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El síndrome del pueblerino

Quiero empezar el artículo de esta semana felicitando y, a la par, dando las gracias a la Asociación Iniciativa Joven que, con su programa Descubriendo Montilla, pretende acercar nuestro pueblo a los montillanos y no a los turistas –que para ello ya existen otros estamentos-. El programa para el pasado sábado 28 de abril era atractivo. Espero que, además, fuera un éxito y ¡ánimo! para seguir adelante contra viento y marea, es decir, contra la inercia de “ser muy montillanos pero sin saber nada de Montilla”.

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Tampoco quiero dejar en el tintero la actividad Montilla: un patrimonio por descubrir puesta en marcha hace ya algún tiempo y que ese fin de semana también había programado un recorrido. ¡Bienvenido todo empuje que dé a conocer nuestro pueblo!

Este tipo de actividades son las que pueden sacar poco a poco a nuestro pueblo de la indiferencia en la que parece que ha caído y de la profunda siesta que desde hace mucho tiempo duerme en brazos del olvido. Montilla no caminará hacia adelante si los montillanos no la estimulamos.

Conocer Montilla debería ser el Leitmotiv de cada uno de nosotros. Ahora me explico pero, antes, quiero hacer una precisión. Todos somos capaces de viajar a miles de kilómetros para ver una ciudad, que la recorreremos en todos sus rincones a golpe de cámara de video: en Francia, Italia, Inglaterra o EEUU... Y, sin embargo, desconocer casi por completo infinidad de rincones, no ya de la geografía patria, que también, sino de obras de arte y monumentos de nuestra ciudad. Supongo que a la inversa deberá ocurrir lo mismo.

Yo le llamo a esta modalidad de ignorancia “el síndrome del pueblerino”. Fanfarroneo de haber recorrido Pernambuco, porque eso mola más que decir que conozco mi pueblo, sus calles y sus bonitos rincones. ¿Mi pueblo? ¡Pero si en mi pueblo no hay “na”! O, a lo más, pensamos: ¡lo que tengo cerca ya lo veré un día de estos…!

Conocer Montilla consistiría, a mi modesto entender, en organizar itinerarios para ver sus monumentos civiles y religiosos. Visitar San Sebastián, El Santo o la Parroquia; San Agustín o La Rosa para saber de su arquitectura y sus tesoros artísticos.

Contemplar sus conventos y el arte que esconden dentro. ¿Que con la Iglesia y su cerrazón hemos topado? Pues choquemos reiteradamente hasta conseguirlo. Sin prisa, pero sin pausa.

Conocer Montilla sería visitar sus calles con nombres célebres y populares y, en cada una, explicar la historia de estos prohombres o de oficios ubicados en ellas. Seguro que muchos de nosotros no conocemos que, desde como mínimo el año 1500 hasta nuestros días, Montilla ha tenido una pléyade de personajes importantísimos que ennoblecen la historia del pueblo: El Gran Capitán (1453-1515) o el Inca Garcilaso (1539-1616)... ¡Para muestra un botón!

Conocer Montilla puede comportar una visita a los dos paseos más antiguos: “el de Abajo” y “el de Los Monos”, antes de que los vándalos arrasen sus arriates. Y explicar cuándo se construyeron, qué tipo de eventos se celebraban en ellos, el conjunto de vegetación que contienen...

Hablar de la curiosidad de El Coto como prolongación del Paseo de Cervantes y, de paso, reiterar su abandono. Cito a Montilla Digital: “A la falta de mantenimiento del mobiliario urbano, se suma la suciedad que se acumula en algunos parterres, como consecuencia de que el Paseo se ha convertido en un lugar habitual de botellón”.

Y, de paso, hacer referencia a las fuentes públicas que ya son historia: la de San Blas y la del Pozo Dulce, donde el pueblo se abastecía con sus cántaros de barro antes de llegar el agua corriente. O la de Santa María, a las afueras del pueblo.

Conocer Montilla puede suponer un paseo por las fuentes existentes más alejadas del pueblo. Ya sé que esto se ha hecho –ignoro si en este momento se hace-. Especificar de dónde viene el agua, la función que cumplían estos abrevaderos, desde cuándo existen...

Conocer Montilla podría ser explicar cómo eran y dónde estaban los ya desaparecidos cines Ideal y el Llano Palacio (¡vaya tontería!); la Plaza de Abastos de estilo historicista, con estructura de hierro en el interior y, toda ella, rodeada por rejas del mismo material, ahora sustituida por un anodino edificio.

Ahondar en la historia de los recordados Arcos de la Puerta de Aguilar; cuándo se fundan los dos casinos y qué importancia tienen en un pueblo eminentemente agrícola. Hablar de la Sociedad Económica de Amigos del País, reorganizada en 1880 por el montillano Dámaso Delgado.

Conocer Montilla es implicarse en ella, defenderla, respetar sus monumentos, perpetuar nuestra tradicional hospitalidad y abrirnos a los visitantes, procedan de turismo religioso o folclórico. Lo importante es que vengan, se sientan cómodos y, de paso, desembolsen los “cuartos” en nuestros establecimientos y en la adquisición de nuestros productos.

Se trataría de dejar de mirarnos el ombligo, de enfrentarnos por “un quítame allá esas pajas”. De estar por encima de las banderas, los banderines y todos sus posibles colores. El color que nos debe interesar es el verde de los pámpanos que adornan nuestro paisaje en primavera o el marrón que configuran las viñas en otoño.

Hay que relanzar al estrellato la Munda romana; la de El Gran Capitán, el Inca Garcilaso; la de Solano y Juan de Ávila; la de Juan Pérez de Pineda, El Caballero Audaz; la de Diego de Alvear y Ponce de León, de plena actualidad en estos días...

La Montilla de El Pulsista, Dámaso Delgado, El Sabio Andaluz, José Garnelo, Morte Molina, Guillermo Núñez de Prado, Jiménez Castellanos, Bernabé Fernández Canivell –hijo del inventor del Ceregumil, producto también de plena actualidad- y tantos otros personajes ilustres, con calle dedicada o sin ella, que tenían a Montilla muy metida en el corazón.

Hay que ganarle la plana a los servicios públicos que, unos por otros, siempre han dejado “la casa sin barrer”. Muchos de vosotros es posible que penséis que estoy infectado de rancio romanticismo al mirar Montilla desde estas atalayas y que no vivo en la realidad cotidiana. ¡Sea…!

Por supuesto que con estas letras no pretendo ni dar lecciones ni incomodar a nadie y, mucho menos, decir a los demás lo que deben o no deben hacer: no soy quién para ello. Solo ambiciono romper una lanza en pro de Montilla y de lo montillano. Soy consciente de que esto puede quedar solo en un “brindis al sol”. Aun así, me lanzo a ello.

El Ayuntamiento me envía habitualmente, como a otros tantos montillanos, información de la agenda de fin de semana. Tengo que lamentar que hace tiempo también mandaba las noticias relacionadas con Montilla, que aparecían en la prensa. Por no sé qué o por un “quítame allá esas pajas”, dicha información desapareció.

¿Problemas de personal dedicado a ojear y hojear todos los días la prensa? ¿Problemas político-tendenciosos? Nunca más se supo o, para ser más exacto, no me he enterado del porqué de dicha supresión informativa.

No quiero pensar mal pero hasta es posible que hubiera un cierto reparo en enviar información que no fuera complaciente con los mandos locales. Disculpen esta pequeña maldad, pero a estas alturas no me fío mucho de la mitad de la cuadrilla.

No espero mucho, por no decir nada, de los poderes públicos y sí del entusiasmo y del buen hacer de la gente de este admirable pueblo. Brindo una vez más, desde Montilla Digital, con una copa de Pedro Ximénez por la prosperidad y por el renacer de nuestra ciudad.

PEPE CANTILLO
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