El sábado 18 de julio de 1834, a las 5.00 de la mañana, Luisa Ward y cuatro de sus hijos salían de Madrid en diligencia. El viaje discurriría por unas carreteras que eran malas e inseguras. Su trazado se correspondía con un plan de carreteras de 1754 diseñado para dar respuesta a los planes de centralización administrativa de Felipe V, pero que no se empezaría a desarrollar hasta el reinado de Carlos III, con el conde de Floridablanca.
Carlos IV continuó impulsando el desarrollo de esta red, pero la llegada de Fernando VII supuso la total paralización: suprimió el Cuerpo de Ingenieros y la Inspección General, cerró la Escuela de Caminos y persiguió a los ingenieros por impurificados.
Por otro lado, aunque el servicio de Postas y Diligencias, que también había impulsado Felipe V, había fracasado con los años, en 1825 se había establecido en Madrid la Compañía de Reales Diligencias. En 1834 esta entidad acababa de extender su servicio radial desde Madrid a Badajoz, Zaragoza, Sevilla, Valencia, Bayona, Valladolid, Burgos y Santander, A Coruña y Aranjuez.
Luisa y sus hijos tomaron la diligencia de “Valladolid, Burgos y Santander”, que salía los martes, viernes y sábados desde la Real Casa de Postas de Madrid, ubicada en la actual plaza de Pontejos, número 18. El viaje de Madrid a Valladolid lo hicieron en una única jornada de veintitrés horas, parando en Guadarrama, Fonda de San Rafael, Labajos y Olmedo, donde comieron.
A la izquierda, segundo pasaporte de Luisa y sus hijos para viajar.
A la derecha, Puerta del Carmen de Valladolid (pormenor de grabado de mitad del siglo XIX, obra de Alfred Guesdon).
El menú acordado por la Real Compañía de Diligencias, a precio fijo de 8 reales, consistía en una sopa o un potaje, un plato de huevos con jamón, una menestra, un asado, una ensalada y un postre, además de pan y vino a discreción.
Según recogen las anotaciones del pasaporte, el 22 de julio les autorizaron a entrar en la ciudad de Valladolid tras pasar una cuarentena de tres días en la Guardia de Sanidad Puerta del Carmen. Tal y como venía estipulado en la regla 17 de la instrucción de 24 de junio de José María Moscoso para las personas que habían partido “sanas” del anterior punto de origen. Valladolid contaba con 20.960 habitantes.
La Puerta del Carmen, situada a la entrada de la carretera de Madrid, fue construida durante el reinado de Carlos III, en la segunda mitad del siglo XVIII, y había sido costeada por el gremio del vino. En la tapia que unía la Puerta del Carmen con el convento de Sancti Spiritus se encontraba la casilla del fielato, para el control de arbitrios y sanitario de las personas y cosas que entraban a la ciudad. Durante los tres días de cuarentena que estuvieron en la Puerta del Carmen, tuvieron que desinfectar todas sus pertenencias, tal y como estipulaba la regla 18 de la mencionada instrucción:
“En las casas de observación se destinará un local proporcionado para poner al sol, al menos por dos días, todos los efectos que traigan consigo los cuarentenarios, después de haber sumergido en agua casi hirviendo por algunos minutos los que no se pudiesen echar a perder mojándolos de esta manera. Concluidos los dos días se colgarán o pondrán en un cuarto cerrado aquellos efectos, con excepción de las telas de color y dé los metales, y se colocarán en él varias chatas llenas de la solución concentrada de uno de los cloruros, aumentando artificialmente cuanto sea posible la temperatura de aquel cuarto. Después de recibir por algunas horas el vapor del cloruro, se volverán a poner al sol por medio día. La ropa que lleve puesta el cuarentenario se fumigará también con el cloruro, del modo que queda dicho arriba, después de fumigada y ventilada la restante”.
El 29 de julio partieron de Valladolid hacia Burgos y Santander tras acreditar en el pasaporte que gozaban de buena salud. Esa era la parte más peligrosa del viaje, debido a las partidas de carlistas que merodeaban por la zona. A mitad del trayecto hacia Burgos hicieron una parada en Torquemada. Burgos contaba en ese año con 12.007 habitantes. A finales de mes llegaron a Santander.
El 8 de agosto, Luisa y sus hijos, salieron de Santander embarcándose en el Pailebot Guarda Cortado con destino a San Sebastián. El costear por barco el mar Cantábrico les permitió evitar transitar por las provincias vascas, campo de batalla principal en ese momento de la guerra carlista.
En San Sebastián tuvieron que esperar a que les llegase un segundo pasaporte, para poder pasar a Francia. Dicho pasaporte fue firmado el 15 de agosto por Andrés Villalba, en nombre del presidente del Gobierno, Francisco Martínez de la Rosa.
El visado de la Embajada francesa en Madrid que figura en el pasaporte es del 18 de agosto. A San Sebastián les debió llegar el documento el 20 o 21 del mismo mes. El motivo expresado en el pasaporte fue el de poder ir “a los baños de Bañeras en Francia” aunque, tras pasar la frontera, se dirigieron directamente a París.
Luisa Ward de Alvear, de Montilla a Londres en tiempos de guerra y cólera (I)
Luisa Ward de Alvear, de Montilla a Londres en tiempos de guerra y cólera (II)
Carlos IV continuó impulsando el desarrollo de esta red, pero la llegada de Fernando VII supuso la total paralización: suprimió el Cuerpo de Ingenieros y la Inspección General, cerró la Escuela de Caminos y persiguió a los ingenieros por impurificados.
Por otro lado, aunque el servicio de Postas y Diligencias, que también había impulsado Felipe V, había fracasado con los años, en 1825 se había establecido en Madrid la Compañía de Reales Diligencias. En 1834 esta entidad acababa de extender su servicio radial desde Madrid a Badajoz, Zaragoza, Sevilla, Valencia, Bayona, Valladolid, Burgos y Santander, A Coruña y Aranjuez.
Luisa y sus hijos tomaron la diligencia de “Valladolid, Burgos y Santander”, que salía los martes, viernes y sábados desde la Real Casa de Postas de Madrid, ubicada en la actual plaza de Pontejos, número 18. El viaje de Madrid a Valladolid lo hicieron en una única jornada de veintitrés horas, parando en Guadarrama, Fonda de San Rafael, Labajos y Olmedo, donde comieron.
A la derecha, Puerta del Carmen de Valladolid (pormenor de grabado de mitad del siglo XIX, obra de Alfred Guesdon).
El menú acordado por la Real Compañía de Diligencias, a precio fijo de 8 reales, consistía en una sopa o un potaje, un plato de huevos con jamón, una menestra, un asado, una ensalada y un postre, además de pan y vino a discreción.
Según recogen las anotaciones del pasaporte, el 22 de julio les autorizaron a entrar en la ciudad de Valladolid tras pasar una cuarentena de tres días en la Guardia de Sanidad Puerta del Carmen. Tal y como venía estipulado en la regla 17 de la instrucción de 24 de junio de José María Moscoso para las personas que habían partido “sanas” del anterior punto de origen. Valladolid contaba con 20.960 habitantes.
La Puerta del Carmen, situada a la entrada de la carretera de Madrid, fue construida durante el reinado de Carlos III, en la segunda mitad del siglo XVIII, y había sido costeada por el gremio del vino. En la tapia que unía la Puerta del Carmen con el convento de Sancti Spiritus se encontraba la casilla del fielato, para el control de arbitrios y sanitario de las personas y cosas que entraban a la ciudad. Durante los tres días de cuarentena que estuvieron en la Puerta del Carmen, tuvieron que desinfectar todas sus pertenencias, tal y como estipulaba la regla 18 de la mencionada instrucción:
“En las casas de observación se destinará un local proporcionado para poner al sol, al menos por dos días, todos los efectos que traigan consigo los cuarentenarios, después de haber sumergido en agua casi hirviendo por algunos minutos los que no se pudiesen echar a perder mojándolos de esta manera. Concluidos los dos días se colgarán o pondrán en un cuarto cerrado aquellos efectos, con excepción de las telas de color y dé los metales, y se colocarán en él varias chatas llenas de la solución concentrada de uno de los cloruros, aumentando artificialmente cuanto sea posible la temperatura de aquel cuarto. Después de recibir por algunas horas el vapor del cloruro, se volverán a poner al sol por medio día. La ropa que lleve puesta el cuarentenario se fumigará también con el cloruro, del modo que queda dicho arriba, después de fumigada y ventilada la restante”.
El 29 de julio partieron de Valladolid hacia Burgos y Santander tras acreditar en el pasaporte que gozaban de buena salud. Esa era la parte más peligrosa del viaje, debido a las partidas de carlistas que merodeaban por la zona. A mitad del trayecto hacia Burgos hicieron una parada en Torquemada. Burgos contaba en ese año con 12.007 habitantes. A finales de mes llegaron a Santander.
El 8 de agosto, Luisa y sus hijos, salieron de Santander embarcándose en el Pailebot Guarda Cortado con destino a San Sebastián. El costear por barco el mar Cantábrico les permitió evitar transitar por las provincias vascas, campo de batalla principal en ese momento de la guerra carlista.
En San Sebastián tuvieron que esperar a que les llegase un segundo pasaporte, para poder pasar a Francia. Dicho pasaporte fue firmado el 15 de agosto por Andrés Villalba, en nombre del presidente del Gobierno, Francisco Martínez de la Rosa.
El visado de la Embajada francesa en Madrid que figura en el pasaporte es del 18 de agosto. A San Sebastián les debió llegar el documento el 20 o 21 del mismo mes. El motivo expresado en el pasaporte fue el de poder ir “a los baños de Bañeras en Francia” aunque, tras pasar la frontera, se dirigieron directamente a París.
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Luisa Ward de Alvear, de Montilla a Londres en tiempos de guerra y cólera (I)
Luisa Ward de Alvear, de Montilla a Londres en tiempos de guerra y cólera (II)
CARMEN GIMÉNEZ ALVEAR
FOTOGRAFÍA: DEPOSITPHOTOS.COM / FUNDACIÓN ALVEAR
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