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Mostrando entradas con la etiqueta El Rincón del Patio [Pepa Polonio]. Mostrar todas las entradas
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17 de junio de 2011

  • 17.6.11
Se han celebrado elecciones en Perú y se ha abierto una puerta a la esperanza. El primer soplo de aire fresco que ha entrado por ella ha servido para que se tambalee la Bolsa, y eso, que se suele presentar como uno de los signos del fin del mundo, es una buena señal. Es una señal de cambio.


Perú es un país inmensamente rico, habitado por una población que oficialmente ronda los 25 millones de personas, pero que está sin terminar de contar. Hay muchas comunidades campesinas en las que no se han hecho censos, porque los distintos gobiernos que sucedieron al último medianamente prometedor –el de Velasco Alvarado- no se han preocupado de dotar de documentos a la población. Después vino la guerra de Sendero.

Es lógico que no lo hayan hecho. El voto es obligatorio, y mientras más comuneros haya censados, menos manejables van a ser. Además, la misma política que llevó a cientos de miles de mujeres a las mesas de operaciones para ser esterilizadas contra su voluntad –con el inestimable apoyo de alguna ONG vinculada a la CIA- ha alejado a otras muchas de los registros civiles, y sus hijos no están censados. Pero de esto hablamos otro día.

La dictadura de Morales Bermúdez dio paso al gobierno pseudodemocrático de Fernando Belaúnde, que inició la guerra sucia contra Sendero Luminoso, uno de los grupos terroristas más feroces del siglo XX, y que sirvió también como pretexto para una de las represiones más brutales que ha conocido un continente tan castigado por dictadores y amos de dictadores.

El desastre Belaúnde dio paso, por la traición de Barrantes, al diluvio Alan García, que llevó la inflación y la pérdida de derechos de los trabajadores a niveles macondianos. La represión continuó y las masacres de los penales cuando la II Internacional se reunió en Lima, en 1986, apenas supusieron una leve reprimenda para un personaje al que sus paisanos terminaron apodando Caballo Loco sin sombra de respeto por el jefe indio.

Alan dio paso a un desastre todavía mayor. Un oscuro ingeniero agrónomo, que a duras penas se expresa en castellano –como buena parte de la población peruana, que habla quechua, aymara o cualquier otra de las más de cincuenta lenguas autóctonas- se alzó con un poder que ejerció de manera dictatorial, arbitraria y sanguinaria.

La sorpresa que dio la Comisión de la Verdad que hizo Alejandro Toledo, a su caída, es que fue menos sanguinario que el de Belaúnde y menos corrupto que el de García. Pero esa también es otra historia, contada en las conclusiones de la Comisión de la Verdad para quien tenga la paciencia de leerla.

Fujimori está preso. Huyó vergonzosamente y dimitió por fax cuando se hizo insostenible el castillo que había montado con Montesinos y toda la mafia que había crecido a su alrededor. Japón alegó que era japonés para no extraditarlo, y sus documentos de identidad peruanos, los que afirmaban que había nacido el día de la fiesta nacional -28 de julio- eran falsos. Las copias que publicaron los periódicos mostraban una partida de nacimiento tachada con Tipp-Ex y enmendada.

El ingeniero volvió cuando Alan García, que le debía la impunidad que le permitió recuperar la presidencia, se había asentado ya sobre los aparatos del poder. Su sorpresa fue que los jueces que lo procesaron también lo condenaron, a pesar de la presión que hizo su hija, junto con sus partidarios, en la calle y en los sectores del lumpen limeño, aliados casi incomprensibles del capitalismo más salvaje.

La bestia parda con la que se enfrentó Alan García fue Ollanta Humala. Se le presentó como militar con tendencias autoritarias, como populista, como asesino de campesinos pro-senderistas y como familiar de senderistas, todo a la vez, junto y revuelto.

Ollanta es, efectivamente, un militar, hijo de una familia de pequeños propietarios de Cora Cora, capital de la provincia de Parinacochas, en la región de Ayacucho. Su primo Walter, excelente músico y cantautor, ha pasado varias veces por las cárceles de Fujimori y por el destierro por su militancia de izquierdas y su hermano Antauro está preso por su ideología y su práctica revolucionaria. El proceso que se siguió contra él por supuestos crímenes de guerra lo dio por inocente.

Pero en 2006 era muy peligroso sumar un dirigente de izquierdas a los entonces en el candelero sudamericano, y las multinacionales no iban a permitir semejante atrocidad contra sus intereses.

Las elecciones no fueron fraudulentas, pero tampoco fueron un modelo de limpieza. Se sacaron a relucir todos los trapos sucios de un candidato, mientras se pasaba de puntillas sobre la hiperinflación de Alan García y se silenciaban cuidadosamente todos los muertos de los penales –terroristas, campesinos y pobres, al fin y al cabo- y todos los problemas del candidato del APRA relacionados con corrupción e incluso con trastornos mentales que se le achacan. La falta de estructura partidaria de los nacionalistas de Ollanta contribuyó en buena medida a que no pudiera ganar las elecciones.

Cinco años de segundo gobierno de Alan García han servido para colmar el vaso de la paciencia de muchos electores. Ollanta se vuelve a presentar, con tan poca estructura partidaria como entonces, pero con la lección bien aprendida. Hay que predicar moderación.

En su ayuda ha venido que su principal contendiente es Keiko Fujimori, que ha hecho de la libertad de su padre una de las banderas de su campaña, y eso ha resultado excesivamente repugnante para personalidades como Mario Vargas Llosa, que recomendó votar por García aunque fuera con la nariz tapada, o Alejandro Toledo, que no quiere pasar a la Historia como el presidente que sucedió a Fujimori y apoyó a su hija. Otros, como Kuzinski, no han tenido tantos escrúpulos.

Puede resultar chocante para una mentalidad como la nuestra el que un personaje como Fujimori siga concentrando apoyos. Que los tenga entre las multinacionales o las distintas mafias, todavía. Pero que los tenga entre los sectores más desgraciados de la población de las ciudades, que además han sido desplazados de sus lugares de origen...

Tiene una explicación muy simple: el populismo. Fujimori creó varios organismos que alimentaban a una población sin recursos a la vez que les quitaba los recursos para poder ganarse la vida con la honradez y la decencia que proclamaban los antiguos incas con su lema de Ama llulla, ama suwa, ama kella, o, lo que es lo mismo, “no mientas, no robes, no seas ocioso”.

Una población desmoralizada y dependiente sigue la voz de quien les da de comer, aunque les esté quitando con una mano lo bueno para darles bazofia con la otra. El miedo, el desplazamiento, la falta de recursos, la falta de documentos… hacen todo lo demás.

Confiaban en Velasco Alvarado, y murió de una apendicitis de la manera más tonta. Confiaban en Belaúnde, y masacró a los campesinos. También confiaron en Barrantes y los entregó al APRA. Una traición tras otra en un pueblo que tiene tendencia al victimismo y al suicidio colectivo potencian la visión negativa y dificultan la búsqueda de salidas.

Afortunadamente, todo tiene un límite. Se ha abierto una puerta a la esperanza, y parece ser que Ollanta Humala está hecho de otra pasta. Si el nombre tiene alguna relación con la persona, se puede esperar de él que se comporte como el homónimo que da nombre a Ollantaytambo, la ciudadela que hay entre Cusco y Machu Picchu, y que defienda al pueblo.

Por lo pronto, a los dueños de las minas se les ha puesto mala cara y ha caído la Bolsa de Lima. Puede que sea porque la puerta que se ha abierto haya removido el polvo asentado sobre los conflictos sociales que hay en marcha y haya despertado a un pueblo soñoliento que se ha acostumbrado a esperar no se sabe muy bien a qué mesías. Se abre un tiempo en el que hay que estar atentos, por si los cambios se confirman y el viejo pueblo orgulloso que vio nacer a Tupac Amaru renace de sus cenizas.

PEPA POLONIO

28 de febrero de 2011

  • 28.2.11
A este rincón del patio, castigado por los fríos del invierno, llegan los rumores de las revueltas en el Magreb y algunos países musulmanes y, con ellos, las dudas y las preguntas. Las prímulas están en flor –este año han florecido las azules y se han perdido las rojas- y en otras macetas empiezan a apuntar hojas nuevas. Mientras arranco la hojarasca de las gitanillas y malvachinas para dejar paso a los brotes y compruebo los estragos de la mariposa de los geranios, una cosa lleva a la otra y me pregunto qué hay detrás de lo que pasa en los jardines del Profeta.


Me gustan las teorías conspiranoicas como charla de taberna: dan para mucho, y en la medida en que se van perdiendo de encima de la mesa los medios y las medias, las teorías crecen y se desarrollan.

Quiero decir, hay condiciones objetivas más que suficientes para que todos los pueblos del Magreb, de África, del Mediterráneo Oriental y Occidental y parte del extranjero salgan a todas las calles y plazas del planeta a gritar contra sus gobernantes y contra los que, desde la sombra y los despachos de diseño, mandan a los gobernantes.

La pregunta, conspiranoica si quieren a pesar de muchos meses de agua sin gas y sin compañía, es por qué en este momento. Quiero decir, condiciones objetivas, haberlas, haylas, aunque tiranos con cara de desquiciado y políticos sesudos de Armani y corbata sigan sin creer en ellas.

Por qué ahora, y, sobre todo, para qué. Sabemos –lo dicen a cada minuto- que debemos el milagro del despertar a Facebook, Twitter y demás redes sociales. Lo dicen como si el instrumento fuera la ideología, o como si estuvieran haciendo publicidad para convencernos de algo.

Otro apunte conspiranoico (tendré que quitarme del sol… calienta como el vino de La Unión en buena compañía). Una de las películas de éxito habla de la creación de Facebook, ese instrumento que me permite el contacto con gente a la que no conozco y que tiene entre sus utilidades el vaciar de contenido el sagrado nombre de amigo.

¿Acaso la convocatoria a través de las redes puede sustituir a un proyecto ideológico? Nunca pensé que mi infaltable cuaderno de campo y de ciudad pudiera utilizarse como utopía. ¿Un elemento de comunicación electrónica sí puede? Qué cosas…

Por principio vital, soy desconfiada, tanto como para disimularlo muy bien. Por afición a la novela negra y a las películas policiacas, cuando veo un montón de colillas pienso que ahí han fumado, pero ante los cadáveres -que ya parece ser que se cuentan por miles, más que todos los jazmines de todos los jardines del Profeta- pienso por qué, quién gana con su muerte, quién mueve los hilos que los han llevado a cruzarse con una bala o lo que sea que haya roto sus ilusiones, cuáles eran esas ilusiones…

Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas. Eso que se llama Comunidad Internacional, y que se parece a una planta que se extiende por mis macetas como una plaga, parasitándolas todas apenas me descuido, no parece sorprendida ni asustada, ni suelta prenda.

Es más, ni siquiera el petróleo está subiendo de manera desaforada. Arabia Saudí, tierra de tiranos bañados en petrodólares y lágrimas de mujeres sometidas, respira tranquila. Marruecos, gobernado por un personaje tan corrupto como el que más, no se subleva.

Los medios se centran en Libia –hay motivos más que sobrados- pero callan sobre Argelia, Yemen y otros. Algunos medios, más o menos sensatos, recuerdan que el Irán de los ayatollahs, esos enemigos, es heredero de una revolución popular contra un tirano corrupto y cleptómano –antes de la corrección política se decía "ladrón" y te quedabas tan pancho- amigo de Occidente.

Seguimos sin saber cuál es la utopía de los revolucionarios del jazmín. No sé, tal vez en unos días nos enteremos y sea perfectamente asumible. Siempre hay que saludar la caída de los tiranos, y pedir que sea contagioso. Pero no puedo evitar la desconfianza conspiranoica y de afición a la novela negra: quién está detrás, qué pretenden, por qué ahora, quién se beneficia y de qué manera.

Y voy a quitarme del sol, que esos nubarrones pueden hacer llover piedras. Todavía estamos en febrero, aunque apunta la primavera y el pueblo le abre paso limpiando hojarasca y arrancando parásitos. Tengo ganas de ver los jazmines. Y de ver si las puñeteras mariposas me han dejado vivos algunos geranios rojos.

PEPA POLONIO

25 de noviembre de 2010

  • 25.11.10
Cuando el dictador vivía sus últimos tiempos, se fraguó una de las peores injusticias que arrastramos desde la Transición y que no parece que vaya a resolverse, no ya de forma pacífica, sino ni siquiera por las vías menos deseables.


La provincia 53 de la España Una, Grande y Libre que pretendió dejar "atada y bien atada" el agonizante fue entregada sin miramientos para mayor gloria del Rey de Marruecos, y alrededor de trescientos mil españoles –lo eran, con sus documentos de identidad y su representante en las Cortes franquistas- que querían ser independientes se vieron cambiando de mano para una dominación que fue mucho más sangrienta que la española.

Los habitantes del desierto tuvieron que refugiarse en otras tierras todavía más inhóspitas que las suyas originarias, y desde allí llevan 35 años largos sufriendo las inclemencias de una tierra dura que no es la propia y la no menos dura indiferencia de los sucesivos gobiernos que ha habido en esa España que una vez los tuvo como súbditos y los abandonó, ni siquiera a su suerte, sino a la suerte que trazó para ellos la mano de Hassan II junto con La Sonrisa del Régimen, José Solís.

El espectáculo que estamos viviendo estos días es bochornoso. Por un lado, un Reino que parece ser de los tres o cuatro países que en el mundo tienen bula para hacer de su capa un sayo y de las capas de los demás, lo que les venga en gana.

Marruecos se permite impedir el paso a la prensa, manipular y desinformar, crear campañas de difamación contra los periodistas que tratan de hacer su trabajo y el Gobierno de España dice que "necesita más datos".

Se ven incendios, bombardeos de un campamento de gente desarmada o casi, hay un niño de 14 años muerto y ni se sabe cuántos y de qué edades días después y el Gobierno sigue pidiendo "más datos" para tomar medidas. Los derechos humanos se pisotean, como si los saharauis no fueran personas, y el Gobierno sigue callado.

La gente solidaria se manifiesta en las calles; los más atrevidos viajan a El Aaiún, esa antigua Villa Cisneros que se estudiaba en la Enciclopedia Álvarez. Y el Gobierno calla mientras los medios los tratan como si no se estuviera acabando el tiempo para tantos miles de personas.

En el colmo del cinismo, se pide ayuda a Estados Unidos para que intervengan, como si no hubieran intervenido ya lo suficiente. La MINURSO, misión de la ONU para el referéndum que tendría que haberles dado una independencia que se les negó, es inoperante y se mantiene porque hay que hacer como que se hace algo, para tener algo que reprochar a un Frente Polisario cuyo principal pecado es tener un exceso de paciencia. Las distintas resoluciones han pasado todas por el mismo arco del triunfo y no se han respetado en absoluto.

Cabe pensar que hay intereses ocultos que van más allá de la razón de estado. Intereses oscuros e inconfesables que permiten la masacre de todo un pueblo sin que nadie mueva un dedo en su apoyo, nada más que los que, año a año, se rascan el bolsillo para mandar unos kilos de lentejas o unos litros de aceite a los campos de refugiados.

Nadie más que las familias de acogida que, contraviniendo los deseos de la muy humanitaria UNICEF, traen a los niños a pasar unas vacaciones de verano lejos de las privaciones y las temperaturas extremas de los campamentos del Tinduf. Los niños son los mejores embajadores de su pueblo, y eso lo ve el organismo de la ONU como una explotación política de la infancia.

El Gobierno español mira para otro lado, como hicieron en su momento Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González y José María Aznar, por más que el PP se rasgue las vestiduras y se ponga a la cabeza de una manifestación.

La ministra de Asuntos Exteriores, olvidando que existen las hemerotecas para refrescarle la mala memoria, no recuerda que prometió soluciones para los problemas de este pueblo mártir, como seguramente tampoco Felipe González y demás barones del PSOE recuerdan un olvido que es una traición.

La ministra de Cultura tiene la desfachatez de pedir que quien no sea experto se abstenga de opinar. Es decir, que a partir de ahora, todos los que no sean –seamos- expertos, debemos dejar de pensar, de decir lo que pensamos o sentimos, de elegir a nuestros representantes... y dejar todos estos menesteres en las manos expertas de los que nos dirigen, aunque nos dirijan hacia el desastre.

Seguramente será un experto, no sabemos en qué, el que ha hecho correr la voz de que Al Qaeda, esa organización fantasmagórica que tanto vale para un roto como para un descosido, se está nutriendo de desesperados de los campamentos que buscan una revancha contra los que los han traicionado todos los días desde hace más de treinta y cinco años.

Quien alguna vez haya visitado los campamentos del desierto argelino sabe que nada hay más lejos del fundamentalismo que esos lugares donde se trata de vivir con dignidad. Ciertamente, el muecín llama a la oración al amanecer, y su canto sobrecoge en la soledad del desierto. Pero nada más lejos de fundamentalismos que esos lugares donde se trata de crear hermandad con los pueblos de más allá de las fronteras de arena.

Tenemos la obligación moral de seguir pidiendo una salida justa para un pueblo que tiene derecho a su vida, a su tierra y a su independencia. Y de seguir pidiendo castigo para todos los que, desde los intereses o el cinismo más descarados, siguen pidiendo datos cuando hay depósitos llenos de cadáveres, cárceles llenas de presos torturados, y las imágenes que nos llegan, pocas y con cuentagotas, nos muestran incendios y palizas.

Ya no son creíbles cuando dicen luchar por los derechos humanos de los opositores a los que se empeñan en llamar dictadores. Ni siquiera son capaces de ir a ver la sangre por las calles. Y todos nosotros seremos responsables de lo que pase si no exigimos un igual rasero para todas las violaciones, y éstas que estamos viendo estos días son tan flagrantes que, si no actuamos aunque sea mandando cartas al director en los distintos periódicos, seremos como los que, olvidando que tienen responsabilidades históricas, siguen pidiendo más datos cuando llegan más muertos.

PEPA POLONIO / COLECTIVO PROMETEO

22 de octubre de 2010

  • 22.10.10
En estos días nos ha pillado un poco con el pie cambiado el cambio de Gobierno del presidente Zapatero. Es lo que toca después de una huelga general: en algo tiene que notarse. Hay a quien le ha parecido poca cosa, porque querían la dimisión del presidente, y supongo que habrá a quien le haya parecido demasiado, porque estuvieran de acuerdo con lo que había.


A mí me ha parecido lógico, porque las crisis y las huelgas tienen sus víctimas y sus chivos expiatorios. No me voy a meter con los que salen, porque no es cosa, y tampoco voy a criticar a los que entran. Habrá que darles su tiempo para que hagan algo –o no lo hagan- antes de darles caña.

La gran sorpresa la ha dado la -hasta el año pasado- miembro de la dirección federal de IU y alcaldesa de Córdoba por esta misma formación, Rosa Aguilar. Me niego a llamarla “correligionaria” porque no he estado nunca en su onda, de tantas como hay en nuestra santa casa.

Ya dio el gran campanazo cuando dejó la Alcaldía para pasarse con armas y bagajes al Gobierno de la Junta, aunque antes había repicado algo cuando reconoció no haber votado a una de sus concejalas que iba en la lista de su partido para el Senado, y haber votado a una amiga que le merecía más confianza, de las listas del PSOE.

No es ilegal y no sé si será inmoral, pero desde luego, estéticamente es indefendible. O, por lo menos, es indefendible que lo diga en una entrevista. Tampoco es ilegal que se pase del Gobierno municipal al de Andalucía, aunque éticamente es una traición a sus votantes.

Estéticamente es todavía más impresentable, porque, cuando alguien no está de acuerdo con lo que se cuece en su formación política, lo que mandan los manuales de buenas maneras es irse a casa aunque sea por tres cuartos de hora antes de cambiarse de camisa.

Se podrá argumentar que todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión y de bando, y no seré yo quien lo niegue. Lo mismo que admito que todo el mundo tiene derecho a ser tan ambicioso como le pida el cuerpo y a luchar por sus ambiciones. Pero que no se me niegue a mí que lo que se hace por pura ambición personal no está bonito presentarlo como servicio público, y que este tipo de conductas está a años-luz del kalós kai agazós (hermoso y bueno) que propugnaban los griegos de tiempos de Pericles como exigible a los políticos en sus comportamientos.

PEPA POLONIO

12 de octubre de 2010

  • 12.10.10
Mario Vargas Llosa está de moda. Le acaban de conceder el premio Nobel de Literatura. Qué duda cabe de que el premio de la Academia Sueca es un premio político. Se le da a personalidades que, caramba qué coincidencia, pasaban por allí en el momento político oportuno, y, aunque fueran escritores geniales, eran unos perfectos desconocidos. A veces ese desconocimiento también es fruto de unas circunstancias políticas.


La literatura tiene parte de negocio y parte de transmisión de ideología, y puede no convenir ninguna de las dos cosas... No es el caso que nos ocupa. Vargas Llosa es un gran escritor y muy conocido. Son dos cualidades que no le niega nadie sensato.

Otra cosa es su ideología. Ha dado bandazos pendulares, intentó una Presidencia que, en la distancia, habría sido menos dañina para su país que las que vinieron después, y habrá quien esté de acuerdo con él y quien no. Yo, desde luego, no lo estoy, ni siquiera un poquito. Ni un solo punto de contacto, vamos. Pero protestaré cuando le den el Nobel de Política o de Ética. De momento, le han dado el de Literatura.

Hay obras suyas que me gustan más que otras, y alguna, como Los Cuadernos de Don Rigoberto, me aburren soberanamente. Lo cual indica mis gustos, no su calidad.

Siendo concejala, recién estrenada en el cargo, me tocó recibirlo a su llegada a Montilla, invitado por la Cofradía de la Viña y el Vino para ser nombrado Embajador de los Vinos de Montilla. Por deseo del escritor, no se convocó a los medios de prensa, lo que fue muy criticado en su momento como un feo que se le hizo porque es de derechas.

Se le recibió en la Casa del Inca, y se le hizo un obsequio de bienvenida en nombre del pueblo de Montilla. Para mí fue una tarde memorable. No siempre se tiene la oportunidad de hablar con el autor de obras que han llenado noches de insomnio. ¿Juicios? Ninguno. Él es un caballero. Yo, una señora.

PEPA POLONIO
FOTO: RUQUEL

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