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Una delegación del Ayuntamiento de Montilla visita en La Puebla de Castro una de las reliquias de El Santo

Una delegación del Ayuntamiento de Montilla, encabezada por el alcalde, Rafael Llamas, ha visitado hoy La Puebla de Castro, un municipio de apenas 400 habitantes situado en la comarca oscense de La Ribagorza, donde se conserva la mayor reliquia ósea que se conoce de San Francisco Solano, patrón de Montilla.



Acompañado por la teniente de alcalde de Urbanismo y Modelo de Ciudad, María Luisa Rodas, y por el concejal de Promoción Económica, Innovación y Turismo, Manuel Carmona, el primer edil montillano ha conocido la parroquia de Santa Bárbara, donde se custodia el hueso cúbito que, entre los meses de julio y noviembre de 2016, permaneció expuesta al culto en Montilla.

Tal y como avanzó Montilla Digital, la devoción y la curiosidad innata de Francisco Solano Cabello, un montillano que suele bucear por Internet para tratar de rescatar referencias sobre uno de sus paisanos más célebres, hizo posible, en el año 2015, el descubrimiento para los vecinos de la Campiña cordobesa de esta nueva huella solanista, la más importante del Apóstol del Nuevo Mundo desde que en 1989 desapareciera en Perú el cráneo que se conservaba en la iglesia de San Francisco de Lima.

Y es que Francisco Solano Cabello logró hallar, mientras navegaba por Google, un blog editado por un psicólogo oscense en el que se aludía a un hueso cúbito del antebrazo de San Francisco Solano. La tremenda sorpresa inicial dio paso a la inevitable impaciencia por conocer de cerca esta reliquia que se conserva desde el siglo XVIII en el Joyero-Museo de la iglesia parroquial de Santa Bárbara de La Puebla de Castro.

Y así fue como emprendieron su viaje los montillanos José Palma, María José Feria, Francisco Solano Cabello, Manuel Ruz, Loli García, María del Carmen Navarro, Pedro Navarro, María del Carmen González y Jaime Luque, que sintieron “una emoción indescriptible” cuando se toparon, frente a frente, con la más importante huella solanista de la que se tiene constancia hasta la fecha.

“La reliquia está muy bien documentada y, de hecho, la primera referencia data de 1770, en un documento del Obispado de Huesca en el que se constata que existe un cúbito de San Francisco Solano y el radio del antebrazo de Santa Rosa de Lima en este pueblo”, explica Manuel Ruz, uno de los más fervientes devotos del Evangelizador de las Américas y promotor, junto con su hermano Vicente, de la comisión que hizo posible en 1989 la visita del cráneo de El Santo a su ciudad natal.

Los avatares históricos por los que ha atravesado el hueso de El Santo tampoco son nada desdeñables. Al estallar la Guerra Civil –y con la intención de preservar las obras de arte de los ataques de grupos anarquistas y anticlericales– el Gobierno de la República constituyó una Junta de Incautación para proteger el patrimonio artístico de España.



“Con todas estas obras –entre las que se encontraba la reliquia de San Francisco Solano– se creó un tesoro artístico nacional que viajó, en cajas, junto al Gobierno de la República, desde Madrid a Valencia; desde aquí a Figueras y, finalmente, en febrero de 1939, a Ginebra, donde fueron depositadas en el Palacio de las Naciones”, explica el psicólogo oscense Pedro Bardají, cuyo interés por la vida de San Francisco Solano y por la historia del cúbito que se custodia en La Puebla de Castro también surgió de manera providencial.

Y es que, como buen pueblense, el investigador sabía de la existencia del relicario en la iglesia parroquial de su ciudad natal, aunque desconocía la trascendencia de un santo que es patrono de Montilla pero, también, de otras tan importantes como Lima, Potosí, Cartagena de Indias, Santiago de Chile o La Habana.

Sin embargo, durante un concierto de Almagato, un grupo aragonés que interpreta canciones del folclore argentino y, en especial, de la provincia de Santiago del Estero –donde el fraile montillano centró la mayor parte de su labor evangelizadora y donde se le profesa una mayor devoción– oyó una letra que aludía a San Francisco Solano y, de inmediato, la relacionó con el hueso que se custodiaba en su pueblo. “Ahí fue cuando descubrió la trascendencia de nuestro paisano”, reconoce con emoción Jaime Luque.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
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