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Problemas profundos

Cuando alguien de la calle trata de explicar cuáles son las principales cuestiones de las que tiene que ocuparse el nuevo Gobierno, cada cual dice algo distinto, coincidiendo la mayoría en la cuestión del desempleo. En primer lugar, sería conveniente dividir los problemas en dos categorías: estructurales y coyunturales. Por las primeras se entenderán aquí cuestiones que afectan a todos y que, por mucho que se intenten arreglar, no serán resueltos o solo lo serán temporalmente.

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Entenderemos aquí por "coyunturales" las cuestiones que, a pesar de su mayor o menor gravedad, solo son temporales y cuyo arreglo, aunque ayuda, no soluciona del todo los problemas más fundamentales y esenciales.

¿Cuáles son los problemas coyunturales? Los que habitualmente trata la prensa: el paro, los mercados, la crisis financiera, la restructuración bancaria, la falta de crédito… Son grandes problemas, indudablemente, especialmente el del paro. Pero el paro puede subir o bajar, es una tragedia que tiene solución temporal. Deben resolverse otros inconvenientes para poder lograr solucionarlo.

Algunos dirán que es el propio sistema capitalista el problema estructural. Es posible, pero aquí se indican dos: una falta de visión de futuro y una profunda crisis de valores.

¿Por qué los mercados no confían en España? Por una razón muy sencilla. Este bendito país se ha tirado algo menos de una década basando su crecimiento en dos sectores tan abstractos como el inmobiliario y el turístico. De hecho, lo que hace tan diferente la crisis de España de la de otros países es la excesiva magnitud de este primer sector.

Ahora los mercados se preguntan: ¿Qué puede aportar España? ¿Qué sector o sectores tirarán de la economía? Porque turismo, en mayor o menor medida, seguirá habiendo; pero no se puede volver a la burbuja inmobiliaria.

Si se resuelve esta primera cuestión, la creación de empleo es solo una cuestión de tiempo. Pero si no se crean puestos de trabajo por falta de crédito y por falta de confianza en un sector pujante, ¿cómo se va a resolver este problema fundamental?

Por otro lado, está la crisis de valores. Antes, un niño sabía lo que tenía que hacer -otra cosa es que lo hiciera- para agradar a su familia y hacer lo que se consideraba correcto. Ya no.

Antes, el que compraba una casa para venderla por un precio mayor era un "crack". Ya no. No hay un respeto por la cosa pública y el paro está sacando lo mejor y lo peor de las personas. El individuo puede escoger en su libertad romper los esquemas sociales. Problema: que ya no hay reglas que romper.

En un momento en el que es decisivo el papel de la educación para formar a personas competitivas que levanten el país y favorezcan un futuro de crecimiento sostenible, no hay ningún ejemplo que seguir.

Hace cincuenta años el modelo era don Santiago Ramón y Cajal. Hoy, si hay un modelo, este es el de deportistas como Rafael Nadal. Y no es una crítica hacia su persona, que es un deportista muy loable, pero no ha hecho absolutamente nada en el ámbito del conocimiento ni en el ámbito social. Y no hablemos de los que admiran a la Princesa del pueblo

Hay un abstracto culto al éxito, pero no al esfuerzo paciente -tal vez sí al esfuerzo de un instante, propio de los deportes-. No se valora lo suficiente el ahorro, el servicio al colectivo social ni ninguno de estos valores que hace años sí tenían importancia. ¿Habría que volver a ellos? Cada uno tendrá su opinión.

Lo cierto es que, como dice el refranero popular, siempre tan sabio, "a perro flaco todo se le hacen pulgas" y, por ello, la falta de valores de este país se está agravando. Ni la Casa Real, envuelta desde siempre en un hálito de misticismo y ejemplaridad, se ha librado de esta degradación. Jamás se ha visto a un rey pedir perdón con ojos llorosos.

Sin un modelo de crecimiento sostenible ni un modelo social o, si se prefiere, moral, es muy difícil abordar los problemas coyunturales. Cuando se resuelvan esas dos cuestiones, España tal vez pueda avanzar.

RAFAEL SOTO
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