Montilla se halla inmersa en estos días en los preparativos de un acontecimiento histórico y cultural de enorme relevancia para la ciudad: la apertura en la primera planta del alhorí del castillo de una exposición permanente dedicada a Gonzalo Fernández de Córdoba, 'El Gran Capitán'. Y, sin duda, uno de los principales artífices de este nuevo espacio museográfico ha sido José Rey García, cronista oficial de la ciudad y presidente de la Asociación de Cronistas de la Provincia de Córdoba.
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y Diplomado de Educación General Básica por la Universidad de Córdoba (UCO), José Rey García fue nombrado cronista oficial de Montilla a finales de 2013, gracias al acuerdo unánime de todos los grupos políticos que conforman la Corporación municipal del Ayuntamiento de Montilla.
Director durante algunos años del Centro del Profesorado (CEP) Priego-Montilla, institución a la que se vinculó en 1986 en diferentes etapas y puestos –como subdirector, asesor de Secundaria del ámbito Cívico-Social y coordinador del Departamento de Medios y Recursos Didácticos–, se jubiló como maestro titular de Primaria del CEIP Vicente Aleixandre de Montilla.
Investigador de diferentes aspectos de la Historia de Montilla, José Rey ha trabajado en ámbitos como el del teatro en Montilla en los siglos XVIII y XIX, continuación de su trabajo El teatro del Siglo de Oro en Montilla (2009). Además, ha desarrollado investigaciones sobre la Casa del Pueblo y la figura del militar montillano Agustín Aguilar-Tablada y Toro, a lo que se suma una biografía del histórico socialista Francisco Palop Segovia.
A la década de los noventa del pasado siglo se remontan sus estudios sobre el Inca Garcilaso, personaje de relevancia en la historia de Montilla cuya vida quedó plasmada en su documental El Inca Garcilaso: Con la espada y con la pluma (1992).
La poesía también aparece en el currículo de José Rey como una de sus facetas creativas más prósperas. De hecho, en 1996 fue Premio Nacional de Poesía “Mario López” y cuatro años después Premio de Poesía “Asociación Marquesado de Priego”.
En este ámbito, ha publicado poemas en Antología. 25 Poetas en la Casa del Inca (2000), Antología. Los cuadernos de Sandua. Veinte poemas de amor (1998) y Antología. XII Juegos Florales de Primavera (1997), además de sus libros Cuarto Creciente (1997) y Como la sombra en el eco (1981). En narrativa, destacan sus títulos, entre otros, Córdoba cuenta (2008) y Aquel sol de la infancia (2005).
Miembro fundador del Aula Poética Inca Garcilaso, desde hace años forma parte del Consejo Asesor de Patrimonio del Ayuntamiento de Montilla y de la Cátedra Gran Capitán. Además, ha sido pregonero de la Fiesta de la Cruz (1997) y de la Fiesta del Barrio Gran Capitán (2004).
A finales de 2017, el nuevo presidente de la Asociación de Cronistas de la Provincia de Córdoba presentó en el castillo de El Gran Capitán un trabajo de investigación en torno a este histórico monumento y la villa medieval de Montilla. Una publicación que veía la luz tras varios años de investigación y cuyos resultados permitieron descubrir algunos aspectos hasta ese momento desconocidos de esa etapa histórica en la ciudad.
Precisamente, las investigaciones del cronista oficial de Montilla en torno al castillo han servido como base de los trabajos que se vienen desarrollando por el Ayuntamiento para la recuperación de este espacio. No en vano, José Rey y el arqueólogo José Miguel Bascón han colaborado en la redacción del Plan Director del Castillo, un proyecto dirigido a la recuperación de los vestigios arqueológicos de esta zona a través de los fondos del 1,5% Cultural del Ministerio de Fomento, entre otras fuentes de financiación.
—La figura de El Gran Capitán ha sido objeto de numerosos estudios. Desde su punto de vista, ¿qué aspectos de su vida o legado merecen más difusión hoy en día?
—A pesar de que en la mayor parte de las poblaciones españolas hay una calle, una avenida, un parque, un centro educativo o una empresa con el nombre de "Gran Capitán" y que todo el mundo ha oído este apelativo, considero que, a nivel popular, hay un general desconocimiento sobre el personaje. El mito lo ha devorado. Los textos sobre Gonzalo Fernández de Córdoba se remontan a los primeros años del siglo XVI y, desde entonces hasta nuestros días, se ha escrito y se sigue escribiendo mucho sobre el personaje.
Sin embargo, considero que hay que seguir profundizando en el personaje que encarna el mito, en los principios y valores que lo singularizan de los militares y nobles de su época, de su papel en las Capitulaciones de Santa Fe, de su labor política en Nápoles arteramente utilizada contra él, cuando fue una impecable labor a favor de la Corona de España y de fidelidad y lealtad a Fernando el Católico, a quien le conquistó y pacificó un reino tan complejo en sus relaciones internas como era Nápoles.
—Ha trabajado en la investigación sobre el castillo de Montilla y en su plan de recuperación. ¿Cuáles han sido los descubrimientos más importantes en este proceso?
—En principio, se corrobora lo que intuíamos: que buena parte del castillo de Montilla permanece soterrado y a la espera de que sus estructuras sean conocidas y puestas en valor. En esta primera fase de excavación han aparecido importantes estructuras ibero-romanas sobre las que se yuxtaponen directamente las medievales, lo que aportan importantes datos sobre la historia antigua y medieval de la ciudad.
Por otra parte, también es muy significativo el descubrimiento de una serie de lagares medievales, intramuros, del castillo donde Alonso de Aguilar y su hijo Pedro Fernández de Córdoba hacían la vendimia y criaban sus propios vinos. También se han descubierto y restaurado los muros del castillo y otras estructuras defensivas. Próximamente se iniciará una segunda fase de excavación en el baluarte de entrada al castillo y la restauración de las torres semicirculares que rodean el alcázar.
—La nueva sala museística del castillo ha contado con su asesoramiento histórico. ¿Qué podrá encontrar el visitante en este espacio y qué impacto cree que tendrá en la difusión del patrimonio montillano?
—Para mí ha sido un placer comisariar la Exposición Permanente “Gran Capitán”. Ha sido un reto que ha implicado un tremendo esfuerzo y dedicación, pero creo que merece la pena que en Montilla se rinda un digno tributo a uno de sus hijos más insignes.
Las personas que visiten la exposición podrán contemplar una gran selección de obras pictóricas, unas originales y otras excelentes reproducciones procedentes de importantes pinacotecas españolas. Una muestra del armamento de los siglos XV, XVI y XVII, además de documentos y libros que se remontan a la época de El Gran Capitán, a su etapa como virrey de Nápoles, a su legado reflejado en la conformación de los Tercios españoles o al momento de la destrucción del castillo montillano. Pero, fundamentalmente, accederán a un relato sobre su vida, al conocimiento del personaje y al proceso por el que éste se convierte en mito.
—Ha investigado aspectos muy diversos de la historia de Montilla, desde el teatro hasta figuras políticas y militares. ¿Qué le ha llevado a interesarse por tantos ámbitos distintos?
—Creo que todo ha respondido siempre a un primer impulso de curiosidad. Afortunadamente, Montilla es una ciudad cargada de historia que ofrece múltiples aspectos para la investigación, incluyendo un amplio abanico de personajes de una relevancia histórica excepcional, como Gonzalo Fernández de Córdoba, el Inca Garcilaso, Diego de Alvear, san Francisco Solano, san Juan de Ávila, Catalina Fernández de Córdoba, Leonor Rodríguez –La Camacha cervantina–, Francisco Solano de Luque –El Pulsista–, Bernabé Fernández Sánchez, Francisco Palop Segovia, Miguel Núñez de Prado, Antonio Pablo Fernández Solano –apodado El Sabio Andaluz– y un larguísimo etcétera.
—Su trabajo ha abordado la historia de Montilla desde múltiples perspectivas. ¿Hay algún hallazgo o investigación que considere especialmente relevante en su trayectoria?
—No sé si realmente hay algo de especial relevancia. Posiblemente, mis investigaciones sobre El Gran Capitán aporten algún aspecto que contribuya al mejor y mayor conocimiento del mismo. Mi trabajo sobre el teatro del Barroco en Montilla probablemente aporte datos sobre la vida cotidiana en la Montilla del siglo XVII.
Sin embargo, como resultado y complemento de mis trabajos sobre Gonzalo Fernández de Córdoba y sobre el castillo y la villa medieval de Montilla, hay algo de lo que me siento especialmente orgulloso y es el hecho de haber impulsado la excavación arqueológica del castillo y la construcción de una sala permanente sobre El Gran Capitán.
Pero ello no hubiera sido posible sin la aportación de los técnicos municipales, la colaboración de multitud de instituciones públicas y privadas, la plena implicación de varias corporaciones municipales y, muy especialmente, del alcalde de Montilla, Rafael Llamas, que ha demostrado una especial sensibilidad a la hora de trabajar en pro del patrimonio histórico y cultural de Montilla y a quien agradezco haber depositado en mí la confianza y la responsabilidad de abordar ambos proyectos.
—Ha sido galardonado en el ámbito poético y también ha escrito narrativa. ¿Cómo se complementa su faceta literaria con su labor como cronista e historiador?
—Yo creo que cualquier persona es el resultado del mínimo común múltiplo de todas aquellas facetas que conforman su personalidad, del resultado de sus vivencias y de sus preocupaciones, del entorno profesional y social en que se desenvuelve.
La misma sensibilidad aparece ante la lectura de un poema que ante un cuadro, una novela, un hallazgo arqueológico o la transcripción de un documento que nos habla de las pasiones, deseos o tribulaciones de un ser humano que pisó, hace más de quinientos años, el suelo que ahora piso. Me siento muy a gusto en todas y cada una de esas facetas y todas las disfruto.
—¿Cómo es su proceso de documentación e investigación para escribir sobre la historia de Montilla y la provincia de Córdoba?
—Cualquier proceso de investigación parte de la curiosidad, del deseo de conocer sobre un tema, un personaje o un periodo histórico. A partir de ese momento determino el objetivo de la investigación y realizo la búsqueda de fuentes relevantes, tanto en archivos como en bibliotecas y hemerotecas, sin descartar la entrevista personal cuando el caso lo requiere.
También procuro evaluar la relevancia y credibilidad de las fuentes. Con la documentación que voy recopilando creo y organizo un archivo que será el que me permita abordar la redacción de mi propio texto con los resultados de la investigación. Un trabajo que, finalmente, presento y difundo en artículos, libros, conferencias o congresos.
Aprovecho la ocasión para informar que muchos de los trabajos de investigación de los cronistas cordobeses se encuentran publicados en treinta y un volúmenes de Crónica de Córdoba y sus pueblos, un libro que llega a todas las bibliotecas públicas de la provincia y que se puede consultar en su totalidad en la página web de los Cronistas de Córdoba. En sus textos hay estudios sobre casi la totalidad de los municipios cordobeses.
—Si pudiera destacar otro personaje de la historia de Montilla que cree que aún es poco conocido, ¿cuál sería y por qué?
—Hay varios que merecen una especial atención, pero a mí me despierta un especial interés doña Elvira de Herrera y Enríquez, madre de El Gran Capitán. Viuda con dos hijos y una hija, todos ellos menores, se ve abocada a dirigir el señorío de Aguilar hasta que su hijo Alonso pudo hacerse cargo del mismo. Desgraciadamente, no abunda ni la documentación primaria ni secundaria sobre ella.
—Para usted, ¿cuál es el mayor desafío al que se enfrenta la conservación del patrimonio histórico en municipios como Montilla?
—En los últimos tiempos, Montilla ha ido incrementando considerablemente el volumen de edificios que conforman buena parte del patrimonio histórico y que se ofrecen al visitante, en algunos casos con bastantes limitaciones de apertura y mantenimiento. A la Casa del Inca, la casa de san Juan de Ávila, la Casa de las Aguas, el castillo, el Museo Histórico, las iglesias y edificios conventuales o el Archivo Histórico Municipal, hay que incorporar la puesta en valor de nuevos espacios como la zona recientemente excavada en el castillo, el Claustro del Pretorio recientemente restaurado por la actual Corporación municipal, el Palacio de los marqueses de Priego y duques de Medinaceli, la casa de Teresa Enríquez, el futuro Museo del Vino y el del Aceite, etcétera.
De todo este patrimonio, el que depende de la gestión municipal, requiere articular una fórmula de gestión que permita su mantenimiento, actualización y dinamización de una forma profesional y efectiva, con un equipo de personas que atiendan los distintos aspectos que afectan a la dirección conjunta, a su conservación y a su puesta a disposición y atención del visitante.
No se trata sólo de incrementar el patrimonio, sino que hay que llenarlo de contenido y ponerlo a disposición de la sociedad. Creo que abordar una eficiente forma de organización y gestión de todos esos espacios es el mayor desafío al que se enfrenta, en este asunto, el Ayuntamiento de Montilla.
—¿Cómo definiría la labor de un cronista oficial en la actualidad y qué importancia tiene para la conservación de la memoria histórica local?
—La función histórica del cronista era la documentación y narración de hechos históricos, de acontecimientos sociales, religiosos o artísticos dignos de ser recordados y transmitidos, así como biografiar a los grandes personajes y glosar el relato de sus hechos. Hablaban de su actualidad con el objetivo de informar y transmitir un testimonio a las generaciones venideras.
Actualmente, su ocupación se centra, fundamentalmente, en la investigación y difusión de la historia local y de todos aquellos otros elementos y aspectos que configuran la memoria de los pueblos, ya que la narración del presente corresponde a los medios de comunicación en su más amplio espectro. En cuanto a su importancia para la conservación de la memoria histórica local, es esencial y, en algunos casos, vital.
El cronista investiga, conoce y comparte. Trabaja entre libros, legajos, piedras y documentos, buceando en nuestro pasado y ofreciendo pistas para interpretar nuestro presente, removiendo nuestras raíces para saber de dónde procedemos, quienes somos y por qué somos.
Sólo sabiendo de dónde venimos podremos intuir hacia dónde vamos. Si la memoria de los pueblos se atesora en los archivos, en las bibliotecas, en el arte o en su arquitectura, es el personal investigador –que en algunas localidades de menor entidad sólo es el cronista– el que la mantiene viva.
—¿Cómo ha evolucionado el papel del cronista a lo largo de los años y cuáles son los principales retos que enfrenta hoy en día?
—El cronista oficial actual responde a un cargo honorífico, vitalicio y no retribuido que las corporaciones municipales otorgan a quien se ha distinguido por un demostrado trabajo, dedicación y amor a su pueblo. Este es el denominador común que encierran los diferentes perfiles humanos y profesionales de los miembros que conforman nuestra asociación, complementado con una contrastada trayectoria de investigación, difusión histórica y compromiso con la defensa del patrimonio histórico local.
En cuanto a la segunda parte de la pregunta, me gustaría referirme, más que a retos, a funciones y objetivos que cada cronista, en el contexto de su localidad y de su propia iniciativa y dedicación, viene desarrollando. En primer lugar, la investigación histórica, mediante la búsqueda y análisis de fuentes primarias y secundarias, y la verificación de la información, fundamental para garantizar la precisión y la fiabilidad de sus crónicas.
Derivada de la labor investigadora, en muchos casos y a lo largo del tiempo, se han recopilado, ordenado y preservado no sólo documentos, sino archivos históricos que corrían un serio peligro de desaparición. Afortunadamente, esta situación de abandono y deterioro de los archivos históricos ha desaparecido de manera general.
También ocupa buena parte de su dedicación a defender y velar por la conservación del patrimonio local, tanto de carácter material como inmaterial; a asesorar a su ayuntamiento en aquellas cuestiones que se le demandan; a publicar y difundir la riqueza y singularidad del patrimonio de su localidad en foros provinciales, nacionales e internacionales y a mantener la memoria
—Como presidente de la Asociación de Cronistas de la Provincia de Córdoba, ¿cuáles son sus objetivos y líneas de trabajo prioritarias?
—Además del tradicional encuentro provincial de cronistas oficiales, que este año celebraremos el próximo 3 de mayo en Hinojosa del Duque, la actual Junta Rectora ha planteado una serie de actividades que se llevarán a cabo en colaboración con instituciones provinciales, como la Diputación de Córdoba; la Delegación Territorial de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía; el Instituto Andaluz de los Castillos o los propios ayuntamientos. Todas ellas encaminadas al impulso de estudios sobre la historia, la cultura y el patrimonio de Córdoba.
Por otra parte, solemos instar a los ayuntamientos que, por una causa u otra, no tienen cronista oficial, a que procedan a la elección y nombramiento, poniéndoles de relieve la importancia del mismo. Y tratamos de propiciar las relaciones científicas y culturales entre los miembros de nuestra asociación, así como el establecimiento de vínculos con otras asociaciones provinciales y con la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales. Por último, buscamos potenciar el conocimiento de nuestro trabajo y velar por la consideración y el prestigio de los cronistas.
—En un mundo digital donde la información se consume de manera rápida, ¿cree que la figura del cronista sigue siendo tan relevante como en épocas pasadas?
—Considero que la función del cronista actual no sólo es relevante, sino se convierte en fundamental. La sociedad actual no muestra una especial inclinación para el conocimiento de su historia. Resulta paradójico que cuando el individuo tiene a su disposición una infinitud de cauces para acceder al conocimiento, y en este caso al de su historia, más deficitaria sea esta competencia.
Las nuevas generaciones tienen un escaso conocimiento de su historia, de su memoria colectiva, la que afecta a todos y que es irrenunciable. O la tienen sesgada, cuando no adulterada. No hemos sabido despertar su interés por estas cosas.
Por otra parte, el consumo indiscriminado de información superficial, rápida, sin contraste y tendenciosa oculta y tergiversa la realmente importante y trascendente, la que nos ubica en el mundo, la que nos permite interpretar la realidad, la que nos arraiga en nuestra propia identidad. El cronista no trabaja con la información rápida e inmediata, sino con aquella que se atesora en los libros y en los documentos.
—¿Qué consejo daría a las nuevas generaciones interesadas en la investigación y divulgación de la historia local?
—Que conocer y profundizar en la historia local es investigar en los orígenes de su propia identidad. Que es una actividad que acaba siendo apasionante y que nos ayuda a comprender quienes somos, de dónde venimos, por qué la realidad histórica, económica y social de nuestro pueblo tiene sus singularidades que lo hacen diferente de cualquier otro.
—Además de preservar la historia, ¿cree que el cronista tiene una función educativa y de sensibilización sobre el patrimonio?
—Las intervenciones públicas de los cronistas no están exentas de un cierto grado de pedagogía: sólo se puede amar lo que se conoce y sólo se puede defender lo que se ama. Para un cronista, la historia es la memoria de los pueblos, una historia conformada por acontecimientos venturosos o trágicos que fueron los que fueron, y que hay que conocer a través de fuentes fiables y honestas.
Si es trágico que una persona pierda la memoria, mucho más lo es que la pierda un pueblo. Como persona sin memoria, un pueblo también pierde su identidad, su referencia con la realidad, su capacidad de interpretar y queda a merced de otros.
Es muy importante saber transmitir el interés por el conocimiento de la historia, de la cultura, de las costumbres, de cómo vivieron y se relacionaron nuestros mayores, de lo bueno y de lo malo que ha ocurrido en nuestro país a lo largo del tiempo, ayudando en algunos casos a desmontar prejuicios, conceptos equivocados y reinterpretaciones interesadas de la historia.
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y Diplomado de Educación General Básica por la Universidad de Córdoba (UCO), José Rey García fue nombrado cronista oficial de Montilla a finales de 2013, gracias al acuerdo unánime de todos los grupos políticos que conforman la Corporación municipal del Ayuntamiento de Montilla.
Director durante algunos años del Centro del Profesorado (CEP) Priego-Montilla, institución a la que se vinculó en 1986 en diferentes etapas y puestos –como subdirector, asesor de Secundaria del ámbito Cívico-Social y coordinador del Departamento de Medios y Recursos Didácticos–, se jubiló como maestro titular de Primaria del CEIP Vicente Aleixandre de Montilla.
Investigador de diferentes aspectos de la Historia de Montilla, José Rey ha trabajado en ámbitos como el del teatro en Montilla en los siglos XVIII y XIX, continuación de su trabajo El teatro del Siglo de Oro en Montilla (2009). Además, ha desarrollado investigaciones sobre la Casa del Pueblo y la figura del militar montillano Agustín Aguilar-Tablada y Toro, a lo que se suma una biografía del histórico socialista Francisco Palop Segovia.
A la década de los noventa del pasado siglo se remontan sus estudios sobre el Inca Garcilaso, personaje de relevancia en la historia de Montilla cuya vida quedó plasmada en su documental El Inca Garcilaso: Con la espada y con la pluma (1992).
La poesía también aparece en el currículo de José Rey como una de sus facetas creativas más prósperas. De hecho, en 1996 fue Premio Nacional de Poesía “Mario López” y cuatro años después Premio de Poesía “Asociación Marquesado de Priego”.
En este ámbito, ha publicado poemas en Antología. 25 Poetas en la Casa del Inca (2000), Antología. Los cuadernos de Sandua. Veinte poemas de amor (1998) y Antología. XII Juegos Florales de Primavera (1997), además de sus libros Cuarto Creciente (1997) y Como la sombra en el eco (1981). En narrativa, destacan sus títulos, entre otros, Córdoba cuenta (2008) y Aquel sol de la infancia (2005).
Miembro fundador del Aula Poética Inca Garcilaso, desde hace años forma parte del Consejo Asesor de Patrimonio del Ayuntamiento de Montilla y de la Cátedra Gran Capitán. Además, ha sido pregonero de la Fiesta de la Cruz (1997) y de la Fiesta del Barrio Gran Capitán (2004).
A finales de 2017, el nuevo presidente de la Asociación de Cronistas de la Provincia de Córdoba presentó en el castillo de El Gran Capitán un trabajo de investigación en torno a este histórico monumento y la villa medieval de Montilla. Una publicación que veía la luz tras varios años de investigación y cuyos resultados permitieron descubrir algunos aspectos hasta ese momento desconocidos de esa etapa histórica en la ciudad.
Precisamente, las investigaciones del cronista oficial de Montilla en torno al castillo han servido como base de los trabajos que se vienen desarrollando por el Ayuntamiento para la recuperación de este espacio. No en vano, José Rey y el arqueólogo José Miguel Bascón han colaborado en la redacción del Plan Director del Castillo, un proyecto dirigido a la recuperación de los vestigios arqueológicos de esta zona a través de los fondos del 1,5% Cultural del Ministerio de Fomento, entre otras fuentes de financiación.
—La figura de El Gran Capitán ha sido objeto de numerosos estudios. Desde su punto de vista, ¿qué aspectos de su vida o legado merecen más difusión hoy en día?
—A pesar de que en la mayor parte de las poblaciones españolas hay una calle, una avenida, un parque, un centro educativo o una empresa con el nombre de "Gran Capitán" y que todo el mundo ha oído este apelativo, considero que, a nivel popular, hay un general desconocimiento sobre el personaje. El mito lo ha devorado. Los textos sobre Gonzalo Fernández de Córdoba se remontan a los primeros años del siglo XVI y, desde entonces hasta nuestros días, se ha escrito y se sigue escribiendo mucho sobre el personaje.
Sin embargo, considero que hay que seguir profundizando en el personaje que encarna el mito, en los principios y valores que lo singularizan de los militares y nobles de su época, de su papel en las Capitulaciones de Santa Fe, de su labor política en Nápoles arteramente utilizada contra él, cuando fue una impecable labor a favor de la Corona de España y de fidelidad y lealtad a Fernando el Católico, a quien le conquistó y pacificó un reino tan complejo en sus relaciones internas como era Nápoles.
—Ha trabajado en la investigación sobre el castillo de Montilla y en su plan de recuperación. ¿Cuáles han sido los descubrimientos más importantes en este proceso?
—En principio, se corrobora lo que intuíamos: que buena parte del castillo de Montilla permanece soterrado y a la espera de que sus estructuras sean conocidas y puestas en valor. En esta primera fase de excavación han aparecido importantes estructuras ibero-romanas sobre las que se yuxtaponen directamente las medievales, lo que aportan importantes datos sobre la historia antigua y medieval de la ciudad.
Por otra parte, también es muy significativo el descubrimiento de una serie de lagares medievales, intramuros, del castillo donde Alonso de Aguilar y su hijo Pedro Fernández de Córdoba hacían la vendimia y criaban sus propios vinos. También se han descubierto y restaurado los muros del castillo y otras estructuras defensivas. Próximamente se iniciará una segunda fase de excavación en el baluarte de entrada al castillo y la restauración de las torres semicirculares que rodean el alcázar.
—La nueva sala museística del castillo ha contado con su asesoramiento histórico. ¿Qué podrá encontrar el visitante en este espacio y qué impacto cree que tendrá en la difusión del patrimonio montillano?
—Para mí ha sido un placer comisariar la Exposición Permanente “Gran Capitán”. Ha sido un reto que ha implicado un tremendo esfuerzo y dedicación, pero creo que merece la pena que en Montilla se rinda un digno tributo a uno de sus hijos más insignes.
Las personas que visiten la exposición podrán contemplar una gran selección de obras pictóricas, unas originales y otras excelentes reproducciones procedentes de importantes pinacotecas españolas. Una muestra del armamento de los siglos XV, XVI y XVII, además de documentos y libros que se remontan a la época de El Gran Capitán, a su etapa como virrey de Nápoles, a su legado reflejado en la conformación de los Tercios españoles o al momento de la destrucción del castillo montillano. Pero, fundamentalmente, accederán a un relato sobre su vida, al conocimiento del personaje y al proceso por el que éste se convierte en mito.
—Ha investigado aspectos muy diversos de la historia de Montilla, desde el teatro hasta figuras políticas y militares. ¿Qué le ha llevado a interesarse por tantos ámbitos distintos?
—Creo que todo ha respondido siempre a un primer impulso de curiosidad. Afortunadamente, Montilla es una ciudad cargada de historia que ofrece múltiples aspectos para la investigación, incluyendo un amplio abanico de personajes de una relevancia histórica excepcional, como Gonzalo Fernández de Córdoba, el Inca Garcilaso, Diego de Alvear, san Francisco Solano, san Juan de Ávila, Catalina Fernández de Córdoba, Leonor Rodríguez –La Camacha cervantina–, Francisco Solano de Luque –El Pulsista–, Bernabé Fernández Sánchez, Francisco Palop Segovia, Miguel Núñez de Prado, Antonio Pablo Fernández Solano –apodado El Sabio Andaluz– y un larguísimo etcétera.
—Su trabajo ha abordado la historia de Montilla desde múltiples perspectivas. ¿Hay algún hallazgo o investigación que considere especialmente relevante en su trayectoria?
—No sé si realmente hay algo de especial relevancia. Posiblemente, mis investigaciones sobre El Gran Capitán aporten algún aspecto que contribuya al mejor y mayor conocimiento del mismo. Mi trabajo sobre el teatro del Barroco en Montilla probablemente aporte datos sobre la vida cotidiana en la Montilla del siglo XVII.
Sin embargo, como resultado y complemento de mis trabajos sobre Gonzalo Fernández de Córdoba y sobre el castillo y la villa medieval de Montilla, hay algo de lo que me siento especialmente orgulloso y es el hecho de haber impulsado la excavación arqueológica del castillo y la construcción de una sala permanente sobre El Gran Capitán.
Pero ello no hubiera sido posible sin la aportación de los técnicos municipales, la colaboración de multitud de instituciones públicas y privadas, la plena implicación de varias corporaciones municipales y, muy especialmente, del alcalde de Montilla, Rafael Llamas, que ha demostrado una especial sensibilidad a la hora de trabajar en pro del patrimonio histórico y cultural de Montilla y a quien agradezco haber depositado en mí la confianza y la responsabilidad de abordar ambos proyectos.
—Ha sido galardonado en el ámbito poético y también ha escrito narrativa. ¿Cómo se complementa su faceta literaria con su labor como cronista e historiador?
—Yo creo que cualquier persona es el resultado del mínimo común múltiplo de todas aquellas facetas que conforman su personalidad, del resultado de sus vivencias y de sus preocupaciones, del entorno profesional y social en que se desenvuelve.
La misma sensibilidad aparece ante la lectura de un poema que ante un cuadro, una novela, un hallazgo arqueológico o la transcripción de un documento que nos habla de las pasiones, deseos o tribulaciones de un ser humano que pisó, hace más de quinientos años, el suelo que ahora piso. Me siento muy a gusto en todas y cada una de esas facetas y todas las disfruto.
—¿Cómo es su proceso de documentación e investigación para escribir sobre la historia de Montilla y la provincia de Córdoba?
—Cualquier proceso de investigación parte de la curiosidad, del deseo de conocer sobre un tema, un personaje o un periodo histórico. A partir de ese momento determino el objetivo de la investigación y realizo la búsqueda de fuentes relevantes, tanto en archivos como en bibliotecas y hemerotecas, sin descartar la entrevista personal cuando el caso lo requiere.
También procuro evaluar la relevancia y credibilidad de las fuentes. Con la documentación que voy recopilando creo y organizo un archivo que será el que me permita abordar la redacción de mi propio texto con los resultados de la investigación. Un trabajo que, finalmente, presento y difundo en artículos, libros, conferencias o congresos.
Aprovecho la ocasión para informar que muchos de los trabajos de investigación de los cronistas cordobeses se encuentran publicados en treinta y un volúmenes de Crónica de Córdoba y sus pueblos, un libro que llega a todas las bibliotecas públicas de la provincia y que se puede consultar en su totalidad en la página web de los Cronistas de Córdoba. En sus textos hay estudios sobre casi la totalidad de los municipios cordobeses.
—Si pudiera destacar otro personaje de la historia de Montilla que cree que aún es poco conocido, ¿cuál sería y por qué?
—Hay varios que merecen una especial atención, pero a mí me despierta un especial interés doña Elvira de Herrera y Enríquez, madre de El Gran Capitán. Viuda con dos hijos y una hija, todos ellos menores, se ve abocada a dirigir el señorío de Aguilar hasta que su hijo Alonso pudo hacerse cargo del mismo. Desgraciadamente, no abunda ni la documentación primaria ni secundaria sobre ella.
—Para usted, ¿cuál es el mayor desafío al que se enfrenta la conservación del patrimonio histórico en municipios como Montilla?
—En los últimos tiempos, Montilla ha ido incrementando considerablemente el volumen de edificios que conforman buena parte del patrimonio histórico y que se ofrecen al visitante, en algunos casos con bastantes limitaciones de apertura y mantenimiento. A la Casa del Inca, la casa de san Juan de Ávila, la Casa de las Aguas, el castillo, el Museo Histórico, las iglesias y edificios conventuales o el Archivo Histórico Municipal, hay que incorporar la puesta en valor de nuevos espacios como la zona recientemente excavada en el castillo, el Claustro del Pretorio recientemente restaurado por la actual Corporación municipal, el Palacio de los marqueses de Priego y duques de Medinaceli, la casa de Teresa Enríquez, el futuro Museo del Vino y el del Aceite, etcétera.
De todo este patrimonio, el que depende de la gestión municipal, requiere articular una fórmula de gestión que permita su mantenimiento, actualización y dinamización de una forma profesional y efectiva, con un equipo de personas que atiendan los distintos aspectos que afectan a la dirección conjunta, a su conservación y a su puesta a disposición y atención del visitante.
No se trata sólo de incrementar el patrimonio, sino que hay que llenarlo de contenido y ponerlo a disposición de la sociedad. Creo que abordar una eficiente forma de organización y gestión de todos esos espacios es el mayor desafío al que se enfrenta, en este asunto, el Ayuntamiento de Montilla.
El papel del cronista en la actualidad
—¿Cómo definiría la labor de un cronista oficial en la actualidad y qué importancia tiene para la conservación de la memoria histórica local?
—La función histórica del cronista era la documentación y narración de hechos históricos, de acontecimientos sociales, religiosos o artísticos dignos de ser recordados y transmitidos, así como biografiar a los grandes personajes y glosar el relato de sus hechos. Hablaban de su actualidad con el objetivo de informar y transmitir un testimonio a las generaciones venideras.
Actualmente, su ocupación se centra, fundamentalmente, en la investigación y difusión de la historia local y de todos aquellos otros elementos y aspectos que configuran la memoria de los pueblos, ya que la narración del presente corresponde a los medios de comunicación en su más amplio espectro. En cuanto a su importancia para la conservación de la memoria histórica local, es esencial y, en algunos casos, vital.
El cronista investiga, conoce y comparte. Trabaja entre libros, legajos, piedras y documentos, buceando en nuestro pasado y ofreciendo pistas para interpretar nuestro presente, removiendo nuestras raíces para saber de dónde procedemos, quienes somos y por qué somos.
Sólo sabiendo de dónde venimos podremos intuir hacia dónde vamos. Si la memoria de los pueblos se atesora en los archivos, en las bibliotecas, en el arte o en su arquitectura, es el personal investigador –que en algunas localidades de menor entidad sólo es el cronista– el que la mantiene viva.
—¿Cómo ha evolucionado el papel del cronista a lo largo de los años y cuáles son los principales retos que enfrenta hoy en día?
—El cronista oficial actual responde a un cargo honorífico, vitalicio y no retribuido que las corporaciones municipales otorgan a quien se ha distinguido por un demostrado trabajo, dedicación y amor a su pueblo. Este es el denominador común que encierran los diferentes perfiles humanos y profesionales de los miembros que conforman nuestra asociación, complementado con una contrastada trayectoria de investigación, difusión histórica y compromiso con la defensa del patrimonio histórico local.
En cuanto a la segunda parte de la pregunta, me gustaría referirme, más que a retos, a funciones y objetivos que cada cronista, en el contexto de su localidad y de su propia iniciativa y dedicación, viene desarrollando. En primer lugar, la investigación histórica, mediante la búsqueda y análisis de fuentes primarias y secundarias, y la verificación de la información, fundamental para garantizar la precisión y la fiabilidad de sus crónicas.
Derivada de la labor investigadora, en muchos casos y a lo largo del tiempo, se han recopilado, ordenado y preservado no sólo documentos, sino archivos históricos que corrían un serio peligro de desaparición. Afortunadamente, esta situación de abandono y deterioro de los archivos históricos ha desaparecido de manera general.
También ocupa buena parte de su dedicación a defender y velar por la conservación del patrimonio local, tanto de carácter material como inmaterial; a asesorar a su ayuntamiento en aquellas cuestiones que se le demandan; a publicar y difundir la riqueza y singularidad del patrimonio de su localidad en foros provinciales, nacionales e internacionales y a mantener la memoria
—Como presidente de la Asociación de Cronistas de la Provincia de Córdoba, ¿cuáles son sus objetivos y líneas de trabajo prioritarias?
—Además del tradicional encuentro provincial de cronistas oficiales, que este año celebraremos el próximo 3 de mayo en Hinojosa del Duque, la actual Junta Rectora ha planteado una serie de actividades que se llevarán a cabo en colaboración con instituciones provinciales, como la Diputación de Córdoba; la Delegación Territorial de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía; el Instituto Andaluz de los Castillos o los propios ayuntamientos. Todas ellas encaminadas al impulso de estudios sobre la historia, la cultura y el patrimonio de Córdoba.
Por otra parte, solemos instar a los ayuntamientos que, por una causa u otra, no tienen cronista oficial, a que procedan a la elección y nombramiento, poniéndoles de relieve la importancia del mismo. Y tratamos de propiciar las relaciones científicas y culturales entre los miembros de nuestra asociación, así como el establecimiento de vínculos con otras asociaciones provinciales y con la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales. Por último, buscamos potenciar el conocimiento de nuestro trabajo y velar por la consideración y el prestigio de los cronistas.
—En un mundo digital donde la información se consume de manera rápida, ¿cree que la figura del cronista sigue siendo tan relevante como en épocas pasadas?
—Considero que la función del cronista actual no sólo es relevante, sino se convierte en fundamental. La sociedad actual no muestra una especial inclinación para el conocimiento de su historia. Resulta paradójico que cuando el individuo tiene a su disposición una infinitud de cauces para acceder al conocimiento, y en este caso al de su historia, más deficitaria sea esta competencia.
Las nuevas generaciones tienen un escaso conocimiento de su historia, de su memoria colectiva, la que afecta a todos y que es irrenunciable. O la tienen sesgada, cuando no adulterada. No hemos sabido despertar su interés por estas cosas.
Por otra parte, el consumo indiscriminado de información superficial, rápida, sin contraste y tendenciosa oculta y tergiversa la realmente importante y trascendente, la que nos ubica en el mundo, la que nos permite interpretar la realidad, la que nos arraiga en nuestra propia identidad. El cronista no trabaja con la información rápida e inmediata, sino con aquella que se atesora en los libros y en los documentos.
—¿Qué consejo daría a las nuevas generaciones interesadas en la investigación y divulgación de la historia local?
—Que conocer y profundizar en la historia local es investigar en los orígenes de su propia identidad. Que es una actividad que acaba siendo apasionante y que nos ayuda a comprender quienes somos, de dónde venimos, por qué la realidad histórica, económica y social de nuestro pueblo tiene sus singularidades que lo hacen diferente de cualquier otro.
—Además de preservar la historia, ¿cree que el cronista tiene una función educativa y de sensibilización sobre el patrimonio?
—Las intervenciones públicas de los cronistas no están exentas de un cierto grado de pedagogía: sólo se puede amar lo que se conoce y sólo se puede defender lo que se ama. Para un cronista, la historia es la memoria de los pueblos, una historia conformada por acontecimientos venturosos o trágicos que fueron los que fueron, y que hay que conocer a través de fuentes fiables y honestas.
Si es trágico que una persona pierda la memoria, mucho más lo es que la pierda un pueblo. Como persona sin memoria, un pueblo también pierde su identidad, su referencia con la realidad, su capacidad de interpretar y queda a merced de otros.
Es muy importante saber transmitir el interés por el conocimiento de la historia, de la cultura, de las costumbres, de cómo vivieron y se relacionaron nuestros mayores, de lo bueno y de lo malo que ha ocurrido en nuestro país a lo largo del tiempo, ayudando en algunos casos a desmontar prejuicios, conceptos equivocados y reinterpretaciones interesadas de la historia.
JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR / AYUNTAMIENTO DE MONTILLA
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR / AYUNTAMIENTO DE MONTILLA





















































