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Campaña de la aceituna en Córdoba: el campo se juega el año en la recolección del olivar

La provincia de Córdoba se encuentra inmersa desde hace varias semanas en plena campaña de recolección de la aceituna, una actividad que convierte el campo en un hervidero de cuadrillas y trabajadores que sostienen buena parte de la economía de la comarca. La recolección del fruto es, para muchos agricultores, al igual que para almazaras y cooperativas, el momento más decisivo del año. Todo lo que se ha cuidado —o descuidado— durante meses se juega en estas semanas. Cada aceituna cuenta. Cada gesto, también.


En ese escenario, la eficiencia no se mide únicamente por la rapidez con la que se lleva a cabo la recolección del olivar. También importan la limpieza, el trato que recibe la aceituna al tocar el suelo, el traslado hasta la almazara. Y es que una pequeña piedra, un exceso de humedad o una mala maniobra pueden arruinar parte del trabajo. De ahí que los sistemas de recogida —mantos, redes, cajas y capazos— hayan ido depurándose con los años hasta convertirse en herramientas casi tan determinantes como el propio vareo.

Los mantos de recolección, extendidos bajo el olivo como un mar de telas resistentes, cumplen una función que va mucho más allá de recoger la aceituna. Protegen al fruto del contacto directo con la tierra, evitando impurezas y preservando su calidad. Mallas tupidas, materiales tratados contra la radiación solar y el arrastre continuo, costuras pensadas para durar campaña tras campaña. No es un detalle menor: un manto limpio significa menos residuos y, en consecuencia, un aceite más limpio.

Tras ello entran en juego los capazos ergonómicos y las cajas de transporte. Los primeros alivian la carga en la recolección manual, sobre todo en los olivos de menor porte o en esos rincones donde las máquinas no entran. Las segundas, apilables y robustas, permiten que la aceituna respire durante el traslado y evitan el aplastamiento. Parecen gestos rutinarios, pero sostienen un equilibrio delicado entre rapidez y cuidado.

Aunque el olivar moderno se apoya cada vez más en sistemas mecanizados, la mano sigue siendo imprescindible. Para el remate, para las ramas bajas, para esos terrenos irregulares donde el olivo se agarra a la pendiente como puede. En ese terreno de lo manual destacan los rastrillos y peines, diseñados para facilitar el desprendimiento sin castigar en exceso las ramas ni las yemas del año siguiente. La próxima cosecha, al fin y al cabo, también se está decidiendo ahora. Mangos ligeros, diseños equilibrados, menos fatiga al final del día. Son pequeños aliados en jornadas que parecen no acabarse nunca.

Por otro lado, los vareadores han transformado por completo el ritmo de la campaña. Los modelos eléctricos, de batería o neumáticos permiten una extracción rápida del fruto con un menor desgaste físico. En manos expertas, una tarde de vareo ya no es sinónimo de brazos agotados. Hay vareadores con ganchos, varillas, peines y gomas, adaptados a distintos tipos de olivo y compatibles con mantos y otros sistemas de recogida. En explotaciones profesionales, los neumáticos siguen siendo una referencia por su alto rendimiento, mientras que los eléctricos ganan terreno en olivares intensivos y tradicionales por su ligereza y bajo nivel de ruido.

Detrás de todo este conjunto de herramientas late una idea que los agricultores conocen bien: la calidad del aceite se fija en el campo. Una herramienta de bajo coste, una red rota, un mal recipiente pueden traducirse en impurezas, golpes innecesarios o pérdidas invisibles que solo se notan cuando ya es tarde. Invertir en calidad no es un gesto de lujo, sino una forma de proteger el valor de cada kilo de aceituna.

En la provincia existen empresas que han crecido de la mano del propio campo. Es el caso de Agrocor, firma cordobesa fundada en 1989 y dedicada a la venta de maquinaria agrícola, riego, equipos para jardines y piscinas, así como materiales para la conservación forestal y la industria. Con sedes en Córdoba, Baena, Lucena y Montilla, su recorrido permite entender también cómo ha evolucionado el oficio: de los sistemas más rudimentarios a una recolección cada vez más técnica, más precisa, más exigente.

De igual modo, el servicio postventa, la disponibilidad de recambios y el asesoramiento técnico se han convertido en piezas clave para una campaña sin sobresaltos. Porque en plena recolección no hay margen para las averías largas. El campo no espera.

Mientras tanto, en los tajos de la Campiña cordobesa, la aceituna se sigue recolectando al ritmo de los vareadores, de las manos y del viento frío de diciembre. El sonido es repetitivo, casi hipnótico. Y en cada fruto que rueda hacia una caja hay un año entero de trabajo esperando su recompensa en forma de oro líquido: el aceite de oliva virgen extra.

JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: ARA
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