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¿Para qué sirven las elecciones?

Hace escasos meses (en mayo), hubo en España elecciones municipales, es decir, éstas en las que se eligen alcalde y concejales de las localidades. O sea, que los Ayuntamientos actuales llevan, como quien dice, dos días en sus puestos, y dependiendo de la calidad personal de los elegidos, tanto como de la situación de partida de cada consistorio, algunos habrán hecho más cosas y otros, menos.

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En Jerez de la Frontera –y ésta es la noticia que me da pie a la apostasía de hoy- una concejal –cómo no- de Izquierda Unida ha presentado una propuesta para crear un concejal número veintiocho –en la actualidad son veintisiete-, de manera que un ciudadano cualquiera –ignoro si periódicamente, por qué tiempo, si siempre el mismo o cambiándolo- pueda acceder a los plenos del Ayuntamiento para acercar la gestión política del Consistorio a la ciudadanía.

La pregunta que se me ocurre de inmediato es obvia. Entonces, ¿para qué coño sirven los primeros veintisiete concejales? Y por ende: ¿para qué sirvieron las elecciones? A menos que la señora concejala jerezana tenga pensado colocar en el nuevo sillón a algún primo o vecino cercano, no se me ocurre ninguna razón para que tengamos que crear nuevas plazas de concejal.

Es más, estamos discutiendo a troche y moche sobre la necesidad de reducir el tamaño de la Administración –lo que incluye a concejales, diputados, parlamentarios autonómicos, etcétera- y a esta buena señora se le ocurre lo contrario.

Relacionando esta broma de mal gusto con el famoso debate del lunes, la conclusión a sacar está meridianamente clara, en mi opinión: la izquierda española, lejos de aprender, se empecina en sumar dos y dos y que le salgan siete.

Ya en la primera parte del debate electoral, Rubalcaba –ya desencajado, balbuceante y pálido a pesar de los tres kilos y medio de maquillaje que llevaba encima- insistía en la necesidad de hacer que fueran los poderes públicos quienes tiraran del carro de la actividad económica. Justo lo que se ha estado haciendo estos años en países como el nuestro, o en Italia, Grecia, Irlanda y Portugal. Justo lo que se ha hecho en países en vías de extinción –euromonetariamente hablando, claro-.

Por cierto, que si el candidato socialista hizo en el debate el papel de patético sparring canijo, no se vayan a creer que el otro me gustó más. No, Rajoy se quedó, como siempre, a medias. Era la oportunidad de su vida para destrozar, destruir y terminar de una vez por todas –políticamente se entiende- con la Amenaza Rubalcaba y lo dejó vivir. Lástima de oportunidad perdida para demostrar que cuando es necesario ser cruel y justiciero, se es y punto.

Todo esto demuestra, una vez más, el triste y mediocre nivel de nuestros políticos, consecuencia directa del triste y mediocre nivel de nuestro sistema electoral. Si en lugar de votar a una pandilla en la que todos los amiguetes van juntos, pudiéramos votar a éste de esta pandilla y a aquél de aquella otra; o si pudiéramos realmente elegir a personas por su capacidad de trabajo y por su capacidad intelectiva… otro gallo nos cantaría.
MARIO J. HURTADO
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