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¡Qué osadía!

Quizás algunos no se habían percatado aún de que había sido el PP el que ganó las elecciones y con mayoría absoluta. O como que sí, pero que se seguiría igual que si las hubieran ganado ellos. Soraya, primero, y Gallardón después, los que van a ser y actuar como puntales políticos del Gobierno, les han dejado claro que no. Que están ahí para hacer o deshacer lo que estimen oportuno siguiendo el mandato y la opinión de quienes les han votado: la mayoría soberana del pueblo español. Esto es la democracia. Incluso, y también, cuando gana la derecha.

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El PP comienza a gobernar y el PSOE está extrañadísimo de que lo haga. Y Gallardón, quien pasó en un verbo de infiltrado a héroe para los propios y en referente clave para los ajenos, vino a reírseles muy educadamente en su propia cara a los Jáuregui, Llamazares, nacionalistas y mixtos varios.

Es que han sido ustedes quienes han perdido y nuestras posiciones las que han salido triunfantes y, por tanto, las que van a prevalecer por obra y votos de la mayoría, que es lo democrático. Eso es lo que les dijo, que era lo mismo que les había dicho Soraya el día de antes y que van a tener que oír bastantes veces. Por lo menos hasta que los españoles votemos de nuevo.

Aunque al PSOE, claro, esto no le parezca que hubiera de ser así. Porque ellos suponen que dado que acogen en sus siglas, ideología y esencias la verdad absoluta y la totalidad de la bondad y el progreso para el género humano, los contrarios, aunque ganen las elecciones, no pueden incurrir en el delito de lesa humanidad de hacer algo novedoso sin su autorización y, menos aún, intentar corregir algo que ellos hayan dejado establecido. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Pero hasta ahí han dicho que llegan y sin el más mínimo complejo. Que el Consejo General del Poder Judicial va a volver en esencia a ser elegido por los propios jueces, como era hasta que por enmienda socialista de último minuto (y también con el respaldo de mayoría absoluta) se cambiara en 1985 y fueran los partidos quienes los nombraran.

Que lo hecho en el aborto lo deshacen porque para la mínima sensibilidad y el gramo exigible de sentido común es que una menor, que no puede sin sentimiento paterno ponerse un pearcing, pueda irse sin más abortar.

Que es necesario hacer algo y de calado sobre los delitos de menores; y que en los de mayores no podemos seguir aplicando que aquí se reinsertan todos y en un pis pas, aunque no quieran reinsertarse.

Que la prisión permanente revisable (cadena perpetua sometida a revisión) para gravísimos delitos y para criminales cuya salida de la cárcel es amenaza letal para la sociedad es algo tan lógico, como ilógico y estúpido resulta el poner en libertad a un asesino en serie y violador múltiple sabiendo que mañana va a volver a reincidir. Y que esto es la pauta común en las democracias más top y con más pedigrí de toda Europa, empezando por la vecina Francia.

El gran argumento es primero: ¡que viene la derecha! Que ya saben que no tiene derecho a venir; y, segundo, que las medidas son puro populismo porque, reconocen, la ciudadanía va a recibirlas hasta con júbilo (entre otras cosas, porque llevan años reclamándolas).

Todo un delito a su entender de falta de limpieza democrática. ¿Pero no es acaso la ciudadanía, el pueblo y de su voluntad soberana de quien han de emanar las leyes? "Bueno, sí", contestarán. "Pero verá, es que no".

Porque si lo que el pueblo piensa y decide no coincide con lo que ellos opinan, no hay que hacerle mucho caso, pues lo que sucede es que el pobre pueblo no sabe lo que quiere porque lo tienen alienado y han contaminado y perturbado su recto entender.

Que ellos son la vanguardia inteligente que tiene en un frasco la verdad y los demás quedan para la Fe. Así que el PSOE y el coro multifloral están muy sorprendidos y ofendidos. Porque la derecha, estos tipos del PP, este Rajoy, esa Soraya y ese Gallardón, se han puesto a gobernar. Y en su desvergüenza están decididos a aplicar en el Parlamento y en las leyes el mandato que los votantes les han dado. ¡Qué osadía!
ANTONIO PÉREZ HENARES
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