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Jugar, apostar y vivir: una cuestión de azar

Entendiendo que la vida no es más que riesgo de azar, resulta comprensible que los juegos de apuestas y los casinos constituyan un gran atractivo para el ser humano. Dotándose, hoy en día, de la posibilidad de acceso online, su curso, aunque nunca exento de riesgo, es todo un aprendizaje. Una analogía de nuestra existencia mediante la que entender que siempre, y ante todo, existe la esperanza.



Riesgo y probabilidad

Existe una razón por la que el ser humano se siente profundamente atraído por los juegos de azar y apuestas. Lejos de lo que el cliché cinematográfico y literario ha tratado de aportar al respecto, haciendo flaco favor a una actividad que está incluso considerada como deporte, todo radica puramente en las emociones. Innegablemente, somos unos auténticos adictos a los sentidos. Tanto si se trata de un suave frío deshaciéndose en nuestra lengua en forma de postre, como de un susto en toda regla en mitad de un túnel del terror. Y si existe alguna emoción por la que una gran mayoría de personas sientan gran atracción, es preciso mencionar la probabilidad de riesgo.

El riesgo, evidentemente, abarca infinitos ámbitos. Tanto es acceder a una maravillosa cala bordeando un peligroso desfiladero, como intentar aparcar nuestro vehículo en un sitio manifiestamente estrecho. Sin embargo, en los juegos de azar como el blackjack, que actualmente pueden disfrutarse online mediante páginas de la talla de casino777, el riesgo toma un cariz distinto. No obstante, dicho riesgo no consiste en apostar una ingente cantidad de dinero hasta conseguir por azar el premio. Más bien, se trata de nuestra mente y nuestros sentidos apostándolo todo, aunque sea una sola moneda, a aquel extraño elemento de nuestra percepción que llamamos intuición.

De la intuición a la expectativa

La intuición se desarrolla en nuestro cerebro como un catálogo de expectativas. En cualquiera que sea el caso, se trata de una serie de reacciones probables que serán consecuencia de una acción todavía no tomada. En el juego de azar, la emoción del riesgo al que apostamos mediante nuestra intuición se caracteriza por estar sujeto, precisamente, a la lógica del azar. Es decir, a la probabilidad de que cualquier cosa pueda acontecerse. Sin embargo, también es cierto que, en ciertos casos, algunas de esas probabilidades tienen porcentajes de acierto mayores que otros. Y es aquí donde entra en el tablero la apuesta deportiva.

Mientras que un juego de cartas o una popular ruleta rigen su transcurso al puro azar, las apuestas en el mundo del deporte gozan de un elemento preventivo: la experiencia. En ese sentido, es posible predecir el resultado, por ejemplo, de un partido de fútbol gracias a que conocemos cómo juega un equipo u otro. Aunque también exista algo de azar en ello, dado que todo jugador puede tener un muy mal día, las posibilidades de acierto se multiplican. Lo mismo sucede en otros deportes como el baloncesto, las carreras de galgos y caballos o incluso en el mismísimo billar. Y, justamente, es esa posibilidad de acierto la que nos empuja al riesgo.

Temple y mente fría

Además del mencionado riesgo, cuyo propósito es el de entretenernos y permitirnos superar los límites de nuestras propias precauciones, aunque siempre en su justa medida, ganar un dinero extra es también uno de los factores a favor. Siendo necesario remarcar que apostar en un juego de azar o suerte no siempre conlleva una gran recompensa, a menudo puede convertirse en un gran aliciente. Eso sí, siempre con la cabeza fría y atendiéndose a las consecuencias. Jugar bien y tener éxito no siempre pasa por realizar una mayor apuesta, sino que, nuevamente, tiene que ver con puro azar. Podemos estar en cualquier fantástica ruleta y observar cómo nuestra mejor baza se pierde mientras un individuo, con tan sólo un par de monedas, se lleva el premio. Pura suerte.

La esperanza, no obstante, es otro de los elementos que entran en juego en este ámbito. No deja de ser una expectativa en clave positiva, pero no por ello pierde su valor y mucho menos su catálisis para prometernos una buena jugada. No obstante, es preciso repetir que más vale recorrer un camino paso a paso, con pequeñas y firmes apuestas, para perder la mínima cantidad invertida, que despilfarrar todos nuestros ahorros en una jugada que, creemos, hará historia. Es en este punto donde una mente analítica y reservada, centrada en el movimiento cautelar más que en el impulsivo, toma su mayor significado.

Aprender jugando

Los juegos de azar son uno de los muchos sectores del entretenimiento cuyo motivo viene a decirnos que podemos ganar, que tenemos derecho a arriesgarnos y, más aún, a poder ser recompensados por ello. Paralelamente, la disciplina requerida en este mundo es también una perfecta analogía de la vida, donde los conceptos ‘apuesta’ y ‘riesgo’ son una constante omnipresente des del primer y hasta el último día. Lanzarse a la piscina, por lo tanto, en un ejemplo llevado al ocio, puede conllevar grandes beneficios para nuestra gestión particular de la existencia. Más allá del atractivísimo estallido multicolor de los casinos, para superarnos y, en gran medida, trascender nuestro límite autoimpuesto.

Dado que nuestra vida es emoción, riesgo y azar, resulta francamente comprensible entender nuestra atracción por las apuestas deportivas, los juegos de cartas e incluso las máquinas tragaperras. No se trata de un leve y súbito aislamiento del mundo donde existimos incardinados, sino un modo de abordarlo de otro modo para aprender y, por qué no, para soñar un poco. La inmanente expectativa nos requiere despiertos, pero también apasionados; con temple, pero también con algo de soltura. Los juegos de azar y los casinos online están ahí para emprender dicho viaje. Un viaje que sólo comienza y que, de hecho, nos agarra de la mano para abrirnos una hermosa ventana cuyas vistas dan al patio de recreo de la vida.

SERGI GARCÍA / REDACCIÓN


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