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Vámonos todos a Corea (del Norte)

En ocasiones uno se encuentra con algún suceso, anuncio o acontecimiento que tiene el efecto de sacarnos del chaparrón de malas noticias que día tras día nos va cayendo y del que apenas logramos cobijarnos, puesto que no hay refugio en el que escondernos para que no nos alcancen sus afilados y cortantes rayos y, aunque sea durante un cierto tiempo, ilusionarnos de que la tempestad se alejará de nuestro paisaje.

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Son como una especie de bálsamo que durante unos minutos te deja perplejo, como ausente de la espesa realidad que nos envuelve y con cara de alucinado te preguntas: “¿Pero es esto posible?”.

Bueno, vayamos sin más rodeo al tema: recientemente ha aparecido a toda página en un diario de tirada nacional un anuncio de una agencia de viajes online que nos anima visitar, nada más y nada menos, que… ¡a Corea del Norte!

Hasta ahora, las agencias nos invitaban (es un decir, pues para ello había que tener dinero contante y sonante) a Cancún, a Cuba o a cualquier isla del Caribe, si uno quería tostarse al sol y venir bien bronceado; a Venecia, a Viena, a Praga, si uno estaba en plan romántico y quería colgar las fotos de pareja en las redes sociales; a Londres, a Nueva York, incluso a Tokio, si uno quería gastarse el dinero en las grandes urbes…

En fin, no me voy a extender en los circuitos turísticos, pues a estas alturas no creo que hubiera ningún rincón del Planeta que no estuviera promocionado para que los pudientes disfrutaran de esas “merecidas vacaciones” que la publicidad turística nos mostraba en sus folletos a todo color y con imágenes seductoras, para regocijo de unos (lo que podían salir) y fastidio de los más (los que tenían que quedarse).

Sin embargo, ¿había alguien en la piel de toro que suspiraba por ir a ese enigmático país ubicado en el Este del continente asiático? Me temo que ni el más intrépido aventurero se había planteado en sus noches de insomnio cruzar esa línea que divide a Corea del Norte de Corea del Sur.

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Pues bien, como ya aquí todo es posible, puesto que vivimos en el país surrealista que un día Alonso Quijano, alias Don Quijote, quiso enderezar y en el lecho de su muerte se dio cuenta que eso era imposible, y ahora que estamos con el agua al cuello, una agencia nos llevará, previo pago, a ese territorio impenetrable del que apenas conocemos nada por su gran hermetismo.

Para que sepamos algo del lugar hacia dónde nos embarcaríamos, antes de iniciar la aventura conviene realizarnos algunas preguntas: ¿Cuáles son los atractivos turísticos que vamos a descubrir? ¿Nos atraen el arte, los monumentos, la gastronomía, las playas, la simpatía y el exotismo de los norcoreanos? ¿Cuál es su símbolo más representativo?

Tras estas interrogantes, me temo que no tenemos ni la más remota idea de lo que se esconde en este país, por lo que no nos queda más remedio que desmenuzar el anuncio aparecido en la prensa, a ver si somos capaces de entender qué es lo que se nos ofrece y qué es lo que podemos encontrar si nos lanzamos a la aventura.

Como podemos observar, sobre un fondo anaranjado, aparece la figura pintada de Kim Jong-Un, el actual líder norcoreano, con la tradicional vestimenta “mao”, saludando con su mano derecha y alzada a unas supuestas multitudes. Así es como lo vemos aparecer en las pocas imágenes que nos han llegado de este reciente heredero de la dinastía iniciada por su abuelo Kim Il-Sung, tras pasarle el testigo a su hijo Kim Jong-Il.

Este parece ser el más importante “monumento” de Corea del Norte. Más allá de este joven regordete no esperemos encontrar otra cosa que esté a su altura.

Detrás de él, la bandera del país parece ondear al viento, al tiempo que su mano izquierda se apoya en la última palabra del eslogan “Viaja a Corea del Norte”. Debajo de eslogan principal nos anima con la excitante frase: “La oportunidad de vivir una experiencia única”.

¿Una experiencia única? Esto suena muy raro, pero que muy raro… Continuemos pues. Para que nos vayamos haciendo una idea de cómo tenemos que ir, más debajo de la figura del “amado líder” aparecen cuatro señales de prohibición para aclararnos que no quieren periodistas, ni fotógrafos, ni se podrán utilizar tarjetas SIM, ni dispositivos GPS, ni habrá acceso a internet, ni se podrá llevar pantalones cortos, ni bermudas, ni chanclas, ni camisetas… pues, de entrada, nos advierten de que hay restricciones en la vestimenta.

Los precios, como podemos comprobar, están al alcance de cualquier bolsillo: 1.450 euros, teniendo en cuenta que se sale desde Pekín; es decir, que previamente hay que ir a la capital china y, desde allí, tomar rumbo al último “paraíso estalinista”.

¿Y quién hay detrás de todo este entramado? La verdad es que no tengo ni idea. Solo sé, como algunos de los lectores, que hay un curioso personaje, oriundo de Tarragona, llamado Alejandro Cao de Benós que, a los 16 años y decepcionado por la crisis de la Unión Soviética, se dio cuenta de que Corea del Norte era el sitio que verdaderamente encarnaba los principios con los cuales soñaba, algo así como la tierra prometida.

Ni corto ni perezoso se fue a este país para hacerse coreano y predicar la decadencia del Occidente corroído por el capitalismo. El resto de su historia la podemos ver en algunos vídeos de este singular individuo colgados en internet.

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Por mi parte, a quien se esté animando a embarcarse en este lance le recomendaría la lectura de la excelente novela gráfica Pyongyang, del canadiense Guy Delisle, que tuvo la osadía de visitar Corea del Norte donde vivió esa “aventura única” de la que nos habla el anuncio. En ella encontramos descrito, a través de viñetas, su periplo por este país. Ni que decir tiene que nos pone en antecedentes de lo que nos vamos a encontrar.

En fin, creo que es cuestión de pensárselo despacio. Así, todo aquel que tenga adicción a los móviles y al WhatsApp, los que estén enganchados a las redes sociales o que no pueden vivir sin su smartphone, seguro, al menos, que lograrán desengancharse de los artilugios que la sociedad de consumo les ha acabado inyectando en el cerebro. Algo es algo.

¡Ah! Y seguro que les recibirá el gran líder en una de esas enormes plazas que hemos visto en las pantallas, todos muy juntos, en estrictas filas, manteniendo el espíritu recio y marcial que les insuflarán nada más aterrizar en la capital. ¿No es acaso la gran oportunidad de nuestra vida de salir de este sofocante país del paro y los recortes para entrar en esa maravillosa sociedad que, supuestamente, nos espera con los brazos abiertos?

AURELIANO SÁINZ
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