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Montilla-Moriles afronta una vendimia marcada por la práctica ausencia de plagas y enfermedades de la vid

Desde que la Cooperativa Agrícola La Unión iniciara el pasado 2 de agosto la recolección de la variedad de uva autóctona, la Pedro Ximénez, la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles afronta una vendimia marcada, este año, por la práctica ausencia de plagas y enfermedades de la vid.


Así lo ha puesto de manifiesto la ingeniera agrónoma Ángela Portero, responsable del Aula de Viticultura del Consejo Regulador, que reconoce que solo se han detectado "focos poco importantes" de oídio, una enfermedad criptogámica provocada por la especie Erysiphe necator que se conoce popularmente como "ceniza", "gangrena" o "tizne" y que ataca especialmente los pámpanos y los tallos más jóvenes de las cepas.

Con todo, la consecuencia más llamativa de la escasez de precipitaciones y de las elevadas temperaturas en el marco Montilla-Moriles ha sido la ausencia total de mildiu, una epidemia vegetal que afecta a las vides especialmente durante la primavera y cuyos primeros síntomas se suelen detectar cada año a mediados del mes de abril y, por lo general, en pagos del término municipal de Montemayor.

"Este año no se han observado manchas de midiu, por lo que no ha sido necesario tratar", reconoce Ángela Portero respecto a este hongo parásito originario de América, conocido en otras regiones como añublo o mildeo, que puede ocasionar daños devastadores en todos los órganos de la planta si el clima le favorece.

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No en vano, el mildiu representa una de las enfermedades criptogámicas más peligrosas y de las más temidas por los viticultores porque, cuando la infección es grande, puede devastar toda la producción de una zona vitivinícola. Sin embargo, la escasa pluviometría que se ha registrado en el marco vitivinícola cordobés durante la primavera ha impedido su generación, un hecho calificado de "insólito" por muchos viticultores que no recuerdan en las dos últimas décadas una campaña sin incidencia alguna de mildiu.

En los últimos años, y gracias a la constante labor del Aula de Viticultura del Consejo Regulador y al aliciente que representan para los viticultores de la zona los premios en metálico de los que está dotado el Concurso “Pedro Cabezuelo”, el mildiu solo ha afectado a un porcentaje relativamente bajo de los viñedos de la DOP Montilla-Moriles.

Generalmente, los agricultores de Montemayor son los primeros en dar la alerta cada año en la zona Montilla-Moriles, al contar con viñedos en terrenos arenosos, donde la brotación es más temprana. Una vez que se detecta la primera mancha, se debe evitar arrancar la hoja afectada de la cepa, alertando de inmediato al Aula de Viticultura del Consejo Regulador.

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En lo que respecta a la incidencia del mosquito verde, este año no ha sido necesario aplicar tratamientos porque, aunque se observaron algunos ejemplares, "en julio bajaron muchísimo las poblaciones", tal y como detalló la responsable del Aula de Viticultura, quien añadió que la presencia del mosquito es "muy irregular" en los distintos pagos del viñedo. "Las condiciones meteorológicas adversas y la falta de brotes nuevos han propiciado la disminución de los ataques este año", apuntó.

También han sido "muy bajos o casi inapreciables" los ataques de polilla del racimo, un gusano que pudre la uva pero que, este año, debido a las condiciones meteorológicas, no ha podido desarrollarse, al igual que la araña, cuyos escasos focos fueron controlados mediante tratamientos localizados.

Tampoco ha sido significativa la incidencia de la oruga peluda, un lepidóptero que ataca a cultivos como las habas o la vid y que, de no atajarse a tiempo, es capaz de causar “auténticos estragos” en las plantaciones. "Aunque se observaron las primeras telarañas a primeros de diciembre y en enero había una presencia bastante generalizada por las lindes del viñedo y de los olivares con cubierta, se realizaron controles sobre los nidos antes de la dispersión de las orugas de las telarañas, de modo que no hubo coincidencia entre la presencia de orugas errantes y la brotación del viñedo, por lo que los gusanos no dañaron las yemas y las orugas se enterraron a mediados de marzo", explicó Ángela Portero.

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La única excepción a este buen diagnóstico sanitario la ha representado la yesca, una enfermedad parasitaria producida por hongos que penetran en la madera a través de las heridas que registran las cepas durante las labores de poda. "Los primeros síntomas de yesca se vieron muy temprano, a finales de mayo, por lo que pedimos que se aplicaran de inmediato las medidas quirúrgicas necesarias para detener la evolución de esta enfermedad que puede llegar a secar toda la cepa", recordó la responsable del Aula de Viticultura, quien reconoció que "el nivel de plantas con síntomas ha sido alto" este año.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
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