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Hay que cambiar esto como sea

La cosa ya era preocupante, pero los dos datos económicos anunciados esta misma mañana ya resultan espeluznantes. Nada menos que 213.000 parados más, y una tasa de inflación del 3,8 por ciento. Annus horribilis este 2011, porque aún quedan tres tristes trimestres más.

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La diferencia entre EPA y datos del INEM estriba fundamentalmente en que éstos últimos son datos oficiales de personas inscritas en los servicios públicos de empleo, mientras que EPA es una mera encuesta. La fiabilidad de los datos es la misma en ambos casos, pero mientras EPA hace una estimación estadística con márgenes de error relativamente bajos a nivel nacional, los datos del INEM son claramente insuficientes: no tienen en cuenta a desempleados inscritos en programas de formación, ni a personas que buscan empleos a tiempo parcial. Por lo tanto, la realidad del empleo en España está mejor reflejada por la EPA que por los datos del INEM.

De todas formas, quizás el dato más preocupante de la encuesta conocida esta mañana es el que se refiere al total de la población activa, que ha disminuido en el primer trimestre del año. Si hubiese aumentado, sería lógico que el número total de desempleados hubiese aumentado, porque sencillamente ahora es muy difícil encontrar un trabajo. Sin embargo, el dato es aterrador: menos población activa y mayor número de desempleados significa, simplemente, que no sólo no se está creando empleo en España; ni siquiera es que se destruya a ritmos normales.

La desaparición de esos puestos de trabajo se acelera con respecto a encuestas anteriores, lo que quiere decir que de recuperación, nada; los brotes verdes fueron una ilusión, o quizás una mentira más. España no crece, no crea empleo y por lo tanto no va a salir de este desastre ni este año ni el que viene. Y, a lo peor, tampoco en 2013 o 2014.

Por otra parte, el dato de inflación de marzo, con una subida del 0,2 por ciento, confirma también varios augurios negativos: la crisis energética va en aumento, los precios de los combustibles suben, los costes de las empresas siguen ese ritmo, y los empresarios no tienen más remedio que subir precios para compensar pérdidas. A mayores precios, menor demanda de consumo y, finalmente, menor demanda agregada y menor PIB. Apocalipsis económico, más o menos.

Aun con todo esto, lo peor es que no es posible vislumbrar ninguna solución práctica. Es un hecho evidente para casi todo el mundo –siempre quedan los acérrimos creyentes de la secta o los acomodados en el sillón que dirían "puta" a su madre con tal de conservar el estatus- que el Gobierno actual, a pesar de haber cambiado (aparentemente) radicalmente de credo económico, es absolutamente incapaz de arreglar la situación.

Llega a parecer, incluso, que el Gobierno en pleno se ha rendido, que ha optado por no hacer nada para no estropear más las cosas. Pero, en el caso de unas elecciones que cambiaran al Gobierno de la nación para darlo al Partido Popular ¿qué van a hacer? ¿Se arriesgarán a tomar todas las medidas estructurales necesarias para arreglar este caos?

La situación económica de España se asemeja a una casa en ruinas. En una pared hay decenas de agujeros, y si tapamos uno, saldrá agua por otro. Como no tenemos nada más que dos manos y dos piernas –obvio usar otros apéndices corporales- sólo podremos tapar unos cuantos agujeros, pero la pared seguirá vertiendo agua. La solución más sencilla y eficaz no puede ser otra que tirar la pared entera y volverla a construir, esta vez con buen cemento, buenos ladrillos y tuberías resistentes.

Traducido a lenguaje económico, esa solución pasa, básicamente, por cambiar la mentalidad de los españoles. Se acabó el "todo gratis" en Educación y en Sanidad. Se acabó el trabajar con salarios para nada relacionados con la productividad. Se acabó el acceder a un puesto de trabajo por ser más guapo o más amigo o familiar del empresario.

¿Seremos capaces los españoles de asumir este reto? ¿Se atreverá un eventual Gobierno del Partido Popular a obligarnos a terminar la fiesta? Permítanme dudarlo.
MARIO J. HURTADO
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