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Similia similibus curantur

O, dicho de otro modo, "lo semejante se cura con lo semejante". Esta es la premisa que el médico alemán Samuel Hahnemann usó para fundar la homeopatía, método terapéutico que se basa en que el mismo principio activo que causa la enfermedad, es el que la remedia. Eso sí, mediante la administración al paciente de dosis prácticamente infinitesimales. Curiosamente, nuestro sistema nacional de Salud no incluye la homeopatía entre sus coberturas, al contrario que otros países europeos como Francia, por ejemplo.

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Sirva este párrafo para introducir la idea fundamental de este artículo de hoy, aplicada a la situación económica actual y su más que difícil solución. Ahora resulta que todo el mundo se ha vuelto homeópata –económicamente hablando-; se extiende la peligrosa opinión de que es necesario un estímulo de tipo keynesiano: más gasto público y un nuevo incremento del déficit, o sea. Por lo tanto, queremos aplicar como remedio el principal factor que provocó la crisis: homeopatía económica, vaya.

La gran mayoría de la población achaca la causa de la crisis a dos agentes: los bancos y los mercados. No insistiré mucho más en lo parcialmente erróneo de esta tesis –ya está más que explicado en otros escritos- y me quedaré con decir que, efectivamente, la contribución del sistema financiero al problema ha sido definitiva, mas no la única ni la principal.

A ver si nos aclaramos: gastarse millonadas de euros en puertos, aeropuertos, Palacios de Congresos, carreteras sin tráfico, centros de Recepción e Interpretación del Espárrago y demás caprichos de nuestros simpáticos gobernantes -¿alguien vota a un antipático, excepción hecha de Rajoy y porque la cosa no podía aguantar más?- no sólo ha provocado un agujero enorme en la estructura económica del Estado (entendiendo "estructura económica" como "Cuenta de Resultados").

Además, la falta de liquidez efectiva de las Administraciones ha causado una deuda pública que, sin ser excesiva, parece no ser razonable para un país como España, dadas la dificultad estructural para crear emprendedores de nuestro país y la consiguiente traba para la creación de empleo –óigame, justo los dos principales proveedores de recaudación impositiva de un país: trabajadores y empresas-.

Está claro que la existencia de estos dos desequilibrios causa, a su vez, lo que los economistas llamamos "efecto expulsión", y en este caso –además- por duplicado. Por un lado, todo recurso público –dinero, al fin y al cabo- dedicado a un gasto ornamental de este tipo –esto es como en las familias, si mi vecino se ha comprado un televisor de plasma de 40 pulgadas, yo quiero uno de 43 y ya lo pagaré como pueda-, resulta que ese dinero no se puede dedicar a lo realmente importante en España, llámese mejora de la Sanidad, de la Educación –ya saben mi opinión respecto a la hipermejorabilidad (vaya palabro) del sistema educativo- o de la Justicia.

Por otro lado, la deuda, especialmente la financiada gracias a productos de activo de las entidades financieras, origina una escasez de recursos financieros que los bancos podrían inyectar al sector privado, necesitado de financiación a corto plazo tanto como una rosa que creciera en mitad del desierto necesita el agua fresca.

Quiero decir que, si bien es cierto que los bancos han restringido el flujo de crédito a la economía privada, esto se debe, por un lado, al temor al impago, evidentemente; pero parte fundamental del problema es que no tienen más recursos que prestar, porque ya se lo han prestado al Ayuntamiento, Mancomunidad o Diputación de turno.

Así las cosas, no parece por lo tanto muy recomendable aplicar recetas keynesianas para arreglar el destrozo justo ahora. Máxime si consideramos que un presupuesto público en cualquier Administración española, hoy por hoy, no compromete al gobernante para nada. Me explico: si el presupuesto dice "máximo de gasto 1.000", raro es que el político gaste menos de 1.200

La única esperanza que nos queda es que, si finamente se acepta esta tesis que inunda Europa a la misma velocidad que los éxitos horteras de la MTV -me refiero a la cadena musical no a la de Amadeo, obviamente-, su ejecución se haga efectivamente de manera homeopática: dosis infinitesimales, esto es, muy pequeñas y previamente seleccionando su destino y aplicación, de modo que la eficiencia y rentabilidad de ese gasto se conviertan, sin duda alguna, en nuevas empresas y nuevos trabajadores.

MARIO J. HURTADO
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