Montilla celebró ayer el Día de Todos los Santos con la trigésimo quinta edición de su emblemática Paella Gigante, una cita que volvió a convertir la Plaza de la Aurora en un hervidero de gente. Desde el mediodía, los integrantes de la Centuria Romana Munda se enfundaron sus mandiles para cocinar, según la propia organización, "el arroz más grande de Andalucía", con raciones para unas 3.500 personas.
La descomunal candela de leña y las paletas de cuatro metros que utilizaron los aguerridos cocineros dieron forma a una escena que ya es parte inseparable del paisaje festivo de Montilla. Y la de ayer no era una edición cualquiera: tres décadas y media de una tradición nacida en el barrio de El Gran Capitán que han convertido esta cita del primero de noviembre en una celebración del orgullo local, en un homenaje al trabajo constante de quienes han sabido mantener viva una costumbre que traspasa generaciones.
A lo largo de toda la jornada, cientos de montillanos y visitantes se acercaron a disfrutar de la paella y de las gachas caseras propias del Día de Todos los Santos, acompañadas de los vinos de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles. En un ambiente familiar y distendido, la sensación general volvió a ser de reencuentro. “La paella no es solo un plato: es una manera de celebrar juntos lo que somos”, señaló Rafael Cabello, presidente de la Centuria Romana Munda.
El equipo de cocineros, dirigido por Antonio Salido, volvió a emplear cantidades descomunales: más de 200 kilos de arroz, 80 de carne, 50 de tomate, 40 de pimientos y 15 litros de aceite de oliva, removidos sobre una candela alimentada por más de mil kilos de leña. Una paella de gigantescas proporciones que, antes de ser catada por el alcalde de Montilla, Rafael Llamas, fue bendecida por el sacerdote Fernando Suárez, párroco de Santiago Apóstol y rector de la Basílica Pontificia de San Juan de Ávila.
Pero esta trigésimo quinta edición no solo fue especial por su magnitud, sino también por sus novedades. La jornada arrancó con la primera Quedada Motera de Vespas y Harley Davidson, un encuentro que llenó las calles de motores rugientes y colores vivos antes de unirse al gran evento gastronómico. Además, los participantes más activos también pudieron disfrutar de una ruta de senderismo por los alrededores de Montilla, organizada por MundaEventos, que permitió descubrir la belleza del paisaje otoñal antes de sumarse al festín.
El día culminó con música. El grupo Los Hombres Rana, tributo a El Último de la Fila, puso el broche final a partir de las 18.30 de la tarde con un concierto cargado de energía y nostalgia. Canciones como Insurrección o Aviones plateados resonaron entre los muros de la plaza, mientras los asistentes bailaban y coreaban los temas más emblemáticos del dúo formado por Manolo García y Quimi Portet.
Muy cerca de la Plaza de la Aurora, otra tradición se sumó al ambiente del 1 de noviembre. La Hermandad del Señor en la Santa Cena, María Santísima de la Estrella y Nuestra Señora de las Viñas celebró su ya clásica merienda de sopaipas con chocolate, una propuesta dulce que atrajo a decenas de familias y que, además, permitió recaudar fondos para los gastos de la cofradía fundada en 1956 por un grupo de jóvenes bodegueros impulsados por José Cobos Jiménez.
Con la caída del sol, Montilla cerró un Día de Todos los Santos impregnado de sabor, música y recuerdo hacia quienes ya no están en este mundo. Las brasas se apagaron lentamente, pero en el aire quedó flotando el eco de una costumbre que no solo alimenta cuerpos, sino también memorias compartidas.
La descomunal candela de leña y las paletas de cuatro metros que utilizaron los aguerridos cocineros dieron forma a una escena que ya es parte inseparable del paisaje festivo de Montilla. Y la de ayer no era una edición cualquiera: tres décadas y media de una tradición nacida en el barrio de El Gran Capitán que han convertido esta cita del primero de noviembre en una celebración del orgullo local, en un homenaje al trabajo constante de quienes han sabido mantener viva una costumbre que traspasa generaciones.
A lo largo de toda la jornada, cientos de montillanos y visitantes se acercaron a disfrutar de la paella y de las gachas caseras propias del Día de Todos los Santos, acompañadas de los vinos de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles. En un ambiente familiar y distendido, la sensación general volvió a ser de reencuentro. “La paella no es solo un plato: es una manera de celebrar juntos lo que somos”, señaló Rafael Cabello, presidente de la Centuria Romana Munda.
El equipo de cocineros, dirigido por Antonio Salido, volvió a emplear cantidades descomunales: más de 200 kilos de arroz, 80 de carne, 50 de tomate, 40 de pimientos y 15 litros de aceite de oliva, removidos sobre una candela alimentada por más de mil kilos de leña. Una paella de gigantescas proporciones que, antes de ser catada por el alcalde de Montilla, Rafael Llamas, fue bendecida por el sacerdote Fernando Suárez, párroco de Santiago Apóstol y rector de la Basílica Pontificia de San Juan de Ávila.
Pero esta trigésimo quinta edición no solo fue especial por su magnitud, sino también por sus novedades. La jornada arrancó con la primera Quedada Motera de Vespas y Harley Davidson, un encuentro que llenó las calles de motores rugientes y colores vivos antes de unirse al gran evento gastronómico. Además, los participantes más activos también pudieron disfrutar de una ruta de senderismo por los alrededores de Montilla, organizada por MundaEventos, que permitió descubrir la belleza del paisaje otoñal antes de sumarse al festín.
El día culminó con música. El grupo Los Hombres Rana, tributo a El Último de la Fila, puso el broche final a partir de las 18.30 de la tarde con un concierto cargado de energía y nostalgia. Canciones como Insurrección o Aviones plateados resonaron entre los muros de la plaza, mientras los asistentes bailaban y coreaban los temas más emblemáticos del dúo formado por Manolo García y Quimi Portet.
Muy cerca de la Plaza de la Aurora, otra tradición se sumó al ambiente del 1 de noviembre. La Hermandad del Señor en la Santa Cena, María Santísima de la Estrella y Nuestra Señora de las Viñas celebró su ya clásica merienda de sopaipas con chocolate, una propuesta dulce que atrajo a decenas de familias y que, además, permitió recaudar fondos para los gastos de la cofradía fundada en 1956 por un grupo de jóvenes bodegueros impulsados por José Cobos Jiménez.
Con la caída del sol, Montilla cerró un Día de Todos los Santos impregnado de sabor, música y recuerdo hacia quienes ya no están en este mundo. Las brasas se apagaron lentamente, pero en el aire quedó flotando el eco de una costumbre que no solo alimenta cuerpos, sino también memorias compartidas.
JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR









































































































































