Ni pienso hablarles de figuras bíblicas, ni tampoco recorrer el santoral del día. Diego y Tadeo son los mellizos que Miguel Bosé –no sé si decir "ha engendrado" o "se ha comprado"- en EE.UU., tras utilizar los servicios de un útero de alquiler. Como bien conocen, nuestra Ley de Reproducción Asistida prohibe expresamente la paternidad subrogada o, lo que es lo mismo, utilizar un vientre de alquiler en el que pueda desarrollarse el feto una vez realizada la fecundación in vitro.
Parece ser que es el estado de California el mejor refugio para quienes desean ser padres por esta vía y hasta allí han acudido múltiples personajes del famoseo internacional.
La cuestión, aún teniendo unas evidentes connotaciones legales, no se centra, a mi modo de ver, tanto en ellas como en la utilización que con el transcurso de los años estamos haciendo de la ciencia médica y sus avances.
El mundo se horrorizaba por las prácticas experimentales que en la Alemania nazi se llevaron a cabo, sin darnos cuenta de que muchas de ellas han servido para que hoy estemos haciendo realidad un regate a la naturaleza humana que parece no tener límites.
Es cierto que la fecundación in vitro ha posibilitado que padres que no podían tener hijos simplemente por el hecho de que óvulos y espermatozoides no podían fusionarse con éxito en el lecho materno, hoy gocen de ellos.
Las dudas surgen cuando vamos más allá. Cuando ya no es un paso del proceso natural el que sustituimos, sino que introducimos variantes según las cuales terminamos por diseñar la maternidad o paternidad no en función del proceso natural sino del interés de quien la promueve, convirtiéndola, por otra parte, en un acto puramente mercantilista al que, además, solo tiene acceso una élite social.
De ahí al diseño por ordenardor del hijo o los hijos que se desean “comprar” va un paso. Un paso que en muchos casos ya se está llevando a cabo mediante manipulación genética con fines terapéuticos, pero que es posible abordar también con fines simplemente estéticos.
¿Debemos seguir caminando en esa dirección?. Sé que poner freno a la ciencia parece un contrasentido en una etapa de desarrollismo tecnológico sin precedentes, pero tal vez el Hombre debiera realizar un ejercicio de introspección en su futuro intentando descubrir hacia dónde le lleva el presente, planteándose mecanismos de autocontrol que impidan que se produzcan demasiados efectos adversos.
No sé si algún día Diego y Tadeo se preguntarán de dónde vienen y qué justificó su existencia. Tal vez no les importe y la cultura social de entonces les permita asumirlo como natural. Posiblemente es que estamos modificando las leyes de la naturaleza sin que ello supere lo que pueda ser un simple proceso de cambio. No lo sé. Pero tengo la sensación de que tal vez nos estemos extralimitando y California no represente sino un hito más en el camino hacia lo desconocido.
Parece ser que es el estado de California el mejor refugio para quienes desean ser padres por esta vía y hasta allí han acudido múltiples personajes del famoseo internacional.
La cuestión, aún teniendo unas evidentes connotaciones legales, no se centra, a mi modo de ver, tanto en ellas como en la utilización que con el transcurso de los años estamos haciendo de la ciencia médica y sus avances.
El mundo se horrorizaba por las prácticas experimentales que en la Alemania nazi se llevaron a cabo, sin darnos cuenta de que muchas de ellas han servido para que hoy estemos haciendo realidad un regate a la naturaleza humana que parece no tener límites.
Es cierto que la fecundación in vitro ha posibilitado que padres que no podían tener hijos simplemente por el hecho de que óvulos y espermatozoides no podían fusionarse con éxito en el lecho materno, hoy gocen de ellos.
Las dudas surgen cuando vamos más allá. Cuando ya no es un paso del proceso natural el que sustituimos, sino que introducimos variantes según las cuales terminamos por diseñar la maternidad o paternidad no en función del proceso natural sino del interés de quien la promueve, convirtiéndola, por otra parte, en un acto puramente mercantilista al que, además, solo tiene acceso una élite social.
De ahí al diseño por ordenardor del hijo o los hijos que se desean “comprar” va un paso. Un paso que en muchos casos ya se está llevando a cabo mediante manipulación genética con fines terapéuticos, pero que es posible abordar también con fines simplemente estéticos.
¿Debemos seguir caminando en esa dirección?. Sé que poner freno a la ciencia parece un contrasentido en una etapa de desarrollismo tecnológico sin precedentes, pero tal vez el Hombre debiera realizar un ejercicio de introspección en su futuro intentando descubrir hacia dónde le lleva el presente, planteándose mecanismos de autocontrol que impidan que se produzcan demasiados efectos adversos.
No sé si algún día Diego y Tadeo se preguntarán de dónde vienen y qué justificó su existencia. Tal vez no les importe y la cultura social de entonces les permita asumirlo como natural. Posiblemente es que estamos modificando las leyes de la naturaleza sin que ello supere lo que pueda ser un simple proceso de cambio. No lo sé. Pero tengo la sensación de que tal vez nos estemos extralimitando y California no represente sino un hito más en el camino hacia lo desconocido.
ENRIQUE BELLIDO
