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La religión al servicio de la política y viceversa

Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de una queja remitida por un seguidor de la página acerca de la participación del Ayuntamiento de Montilla en el solemne traslado de las reliquias de San Juan de Ávila, que tuvo lugar la pasada semana, tras la celebración en Madrid de la Jornada Mundial de la Juventud. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.

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Antes de nada debo admitir que no soy lo que se diría un modelo de creyente. Quizá por eso siempre he respetado profundamente las convicciones y los valores tanto de quienes manifiestan sus creencias religiosas como de los que afirman que no creen.

Pienso, por ejemplo, que la Semana Santa es una manifestación que tiene mucho que ver con la tradición y la cultura de Andalucía. Participo en ella de manera activa y lo hago desde el respeto hacia quienes la viven desde sus creencias religiosas.

Entiendo también que las creencias religiosas forman parte del ámbito privado de las personas y que nadie tiene derecho a criticar o perseguir a los demás por esas creencias, como tampoco lo tiene a utilizar políticamente la fe de las personas para obtener algún tipo de rédito electoral.

De la misma manera, pienso que el Estado y los poderes públicos deben mantenerse separados del poder eclesiástico. Puedo llegar a entender que las autoridades locales estén presentes en actos de la Semana Santa o de las festividades patronales de la ciudad, puesto que, una vez elegidos, son alcaldes y concejales de todos los ciudadanos, de los católicos y también de los que no lo son.

El hecho es que, tras su presencia en los actos organizados con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud y del anuncio del próximo nombramiento de San Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia, los restos de este santo, que se conservan en Montilla, regresaron a la ciudad en un acto, a mi entender disparatado, en el que estuvieron presentes el Gobierno municipal, representando al Ayuntamiento, y la más alta representación de la Iglesia a nivel provincial y local.

Me sorprendió el contenido político del mismo y me vino a la memoria que estamos en plena precampaña electoral, dado que el próximo 20 de noviembre habrá elecciones a Cortes Generales.

En primer lugar, el alcalde anunció que, a partir de ahora, Montilla recibirá a miles de investigadores de la figura de San Juan de Ávila, vinculándola al turismo y al despegue económico de Montilla. Así mismo, anticipó que, a propuesta suya, San Juan de Ávila será nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad.

Finalmente, el obispo intervino para dejar entrever la posible presencia del papa Benedicto XVI en Montilla e, incluso, la eventual visita de los Reyes. Es una lástima que no haya quedado constancia audiovisual del evento.

Me parece que este acto ha sido lamentable desde el punto de vista político y escandaloso desde el punto de vista religioso. Sin embargo, no tendría nada que objetar si el alcalde hubiese dado una rueda de prensa para decir todo lo que dijo y si el obispo hubiese celebrado un acto, entre los muros de uno de los muchos templos religiosos con los que cuenta la ciudad, en el que hubiese dicho lo mismo que dijo allí.

¿Por qué se presta la Iglesia a este tipo de utilización política? Tengo una amiga muy vinculada a la actividad pastoral de su parroquia que, al hacerle esta pregunta, no ha podido responderme. ¿Cuál es el grado de respeto que los políticos del Partido Popular en cuestión sienten por las creencias religiosas de los ciudadanos cuando no tienen inconveniente en hacer electoralismo barato con ellas?

Y yo también me alegro de que el Papa y los Reyes visiten Montilla, de que la figura de San Juan de Ávila sea un revulsivo para la economía local y de que el Ayuntamiento lo nombre Hijo Adoptivo. Con lo que no estoy de acuerdo es con este tipo de escenificaciones teatrales en las que se hacen confundir, de manera interesada, las cosas de Dios con las del César.

Lo más curioso de todo es que, desde principios de este verano, el rincón del arco de Santa Clara con el convento, donde se montó el escenario, se ha convertido en mingitorio callejero cuyos olores se hacen notar a todo el que por allí pasa.

Cuando la tarde de la víspera aparecieron los carteles de prohibido aparcar por limpieza de la calle, quizá algún vecino pensaría que se trataba de la respuesta a sus reiteradas quejas y denuncias. Nada más lejos de la realidad: eran los preparativos de la llegada del “Popular-Catolicismo” a Montilla.
J.A.C.
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