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De chorizos y elefantes

Había una vez un reino muy lejano llamado España. No vivía tiempos felices. La bruja Crisis había quemado las cosechas y su dragón Recesión dormía tranquilamente sobre una colina, esperando recibir la orden de atacar a los aldeanos.

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Los caballeros del reino habían visto mermadas sus fuerzas. Unos estaban en el calabozo, o eso decían las leyes; otros, solo pensaban en comprarse un castillo nuevo.

Algunos colocaban a sus sicarios en los caminos para asaltar las caravanas con los impuestos del campesinado. Incluso existía uno que sufría de exceso de ego debido a que no paraban de regalarle armaduras nuevas. El pueblo de España sabía recompensar a sus héroes.

Los nobles no se ponían de acuerdo a la hora de encontrar una solución. Los nobles caballeros, la Orden de la Rosa, solo sabían gritar y gritar que la Orden de la Gaviota solo sabía quitar a los campesinos para pagar los caprichos de la bruja. Acusación a la que no faltaba razón. Pero la Orden de la Gaviota sabía lo que hacía.

¿Quién quiere campesinos cultos o sanos? Así son más fáciles de exprimir -digoooo... de poner al servicio del reino- y poder tener contenta a la bruja. Eran un poco despistados los caballeros de la Orden de la Rosa. Ellos tenían las soluciones, pero cuando ellos tenían más poder en el castillo de Moncloa, se les olvidó comentarlas. Esas cosas pasan.

Mientras tanto, el monarca estaba en paradero desconocido. Se tuvieron largas e inútiles charlas acerca de quién tenía la responsabilidad de la llegada de la bruja. Muchos decían que los tesoreros del reino. Otros, que todos tenían un poco de culpa.

El tesorero juega con la codicia del campesino. El campesino no puede permitirse dos vacas: pues por narices quiere dos vacas. El tesorero, con astucia, le deja el dinero para que pueda comprar su segunda vaca, pero el campesino no tiene las monedas para devolverle el dinero de dicho préstamo.

Mientras tanto, los caballeros seguían confiando en la bondad de los tesoreros. Cualquiera no deja dinero para vacas. También es cierto que desde la llegada de la bruja, los campesinos han sufrido el doble o el triple de hechizos malignos.

Fijaos, queridos amigos, cuán grande era el poder de la crisis que hasta hizo aprobar una ley absurda a los caballeros de la Orden de la Gaviota. A un campesino, por retrasarse un poco en el pago de su vaca, se la quitan. Pero si el tesorero roba seis vacas y paga media, se le perdona el tirón de orejas. He dicho "ley absurda" pero, en verdad, bien pensado, es comprensible: cuesta un huevo cuidar a seis vacas, no comparemos.

Mientras el reino de España seguía entre tinieblas, un buen día apareció el monarca. Su larga ausencia estaba más que justificada. Estaba en una lucha a vida o muerte con unas bestias milenarias a la que los magos llamaban "paquidermos".

En tal encarnizada lucha sufrió un herida en la cadera. Por ello, los juglares hicieron odas a tan heroica batalla. El monarca, víctima de su modestia, pidió perdón. Pidió perdón por no haber podido matar a unos cuantos paquidermos más. Como estaba la cosa en su reino, sería lo único que podrían comer sus súbditos.

CARLOS SERRANO
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