La reflexión sobre los principios, los criterios y las pautas de nuestros comportamientos humanos, una constante desde la Antigüedad, constituye en la actualidad uno de los asuntos de preocupación para los estudiosos y para los ciudadanos que necesitamos y exigimos unas reglas de juego que nos amparen, que nos defiendan de abusos y que hagan posible la convivencia en paz y la colaboración solidaria para lograr el bienestar necesario.
En mi opinión, La invención del bien y del mal. Una nueva historia de la humanidad (Barcelona, Paidós, 2023), una obra elaborada por Hanno Sauer, profesor de Ética en la universidad de Utrecht en los Países Bajos, un pensador audaz y claro, nos aporta valiosas ideas que, situadas en el contexto de la historia, “desde la aparición de la cooperación humana hace cinco millones de años hasta las recientes crisis de polarización moral”, nos ayudan a explicar los problemas más graves de la moral actual.
Su decisión de elaborar esta dilatada historia parte de la convicción de que el conocimiento es indispensable para diagnosticar la crisis moral que sufrimos actualmente. Esta “historia de la moral” –no de la “filosofía moral”– analiza los comportamientos individuales, familiares y sociales partiendo de la constatación de los problemas generados por las desigualdades económicas, sociales y políticas que siguen sin resolverse.
Empieza su recorrido de las transformaciones morales en nuestros antepasados más antiguos aún no humanos y llega a los conflictos más recientes librados a través de Internet. Parte del hecho de que la evolución de nuestra moral nos hizo capaces de generar colaboraciones mutuamente provechosas, pero nos advierte cómo también limitó su alcance a los que pertenecían a los respectivos grupos que, posteriormente, se fueron ampliando en círculos más complejos. También explica cómo la evolución de los genes y de la cultura nos fueron obligando a aprender de los demás y a compartir unos valores comunes.
Estoy de acuerdo en que, gracias a la naturaleza de nuestra especie –cooperativa, punitiva y dotada de creciente capacidad de aprendizaje– hemos ido construyendo y reconstruyendo unas sociedades que cada vez son mayores y están más amenazadas de sufrir su colapso.
Y me parece adecuada su explicación de los cambios que se han producido desde un igualitarismo originario hacia formas jerárquicas de élites socioeconómicas, por una parte, y hacia una mayoría desfavorecida política y materialmente, por otra parte.
El análisis de la etapa actual en la que, además de progresos económicos y científicos, aumentan las tensiones entre nuestra aversión psicológica a la desigualdad social y las ventajas económicas que posibilitaba la estructura social basada en las libertades civiles explica, en parte al menos, la creciente división de la sociedad entre “nosotros” y “ellos”, el aumento de la desinformación y de la tendencia a potenciar los símbolos que nos identifican como miembros de nuestro grupo y hacen crecer los conflictos identitarios actuales. Según el autor, “la historia no tendría que terminar así porque las diferencias de opinión en el terreno político son muy superficiales y bajo esa superficie existen valores morales profundos y universales”.
Estoy convencido de que la lectura detenida de esta obra interesará a quienes piensen que, para comprender el nivel del espíritu moral de nuestro tiempo, es indispensable conocer, entender y valorar el pasado. Opino que, por su originalidad, amplitud y agudeza, nos proporciona pistas originales para que interpretemos el presente y, quizás, para que atisbemos algunos rasgos del futuro.
En mi opinión, La invención del bien y del mal. Una nueva historia de la humanidad (Barcelona, Paidós, 2023), una obra elaborada por Hanno Sauer, profesor de Ética en la universidad de Utrecht en los Países Bajos, un pensador audaz y claro, nos aporta valiosas ideas que, situadas en el contexto de la historia, “desde la aparición de la cooperación humana hace cinco millones de años hasta las recientes crisis de polarización moral”, nos ayudan a explicar los problemas más graves de la moral actual.
Su decisión de elaborar esta dilatada historia parte de la convicción de que el conocimiento es indispensable para diagnosticar la crisis moral que sufrimos actualmente. Esta “historia de la moral” –no de la “filosofía moral”– analiza los comportamientos individuales, familiares y sociales partiendo de la constatación de los problemas generados por las desigualdades económicas, sociales y políticas que siguen sin resolverse.
Empieza su recorrido de las transformaciones morales en nuestros antepasados más antiguos aún no humanos y llega a los conflictos más recientes librados a través de Internet. Parte del hecho de que la evolución de nuestra moral nos hizo capaces de generar colaboraciones mutuamente provechosas, pero nos advierte cómo también limitó su alcance a los que pertenecían a los respectivos grupos que, posteriormente, se fueron ampliando en círculos más complejos. También explica cómo la evolución de los genes y de la cultura nos fueron obligando a aprender de los demás y a compartir unos valores comunes.
Estoy de acuerdo en que, gracias a la naturaleza de nuestra especie –cooperativa, punitiva y dotada de creciente capacidad de aprendizaje– hemos ido construyendo y reconstruyendo unas sociedades que cada vez son mayores y están más amenazadas de sufrir su colapso.
Y me parece adecuada su explicación de los cambios que se han producido desde un igualitarismo originario hacia formas jerárquicas de élites socioeconómicas, por una parte, y hacia una mayoría desfavorecida política y materialmente, por otra parte.
El análisis de la etapa actual en la que, además de progresos económicos y científicos, aumentan las tensiones entre nuestra aversión psicológica a la desigualdad social y las ventajas económicas que posibilitaba la estructura social basada en las libertades civiles explica, en parte al menos, la creciente división de la sociedad entre “nosotros” y “ellos”, el aumento de la desinformación y de la tendencia a potenciar los símbolos que nos identifican como miembros de nuestro grupo y hacen crecer los conflictos identitarios actuales. Según el autor, “la historia no tendría que terminar así porque las diferencias de opinión en el terreno político son muy superficiales y bajo esa superficie existen valores morales profundos y universales”.
Estoy convencido de que la lectura detenida de esta obra interesará a quienes piensen que, para comprender el nivel del espíritu moral de nuestro tiempo, es indispensable conocer, entender y valorar el pasado. Opino que, por su originalidad, amplitud y agudeza, nos proporciona pistas originales para que interpretemos el presente y, quizás, para que atisbemos algunos rasgos del futuro.
JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO