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Onírico

Soñé contigo. No fue premeditado. Cerré los ojos y estabas allí, en el lugar de siempre. La mirada baja. Alguien no supo valorarte. Pasa demasiado a menudo en tu asfalto de humo y carmín. Risas que duran unos instantes para luego ser un recuerdo frío en algún lugar de la memoria. Palabras bonitas que van perdiendo su fuerza conforme van saliendo de bocas ajenas. Niebla.

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Tu guión, por desgracia, está mal escrito. Eres frágil. Intentas ser fuerte y, en cierto sentido, lo consigues. Logras mantenerte de pie en el ring. Pero siempre de una forma u otra logran atravesar tu armadura y herirte.

Los problemas, las frases con malicia, los golpes bajos, los desengaños amorosos, la vida en definitiva. Frágil, pero muy valiente. Te falta coger al toro por los cuernos. Los motivos sobran, debes creértelos. No voy a perder el tiempo enumerándolos. Cuanto antes te des cuenta, mejor.

De repente, levantas la cabeza. Se encienden las farolas de un parque cualquiera, pasa a ser el más importante del mundo. Me hablas de planes, de las cosas que te hacen ilusión, en definitiva, de ti misma.

Te diría que el tiempo a tu lado pasa volando, pero cada vez que estoy contigo no hay lugar para los relojes. Podemos hacer lo que queramos, cuando y como queramos. El único límite es el que marque el subconsciente.

Es curioso, ahora todo es más fácil. No hay nadie que te diga lo que estás haciendo mal con aire de falso triunfador que hace tiempo conoció tiempos mejores. No hay falsas palmaditas en la espalda, malos consejos. Antes de que pueda darme cuenta, ha desaparecido el parque.

Estamos en un lugar que me es muy familiar, demasiado. Lo tengo en la punta de la lengua. No me viene, es inútil. No ayuda a ubicarme el estar en tantas cosas al mismo tiempo, incluso en sueños. Estoy en muchas cosas a la vez.

Quiero estar cien por cien pendiente de ti, de cada palabra, de cada pequeña mueca. Es tarea fácil, pero me esperan algunas losas cuando el maldito despertador me traiga de vuelta al día a día.

Pero queda mucho para eso. Ahora me cuentas un maravilloso viaje que tenías en mente desde hace tiempo. Sol, palmeras, fina arena. Suena bien, muy bien. Tu cara es otra. Brilla, preciosa como siempre. Lástima que algún malnacido mate tu magia. Yo sigo a lo mio, disfrutar de la charla, no perder detalle, recrearme en tus ojos.

Ya casi no queda nada de la mujer que me encontré en la bruma, al principio de todo. Estás volviendo a ser, poco a poco, la de siempre. Ríes, por fin. Victoria. Un pitido no invitado, cabrón, ataca mi tímpano. Abro los ojos. La habitación, la radio dando las noticias: la realidad. Mierda.

CARLOS SERRANO
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