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Ni voy ni te espero

La visita de Susan (abreviatura de Su Santidad) no me molesta. Como hombre libre puede venir a España y, por mí, se podría ir a la Cochinchina. Estoy encantado de que los reaccionarios que irán a aplaudir el discurso homofóbico, pseudofascista, machista, y anticondón que lanzará el líder de una organización que acoge a pedófilos y propaga la virulencia del Sida en África puedan tener por un día sensaciones orgásmicas sin represión. Siempre que la orgía papal la paguen los orgásmicos.

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No obedeceré sus dogmas. Sus ofensas me las pasaré por debajo del Arco del Triunfo. No soy católico. Su figura para mí tiene el mismo valor que pueda tener Belén Esteban. Cero. Eso sí, me reiré al ver que en pleno siglo XXI aún hay gente que sigue aplaudiendo tesis tan alejadas de la ciencia, el raciocinio y la lógica.

Mi risa hacia estos hooligans de la fe es irrespetuosa. Lo sé. Pero mis risas hacen menos daño que sus creencias discriminatorias y los insultos que lanzan contra cualquier modelo de vida libre que no acepte el yugo de las sotanas.

Ninguna de mis risas acarreará que un católico tenga que asistir al psicólogo o se quiera quitar la vida. Por el contrario, sus monsergas homofóbicas sí han conseguido que más de un homosexual haya salido de los confesionarios con deseos de quitarse la vida o pensando que tener relaciones con una persona de su mismo sexo es un pecado capital que sólo merece la muerte.

Ninguna de mis risas provocarán que un africano muera de Sida por no usar condón. Ni mis carcajadas serán cómplices de pedofilia. Ni justificarán la violencia de género, ni ridiculizaré a ninguna mujer divorciada que esté muriendo en vida. Ni ninguna de mis risas dirán que la masturbación es insana y un “vicio” de tal envergadura que puede ser causa de parálisis cerebral.

Por desgracia, la vergüenza ajena que tendré que sufrir mientras una panda de reaccionarios aplauden las infamias, los insultos y el veneno papal no será bastante para que mi Gobierno piense que no se puede financiar con dinero público la visita del líder de la entidad que más daño ha causado en la historia de la humanidad.

Un pasado genocida, persecutor, pedófilo, saqueador y aniquilador contra quienes no tuvieran en Roma el fin de todos sus caminos. En Granada, por ejemplo, está la huella más cercana que los andaluces tenemos para comprobar cuál ha sido el modus operandi de esta institución odiosa que siempre pide perdón 500 años después de haber cometido el pecado.

Mientras los beatones y la jerarquía vaticana aplaudan como posesos las barbaridades que lanzará Benedicto XVI, Somalia y otros rincones del mundo seguirán muriendo por inanición. A la vez que en España se reduce un 23 por ciento el dinero destinado a la lucha contra el hambre en el mundo, se cierran ambulatorios y urgencias hospitalarias, se reduce el sueldo a funcionarios y suben los impuestos a las clases medias, las empresas patrocinadoras de la excursión de Susan podrán disfrutar de una bonificación del 35 por ciento en el Impuesto de Sociedades.

Es decir, que los patrocinios privados para “alimentar el espíritu” de los católicos irán también a cargo del bolsillo de los no católicos. Como si no tuviera bastante Susan para organizar la excursión con los 10.000 millones de euros anuales que recibe a través de los Presupuestos Generales del Estado o el superávit de 21 millones que tiene el Vaticano, gracias a fondos de inversiones, activos inmobiliarios y acciones en empresas de dudosa moralidad. Susan, yo no voy ni quiero que vengas. No con mis impuestos. Yo me pago mis excursiones.
RAÚL SOLÍS
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