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Rodrigo Rato y el Estado social

Coincide en el tiempo, porque así de generosos son los dioses del destino, la presentación del demoledor análisis que hace la Asociación de Directores y Gerentes en Servicios Sociales sobre la delicada situación social de España (Informe sobre el estado social de la Nación 2015) y la espectacular detención policial de Rodrigo Rato, ex vicepresidente económico en los gobiernos de José María Aznar, ex director-gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), expresidente de Caja Madrid que diseñó aquella estafa bancaria llamada Bankia, y consejero (aún en activo) de Telefónica (que para eso el Gobierno privatizó estas antiguas empresas públicas y designó a los “amigos” que iban a presidirlas).



Para los que tienen la suerte de no haber conocido al personaje en cuestión, Rato fue el gran artífice de las políticas económicas que alaban quienes hoy nos empobrecen, todo un soberbio icono de la economía liberal para alumnos y antiguos subordinados suyos –entre ellos, Luis de Guindos y Cristóbal Montoro, secretarios de Estado bajo sus órdenes– quienes, prosiguiendo sus objetivos neoliberales, nos conducen en la actualidad hacia un modelo de sociedad caracterizado por la pobreza, la precariedad y las desigualdades.

Estas aparentes casualidades (Rato y la precariedad) evidencian hasta qué punto los hechos no se dan de forma aislada, sino que guardan relación y explican consecuencias, como las que expone el citado informe, que han sido intencionadamente inducidas por los promotores de unas políticas concretas, que nacieron con Aznar/Rato y se profundizan con Rajoy/Guindos/Montoro, utilizando ahora la crisis como excusa.

Para un seguidor atento de la realidad, hablar de Rodrigo Rato es repetirse, incidir en lo ya señalado, porque el personaje sólo engañaba a quienes querían dejarse engañar y se embobaban con sus soflamas acerca de las bondades de una economía basada en la desregulación, bajada de impuestos y el progresivo debilitamiento de los pilares del Bienestar, que son esas políticas sociales consideradas “gasto” innecesario para el Estado.

En ese sentido, el exvicepresidente ha sido un peón fiel de la ideología del partido en el que milita y que continúa la “transformación económica y social” que él iniciara en los tiempos de Aznar. La única novedad, al parecer común entre los “pudientes” de su formación (Luis Bárcenas, Ignacio González y esa lista de amnistiados que no se quiere publicar), es el enriquecimiento por vías espurias, saltarse la ley (no pagar impuestos) y abrir cuentas en Suiza.

Lo malo de Rato no es que sea un delincuente, sino que el modelo de sociedad que abandera, desde que tenía responsabilidades políticas hasta con la golfería delictiva que practica, es el de una sociedad carente de derechos sociales y gobernada por y para el Capital, caracterizada por la precariedad en lo laboral y la desigualdad en el marco social.

Justo lo que refleja el extenso trabajo (98 páginas) que ha publicado la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales. Rodrigo Rato ha sido ejecutor –y beneficiario para sus intereses lucrativos– de esa desigualdad estructural que intencionadamente se ha instalado en la sociedad española, impuesta por una concepción económica neoliberal, que induce a la pobreza.

Decisiones políticas, adoptadas desde mucho antes de aparecer la crisis económica y mantenidas con excusa de ella, son las que condenan al 30 por ciento de la población española (14 millones de personas) a la pobreza o la vulnerabilidad permanente, sin posibilidad de movilización social y sometidas a un fuerte deterioro que genera desarraigo, desafección, marginación y conflictos.

Ello no es fruto de un cataclismo inevitable, sino provocado por quienes participan de esa ideología de Rato que busca preservar al Capital en el reparto de la riqueza, en detrimento de la fuerza del Trabajo (Reforma Laboral que deteriora salarios, condiciones laborales, abaratamiento del despido, precariedad en forma de temporalidad y fragmentación del mercado de trabajo, etc.); mantiene un sistema fiscal ineficaz e injusto (que beneficia los intereses de quienes disponen de rentas de capital sobre las rentas del trabajo) y una reducción progresiva del gasto público en protección social (recortes y ajustes en sanidad, educación, dependencia, becas, etc.) que provoca desprotección en los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

Rodrigo Rato es todo un símbolo (“el mejor ministro de Economía de la Democracia”, según sus correligionarios) de este Estado social que se quiere –y se está consiguiendo– instalar en la sociedad española, basado en un deterioro intencionado de lo público y la desigualdad extrema, que es contrario a los intereses del 99 por ciento de la población, pero beneficia al 1 por ciento de los privilegiados de España.

Lo repugnante de esta situación, si es que hay algo más repugnante que empobrecer voluntariamente a la mayoría de la población, es que los hechos demuestran que muchos de los que persiguen tales objetivos son ladrones que sólo buscan aprovecharse de sus privilegios para enriquecerse aún más, gente insolidaria y egoísta que defiende exclusivamente sus intereses personales en perjuicio del interés general e iluminados inmorales que no hacen asco a castigar a los ciudadanos mientras ellos delinquen sin escrúpulos y sin vergüenza.

Ese el Estado social de Rato y compañía que denuncia contundentemente el informe cuya lectura recomendamos. Causa escalofríos conocer dónde nos está conduciendo, pero pone los pelos de punta constatar la catadura de quienes nos guían hacia ese modelo de sociedad tan indeseable para la inmensa mayoría.

DANIEL GUERRERO

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