Montilla, cuna del insigne Gonzalo Fernández de Córdoba, ha abierto sus puertas a la historia con la Exposición Permanente de El Gran Capitán, dedicada al héroe que conquistó Nápoles para Fernando el Católico. Y entre los muchos paneles que captan la atención de las personas que visitan en estos días el imponente alhorí que se alza majestuoso sobre casi todas las construcciones de la ciudad, destaca el de su genealogía.
No es para menos, pues la estirpe de El Gran Capitán es una de las más amplias, antiguas y nobles de la historia de España. De hecho, se estima que hoy existen más de 5.000 descendientes vivos de este legendario militar montillano, una cifra que da cuenta de la continuidad y proyección de su linaje.
En efecto, la genealogía de El Gran Capitán, meticulosamente representada en la exposición comisariada por José Rey García, cronista oficial de la ciudad, ofrece al visitante una visión tan rigurosa como asombrosa de un legado familiar que arranca en Montilla el 1 de septiembre de 1453, momento del nacimiento del insigne militar.
Como es lógico, las ramas del árbol genealógico de Gonzalo Fernández de Córdoba se expanden a raíz de sus dos matrimonios. No obstante, de su primer enlace –con su prima Isabel de Montemayor– se sabe muy poco, ya que ella falleció al poco tiempo de desposarse, probablemente en su primer parto. Sin embargo, su segundo matrimonio, con María Manrique de Figueroa y Mendoza, hija del poderoso Fadrique Manrique de Castilla –a su vez, hijo bastardo de Enrique II de Castilla– dio origen a la línea dinástica más importante que lo sucedería.
De esta unión nacieron dos hijas: Beatriz, que murió joven en Génova, y Elvira, quien se convirtió en su heredera universal. Y su destino fue objeto, como era propia en la época, de múltiples negociaciones matrimoniales. De hecho, se pretendió casarla con Federico Colonna en Nápoles; con el condestable de Castilla, Bernardino de Velasco; con el duque de Segorbe y hasta con un nieto del rey Fernando.
Finalmente, fue unida en matrimonio al cuarto conde de Cabra, Luis Fernández de Córdoba, primogénito de la Casa de Cabra, en un acuerdo cuidadosamente planificado por la madre de la novia, que incluso gestionó la dispensa papal por parentesco. Las capitulaciones, firmadas en 1518, contemplaban herencias, joyas, arras por valor de 10.000 ducados y cláusulas detalladas sobre el uso de títulos, apellidos y armas. Se pactó, incluso, que el primogénito llevaría por siempre el nombre de "Gonzalo Fernández de Córdoba", perpetuando así el recuerdo del abuelo.
La rama principal de la extensa descendencia de El Gran Capitán es la Casa de Sessa, cuyo título nobiliario, el Ducado de Sessa, fue concedido por Fernando el Católico al propio Gonzalo Fernández de Córdoba en 1507. Aunque este ducado tiene una historia previa que se remonta a 1373, con su creación por la reina Juana I de Nápoles, no fue hasta el siglo XVI cuando quedó definitivamente vinculado a la figura de El Gran Capitán. El nombre del ducado hace referencia al municipio italiano de Sessa Aurunca, en la provincia de Caserta.
Gonzalo Fernández de Córdoba ostentó este título entre 1507 y 1515, pero no fue el único que recibió del rey aragonés: también fue nombrado duque de Sant'Angelo, Terranova, Andría y Montalto. Su hija, Elvira Fernández de Córdoba, heredó el título de duquesa de Sessa, que ostentó entre 1515 y 1524, y al contraer matrimonio con Luis Fernández de Córdoba, conde de Cabra, consolidó la unión entre dos poderosas casas nobiliarias.
En efecto, del matrimonio entre Elvira y Luis Fernández de Córdoba nació un nuevo linaje de nobles que mantuvo con honor la herencia de El Gran Capitán. El hijo primogénito del matrimonio, también llamado Gonzalo –tal y como se había pactado–, asumió los títulos de tercer duque de Sessa y quinto conde de Cabra, entre otros.
Destacó por su papel en la guerra del Piamonte y en las campañas de Italia bajo el reinado de Felipe II. Fue gobernador del Estado de Milán, capitán general de la Mar de Levante, almirante de Nápoles y miembro del Consejo de Estado. Pese a su carrera brillante y a su cercanía al Rey, murió sin descendencia en 1578, cerrando así la línea masculina directa.
A su muerte, la herencia pasó a su hermana, Francisca Fernández de Córdoba y de la Cerda, y posteriormente a los descendientes de otra hermana, Beatriz, casada con Fernando Folch de Cardona y Requesens. Pero sería su hijo, Antonio Fernández de Córdoba, quien continuaría la estirpe, anteponiendo el apellido Fernández de Córdoba sobre el paterno para, de este modo, preservar la memoria de El Gran Capitán.
Con todo, la dispersión del linaje llevó los títulos por distintas ramas familiares. Hoy día, el actual duque de Sessa es Gonzalo Barón y Gavito, nacido en Ciudad de México el 5 de febrero de 1948. Además de vigésimo primer duque de Sessa, ostenta otros títulos nobiliarios como decimonoveno conde de Altamira, duodécimo duque de Atrisco, vigésimo primer marqués de Astorga, decimotercer marqués de Leganés, marqués de Morata de la Vega y marqués de Pico de Velasco de Angustina.
Hijo de Leopoldo Barón y Osorio de Moscoso y de María Cristina Gavito y Jáuregui, está casado con Susana Carral Pinson y tiene dos hijos: Adelaida y Gonzalo Barón y Carral. Su linaje los vincula directamente con la Casa de Aguilar y, por tanto, con El Gran Capitán.
Otra de las ramas destacadas proviene del matrimonio de Elvira Fernández de Córdoba con el conde de Cabra. Este Condado, instituido en 1455 por el rey Enrique IV a favor de Diego Fernández de Córdoba y Montemayor, es uno de los títulos con Grandeza de España más antiguos —concretamente, el tercero más antiguo del país— y constituye otro pilar fundamental en la genealogía de El Gran Capitán.
Con Grandeza de España Inmemorial, el título de Conde de Cabra siguió unido a la Casa de Astorga tras el matrimonio de Buenaventura Francisca Fernández de Córdoba Folch de Cardona con Ventura Osorio de Moscoso en 1729. Sus descendientes acumularon una impresionante colección de títulos nobiliarios, hasta que, por desamortizaciones y fallecimientos sin sucesión, se dispersaron.
En el siglo XIX, la Casa de Cabra emparentó incluso con la realeza: el conde de Cabra, José María Osorio de Moscoso y Carvajal —también heredero de la noble Casa de Astorga-Altamira, una de las más poderosas de la España de su tiempo—, se casó con la infanta Luisa Teresa de Borbón y Borbón, princesa de las Dos Sicilias, una unión que necesitó el permiso expreso de Isabel II al tratarse de un matrimonio morganático –que es el nombre que reciben los esponsales entre personas de rangos sociales desiguales–.
El último descendiente más directo, según indica la genealogía expuesta en el castillo de Montilla, es Álvaro Francisco López-Becerra de Solé y Casanova que, a sus 47 años, es además quinto marqués de Belfuerte, vigésimo séptimo conde de Cabra y decimonoveno vizconde de Iznájar. Hijo de Pilar-Paloma de Casanova y Barón, duquesa de Maqueda y marquesa de Astorga, sus ancestros fueron alcaides de la fortaleza de La Mota en Alcalá la Real, lo que prolonga la línea directa de El Gran Capitán por vía femenina.
Curiosamente, la familia Fernández de Córdoba ha dado lugar, a lo largo de los siglos, a numerosos personajes destacados, tanto en el ámbito político y militar como en la vida social y cultural española. Uno de los descendientes más conocidos del siglo XX fue, sin duda, Carlos Falcó y Fernández de Córdoba, marqués de Griñón, fallecido en 2020.
Hijo de Hilda Fernández de Córdoba, su linaje procedía también de El Gran Capitán, si bien su nombre no ha sido recogido en la Exposición Permanente de Montilla. La notoriedad de Carlos Falcó se debió no solo a su papel como empresario bodeguero y aristócrata, sino también a su matrimonio con Isabel Preysler y a su descendencia, entre la que se encuentra la mediática Tamara Falcó.
Por si fuera poco, en el año 2009, el genealogista Javier Cordero Aparicio aseguró, tras un "minucioso estudio histórico", que la mismísima reina Letizia sería descendiente de El Gran Capitán, una teoría que tuvo poco respaldo académico, si bien llegó a copar algunos titulares de la prensa del corazón.
Al margen de estos apuntes más anecdóticos, la genealogía expuesta en el castillo de Montilla ofrece una narrativa rigurosa, fascinante y esencial para entender cómo la historia de una figura clave del Renacimiento español se prolonga en la actualidad a través de sus descendientes. Porque la genealogía de El Gran Capitán no es solo una curiosidad histórica, sino un testimonio vivo de la proyección de una familia montillana que llegaría a dominar extensos territorios en Italia y España.
No es para menos, pues la estirpe de El Gran Capitán es una de las más amplias, antiguas y nobles de la historia de España. De hecho, se estima que hoy existen más de 5.000 descendientes vivos de este legendario militar montillano, una cifra que da cuenta de la continuidad y proyección de su linaje.
En efecto, la genealogía de El Gran Capitán, meticulosamente representada en la exposición comisariada por José Rey García, cronista oficial de la ciudad, ofrece al visitante una visión tan rigurosa como asombrosa de un legado familiar que arranca en Montilla el 1 de septiembre de 1453, momento del nacimiento del insigne militar.

Como es lógico, las ramas del árbol genealógico de Gonzalo Fernández de Córdoba se expanden a raíz de sus dos matrimonios. No obstante, de su primer enlace –con su prima Isabel de Montemayor– se sabe muy poco, ya que ella falleció al poco tiempo de desposarse, probablemente en su primer parto. Sin embargo, su segundo matrimonio, con María Manrique de Figueroa y Mendoza, hija del poderoso Fadrique Manrique de Castilla –a su vez, hijo bastardo de Enrique II de Castilla– dio origen a la línea dinástica más importante que lo sucedería.
De esta unión nacieron dos hijas: Beatriz, que murió joven en Génova, y Elvira, quien se convirtió en su heredera universal. Y su destino fue objeto, como era propia en la época, de múltiples negociaciones matrimoniales. De hecho, se pretendió casarla con Federico Colonna en Nápoles; con el condestable de Castilla, Bernardino de Velasco; con el duque de Segorbe y hasta con un nieto del rey Fernando.
Finalmente, fue unida en matrimonio al cuarto conde de Cabra, Luis Fernández de Córdoba, primogénito de la Casa de Cabra, en un acuerdo cuidadosamente planificado por la madre de la novia, que incluso gestionó la dispensa papal por parentesco. Las capitulaciones, firmadas en 1518, contemplaban herencias, joyas, arras por valor de 10.000 ducados y cláusulas detalladas sobre el uso de títulos, apellidos y armas. Se pactó, incluso, que el primogénito llevaría por siempre el nombre de "Gonzalo Fernández de Córdoba", perpetuando así el recuerdo del abuelo.

El esplendor de la Casa de Sessa
La rama principal de la extensa descendencia de El Gran Capitán es la Casa de Sessa, cuyo título nobiliario, el Ducado de Sessa, fue concedido por Fernando el Católico al propio Gonzalo Fernández de Córdoba en 1507. Aunque este ducado tiene una historia previa que se remonta a 1373, con su creación por la reina Juana I de Nápoles, no fue hasta el siglo XVI cuando quedó definitivamente vinculado a la figura de El Gran Capitán. El nombre del ducado hace referencia al municipio italiano de Sessa Aurunca, en la provincia de Caserta.
Gonzalo Fernández de Córdoba ostentó este título entre 1507 y 1515, pero no fue el único que recibió del rey aragonés: también fue nombrado duque de Sant'Angelo, Terranova, Andría y Montalto. Su hija, Elvira Fernández de Córdoba, heredó el título de duquesa de Sessa, que ostentó entre 1515 y 1524, y al contraer matrimonio con Luis Fernández de Córdoba, conde de Cabra, consolidó la unión entre dos poderosas casas nobiliarias.
En efecto, del matrimonio entre Elvira y Luis Fernández de Córdoba nació un nuevo linaje de nobles que mantuvo con honor la herencia de El Gran Capitán. El hijo primogénito del matrimonio, también llamado Gonzalo –tal y como se había pactado–, asumió los títulos de tercer duque de Sessa y quinto conde de Cabra, entre otros.
Destacó por su papel en la guerra del Piamonte y en las campañas de Italia bajo el reinado de Felipe II. Fue gobernador del Estado de Milán, capitán general de la Mar de Levante, almirante de Nápoles y miembro del Consejo de Estado. Pese a su carrera brillante y a su cercanía al Rey, murió sin descendencia en 1578, cerrando así la línea masculina directa.
A su muerte, la herencia pasó a su hermana, Francisca Fernández de Córdoba y de la Cerda, y posteriormente a los descendientes de otra hermana, Beatriz, casada con Fernando Folch de Cardona y Requesens. Pero sería su hijo, Antonio Fernández de Córdoba, quien continuaría la estirpe, anteponiendo el apellido Fernández de Córdoba sobre el paterno para, de este modo, preservar la memoria de El Gran Capitán.
Con todo, la dispersión del linaje llevó los títulos por distintas ramas familiares. Hoy día, el actual duque de Sessa es Gonzalo Barón y Gavito, nacido en Ciudad de México el 5 de febrero de 1948. Además de vigésimo primer duque de Sessa, ostenta otros títulos nobiliarios como decimonoveno conde de Altamira, duodécimo duque de Atrisco, vigésimo primer marqués de Astorga, decimotercer marqués de Leganés, marqués de Morata de la Vega y marqués de Pico de Velasco de Angustina.

Hijo de Leopoldo Barón y Osorio de Moscoso y de María Cristina Gavito y Jáuregui, está casado con Susana Carral Pinson y tiene dos hijos: Adelaida y Gonzalo Barón y Carral. Su linaje los vincula directamente con la Casa de Aguilar y, por tanto, con El Gran Capitán.
Los caminos del linaje: Cabra, Astorga, Altamira...
Otra de las ramas destacadas proviene del matrimonio de Elvira Fernández de Córdoba con el conde de Cabra. Este Condado, instituido en 1455 por el rey Enrique IV a favor de Diego Fernández de Córdoba y Montemayor, es uno de los títulos con Grandeza de España más antiguos —concretamente, el tercero más antiguo del país— y constituye otro pilar fundamental en la genealogía de El Gran Capitán.
Con Grandeza de España Inmemorial, el título de Conde de Cabra siguió unido a la Casa de Astorga tras el matrimonio de Buenaventura Francisca Fernández de Córdoba Folch de Cardona con Ventura Osorio de Moscoso en 1729. Sus descendientes acumularon una impresionante colección de títulos nobiliarios, hasta que, por desamortizaciones y fallecimientos sin sucesión, se dispersaron.

En el siglo XIX, la Casa de Cabra emparentó incluso con la realeza: el conde de Cabra, José María Osorio de Moscoso y Carvajal —también heredero de la noble Casa de Astorga-Altamira, una de las más poderosas de la España de su tiempo—, se casó con la infanta Luisa Teresa de Borbón y Borbón, princesa de las Dos Sicilias, una unión que necesitó el permiso expreso de Isabel II al tratarse de un matrimonio morganático –que es el nombre que reciben los esponsales entre personas de rangos sociales desiguales–.
El último descendiente más directo, según indica la genealogía expuesta en el castillo de Montilla, es Álvaro Francisco López-Becerra de Solé y Casanova que, a sus 47 años, es además quinto marqués de Belfuerte, vigésimo séptimo conde de Cabra y decimonoveno vizconde de Iznájar. Hijo de Pilar-Paloma de Casanova y Barón, duquesa de Maqueda y marquesa de Astorga, sus ancestros fueron alcaides de la fortaleza de La Mota en Alcalá la Real, lo que prolonga la línea directa de El Gran Capitán por vía femenina.
Otras ramas y rostros conocidos
Curiosamente, la familia Fernández de Córdoba ha dado lugar, a lo largo de los siglos, a numerosos personajes destacados, tanto en el ámbito político y militar como en la vida social y cultural española. Uno de los descendientes más conocidos del siglo XX fue, sin duda, Carlos Falcó y Fernández de Córdoba, marqués de Griñón, fallecido en 2020.
Hijo de Hilda Fernández de Córdoba, su linaje procedía también de El Gran Capitán, si bien su nombre no ha sido recogido en la Exposición Permanente de Montilla. La notoriedad de Carlos Falcó se debió no solo a su papel como empresario bodeguero y aristócrata, sino también a su matrimonio con Isabel Preysler y a su descendencia, entre la que se encuentra la mediática Tamara Falcó.
Por si fuera poco, en el año 2009, el genealogista Javier Cordero Aparicio aseguró, tras un "minucioso estudio histórico", que la mismísima reina Letizia sería descendiente de El Gran Capitán, una teoría que tuvo poco respaldo académico, si bien llegó a copar algunos titulares de la prensa del corazón.
Al margen de estos apuntes más anecdóticos, la genealogía expuesta en el castillo de Montilla ofrece una narrativa rigurosa, fascinante y esencial para entender cómo la historia de una figura clave del Renacimiento español se prolonga en la actualidad a través de sus descendientes. Porque la genealogía de El Gran Capitán no es solo una curiosidad histórica, sino un testimonio vivo de la proyección de una familia montillana que llegaría a dominar extensos territorios en Italia y España.
JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: J.P. BELLIDO / J.A. AGUILAR / DIPUTACIÓN DE CÓRDOBA
FOTOGRAFÍA: J.P. BELLIDO / J.A. AGUILAR / DIPUTACIÓN DE CÓRDOBA

