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Manuel Bellido Mora | El vino de los toreros (II)

Manuel Cano El Pireo también dejó huella en las Bodegas Márquez Panadero. Y otra vez, como nos relata Rosa Polonio Pedraza, medió el vino en el destino del torero: “El padre de El Pireo tenía una taberna en la barriada de Las Margaritas, en Córdoba. Era un bar al que la bodega también servía el vino. Además, el apoderado de este toreo, su primo Manolo Cano, tenía mucha relación con el representante de Márquez Panadero en Córdoba, que era Manuel Altamirano —que, a su vez, era el padre de mi tía Carmelita—. Y de ahí también le venía la amistad. Todo esto hizo que se reforzase la relación entre la bodega y el torero”.

El Pireo firma una bota en Bodegas Márquez Panadero.
[ARCHIVO FOTOGRÁFICO: PEPE POLONIO]

Lo de El Pireo, un apelativo que suena como un exotismo en la piel de toro, no es un repente caprichoso. Está escrito con la sangre de la emigración. El abuelo estuvo trabajando en la hostelería en Grecia. Reunió suficiente capital para volver a Córdoba, comprar una casita y poner tienda y bar, una especie de abacería.

Y con este nombre, Manuel Cano se convirtió en figura del toreo. En 1965, su década de esplendor, firmó 64 corridas, despachó 113 toros y cortó 72 orejas. Era el cuarto del escalafón, por delante de Antonio Ordoñez, Antonio Bienvenida, Curro Romero y Santiago Martín El Viti. Solo lo aventajaban Manuel Benítez El Cordobés, Paco Camino y Jaime Ostos.

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“Mi padre siguió a El Pireo durante toda su trayectoria profesional: eran grandes amigos. Es más, de niña recuerdo ir al chalet de este torero en El Brillante. El Pireo también iba mucho al Bar Colón, en el Paseo de los Patos. Era de Luis Moreno, una persona entrañable y gran cliente de la bodega. En este bar se celebraban las mejores tertulias taurinas de Córdoba”.

José Polonio ejercía, de hecho, como consejero. Lo orientaba en numerosos aspectos. Y siempre, como un mentor atento, estuvo al tanto del día a día. No daba un paso sin consultarle esto y aquello. No es que fuera un tutor, sino un guía. Alguien que siempre estaba allí para impulsar la carrera de su amigo, poniendo dinero, incluso, si hacía falta.

“La amistad entre mi padre y El Pireo —matiza Rosa Polonio— fue tan grande que él era como su preceptor en toda clase de cuestiones, tanto en su vida profesional como en la personal. Lo asesoraba para comprar fincas y hacer inversiones. Y, por lo general, salía bien, por lo que el torero solía alabar el buen ojo de mi padre para las compras y los tratos”.

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“De esta manera, siguiendo el consejo de mi padre, El Pireo adquirió la finca Montalbo en Santa Cruz. Se la compró a la familia García, de Montilla, la misma que fue la propietaria del alhorí del castillo. Además, se quedó con unos importantes terrenos en Moriles, que habían pertenecido a los Torres Burgos, de Lucena. Otra importante inversión fue la compra de las antiguas instalaciones de la fábrica de cervezas El Águila, en la zona de Los Patos, en el centro de Córdoba, en cuyo solar hizo un bloque de pisos”.

La amistad entre ellos estaba por encima de todo. El prestigio de tener un vino propio era un orgullo para cualquiera. Y los toreros, conscientes de su influencia social, sabían que esto era algo de interés para ambas partes. No había trampas ni dobleces en ello. Estaba claro lo que se pretendía: honrar al que se juega la vida ante la cara de un animal bravo pero, también, vender vino.

“Mi padre era una persona muy agradecida, y respetuosa; de ahí que a sus amigos toreros, tanto Calerito como El Pireo, les pidió autorización para ponerle su nombre a una marca de vinos. Por eso, tanto una como otra, son marcas registradas”.

Vinos de Bodegas Márquez Panadero dedicados a El Pireo, Calerito y Bizcochero.
[ARCHIVO FOTOGRÁFICO: PEPE POLONIO]

No fue una cosa de aquellas de “venga, voy y la utilizo porque quiero” sino que medió el correspondiente permiso. “Era una forma de ayudarles a ellos, haciéndoles publicidad, a la vez que también era bueno para la bodega. Era habitual que El Pireo viniera a la bodega y a la Huerta de los Padres, un lugar precioso con sus dos albercas, donde se solían hacer celebraciones al acabar la temporada taurina”.

Lugar de culto


Este idílico paraje, la Huerta de los Padres, tiene una especial significación para la familia Márquez Panadero. También para no pocos vecinos y amigos que se bañaron en sus paradisiacas albercas cuando no había piscinas públicas. El agua llegaba tremendamente fría a los pilones desde unas minas subterráneas. No había mejor forma de combatir las altas temperaturas del verano que darse un refrescante chapuzón en ellas.

Recibe el nombre de los padres jesuitas a los que la segunda marquesa de Priego donó esta heredad de san Lorenzo, así llamada. Una antigua y pequeña capilla existente en el patio se utilizó como bodeguita. En sus paredes había unas pinturas al fresco con la imagen de san Ignacio de Loyola. Fueron unos curiosos restos que salieron a la luz durante uno de los arreglos de esta zona. Y, para más señas, en el dintel de la portada principal figuraba el escudo de la Compañía de Jesús. Llegar hasta allí no tiene pérdida:

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“Está, como tú sabes, en el camino de Duernas, a la derecha. Limita con esta senda y con la carretera de Espejo y la vía del ferrocarril. Toda la finca estaba de viña, en dos áreas de diferente maduración; aunque desde hace unos años está plantada de olivos por decisión de los nuevos propietarios, unos señores de Nueva Carteya, que la compraron en 1993. Era un marco muy bonito, de gran encanto, que tenía encima una parra. Desde que se vendió no he vuelto a estar allí”.

Echo mano de nuevo de la sapiencia de Rafael Contreras Zamora para ponderar el legado de Manuel Cano. “Su padre Francisco Cano Ruiz regentaba el bar conocido como El Pireo, de donde surge el nombre artístico. Tras intervenir en 64 novilladas, tomó la alternativa el 26 de septiembre de 1964, de manos de Antonio Bienvenida”.

“Consiguió el escapulario de oro en Lima por la mejor faena. También se hizo con el prestigioso Trofeo Manolete en tres ocasiones. Es muy recordada su actuación en Sevilla en 1966, en una terna con Litri y Victoriano Valencia. Ha sido uno de los toreros más importantes que ha tenido Córdoba. Y llegó a protagonizar la película 'Currito de la Cruz', con Arturo Fernández, Soledad Miranda y Manolo Morán”.

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Bizcochero (sin olvidarnos de Soñador, otro nombre de astado) completa la trilogía de etiquetas taurinas. “Esta última responde al nombre de un morlaco que le regaló a mi padre un ganadero de Valladolid. En mi familia, toros y vinos son dos mundos muy relacionados”.

Después de un tiempo apartado de los ruedos, El Pireo volvió a vestirse de luces, y Pepe Polonio, su amigo del alma, no se perdió esta reaparición. Cómo iba a hacerlo. Contrató, con este motivo, un anuncio de media página en Diario Córdoba para celebrar el regreso.

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El vino de los toreros (I)

MANUEL BELLIDO MORA
ARCHIVO FOTOGRÁFICO: PEPE POLONIO

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