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Militante no simpatizante

Seguro que a Felipe González podrán achacársele muchos errores políticos. Será tarea de los historiadores y sociólogos dejar constancia de ellos. Del mismo modo, no podemos negarle sus éxitos, que sin lugar a dudas los ha habido y que no me corresponde a mí resaltar sino, fundamentalmente, a sus compañeros de partido e ideología.

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En cualquier caso, no podrán negarme que González ha sido y sigue siendo lo que se viene en denominar como "animal político" y sus salidas al ruedo social levantan siempre expectación.

El otro día tuvo una intervención que yo calificaría como "gloriosa" cuando, refiriéndose a su partido, se declaró "militante aunque cada vez menos simpatizante", en comparación con la mayoría de los votantes del PSOE y de todos los partidos, que son simpatizantes aunque no militantes.

Y es que, ciertamente, el compromiso de la militancia, el tener un carné y pagar una cuota, además de participar de la vida interna del partido cuando quieres y te lo permiten, no tiene nada que ver con el de la simpatía, tanto hacia las personas que en cada momento representan al partido, como hacia las propuestas que estas pudieran hacer o las políticas que puedan llevar a la práctica.

Se es socialista o se es liberal pero no por ello hay que estar totalmente de acuerdo con las actuaciones políticas de otros socialistas o liberales por muy compañeros de militancia que sean.

Sucede que en nuestra actual estructura de partidos chirría que un militante –mucho más si es un militante con un cierto rango y algún grado de notoriedad social- discrepe de la línea “oficialista”, que no es sino la que viene marcada por el grupo de poder que en cada momento domine la estructura del propio partido y no por el pensamiento ideológico que lo sustente.

No son pocas las ocasiones en las que los denominados como “críticos” han sido invitados a abandonar la formación política, cuando no expulsados de ella, en base a argumentos generalmente muy alejados de los principios democráticos que debieran imperar en todo partido.

Es más, algunas formaciones prohíben incluso estatutariamente la presencia en su seno de corrientes organizadas de opinión, demonizando ya a priori estas, sin tan siquiera entrar a valorar el efecto que sobre el debate interno y la renovación de ideas pueden aportar las mismas.

No va a encontrarse Felipe González, con toda seguridad, en la tesitura de que por ser cada vez menos simpatizante del PSOE, quienes ahora mandan en él –que, a ciencia cierta, no se sabe- le inviten a dejar la formación. Sin embargo, su opinión levanta ampollas ahora que toda la sociedad pone en tela de juicio el proceder de los socialistas en los últimos años. Por supuesto, no ha habido cargo público alguno que haya replicado a sus palabras.
ENRIQUE BELLIDO
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