y escritora Mari Pau Domínguez, con una sólida carrera en medios como TVE, Telemadrid o la Cadena SER, y autora de novelas históricas como Las dos vidas del capitán —centrada en el marino montillano Diego de Alvear y Ponce de León—, aportó su voz y su experiencia a una tradición que, en términos de paridad, parece que sigue siendo frágil.
Declarada "De Interés Turístico Nacional" y con un origen que se remonta a la Feria Real de Belén, la Fiesta de la Vendimia Montilla-Moriles fue autorizada por el rey Fernando VII en 1816 y es, a día de hoy, una de las fiestas de la vendimia más antiguas de España.
En su organización confluyen la Hermandad de Nuestra Señora de Las Viñas, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles y el Ayuntamiento de Montilla. Y aunque su programa ensalza año tras año la cultura del vino, la música, la gastronomía y las tradiciones, el listado de pregoneros refleja todavía un desequilibrio evidente.
No se trata solo de una cuestión de números. La voz femenina ha aportado miradas distintas, relatos más inclusivos y sensibilidades complementarias. Sin embargo, la brecha en el tiempo entre unos nombres y otros evidencia que no ha habido una apuesta sostenida por el papel de la mujer. Y es que, a pesar de los evidentes avances en otros ámbitos, gracias fundamentalmente a la lucha sostenida en el tiempo por los colectivos feministas, el pregón de la Fiesta de la Vendimia sigue siendo un espacio que las mujeres han ocupado en Montilla de forma excepcional, no habitual.
La paradoja es evidente: mientras los lagares y viñedos de la Campiña cordobesa han visto, generación tras generación, a vendimiadoras con manos curtidas tanto en los viñedos como en las paseras, así como a enólogas y sumilleres de reconocido prestigio nacional e internacional, trazando el futuro del vino Montilla-Moriles, el pregón —ese escaparate que simboliza la voz oficial de la Fiesta de la Vendimia— apenas ha sido capaz de recoger sus testimonios o su particular visión.
El vino que se celebra en septiembre es fruto de un trabajo colectivo en el que las mujeres han tenido tanto peso como los hombres, aunque la historia oficial las haya relegado a un segundo plano. Sus manos han cortado racimos y los han depositado con esmero en las paseras; su paciencia ha vigilado fermentaciones y su ingenio ha mantenido vivas recetas y tradiciones que hoy forman parte del patrimonio inmaterial de la comarca.
La pregunta que sobrevuela a falta de tres semanas para el inicio de los actos es sencilla: ¿no merece la Fiesta de la Vendimia que esa labor de las mujeres se reconozca también desde el atril? Porque un pregón no es solo un discurso: es una fotografía simbólica de quiénes somos y de quiénes queremos ser como comunidad.
Tal vez haya llegado el momento de que esta fiesta que presume de historia y de autenticidad también presuma de equilibrio y de justicia simbólica. No para cumplir con una estadística, sino para que las voces femeninas de la vid y el vino dejen de ser la excepción y se conviertan en parte natural del relato. Porque, al fin y al cabo, sin ellas, sin las mujeres, la historia de la vendimia —y del propio vino Montilla-Moriles— quedaría incompleta.
JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR


















































