La prestigiosa casa de subastas Ansorena de Madrid ha sacado a subasta una obra poco conocida del pintor José Santiago Garnelo y Alda (Enguera, 1866 — Montilla, 1944), considerado el pintor más culto de su época, además de un excelente artista, un gran pedagogo y un exigente investigador.
Alegoría del verano es un lienzo fechado en 1905 que ha despertado un notable interés entre los especialistas en arte por su valor artístico, su contexto biográfico y su conexión con Montilla, la ciudad en la que el artista residió desde que contaba solo un año de edad y donde quiso ser enterrado tras su fallecimiento, el 29 de octubre de 1944.
Según ha confirmado a EFE el director de la Escuela de Arte y Superior de Diseño "Mateo Inurria" de Córdoba, Miguel Carlos Clementson Lope, reputado especialista en la figura de Garnelo, el cuadro “rezuma por doquier ecos montillanos”, en referencia a la finca El Puntal, donde el artista pasaba sus veranos en compañía de su familia.
La obra, que había permanecido durante décadas fuera del circuito expositivo, representa, en palabras del experto, a “una joven ataviada con una elegante indumentaria, lo cual nos informa acerca de su estatus social, figura recostada junto a un arroyo, descansando a la sombra de unos arbustos, silenciando el sonido de su bandurria para escuchar complacida el sonoro discurrir del agua, al tiempo que una segadora que porta una gavilla de mieses observa la escena un tanto perpleja”.
El óleo, de 81 por 127,5 centímetros, arranca con un precio mínimo de salida de 4.000 euros. Fechado y firmado por el propio artista en el ángulo inferior derecho, su descubrimiento es, en opinión de Clementson, “de extremo interés”, ya que permite completar el conocimiento sobre la producción del artista montillano en una etapa de madurez artística, “cuando ya frisaba los cuarenta años”.
En 1905, fecha de la obra, José Garnelo era ya un artista consolidado, afincado en Madrid tras haber obtenido la cátedra de Dibujo del Antiguo y Ropajes en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Un año antes había compuesto Pro patria Semper, una alegoría de la crisis del 98, y Capea en las Navas del Marqués, que presentó en el Salón de París. Ambas piezas, fundamentales en su trayectoria, forman parte hoy del museo que lleva su nombre en Montilla.
La aparición de Alegoría del verano podría tener su origen en una colección particular, como muchas otras obras de Garnelo, lo que explicaría su ausencia en las exposiciones y estudios monográficos que se han realizado sobre él hasta la fecha. No obstante, aunque no pueda considerarse una obra “inédita” en sentido estricto, sí supone un hallazgo relevante que arroja nueva luz sobre una etapa fértil de su carrera, a juicio de Miguel Carlos Clementson que, el pasado 22 de abril, protagonizó la clausura de los Encuentros Culturales de la Fundación Cajasol.
Considerado el pintor más culto de su época, José Garnelo y Alda fue, además de un excelente artista, un gran pedagogo y un exigente investigador. Nacido en 1866 en la localidad valenciana de Enguera, su familia fijó su residencia en Montilla cuando el artista contaba solo un año de edad. Antes de trasladarse a Madrid para comenzar sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, José Garnelo asistió a dos cursos de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, donde obtuvo varios premios de la Escuela de Santa Isabel de Hungría.
Garnelo fue, además, un artista respetuoso siempre con la vanguardia. Tras conseguir la segunda medalla en la Exposición Nacional de 1887 con La muerte de Lucano, el artista montillano fue pensionado a la Academia de España en Roma, donde permaneció cuatro años en los que compartió experiencias con artistas de la talla de Pradilla, Sorolla o Emilio Sala.
Después de recorrer Europa durante algunos años, en 1883 acudió a la Exposición Universal de Chicago, donde conquistó la medalla de oro por sus Primeros homenajes en el Nuevo Mundo a Colón, un cuadro que llegó a ilustrar el cartel de la exposición que el Museo Naval de Madrid organizó en 2006 con motivo del quinto centenario de la muerte del Almirante de la Mar Océana.
Nombrado vicedirector de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Zaragoza, en 1894 José Garnelo ganó un concurso promovido por la Real Academia de San Fernando y fue nombrado caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III. Un año más tarde, el artista se trasladó a Barcelona para impartir clases en la Escuela de Bellas Artes, donde asistía como alumno Pablo Ruiz Picasso, quien pintó La Primera Comunión y El Monaguillo en el estudio que Garnelo tenía en la plaza de la Universidad.
Tras obtener por oposición la cátedra de Dibujo del antiguo y ropajes de la Escuela de San Fernando de Madrid, en 1902 fue nombrado comendador de la Orden de Alfonso XII y pintor de la Corona. De hecho, la infanta Isabel le encargó –junto a Mariano Benlliure y Emilio Sala– la decoración de su palacete de la calle Quintana, donde Garnelo desarrolló La Proclamación de los Reyes Católicos en Segovia.
Nombrado subdirector conservador de la pintura del Museo Nacional de Pintura y Escultura –actualmente, Museo del Prado– en 1917 recibió el encargo de realizar varios retratos de la Familia Real, entre los que destacan dos de Alfonso XIII que se conservan en el Museo Español de Arte Contemporáneo y en el Palacio de Aranjuez.
Ya enfermo, en 1924 logró terminar la decoración de la cúpula del Salón del Presidente del Tribunal Supremo de Madrid, en el palacio de Las Salesas, con El Collar de la Justicia, su obra al fresco más sobresaliente. Cinco años más tarde quiso compaginar la restauración de los murales del camarín de la Virgen de las Angustias de Granada con la realización del Apostolado que puede admirarse en la Parroquia de Santiago Apóstol de Montilla.
Tras ser propuesto para dirigir la Academia Española de Bellas Artes de Roma, José Garnelo se jubiló en 1936 como catedrático de la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, donde mantuvo una estrecha relación con pintores contemporáneos de la talla de Gutiérrez Solana, Picasso, Vázquez Díaz o Salvador Dalí, a los que impartió clase. Después de pasar sus últimos años en un estado de semiinconsciencia, murió en Montilla el 29 de octubre de 1944, siendo enterrado en el panteón que su familia tiene en el templo enclavado en La Escuchuela.
Alegoría del verano es un lienzo fechado en 1905 que ha despertado un notable interés entre los especialistas en arte por su valor artístico, su contexto biográfico y su conexión con Montilla, la ciudad en la que el artista residió desde que contaba solo un año de edad y donde quiso ser enterrado tras su fallecimiento, el 29 de octubre de 1944.
Según ha confirmado a EFE el director de la Escuela de Arte y Superior de Diseño "Mateo Inurria" de Córdoba, Miguel Carlos Clementson Lope, reputado especialista en la figura de Garnelo, el cuadro “rezuma por doquier ecos montillanos”, en referencia a la finca El Puntal, donde el artista pasaba sus veranos en compañía de su familia.

La obra, que había permanecido durante décadas fuera del circuito expositivo, representa, en palabras del experto, a “una joven ataviada con una elegante indumentaria, lo cual nos informa acerca de su estatus social, figura recostada junto a un arroyo, descansando a la sombra de unos arbustos, silenciando el sonido de su bandurria para escuchar complacida el sonoro discurrir del agua, al tiempo que una segadora que porta una gavilla de mieses observa la escena un tanto perpleja”.
El óleo, de 81 por 127,5 centímetros, arranca con un precio mínimo de salida de 4.000 euros. Fechado y firmado por el propio artista en el ángulo inferior derecho, su descubrimiento es, en opinión de Clementson, “de extremo interés”, ya que permite completar el conocimiento sobre la producción del artista montillano en una etapa de madurez artística, “cuando ya frisaba los cuarenta años”.
En 1905, fecha de la obra, José Garnelo era ya un artista consolidado, afincado en Madrid tras haber obtenido la cátedra de Dibujo del Antiguo y Ropajes en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Un año antes había compuesto Pro patria Semper, una alegoría de la crisis del 98, y Capea en las Navas del Marqués, que presentó en el Salón de París. Ambas piezas, fundamentales en su trayectoria, forman parte hoy del museo que lleva su nombre en Montilla.

La aparición de Alegoría del verano podría tener su origen en una colección particular, como muchas otras obras de Garnelo, lo que explicaría su ausencia en las exposiciones y estudios monográficos que se han realizado sobre él hasta la fecha. No obstante, aunque no pueda considerarse una obra “inédita” en sentido estricto, sí supone un hallazgo relevante que arroja nueva luz sobre una etapa fértil de su carrera, a juicio de Miguel Carlos Clementson que, el pasado 22 de abril, protagonizó la clausura de los Encuentros Culturales de la Fundación Cajasol.
Un pintor entre dos siglos
Considerado el pintor más culto de su época, José Garnelo y Alda fue, además de un excelente artista, un gran pedagogo y un exigente investigador. Nacido en 1866 en la localidad valenciana de Enguera, su familia fijó su residencia en Montilla cuando el artista contaba solo un año de edad. Antes de trasladarse a Madrid para comenzar sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, José Garnelo asistió a dos cursos de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, donde obtuvo varios premios de la Escuela de Santa Isabel de Hungría.
Garnelo fue, además, un artista respetuoso siempre con la vanguardia. Tras conseguir la segunda medalla en la Exposición Nacional de 1887 con La muerte de Lucano, el artista montillano fue pensionado a la Academia de España en Roma, donde permaneció cuatro años en los que compartió experiencias con artistas de la talla de Pradilla, Sorolla o Emilio Sala.

Después de recorrer Europa durante algunos años, en 1883 acudió a la Exposición Universal de Chicago, donde conquistó la medalla de oro por sus Primeros homenajes en el Nuevo Mundo a Colón, un cuadro que llegó a ilustrar el cartel de la exposición que el Museo Naval de Madrid organizó en 2006 con motivo del quinto centenario de la muerte del Almirante de la Mar Océana.
Nombrado vicedirector de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Zaragoza, en 1894 José Garnelo ganó un concurso promovido por la Real Academia de San Fernando y fue nombrado caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III. Un año más tarde, el artista se trasladó a Barcelona para impartir clases en la Escuela de Bellas Artes, donde asistía como alumno Pablo Ruiz Picasso, quien pintó La Primera Comunión y El Monaguillo en el estudio que Garnelo tenía en la plaza de la Universidad.
Tras obtener por oposición la cátedra de Dibujo del antiguo y ropajes de la Escuela de San Fernando de Madrid, en 1902 fue nombrado comendador de la Orden de Alfonso XII y pintor de la Corona. De hecho, la infanta Isabel le encargó –junto a Mariano Benlliure y Emilio Sala– la decoración de su palacete de la calle Quintana, donde Garnelo desarrolló La Proclamación de los Reyes Católicos en Segovia.

Nombrado subdirector conservador de la pintura del Museo Nacional de Pintura y Escultura –actualmente, Museo del Prado– en 1917 recibió el encargo de realizar varios retratos de la Familia Real, entre los que destacan dos de Alfonso XIII que se conservan en el Museo Español de Arte Contemporáneo y en el Palacio de Aranjuez.
Ya enfermo, en 1924 logró terminar la decoración de la cúpula del Salón del Presidente del Tribunal Supremo de Madrid, en el palacio de Las Salesas, con El Collar de la Justicia, su obra al fresco más sobresaliente. Cinco años más tarde quiso compaginar la restauración de los murales del camarín de la Virgen de las Angustias de Granada con la realización del Apostolado que puede admirarse en la Parroquia de Santiago Apóstol de Montilla.
Tras ser propuesto para dirigir la Academia Española de Bellas Artes de Roma, José Garnelo se jubiló en 1936 como catedrático de la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, donde mantuvo una estrecha relación con pintores contemporáneos de la talla de Gutiérrez Solana, Picasso, Vázquez Díaz o Salvador Dalí, a los que impartió clase. Después de pasar sus últimos años en un estado de semiinconsciencia, murió en Montilla el 29 de octubre de 1944, siendo enterrado en el panteón que su familia tiene en el templo enclavado en La Escuchuela.
JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: ANSORENA
FOTOGRAFÍA: ANSORENA

