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La soledad

¿Nunca os habéis planteado el tema de la soledad? Esas personas que, por una circunstancia u otra, se encuentran completamente solas y sin compañía alguna para, al menos en momentos tristes, tener un cambio de impresión, una conversación, una palabra de apoyo. Yo veo muy poca televisión pero hay un programa que, la verdad, me encanta. Hoy en día, gracias a la TDT, se puede acceder casi al canal que desees y, la verdad, a mí me gusta mucho Canal Sur y, entre sus programas, suelo ver con agrado el de las tardes de Juan y Medio.



Habrá quien piense barbaridades, pero yo reconozco que me alegran y mucho esos ancianos metidos en los 70, los 80 y algunos en los 90 años, que cuentan su soledad: muchos viudos y sin hijos, sin nadie con quien conversar. Estas personas sienten necesidad de hablar, de contarse cosas, de que se compadezcan de ellos, de que les animen, de que les conduzcan… Algunos mueren por no haber encontrado jamás a nadie que les haya dedicado un homenaje o el mínimo tiempo para escucharle.

Ante la soledad, las personas siempre han sentido deseos de relacionarse con sus semejantes, de entrar en contacto con sus semejantes. Algunos creen que es una necesidad, pues la soledad los agobia, y otros la afrontan como un deber. Yo creo que son las dos cosas a la vez.

Necesidad porque las personas no pueden vivir aisladas; resulta trivial decir que el mundo se empequeñece, y los intereses de unos y otros, por muy alejados que estén en el espacio y en el tiempo, están íntimamente enlazados entre sí.

Debe ser que las personas no pueden realizarse a sí mismas si no se unen a otras. Sin embargo, hay personas a las que por sí solas les cuesta acercarse a las demás para entablar una relación de amistad.

El valor profundo de una persona se mide, entre otras cosas, por su poder de relación. Pero el poder de relación no es esencialmente un conjunto de cualidades externas: amabilidad, jovialidad, facilidad de palabra y ademanes. No solo es el fruto de cualidades interiores: fina sensibilidad, compostura y atención.

La facilidad en la relación se beneficia de esta cualidades, que son sólo primicias del auténtico encuentro. Esencialmente, el poder de relación se mide por el desprendimiento interior, por el vacío de uno mismo.

Por eso, si quieres relacionarte con tus semejantes, extiende en ti el desierto pero aceptando que vengan los demás a probarlo. Haz silencio en ti, pero aceptando que vengan los demás a meter ruido en el mismo. Si quieres disfrutar de la persona con quien te encuentras, háblale, cuéntale cosas, interésate por ella y verás cómo también se interesa por ti y por tus cosas.

JUAN NAVARRO COMINO
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