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La carrera del cangrejo

Intenta Rubalcaba dar ánimos a sus tropas y les anuncia que se va acercando, que corre que se las pela y que está ¡a diez puntos! Y se desayuna al día siguiente con la catarata de todas las encuestas desmintiéndole. Lo que le dicen es que corre... pero para atrás. Que lo que ha recortado son diez escaños más y que no llega ni a los de Almunia.

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El PSOE está a menos de una semana de consumar la hecatombe de las municipales con la pérdida absoluta de lo que fue un omnímodo poder, el voto de izquierdas en plena diáspora y el partido hecho trizas. La campaña electoral, la más difícil pero también la más roma y torpe de la historia del PSOE, ha descubierto a un candidato fallido.

A la luz, Rubalcaba se ha hecho pequeñito. El tenebroso perverso se ha transmutado en un fraile listillo. Y lo peor, que se le nota mucho que va de listillo. Su famoso esprín está resultando ser la carrera del cangrejo.

Porque resulta evidente que desde que emergió como sustituto de Zapatero no ha hecho sino ir perdiendo terreno político y personal. Su famoso “efecto” resulto una verdadera filfa en las pasadas elecciones locales donde ya ejercía de jefe. Y desde entonces, a mejor no ha ido.

En vez de remontar lo que hace es descender y lo que pretende vender a los suyos como avances son cada vez más patentes retrocesos. Las distancias con el PP -y en ello son unánimes los sondeos- no han dejado de ampliarse desde que Rubalcaba entró en campaña.

La mejor visualización la tuvimos en el debate. Un error supino y clamoroso -aceptar implícitamente que el otro había ganado- hizo que lo difícil se transformara en imposible. Y su derrota, cada vez más palpable según transcurría el tiempo y se reposaba lo sucedido.

Resultaba patético ver a los dirigentes socialistas alardear y sacar pecho de victoria mientras que las gentes, hasta buena parte de las propias, proclamaban lo contrario. Las últimas encuestas de la campaña tan solo han hecho ratificar lo obvio. La opciones no solo aumentan sino que van mermando cada día que pasa. Descontado ya el vencedor, el verdadero efecto es acudir en socorro de quien gana.

Rubalcaba es ya más que consciente de que la meta de su carrera es Ferraz. Que en la otra competición, la de Moncloa, está fuera de la pista. Pero puede que también acabe por ser sacado de la primera.

De confirmarse los augurios y convertirse la derrota en horrorosa, quedará inhabilitado en su pretensión de dirigir el PSOE. Y no hará falta que dimita, porque en realidad Rubalcaba no puede dimitir de nada excepto del escaño cuando lo tenga.

Es Zapatero quien formalmente es el secretario general. Y ese puesto es el objetivo de la verdadera batalla que librarán los socialistas tras el 20-N. Con un agravante que los mas sensatos señalan: el zapaterismo, la insensata cuadrilla que ha gobernado el país y el partido, ha tenido para ambos efectos letales.

El PSOE ha perdido su condición de partido nacional y hasta su genética socialdemócrata para transformarse en ese mix turbio de radicalismo y personalismo. Raíces y cuadros fueron descuajados y sustituidos por pepiños y pajines.

Hoy sacan a las viejas glorias del armario, pero recomponer internamente lo que ha sido literalmente espachurrado no va a ser tarea fácil. Como puede ser incluso una puntilla que una nacionalista catalana del PSC, Carme Chacón, ultimo residuo de la camarilla Zapatero, se presente como solución al monumental desaguisado.

O que otros piensen que en las recetas antisistema el 15-M está su rumbo. El 20-N puede ser una fecha fatídica para quien ha sido desde el 77 la casi exclusiva referencia del poder de la izquierda en España. Les queda menos de una semana.

Postdata: Los más optimistas de los socialistas consideran, dando desde luego por perdido este envite, que la crisis es tan dura y terrible -y tan drásticas las medidas que se verá obligado a imponer Rajoy- que dentro de cuatro años, el poder les volverá a caer a ellos como fruta madura. Amén de lograr salvar Andalucía el próximo marzo, claro.
ANTONIO PÉREZ HENARES
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