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Pepe Cantillo | Cucarachas a gogó

Desde mediados de julio nos están invadiendo una serie de bichejos que molestan a más no poder. Al final de dicho mes nuestra curiosidad estaba encajada en un ambiente sociopolítico que era lo que, en líneas generales, nos podría interesar. Ya en agosto, el interés y la importancia nos lleva a la posibilidad y deseo de salir unos días a donde sea para respirar un poco.


¿Cuál es el problema? La ola de calor multiplica las cucarachas e insectos, unos molestos y otros dañinos como el mosquito tigre, cuyas picaduras son criminales. Hace ya tiempo que nos invadió y, desde Cataluña, con rapidez, ha ido poblando toda la línea del Mediterráneo hasta Málaga y parece que ha saltado ya el Estrecho. Los picotazos que ocasionan son molestos y dolorosos a más no poder.

Y si éramos pocos… aparece “la mosca negra, un peligro estacional” de cuya presencia solo sabemos lo poco que han dicho de su maleficencia cuando llega a morder. La alerta ya está dada sobre su invasión en varias partes de la península por lo peligrosa que puede ser su picadura, “que puede llevar a la hospitalización”.

A mediados de julio apareció una información aparentemente simple y sin mayor importancia sobre una ola de cucarachas y, de paso, avisaba de que no se deben pisar con intención de matarlas. Literalmente, la frase es la siguiente: “por qué no se deben pisar las cucarachas: la razón que debes conocer”. Parte de estas líneas van por dicho derrotero.

La citada frase a la que hago referencia la leo en prensa a mediados del mes pasado. La curiosidad despertó ante dicho aviso, quedando a la espera de los acontecimientos hasta más tarde. Las cucarachas y sus posibles consecuencias eran menos importantes que estar al tanto de la obligación civil de a quién votar (cada cual a quien o a quienes quisiera).

Digo esto porque cualquier persona que viera y leyera, en pleno terremoto de elecciones, un artículo aparentemente tan baladí y fuera de tiesto, pensaría que ya teníamos bastante con la situación sociopolítica como para perder el tiempo con las asquerosas cucarachas.

La curiosidad pudo más que el asco que, desde pequeño, me habían transmitido contra este bichejo. En aquellos infantiles momentos, la ignorancia me hizo pensar que debía ser un animal muy malo. Conforme me hacía mayor, me convertí en su enemigo: cucaracha que veía, cucaracha que caía. No creo que sea el único. Siempre me he preguntado el porqué de aquel rechazo, asco, incluso un cierto temor por parte del personal que se percibía en el ambiente.

Julio ya pasó entre calor y chaparrones repartidos por distintos lugares, incluida España. Agosto, de momento, no se queda atrás respecto a las altas temperaturas. Tales eventos han ocasionado situaciones cargadas de agua y temor a cualquier desastre del tiempo, amén de puntuales granizadas dispersas por la geografía. En algunos momentos los daños en ciudades y sobre todo en los cultivos han sido catastróficos. Amigos de Montalbán, no estábamos en año de melones.

Para más inestabilidad, las elecciones han ocasionado tanta esperanza en determinados frentes como trato despreciativo en todas aquellas personas que fueran de color político distinto. Dicen que la verdad ha sido violada: “mentira, tú mientes; yo no miento, eso no es cierto; tú sí que mientes; mientes más que hablas”. ¿Quién? La retahíla mentidera no ha parado aún. Todos mentimos.

La RAE, sin entrar en mentira, nos explica la palabra "mentidero" en un ejemplo educado y políticamente correcto. Dice que “en los mentideros políticos se especula sobre las elecciones”. Ciertamente así es. Dejo la trifulca politiquera y vuelvo al tema de inicio cargado de curiosidad y que he dejado en el aire.

Entro en las razones iníciales de estas variadas informaciones de tipo sanitario y dejo otras sendas para mejores y más claros momentos. La excusa de estas líneas son los insectos y, sobre todo, las cucarachas. En algún telediario, de pasada, hicieron referencia a una posible “plaga de cucarachas” repartida por todas partes y la gravedad que podría acarrear.

Esta es la noticia que despertó mi curiosidad y, en cierta manera, ha puesto en marcha estas líneas. Cambiar de sermón y referir una información que, como ya he dicho, en la Montilla de parte de mi infancia y juventud hablar de estos bichejos y tenerlos era mal asunto.

Veamos las explicaciones que nos dan desde distintos frentes sobre el tema de las cucarachas. Parte de la información que he encontrado puede que nos llame la atención. La mayoría de las veces, la ignorancia es el trasfondo que nos ancla en posturas no admisibles, aunque aparezcan como razonables.

Explicación simple pero importante del por qué no debemos machacar de un pisotón dicho animalito: “el motivo por el que no se deben pisar las cucarachas reside en que pueden esparcir numerosas bacterias por el ambiente y, de paso, transmiten buena cantidad de enfermedades”. Hasta aquí los datos que no son especialmente llamativos pero, por si acaso, tengámoslos en cuenta.

Vamos al grano. ¿Qué hacer con ellas? La recomendación más razonable es acudir a productos antiparasitarios o a personal cualificado en el control de este tipo de bichos, al que coloquialmente llamamos “animal pequeño, especialmente un insecto”.

Brevemente doy algunas pautas ofrecidas por el personal preparado para atender este tipo males e invasiones que son dañinas para los humanos. No son las únicas pero sí es cierto que su daño nos incomoda bastante. Las cucarachas son insectos pertenecientes al orden Blattaria.

La mayoría de ellas estan asociadas al hábitat de los humanos y algunas especies suelen convertirse en verdadera plaga, sobre todo por el calor. Y este verano pasará a la historia por el frío que estamos pasando mientras ellas se divierten, hasta el punto de que sufrimos un aumento del 40 por ciento más de lo corriente durante otros veranos. Son datos facilitados por El Periódico.

Las alarmas se han disparado. Según datos facilitados por una empresa que trabaja en el control de plagas, las cucarachas se han multiplicado considerablemente respecto a otros años. Se está notando más en grandes ciudades del Mediterráneo como Barcelona, Valencia, Alicante, Murcia o Málaga. Madrid y Cádiz no se salvan.

PEPE CANTILLO
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