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Del Paseo de Cervantes a Envidarte: 35 años del recinto ferial de Montilla

Montilla conmemoró ayer el trigésimo quinto aniversario del traslado de su Feria en honor a San Francisco Solano al actual recinto de la Avenida de Las Camachas. Aquel 10 de julio de 1990, a las 23.00 de la noche, las luces de la portada que evoca los desaparecidos Arcos de la Puerta de Aguilar se encendieron por primera vez en este nuevo enclave, abriendo así una etapa que transformaría para siempre la celebración de las fiestas patronales.


Hasta entonces, el Paseo de Cervantes había sido el centro neurálgico de la Feria de El Santo. Sin embargo, las limitaciones de espacio llevaron al equipo de gobierno de Prudencio Ostos (PSOE) a mover el recinto ferial hasta las inmediaciones del Polideportivo Municipal.

Una decisión que supuso un salto cuantitativo y cualitativo: de los apenas 13.000 metros cuadrados que ofrecía el Paseo de Abajo se pasó a una extensión cercana a los 45.000 metros. De este modo, el cambio de ubicación no solo fue logístico: era una declaración de intenciones. La Feria de El Santo tenía que crecer.

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En aquella edición de 1990, la Terraza del Polideportivo se convirtió en Caseta Municipal, mientras que las atracciones se instalaron entre el Camino de la Zarza y la Avenida de Las Camachas, rebautizada para la ocasión como "Paseo Central".

La recordada Escuela-Taller Munda, dirigida por José Antonio Cerezo Aranda, realizó la característica portada que, desde entonces, recibe a los miles de visitantes que cada año se acercan hasta la Feria de Montilla: una réplica de los Arcos de la Puerta de Aguilar, una portada formada por tres arcos de herradura que fue construida originalmente en 1890 en la confluencia de las calles La Parra y Puerta de Aguilar con Ronda de Curtidores y que fueron derribados por iniciativa municipal en la madrugada del 19 de mayo de 1962.


Sin embargo, en los años posteriores, la ubicación de las casetas en el interior del Parque Enrique Tierno Galván —anexo a la antigua travesía de la carretera nacional 331— desencadenó un debate social. En 2004, la Asociación Jóvenes Aventureros puso sobre la mesa los perjuicios medioambientales que ocasionaba la Feria.

En efecto, el colectivo denunció daños a la vegetación, niveles de ruido y residuos difíciles de asumir en la mayor zona verde del municipio. A la queja de Jóvenes Aventureros también se sumaron voces vecinales que reclamaban más espacio y mejores servicios para una feria en constante expansión.

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Aquella reclamación no cayó en saco roto. En 2008, y bajo el mandato de Rosa Lucía Polonio (PSOE), el Ayuntamiento decidió devolver la Feria al entorno de la Avenida de las Camachas, en una edición marcada por el concierto de clausura de Miguel Bosé, que congregó a más de 7.500 personas en el Estadio Municipal de Fútbol.

Cinco años después, en 2013, la Feria de El Santo vivió otra transformación clave. El equipo de gobierno liderado por Federico Cabello de Alba (PP) apostó por unificar la Feria de Día —que hasta ese momento se venía desarrollando en diferentes espacios del casco urbano– y la Feria de Noche en un único espacio, con la intención de evitar la dispersión de pública y reforzar la identidad del propio Real de la Feria.


Nació así un modelo más compacto, con casetas familiares instaladas en el patio de Envidarte, donde se incorporaron hilo musical, un escenario central y zonas amplias para sentarse. La medida pretendía que el bullicio de la noche alimentara el ambiente del día.

Ese planteamiento terminó de consolidarse en 2016, ya con Rafael Llamas como alcalde (en coalición con Izquierda Unida), gracias a la ampliación del recinto en 1.800 metros cuadrados. Las mejoras incluyeron una zona entoldada, nuevos sistemas de climatización y una nueva distribución.

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Gracias a ello, la cifra de casetas creció considerablemente, albergando una decena más que en ediciones anteriores. Además, se mantuvieron cinco casetas más junto al Parque Tierno Galván y un punto de encuentro juvenil que se había estrenado el año anterior.

Hoy, tres décadas y media después de aquella noche de julio en 1990, la Feria de El Santo sigue celebrándose en el mismo corazón que la vio renacer. Así, el bullicio, las luces y el olor a algodón dulce, pollo asado y churros continúan marcando un tiempo festivo que Montilla ha sabido adaptar sin perder su esencia.

JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: J.P. BELLIDO / J.A. AGUILAR (ARCHIVO)

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