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Raúl Solís | Convergencia

Acostumbra la izquierda independentista catalana a hablarle a la izquierda española con una superioridad moral fuera de lo normal, como si ser independentista, catalán y de izquierdas fuera la virtud hecha ideología política. Es como si con la independencia de Cataluña fuera a llegar la ansiada victoria final y la liberación proletaria que se le resiste a la izquierda en el resto del mundo.



La última prueba ha sido la intervención de Gabriel Rufián, diputado de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en el Congreso de los Diputados, durante la sesión fallida de investidura de Mariano Rajoy. El político republicano catalán, valiéndose de su original oratoria, se ha atrevido a recordarle a la izquierda no independentista que el país que sueña –republicano y con un PP residual– ya existe. "Y se llama Cataluña", dijo el diputado mirando a la bancada de Unidos Podemos.

Lo dijo con una solemnidad que sonó al Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Pues bien, el PP, la ideología que esta formación representa, en el país de los sueños de Rufián se llama Partido Demócrata Catalán, antes Convergencia Democrática de Cataluña y antes Convergencia i Unió. Un partido que, como el PP, recorta, maltrata a la gente sencilla y gobierna pensando en el IBEX-35. Eso sí, en el catalán.

Cabe recordarle al señor Rufián que el Partido Demócrata Catalán se llama así porque su anterior nombre (Convergencia Democrática de Cataluña) estaba mancillado y acosado por múltiples casos de corrupción, sobornos y comisiones del 3 por ciento al mejor postor. Sedes embargadas, una saga familiar –los Pujol– enriquecida gracias al saqueo, acusados que han sido indultados en Consejo de Ministros en connivencia con el PP y un sinfín de casos de corrupción, nepotismo y chalaneo con el capital privado en detrimento del bien común de los catalanes.

Con este partido –CiU, Convergencia o Partido Demócrata Catalán– y su curriculum de recortes, política económica neoliberal, privatizaciones de hospitales, degradación de la escuela pública, enriquecimiento ilícito, tramas organizadas de corrupción, prevaricación, financiación ilegal y mirada amable con los bolsillos catalanes más acaudalados, es con quien ERC se presentó conjuntamente a las últimas elecciones catalanas y con quien gobierna el país en el que la derecha parece no serlo si ondea con garbo una estelada.

Que el PP sea una maquinaria de corrupción no convierte al socio de ERC en Cataluña en un ejemplo de nada. Convénzase, señor Rufián: Convergencia aspira a la independencia de los ricos catalanes y no de quienes habitan los barrios populosos del extrarradio de las principales ciudades catalanas. Ni más ni menos que como el PP en España.

Recuérdelo, señor Rufián: el PP en Cataluña se llama Partido Democrático Catalán que, acosado por decenas de sentencias judiciales por corrupción, ahora se llama Partido Demócrata Catalán y ha gobernado con mano de hierro contra la gente sencilla y se ha jartao de votar presupuestos y políticas económicas de derechas con el PP, ese partido residual que usted cree que no existe en Cataluña.

Lecciones de un representante de ERC, que gobierna con un partido podrido de corrupción como Convergencia, ni una, señor Rufián. Los corruptos y neoliberales son iguales en todos sitios y todos apelan al bien de la patria para invisibilizar a los pobres y tapar vergüenzas y corruptelas propias. Da igual que hablen castellano, catalán o andaluz o que se llamen Albert Rivera, Artur Mas, Susana Díaz o Mariano Rajoy.

RAÚL SOLÍS
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