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Beber o no beber: sobria cuestión

En un artículo anterior planteaba el tema del alcohol, en el que al parecer, hacía más referencia a los jóvenes y soslayaba el consumo por parte de los mayores. Por múltiples razones y por defecto profesional, los más jóvenes me preocupan y mucho. No pretendía ni pretendo ahora demonizar, sólo evidenciar una ¿dura? realidad.

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Vuelvo sobre el tema centrando la atención en el consumo abusivo en general, es decir, en ese abuso de las bebidas alcohólicas por parte de los adultos y en el aparentemente menos grave que, de la misma manera, hacen los más jóvenes durante el fin de semana.

¿Empecinada machaconería? Lejos de mí. Ya me conformaría con que alguien, al leer estas líneas, recapacitara sobre el consumo abusivo de alcohol o de cualquier otra sustancia dañina para así dar un pequeño aldabonazo en este cruento asunto.

Incluso acepto por bienvenida la subida del impuesto sobre tabaco y alcohol y un serio control sobre los conductores ebrios –no estoy haciéndole la cama al Gobierno- si, con ello, se reduce su abusivo consumo. Es muy fácil comprar bebidas alcohólicas en nuestro país ¿Liga anti-alcohol? Ni mucho menos, sólo sentido común.

Según la RAE, se entiende por adicción el “hábito de quien se deja dominar por el uso de alguna o algunas drogas tóxicas, o por la afición desmedida a ciertos juegos”. En esta afirmación creo que se pueden introducir, para matizar mejor, algunos otros elementos considerados nocivos y adictivos como alcohol, tabaco, glotonería desmedida e, incluso, la dependencia a las modernas tecnologías como Internet y todas sus variables.

Adicciones hay muchas y cada cual se deja llevar por las suyas. Unas son inofensivas e incluso beneficiosas para la persona; otras son maléficas y, a la larga, ocasionan serias secuelas. Un suponer: hacer deporte para mantenerse en forma física y mentalmente o leer asiduamente –alguien podrá aducir que Don Quijote se volvió loco de tanto leer- seguro que no son nocivos, mientras que no podemos decir lo mismo del abuso del alcohol u otras sustancias, cuya ingesta desmedida está demostrado que es perniciosa.

A pesar de las duras circunstancias en las que estamos inmersos, o posiblemente como consecuencia de ellas, parece ser que seguimos fieles a nuestro pasatiempo favorito de hacer el “viacrucis” de bar en bar tomando unos “medios”, unas “cañitas” y lo que haga falta. ¿Hermano bebe que la vida es breve? Desde luego que sí será breve, vivida desde ese prisma.

Nos movíamos dentro de la llamada “cultura del alcohol”, generada en unas relaciones sociales establecidas. Esa socialización es buena y necesaria dentro de unos justos límites que los pone cada persona. Indudablemente, si dicho consumo degenera en alcoholismo, se desliga de esa actitud de relación social.

Pero para nuestro deterioro, del consumo estable –y en cierta manera controlado- hemos pasado al modelo anglosajón, concentrándolo todo en el fin de semana. Aquí, desgraciadamente, son los más jóvenes los protagonistas.

Nos guste o no, la dependencia del alcohol está considerada “como un problema de salud pública con consecuencias perjudiciales a nivel físico, mental y social. En España, se calcula que existen más de doscientas mil personas que padecen alcoholismo”. Los problemas que desencadena una dependencia alcohólica son múltiples, tanto a nivel personal, familiar y laboral como en la convivencia con los demás. Sin duda, el patrón referencial con respecto a los hijos es de seria envergadura y, por ende, el ejemplo es nefasto. Un ejemplo –bueno o malo- vale más que mil palabras.

El Libro Blanco del Consumo Responsable de Alcohol en España, del que entresaco algunas ideas, dice: “El consumo de alcohol ha ido cambiando en la sociedad de la misma manera que lo ha hecho ésta. El mal uso que desde algunos colectivos o personas se hace de las bebidas alcohólicas se ha convertido en una cuestión de gran relevancia en la sociedad y nos preocupa a todos: padres, profesores, instituciones, profesionales de la salud, etc. (…). 

El “consumo responsable” debe ser un compromiso de toda la sociedad, similar al que asumimos ante los Derechos Humanos, el medio ambiente o el cambio climático. Y en ese compromiso cada agente debe encontrar su papel, o mejor, sus varios papeles. La familia y la escuela deben ser formadoras y educadores, usando la razón, para hacer entender qué significa el consumo responsable de alcohol… Se considera que los padres necesitan ayuda y apoyo para llevar a cabo dos líneas de actuación: hablar con los hijos y dar ejemplo”. Ejemplo. ¡Más claro, agua!



El pasado mes de abril, la Sociedad Científica Española de Estudios sobre Alcohol, Alcoholismo y otras Toxicomanías celebraba en Murcia las XL Jornadas Nacionales Sociodrogalcohol resaltando un considerable aumento de consumo de sustancias tóxicas y concretamente de alcohol.

Así, por ejemplo, “el consumo de bebidas alcohólicas se ha incrementado notablemente y ha experimentado una radicalización en algunos entornos socioeconómicos y socioculturales, motivando un poli-consumo en función de la disponibilidad de las sustancias que existen en cada momento”.

Desde la Fundación Pfizer insisten en que la mejor medida preventiva es la educación. “Es imprescindible una mayor información-formación tanto para las familias como para los profesores de las escuelas, así como una mejora de los programas preventivos o más control y represión del consumo no autorizado, de muy difícil implementación y que, por desgracia, han mostrado pobres resultados”. ¡Vale!

En 2010, dicha Fundación, pone en marcha un innovador proyecto consistente en la creación de una plataforma ludo-educativa en Internet para niños y adolescentes de 8 a 12 años. La finalidad es sensibilizar e informar a este colectivo sobre la necesidad de desarrollar hábitos buenos y saludables y lo hace desde un enfoque ameno y divertido.

Alimentación y nutrición, higiene, ejercicio físico, consumo responsable, espíritu crítico ante publicidad y los modelos sociales, respeto al medio ambiente, buen uso del tiempo de ocio, convivencia intercultural... son algunos de los contenidos a los que podrán acceder a través de esta aventura educativa. Toda iniciativa constructiva será siempre bienvenida.

Aunque Pfizer tiene muchos rincones que limpiar en su trayectoria comercial, no deja de ser interesante esta aportación de su Fundación. Al final va a ser cierto aquello de que siempre nuestras acciones tienen una cara buena y otra menos buena (interesada) como puede quedar de manifiesto en esta actividad.

Se viene diciendo por activa y pasiva que la mejor medida preventiva, es la educación. Supongo que todos estaremos de acuerdo con esta aseveración ¿Quién debe educar? Otro cantar será llegar a un consenso a la hora de actuar, por aquello de que “dos españoles, tres opiniones”.

Una cuestión tengo clara, a estas alturas. Cuando caen chuzos de punta sobre cualquier tema espinos, dañino…, la escuela no puede ser el perchero donde colguemos todas las gabardinas que hagan falta para no mojarnos. Y menos, si familia y sociedad no ponen mucho de su parte. La escuela está saturada de “temas transversales” y añadidos foráneos. Posiblemente lo que haya que cambiar sea la misma escuela.

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PEPE CANTILLO
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