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Los bolsos y los sueños de Rita

Parece ser que Rita está deshojando la margarita. Y no es que yo me haya inventado este pareado, sino que la prensa nos informa que se está pensando muy seriamente retirarse a “los palacios de invierno”, es decir, no acudir a las siguientes elecciones municipales, puesto que no está muy segura de que pueda salir triunfante.

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Porque Rita, al igual que esos personajes maravillosos que pueblan el Olimpo, el día que les toca dejar el sillón, sufren de verdad, padecen un síndrome que los psicólogos deberían estudiar puesto que hasta se les cambia el rostro: es como si de pronto sintieran que se volvieran invisibles para el resto de los mortales; y eso es muy duro para ellos que han estado ocupando las portadas de la prensa durante mucho tiempo. Saber que ya no serán el centro de atención, que dejarán de mandar, que no tendrán unas pagas nada desdeñables, que los focos les abandonan o, simplemente, que ya no calentarán el asiento, les debe resultar insoportable.

Para ello se buscan soluciones adecuadas al nivel que ocuparan en ese lugar prodigioso en el que estaban instalados. Así por ejemplo, los del máximo nivel pueden ser asesores de Gas Natural o de Endesa, a pesar de tener sustanciosas pensiones vitalicias; otros pueden entrar en los consejos de administración de empresas nacionales o extranjeras; también es posible pasar de presidir una comunidad autónoma a ir al Senado, porque allí hay poco que hacer; otros al Consejo de Estado, que es algo así como un refugio de viejas glorias, pero muy bien atendido económicamente...

Estas reflexiones me las hacía tras una charla mantenida con una buena amiga, profesora de la facultad, en la cafetería mientras esperábamos que el reloj anunciara que teníamos que incorporarnos a clase.

“María, ¿qué significa para vosotras el bolso que soléis llevar y que os acompaña cada vez que salís de casa?”, le interpelo al observar que ha acudido al suyo que tiene sobre una silla para sacar un bolígrafo. Me mira con cierta sorpresa, pues no esperaba esta pregunta.

Ya que parece que necesita que le aclare un poco más a cuento de qué viene esta cuestión, le añado: “Te lo pregunto porque como bien sabes a Rita (añado el apellido) la cuestionaron porque le habían regalado un bolso de la marca francesa Louis Vuitton de color rojo y que ella exhibía con mucha soltura. A partir de ello, he pensado si merece la pena hacer un estudio de la publicidad del bolso femenino y tratarlo en clase”.

“Vamos a ver, Aureliano”, comienza a responderme con cierta contundencia, “de entrada, te animo a lo de hacer un artículo o un estudio sobre la publicidad del bolso femenino”. Hace una pausa. Toma un sorbo de café antes de continuar con la explicación.

“Ten en cuenta que el bolso para la mujer es como parte de su identidad; una mujer sin bolso no la encontrarás en ninguna parte. Allí guarda todas sus cosas, desde las más normales, como son las llaves o las pastillas, a otras que los hombres ni imagináis… Incluso allí se guardan los sueños e ilusiones femeninas”.

“¿No me digas? ¿Los sueños también?”, suelto con cierta incredulidad y algo de sorna. Me mira con el entrecejo fruncido antes de responderme: “El problema es que los hombres estáis convencidos de que sabéis todo de nosotras, y, la verdad, es que los sueños y las fantasías de la mujer caminan por otra ruta distinta a los vuestros”.

Es más que probable que esta amiga tenga bastante razón: que los bolsos femeninos contengan algo más que un cúmulo de objetos; que también encierren muchos de los sueños y anhelos de sus dueñas.

Sigo, pues, los consejos recibidos, y sabiendo que a Rita le espera un futuro incierto, me atrevo a bucear en sus posibles fantasías y quimeras, a través de un recorrido por la publicidad de algunos de los bolsos de las grandes firmas, esas que tanto le gustan a ella y a sus allegadas.

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Lógicamente, este recorrido habría que comenzarlo, cómo no, por su marca favorita: Louis Vuitton. Y como en los sueños todo es posible, Rita se convertiría en una chica joven y rubia, muy de este siglo, pero claro, no con un bolso del mercadillo ni de esos que fabrican los chinos en la China con los que nos quieren dar gato por liebre. Ella, faltaría más, llevaría unos auténticos; nada de vulgares copias.

Por otro lado, un día portaría uno rojo y al día siguiente de color amarillo, con lo que daría fe y constancia de su espíritu nacional. Además, casualidades de la vida, coinciden con los de su comunidad, por lo que de este modo mataría dos pájaros de un tiro.

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Como la tierra de los ancestros tira mucho, no es de extrañar que en otro de sus sueños se considerara como la reencarnación de la malvada Lucrecia Borgia, hija del valenciano Rodrigo Borgia, que con el tiempo llegaría a ser Papa con el nombre de Alejandro VI, personaje digno de una película X o de terror.

Ahí la tenemos, vestida como una verdadera dama renacentista, tal como ella suspira cuando da rienda suelta a su imaginación. Y como por entonces el veneno estaba a la orden del día entre sus ungüentos favoritos, comprobamos que tras suministrárselo a otra hermosa dama no tiene ningún problema en utilizar un puñal de dos puntas para obtener un genuino bolso italiano Dolce & Gabbana.

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Ya que estamos en Italia, bien podría ser una chica siciliana, que sigue las tradiciones familiares al pie de la letra. Hay que tener en cuenta que por esas latitudes conviene obedecer de modo puntual los designios paternos, tal como hemos visto en las películas de Francis Ford Coppola.

Ahí la tenemos, yendo a misa o a un entierro, no sabemos muy bien, porque el luto allí lo utilizan con mucha frecuencia. Pero esto no es obstáculo para que un grupo de jóvenes aspirantes a entrar en la Mafia siciliana, la rodeen, la miren con arrobo y acudan a ella como moscas. ¿Quizás para pedirle algún favor o alguna recomendación?

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Sigamos, pues, con los sueños de nuestra protagonista. Atendiendo los consejos de su amiga y colega Ana, cuando tenía que ir a la capital del reino nunca dejaba de pasarse por la Plaza Mayor para tomarse un exquisito y “relaxing” café con leche. Y es que la tradicional plaza de los Austrias, con sus adoquines, sus arcadas, sus viejos muros, le traía grandes recuerdos de la época de esplendor del imperio español, tiempos que a ella le insuflan de verdadero patriotismo.

¡Pero hay qué ver cómo cambian los tiempos! ¡Qué lejos quedan aquellos grandiosos años! Ahora, cada dos por tres, ves gandules pidiendo que les des algo. Es lo que ha sucedido cuando de pronto ha avistado a unos “sin papeles” o a indigentes cobijados en los soportales de tan noble plaza y lo primero que ha hecho es coger su maravilloso y genuino bolso Mandarina Duck para salir pitando y echarse a correr a toda prisa. “Ahora hay tanto pedigüeño suelto, que lo más seguro es no quiere trabajar, que ya no es posible ir tranquila por la calle”, piensa para sí mientras acelera la marcha.

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En otras ocasiones, los sueños han trasladado a Rita a la isla caribeña de Cuba. Y se ha visto como una “dama de blanco”; eso sí, una dama de blanco muy distinguida, con un auténtico bolso Prada, tan inmaculado como el traje que portaba. Era así como quería presentarse ante Fidel para decirle lo muy equivocado que estaba, y aclararle que el Capitalismo no era tan malo como él pensaba, que de eso ella sabía mucho.

“Señor presidente, quisiera decirle que es una gran mentira que en el mundo capitalista haya paro y hambre, como me dicen que hay aquí en Cuba, y que la cifra de tres millones de pobres de los que habla Cáritas es totalmente falsa. Posiblemente sean 30 y que algún bromista haya añadido cinco ceros detrás. Por otro lado, quiero manifestarle que la enseñanza y la sanidad en mi país son también universales y gratuitas, por lo que es una calumnia contra el pobre José Ignacio decir que, además, ha recortado las becas”.

Tras tomar aliento añadiría: “De igual modo, le indico que si viviera en mi país estaría magníficamente tratado en casa, como todos los españoles, con toda clase de ayudas sociales, o en un geriátrico, y no tendría esa imagen tan penosa, siempre con el mismo chándal, que seguramente lo utiliza hasta para acostarse”.

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Pero olvidémonos del paro, de los pobres, de los desahuciados, de los jubilados, de los “sin becas”, de los medicamentos… hasta de los cubanos, y pasemos a hablar de cosas más alegres, más dinámicas y festivas, de esas que a Rita y a sus amigas les interesan, porque ella es muy positiva y nada negativa.

Así, cuando le vienen con esas cantinelas, piensa en el próximo bolso que lucirá, al tiempo que se hace la pregunta: “¿A qué chica como yo no le gustaría pasearse por la Quinta Avenida de Nueva York o los Campos Elíseos de París con su bolso rojo, sintiéndose poderosa y el centro de atracción de todo lo que se mueve a su alrededor?”.

De esta forma es como se ha visto Rita en más de una ocasión: esbelta, delgada, figura grácil, altos tacones, voz melodiosa… portando, cómo no, un bolso rojo de legítima piel de cabra. Y es que, posiblemente, los bolsos femeninos (los de marcas selectas, claro está) tengan la propiedad de hacer verdaderos y auténticos milagros.

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Para cerrar este breve periplo, habría que apuntar que el real y verdadero sueño de Rita es el de ser la acompañante de Sean Connery en una fantástica película de aventuras en la que ella fuera algo así como la Reina de África.

En la misma, portaría siempre su bolso Louis Vuitton. Caminaría entre las fieras sorteando insospechados peligros. Y a los negritos les llevaría todo tipo de abalorios, pues desde pequeña sabe que les gustan mucho. De paso les diría que no se vinieran para acá, pues su amiga Angela, que es la que manda, le ha comunicado que Europa está llena de moros y de negros y que ya no caben más; que lo mejor que pueden hacer es irse a América, ya que les cae más cerca, y que allí pueden llegar a ser famosos o, incluso, presidentes.

Epílogo: Parece que se nos va Rita, que nos abandona tras muchos años de gloria. Es una gran pena. De todos modos, todavía quedan dos años. Y si algún día dejara el consistorio, quizás la viéramos contratada por la marca francesa que tanto le apasiona, despidiéndose de sus incondicionales con una puesta en escena digna de ella.

Así, recordando la triste despedida de Casablanca y acodada en la barra de un selecto bar parisino, mientras una furtiva lágrima rueda por su mejilla derecha, podría exclamar levantando una copa de bourbon: “Siempre me quedará Louis Vuitton”.

AURELIANO SÁINZ
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