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Juan Pablo Bellido | Leedores de titulares

Leer información relevante se ha convertido en misión prácticamente imposible. En la actualidad, las noticias que nos tropezamos en Facebook o nos envía alguien por WhatsApp se presentan aisladas del natural contexto mediático que suponía su ubicación en la página, la jerarquía que aplicaba el propio medio e, incluso, la identificación de la cabecera que, a menudo, pasa desapercibida en las noticias que se viralizan a través de las redes sociales.


Por desgracia, la "gran apuesta" de los medios de comunicación en estos últimos años ha sido la de tratar de posicionar sus contenidos en redes sociales. Al precio que sea. Por ello, muchas veces, comparten bodrios que, ni siquiera por disimular, cumplen los más elementales requisitos para poder ser denominados “noticias”, aunque quieran hacerse pasar como tales. Y, en ellos, juega un papel esencial el titular, que no deja de ser el gancho definitivo que atrapa al lector incauto, ávido de informaciones insólitas, extravagantes o extraordinarias.

Esta “predilección por lo extraño” es fácilmente constatable en la práctica totalidad de medios de comunicación generalistas de España, gracias a esos plugins o widgets que ofrecen en una zona relevante de la web cuáles han sido las noticias más leídas, más compartidas y más comentadas.

En efecto, estas nuevas herramientas de monitorización de datos permiten a cada medio conocer en tiempo real cuáles son las preferencias de su audiencia. Y ante esta realidad, las redacciones digitales no pueden escapar de los supuestos intereses de sus lectores, más preocupados por el último posado en biquini de la famosa de turno que por el devenir de la guerra en Ucrania.

Así las cosas, los periodistas, espoleados por sus superiores jerárquicos –cuando no por sus propios libros de Estilo–, se sienten empujados a pervertir los géneros periodísticos y a violentar los elementos de titulación para arañar el máximo número posible de clics y, con ello, algunos eurillos en publicidad. No se engañen: pan para hoy y hambre –hambruna– para mañana.

La situación, créanme, en ciertamente preocupante. Porque a base de fomentar la microlectura en redes propicias para ello, como Twitter o Instagram, se está dando paso a una generación perdida –otra más–, esta vez formada por esa multitud de leedores de titulares con escaso o ningún juicio crítico para discernir entre la verdad y la mentira. Y por eso, luego, pasa lo que pasa en las campañas electorales, que no escarmentamos.

JUAN PABLO BELLIDO
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