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El veneno en la herencia

Mariano Rajoy es un tipo peculiar. Con cierto aire de bobo, despistado y blando, de vez en cuando se deja caer con frases que sentencian y apuntalan realidades tan ciertas y gruesas como la vida misma. Habrá quien le quiera más y quien no le quiera nada; habrá quien diga que es tonto de remate, antipático, calzonazos, soso… Pero a mí, la verdad, se me antoja que en realidad es un tipo listo. Es más, bastante listo, diría yo. Muy listo.

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La semana pasada, en el Congreso de los Diputados, todo el mundo esperaba una despedida cortés y de guante blanco al presidente del Gobierno. Lejos de tal ilusión, Rajoy le recordó a Zapatero lo que es la realidad de su gestión: cinco millones de parados, una economía incapaz de reaccionar, funcionarios, pensionistas, empresarios y autónomos cabreados y sin aliento. Rajoy, sabedor de que el próximo presidente llevará sus mismos nombre y apellidos, calificó la cosa de "herencia envenada". Pues qué quieren que les diga, tiene toda la razón.

Uno lee después las redacciones en los medios de comunicación y los comentarios y opiniones que se escriben o dicen al respecto, y da la impresión de que casi todo el mundo se está quedando en la superficie del análisis. O sea, en lo que hemos comentado: el número de parados, el montante del déficit y la deuda, y ese sinfín de números rojos –claro, ¿cómo no me había dado cuenta? Números rojos, rojos como el mismo Zapatero y su corte de gastones-.

Y es cierto que cinco millones de parados son una mala herencia. Buscar los mecanismos para crear puestos de trabajo suficientes para acercarnos –aunque sea de muy lejos- a la tasa natural de desempleo es muy, pero que muy complicado. Y más aún en un país donde el espíritu emprendedor brilla por su ausencia, dadas las bicocas que disfrutan los empleados del sector público. Donde el nivel de formación de la media de la población es escaso –por no decir casi nulo-, por mucho título universitario que se tenga. Donde la gente está convencida que un niño de cinco años no tiene por qué aprender a leer y escribir.

La situación de las cuentas públicas no ayuda a la resolución de este problema del desempleo, principal objetivo de la política económica del país a corto plazo, sin duda alguna. Pero Rajoy no se refiere a los cientos de miles de facturas sin pagar que el próximo Gobierno va a encontrarse en los cajones.

Tampoco creo que se refiera al rescate del Impuesto sobre el Patrimonio, ese tributo tan técnicamente absurdo como económicamente injusto y electoralmente rentable. Absurdo técnicamente, porque la recaudación que se va a obtener es prácticamente mísera: algo más de mil millones de euros –sin contar el coste de volver a ponerlo en funcionamiento-; económicamente injusto, porque constituye probablemente el caso más claro y espeluznante de doble imposición, prohibida por la Constitución, de nuestro país –junto con los impuestos sobre bebidas, carburantes y tabaco, que tributan indirectamente dos veces: en una primera fase, por los Impuestos Especiales; en la fase última, por el IVA-.

De manera que me he pasado la vida ganando dinero que ha tributado en IRPF, y cuando lo convierto en ahorro o en inversión, tengo que volver a tributar. Lo inmediato sería pensar que lo mejor es gastárselo, pero claro, en este país de ignorantes de la ciencia económica muchos desconocen que un país sin ahorro ni inversión está condenado a la quiebra. Ahora bien, eso de decir que cobramos impuestos a los ricos (¿?) viste un montón. Queda estupendamente a dos meses de unas elecciones.

Sinceramente, creo que a lo que Rajoy se refiere es a lo que está por llegar como consecuencia de la desastrosa gestión de Zapatero. La fiera está dormida, y en cuanto empiecen a caer prebendas y se empiece a recortar gastos que no son necesarios, despertará. Ese es el veneno de la herencia de este desgobierno que ha ocupado La Moncloa los últimos siete años largos.

Funcionarios, pensionistas, trabajadores, sindicatos, autónomos, pequeños empresarios… el que no está hasta el cuello está más que cabreado. Y por supuesto, a partir de enero, se protestará absolutamente por todo.

¿Que hay restringir las prestaciones por desempleo a parados que efectivamente demuestren que están buscando trabajo? Caceroladas en la calle. ¿Que hay que buscar una fórmula para que mis padres o mis suegros no puedan sacar medicinas gratis para toda la familia y vecinos, incluídas mascotas animales? Acampadas, encierros, huelgas generales.

¿Que en lugar de comprar el material escolar en cooperativas formadas en el mismo aula tendremos que comprar nosotros mismos el estuche, los cuadernos y los rotuladores –menuda tontería, como si no fuera lo mismo-? Madres y padres encadenadas y encadenados a los árboles y árbolas del patio del colegio y colegia.

Confieso –porque en este país decir esto es como si tuviera que confesar uno que ha asesinado a Leon Trotsky- que me cae bien Mariano Rajoy. Creo que será un buen presidente del Gobierno –en todo caso, será mejor que este muñegote que tenemos aún, porque peor no se puede ser-. Eso sí, como se dice por la tierra donde vivo: "Mariano, no te quea ná…".
MARIO J. HURTADO
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