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El PSOE ya no es nuestro problema

El Gobierno del PSOE, tras negarla, concluyó que la crisis se debía a todos, y a todo, menos a ellos mismos. Ahora, el PSOE, tras perder el Gobierno, los ayuntamientos y las autonomías, concluye que es la crisis la única culpable de su propia crisis de la que ellos siguen sin tener responsabilidad alguna.

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Ni Zapatero, ni su camarilla, ni los barones sin feudo, ni Rubalcaba y sus “efectos”, han sido capaces del mínimo esbozo de una critica, de más mínima asunción de culpabilidad alguna en la catástrofe. Por negar niegan hasta el hecho clamoroso de una campaña penosa por la que, ante el estupor general, se felicitan.

Su irresponsabilidad ante la crisis de España era enorme motivo de preocupación para todos porque a todos nos afectaba. Que ahora apliquen la misma técnica de ciega ocultación y huida ante lo que a ellos mismos les sucede puede empezar a no preocuparnos absolutamente nada. Esta es ahora su crisis y con su pan se la coman.

Otra conclusión es difícil de extraer ante lo sucedido este pasado fin de semana en su Comité Federal. Como ya sucediera tras el brutal fiasco de las elecciones locales, donde un sanedrín de derrotados se conjuró para que todo siguiera igual y ellos en sus puestos internos de donde la ciudadanía no puede desalojarles, ahora han optado por mantener el mismo avestrucismo anonadado y el mismo hÁbito de manada desnortada.

Nadie puede exigir a nadie una dimisión porque todos saben que debieran ante la brutal derrota compartida presentarla ellos también. Nunca tuvo mayor peso la cita evangélica de “quien esté libre de culpa que tire la primera piedra”. Porque saben que ello sería una lapidación colectiva.

Pero su crisis es ahora suya y solo suya. Que patéticamente pretendan silbar todos antes que afrontar una realidad y la peor situación política, de poder y de liderazgo a la que se hayan visto abocados es algo que al conjunto de la sociedad, que tiene muchas urgencias y angustias que afrontar, solo puede llevarles a una todavía mayor desafección de quienes les confiaron alguna vez su voto o, incluso, lo han seguido confiando ahora.

Resulta inaudito ver a Rubalcaba como si lo acaecido fuera por obra y gracia de las perversas tinieblas exteriores y a los corifeos dándole tratamiento de sacrificado héroe. ¿Cuál debiera haber sido la magnitud de la hecatombe para que se sintiera concernido por ella?

Si Zapatero fue el gran artífice del brutal naufragio, ¿no es acaso él su piloto y el que quedó al mando del timón desde ya hace casi medio año? ¿Y qué puede aportar Carme Chacón excepto una zozobra aún mayor y, encima, añadiendo sus veleidades nacionalistas y confrontadoras cuando si algo requiere ahora España son conjunciones y unidades?

El paisaje después de la batalla no puede ser más desolador. Porque si ZP ha socarrado una generación entera, la vuelta al pasado de Rubalcaba ha arrastrado a la anterior. Amén de que sea don Alfredo el renovador eterno, lleva jugando con la copla para no dejar nunca el machito desde aquellos tiempos del guerrismo cuando ya se renovaron a sí mismos.

Pero es aún más desesperanzador el escenario cuando, en medio del desastre, nadie hace la más mínima señal de contrición ni parece capaz de lanzar ningún otro mensaje que el de la autoexculpación y el de su propia supervivencia.

Todo se fía a que, en breve, el rival triunfante se estrelle; a que la enconada situación económica y social destroce cualquier esperanza de futuro y entremos en tiempos de todavía mayor penuria y convulsión.

¿Y suponen que aunque así fuera y acabáramos en la peor de la sima iba a ser Rubalcaba el que visualizáramos como salvador? ¿Qué razón habría a no ser que -y no es descartable- perdiéramos cualquier memoria de lo pasado?

Pero no es ahora ese su presente inmediato. Ese es el de la intemperie fuera del poder donde ya les dijo Leguina que hacía "mucho frío". Ese es un partido de alcaldes sin vara y de virreyes sin palacio; es un Grupo Parlamentario de “ánimas del purgatorio”, de cadáveres políticos en travesía hacía ninguna parte y de ministros nostálgicos de coche oficial con o sin parada y fonda en gasolinera.

¿Qué oposición puede emerger desde ahí? ¿O lo van a basar todo a ser el eco de una calle encrespada -si es que la calle más allá de liberados sindicales quiere encresparse- y del 15-M y sus recetas antisistema? Por ahí me parece que les lleva ventaja Cayo Lara.

Pero en suma. Esta crisis ya es su crisis. Ya no es la nuestra. Es suya en exclusiva y, en el fondo, allá ellos en cómo la resuelvan o la pudran. En el fondo y en buena parte, han dejado de ser, en cierta manera y quizás por fortuna, nuestro problema.
ANTONIO PÉREZ HENARES
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