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Raúl Solís | Trampas del emprendimiento

“Mi hijo es muy trabajador y muy emprendedor. Su padre le prestó 40.000 euros y tiene una empresa con cuatro trabajadores y le va muy bien”, dice una señora en la parada del autobús a dos jóvenes universitarios que se lamentan de las pocas expectativas laborales que se les presentan al terminar la carrera.



Detrás de este discurso que fomentan las instituciones públicas y hasta el mismo monarca español hay un relato tramposo y un modelo de sociedad que da miedo. En la mayoría de publirreportajes que hablan de jóvenes que han triunfado en el mundo de los negocios nada se habla de la herencia recibida por estos jóvenes y/o de las ayudas en vida que sus papás les han dado para poner en pie su proyecto empresarial.

No lo sacan porque eso impediría que Felipe VI, El Emprendedor, predicara en conferencias dirigidas a jóvenes sobre los parabienes de hacerse emprendedor. Claro está que hay jóvenes con pocos recursos que han conseguido triunfar en el mundo de la empresa, pero la mayoría de jóvenes con sonrisa empresarial, que promocionan los miles y miles de seminarios sobre emprendimiento financiados por bancos, instituciones, universidades y fundaciones, no son precisamente hijos de trabajadores de bajos salarios o, peor aún, de padres desempleados.

Se obvia que ser trabajador, creativo y constante no es suficiente para triunfar en el mundo empresarial. Se necesita dinero, como poco esos 40.000 euros que recibió el hijo de esta señora que sermonea a los jóvenes y casi los hace sentir culpables de vivir en un país que no tiene modelo productivo con capacidad para absorber a la población joven.

El discurso del emprendimiento es al mundo del empleo lo que Paulo Coelho a la psicología. Es decir, según Paulo Coelho y los miles de libros de psicología positiva que abarrotan las estanterías de libros más vendidos de las librerías, uno no es feliz porque no tiene la actitud adecuada; da igual que hayas nacido en Senegal que en La Moraleja; da igual si enfermas y tienes sanidad pública o si vives en un país en el que la sanidad no está reservada para ti.

Da igual, al discurso neoliberal le da igual las condiciones sociales. Igual que Paulo Coelho te culpa de no ser feliz, aunque hayas nacido en uno de los países más pobres del mundo, el discurso tramposo sobre el emprendimiento culpa a los jóvenes, sin papás con capacidad de prestar dinero a sus hijos, de no tener empleo.

Detrás de todo este discurso que ha entrado de lleno en las universidades y hasta ha creado áreas gubernamentales específicas está un mensaje aterrador de las instituciones públicas: tienes derecho a buscar trabajo, a buscarte la vida, porque el derecho a un trabajo digno con un salario decente no te lo va a garantizar el Estado.

Es decir, tienes derecho al trabajo si te lo puedes pagar; si tienes un padre o una madre fuera de lo común o si recibes una buena herencia. Es el modelo neoliberal llevado al extremo, el modelo que te permite ser libre sólo si te puedes pagar la libertad de ir al médico, estudiar en la universidad o pagar una residencia de ancianos para vivir tu ancianidad.

Desde posiciones progresistas, estamos obligados a combatir este discurso tramposo, clasista, insolidario y cruel que obvia que la cuna en la que naces es determinante para el desarrollo de tu talento y de tus posibilidades laborales. O combatimos por tierra, mar y aire este discurso tramposo o cualquier día meterán a los jóvenes sin empleo y sin papás que le puedan prestar 40.000 euros en un centro de internamiento por vagos, maleantes y no atreverse a emprender. Quien te anime a hacerte emprendedor, dile que te dé su herencia o la que le dejaron sus padres.

RAÚL SOLÍS
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