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La mayor cuota de poder

El Partido Popular (PP) consiguió ayer, tras su abrumadora victoria en mayo pasado en las Elecciones Locales, un aplastante triunfo por mayoría absoluta en las Generales. Mariano Rajoy consigue con ellos los mejores resultados de la historia del PP y el punto álgido del poder del centro derecha tanto a escala local y autonómica y, ahora, estatal.

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Nunca, ni en la mejor época de Aznar, controló el PP más ayuntamientos y autonomías amén de disponer de una amplia mayoría absoluta en el Parlamento nacional. Y ello lo ha conseguido de la mano de un líder que hace muy poco era continuamente cuestionado tanto en sus propias filas como desde los estamentos mediáticos.

A Rajoy se le acusaba de carecer del empuje y del carisma necesarios, se le achacaba debilidad y complejos para ser un verdadero y contundente líder. Tras su primera derrota, acaecida en aquellos infaustos días de marzo de 2004 -y, sobre todo, tras sufrir la segunda en 2008-, se le quiso dar por amortizado y se lanzó contra él una espectacular riada de tinta y de palabras radiadas.

Y hubo un momento en que el calendario de elecciones parciales, particularmente las gallegas y vascas, parecieron tenerle contra las cuerdas. Aquella noche de marzo de 2009, cuando las encuestas a pie de urnas vaticinaban que su amigo y aliado Alberto Núñez Feijo no alcanzaba la mayoría absoluta y que los populares vascos sufrían un descalabro, su suerte les pareció echada a sus enemigos internos y externos. Pero esa misma noche, el PP lograba reconquistar Galicia y ser determinante para la gobernabilidad del País Vasco.

La suerte de Rajoy cambió aquel día. O mejor dicho, él se la había labrado para que todo girara de golpe aunque se le seguía acusando de que no despegara en intención de voto a pesar de la crisis económica que empezaba a morder ya muy duramente el ánimo de los españoles.

Pero los tres puntos de ventaja se convirtieron en siete y, luego, ya pasaron de los diez, cifra que quedó plasmada en hechos en las elecciones de mayo de este mismo año. Al inicio de la campaña retornó una cierta cantinela con la coral de fondo del efecto Rubalcaba.

Zapatero era quien hacía mutis por el foro y los suyos le trataban como a un leproso mientras que Rajoy emergía ya incuestionable ante los suyos. Lo que antes eran defectos ahora se clamoreaban como virtudes: prudencia, previsión y tranquilidad en medio de un mar de angustias económicas y sociales, con el paro en cinco millones y el país al borde de la intervención por quiebra de su deuda.

Cierto que ello, la crisis y el paro, han sido los factores esenciales y definitivos en el arrollador triunfo del PP y en la hecatombe socialista -que vive horas críticas y habrá de plantearse una auténtica refundación del propio partido tras el brutal desastre y la total pérdida de sus poderes y señas identitarias-.

Pero es también momento de recordar que Mariano Rajoy, el futuro presidente del Gobierno, ha sabido dirigir su barco y el del PP con mano serena y atravesar conspiraciones y zozobras. Algunos de los que anoche le aclamaban esperarán que el gallego no tenga memoria de aquello, que temen que sí, pero que al menos haya decidido no tenerlo en cuenta. Que sea generoso en su victoria, vamos.

Pero en realidad Rajoy no está en eso. Porque no puede estarlo. No puede ni siquiera pararse más de media hora en celebrar su victoria. Porque España está en la UVI. Porque es tan cierto que Rajoy acumula un poder que no ha tenido ningún gobernante en la historia democrática de España, ni González ni Aznar, con ese añadido municipal y autonómico, como que jamás nadie ha heredado un país en peor situación de catástrofe económica y social.

Hecatombe total

La hecatombe del PSOE es total. Sólo ha ganado en Barcelona y Sevilla. Ruibalcaba ha cosechado los peores resultados de toda la historia de la democracia. En 1977 obtuvieron 118 diputados; Almunia, en 2000, 125. Su poder territorial está deshecho. Y aún pueden perder Andalucia, donde el vuelco ha sido espectacular, o el Pais Vasco, donde los nacionalistas y ¡ay! los proetarras, han arrollado.

Tampoco Chacón puede decir apenas nada. Ha gando en Barcelona por la mínima pero en el conjunto de Cataluña ha sufrido una catástrofe y, por vez primera, ha sido superada en unas generales por CiU.

El PSOE, o se toma en serio una total regeneración, o puede entrar en un todavia más espantoso declive. Sus resultados son equiparables a aquel "techo" de Fraga en 1982 (107 diputados). Ha resucitado IU, con sus 11 escaños y ha emergido UPyD con sus cinco asientos (cuatro en Madrid, donde ha sacado asiento la periodista Irene Lozano, superando a IU), aunque no ha llegado por los pelos al 5 por ciento necesario para constituir Grupo Parlamentario propio.
ANTONIO PÉREZ HENARES
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