La Virgen de la Esperanza protagonizó ayer domingo su esperado regreso a la Ermita de la Rosa, con un cortejo elegante y sobrio que puso fin a unos días intensos marcados por la devoción, la espera y un calendario que hubo de adaptarse, una vez más, a los caprichos del tiempo.
Las puertas de la Parroquia de Santiago Apóstol se abrían de nuevo para dar paso a la comitiva que antecedía a la dolorosa, culminando así los cultos celebrados con motivo de la festividad de la Expectación y recuperando un traslado que estaba previsto inicialmente para el pasado 21 de diciembre y que tuvo que suspenderse por la lluvia.
El cortejo avanzó con serenidad, acompañado por los sones del Quinteto Gregis Mater, perteneciente al Redil Eucarístico de la Divina Pastora de Córdoba, que aportó un acompañamiento musical sobrio y delicado, en perfecta sintonía con el carácter recogido de la jornada.
La Virgen de la Esperanza, tan ligada al pulso cotidiano del Barrio de Tenerías, volvió a dejar estampas de especial belleza a su paso por calles como Don Diego de Alvear o Sánchez Molero, rincones que se convirtieron en improvisados altares desde los que muchos fieles siguieron el discurrir de la imagen.
La jornada había comenzado sin sobresaltos y ninguna previsión apuntaba a inclemencias meteorológicas. Sin embargo, la lluvia hizo acto de presencia de manera inesperada a la altura de la Basílica Pontificia de San Juan de Ávila, obligando a apresurar el ritmo del traslado pese a la cercanía de la sede canónica de la Virgen. Aun así, el agua no logró empañar el clima vivido durante el recorrido ni borrar el recuerdo de una tarde que quedará grabada en la memoria de la hermandad.
Este regreso a la Ermita de la Rosa cerró un ciclo iniciado el pasado 14 de diciembre, cuando la Virgen de la Esperanza fue trasladada desde su sede hasta la Parroquia de Santiago Apóstol con motivo de los cultos en honor a la festividad de la Expectación del Parto, conocida popularmente como “la Esperanza” o “la O”.
Aquel primer traslado, celebrado en la mañana del tercer Domingo de Adviento, arrancó en torno a las 10.00 de la mañana y estuvo arropado por una comitiva de hermanos que abrió paso a la titular mariana de la Hermandad de Jesús Preso y María Santísima de la Esperanza, entronizada sobre la parihuela con la que la popular imagen de El Santico recorre Montilla cada mes de julio.
Durante su estancia en la Parroquia de Santiago Apóstol, la imagen lució su característica diadema, el corazón de los Siete Dolores y la saya de salida bordada en el siglo XIX, una pieza de gran valor patrimonial restaurada en 2019 por el taller Bordados Salteras. Detalles que no pasaron desapercibidos para los devotos y que reforzaron el carácter solemne de unos días vividos con cercanía y recogimiento.
Este doble traslado extraordinario se enmarcó, además, dentro del Jubileo de la Esperanza convocado por el Papa Francisco para el año 2025, un contexto que dotó de un significado especial a cada uno de los momentos vividos. No se trató únicamente de un cambio de templo, sino de un reencuentro cargado de simbolismo, ya que la Virgen de la Esperanza regresó a las naves del templo mayor de Montilla nueve años después del besamanos celebrado con motivo de la festividad de la Inmaculada Concepción.
María Santísima de la Esperanza es una dolorosa anónima del siglo XVII que, tras cambiar su advocación en la pasada centuria, fue restaurada por el escultor montillano Juan Lara Leña, uno de los nombres propios de la imaginería local. Las naves de la Parroquia de Santiago Apóstol fueron también testigo de su coronación litúrgica en 1944, cuando se estrenó la corona de orfebrería que la Virgen porta cada Jueves Santo y que fue remodelada un año antes por el propio Juan Lara Leña.
Más recientemente, en 2019, la imagen fue intervenida por el escultor cordobés Antonio Bernal Redondo con motivo del 75.º aniversario de la advocación de la Esperanza, una restauración que permitió recuperar matices y expresiones que estos días han vuelto a mostrarse con especial intensidad.
De este modo, diciembre se confirma como un mes señalado para la Hermandad de Jesús Preso y María Santísima de la Esperanza y para toda la ciudad, que ha acompañado a su Virgen en un camino marcado por la fe, la historia y la emoción contenida. Dos traslados extraordinarios, separados por la lluvia y unidos por la devoción, que ya forman parte del patrimonio sentimental de la cofradía del Jueves Santo y de Montilla.
Las puertas de la Parroquia de Santiago Apóstol se abrían de nuevo para dar paso a la comitiva que antecedía a la dolorosa, culminando así los cultos celebrados con motivo de la festividad de la Expectación y recuperando un traslado que estaba previsto inicialmente para el pasado 21 de diciembre y que tuvo que suspenderse por la lluvia.
El cortejo avanzó con serenidad, acompañado por los sones del Quinteto Gregis Mater, perteneciente al Redil Eucarístico de la Divina Pastora de Córdoba, que aportó un acompañamiento musical sobrio y delicado, en perfecta sintonía con el carácter recogido de la jornada.
La Virgen de la Esperanza, tan ligada al pulso cotidiano del Barrio de Tenerías, volvió a dejar estampas de especial belleza a su paso por calles como Don Diego de Alvear o Sánchez Molero, rincones que se convirtieron en improvisados altares desde los que muchos fieles siguieron el discurrir de la imagen.
La jornada había comenzado sin sobresaltos y ninguna previsión apuntaba a inclemencias meteorológicas. Sin embargo, la lluvia hizo acto de presencia de manera inesperada a la altura de la Basílica Pontificia de San Juan de Ávila, obligando a apresurar el ritmo del traslado pese a la cercanía de la sede canónica de la Virgen. Aun así, el agua no logró empañar el clima vivido durante el recorrido ni borrar el recuerdo de una tarde que quedará grabada en la memoria de la hermandad.
Este regreso a la Ermita de la Rosa cerró un ciclo iniciado el pasado 14 de diciembre, cuando la Virgen de la Esperanza fue trasladada desde su sede hasta la Parroquia de Santiago Apóstol con motivo de los cultos en honor a la festividad de la Expectación del Parto, conocida popularmente como “la Esperanza” o “la O”.
Aquel primer traslado, celebrado en la mañana del tercer Domingo de Adviento, arrancó en torno a las 10.00 de la mañana y estuvo arropado por una comitiva de hermanos que abrió paso a la titular mariana de la Hermandad de Jesús Preso y María Santísima de la Esperanza, entronizada sobre la parihuela con la que la popular imagen de El Santico recorre Montilla cada mes de julio.
Durante su estancia en la Parroquia de Santiago Apóstol, la imagen lució su característica diadema, el corazón de los Siete Dolores y la saya de salida bordada en el siglo XIX, una pieza de gran valor patrimonial restaurada en 2019 por el taller Bordados Salteras. Detalles que no pasaron desapercibidos para los devotos y que reforzaron el carácter solemne de unos días vividos con cercanía y recogimiento.
Este doble traslado extraordinario se enmarcó, además, dentro del Jubileo de la Esperanza convocado por el Papa Francisco para el año 2025, un contexto que dotó de un significado especial a cada uno de los momentos vividos. No se trató únicamente de un cambio de templo, sino de un reencuentro cargado de simbolismo, ya que la Virgen de la Esperanza regresó a las naves del templo mayor de Montilla nueve años después del besamanos celebrado con motivo de la festividad de la Inmaculada Concepción.
María Santísima de la Esperanza es una dolorosa anónima del siglo XVII que, tras cambiar su advocación en la pasada centuria, fue restaurada por el escultor montillano Juan Lara Leña, uno de los nombres propios de la imaginería local. Las naves de la Parroquia de Santiago Apóstol fueron también testigo de su coronación litúrgica en 1944, cuando se estrenó la corona de orfebrería que la Virgen porta cada Jueves Santo y que fue remodelada un año antes por el propio Juan Lara Leña.
Más recientemente, en 2019, la imagen fue intervenida por el escultor cordobés Antonio Bernal Redondo con motivo del 75.º aniversario de la advocación de la Esperanza, una restauración que permitió recuperar matices y expresiones que estos días han vuelto a mostrarse con especial intensidad.
De este modo, diciembre se confirma como un mes señalado para la Hermandad de Jesús Preso y María Santísima de la Esperanza y para toda la ciudad, que ha acompañado a su Virgen en un camino marcado por la fe, la historia y la emoción contenida. Dos traslados extraordinarios, separados por la lluvia y unidos por la devoción, que ya forman parte del patrimonio sentimental de la cofradía del Jueves Santo y de Montilla.
ÁLVARO CARRASCO / JUAN PABLO BELLIDO
FOTOGRAFÍA: MONTILLA COFRADE
FOTOGRAFÍA: MONTILLA COFRADE























































