A mediados de enero recibí una llamada telefónica de un gran amigo, Manolo Bellido, para decirme que el sábado, 30 de enero, se iba a celebrar en el local de La Abuela Rock la presentación del número de Litoral dedicado al rock español y que estaba invitado a este evento. Ni que decir tiene que inmediatamente le dije que contara conmigo, que me daría una enorme alegría encontrarme con el equipo de redacción que edita esta magnífica revista en Málaga, pues el haber participado en ella con un artículo dedicado al recuerdo de Vainica Doble fue para mí una gran satisfacción.
Tras nuestra charla, vinieron a mi mente muchos de los gratos recuerdos de mi estancia en Montilla, desarrollada a lo largo de una década, hace ya algún tiempo. Fueron años inolvidables en los que forjé grandes amigos, cuya amistad se ha mantenido y reforzado con el paso del tiempo. Años en lo que la actividad social y cultural era muy intensa, y en la que me involucré con entusiasmo.
Sería muy prolija la descripción de todo lo que supuso mi presencia en Montilla. Quizás esos recuerdos los vaya desgranando a medida que mi participación en este diario digital se extienda. Pero sí quiero hoy evocar en estas páginas un recuerdo que tiene una estrecha conexión con una parte de lo que íbamos a hacer esa noche: se trata de la presentación que hice en diciembre de 1983, en el Teatro Garnelo, de un par de mujeres maravillosas, con el nombre de Vainica Doble, cuya música y canciones descubrí siendo estudiante de Arquitectura en Sevilla.
Este hecho lo considero memorable, ya que Carmen Santonja y Gloria Van Aerssen apenas actuaron en directo, puesto que a la segunda de ellas le daba miedo verse en un escenario, siendo observada y enjuiciada por decenas de miradas. Como constancia de ello, tengo la grabación que se hizo de su concierto y en el que Gloria titubea y no recuerda bien el comienzo de la canción Coto de Doñana, firmada por ambas. Esta indecisión fue acogida con un cariñoso aplauso por un público formado por gente joven, que asistía entregado y sorprendido ante la imaginación y belleza de las canciones de un dúo que, por entonces, solo era conocido por un reducido grupo de incondicionales.
Ha pasado mucho tiempo de esta actuación, pero para mí es inolvidable. También han transcurrido bastantes años desde que me desplacé a vivir a Córdoba, ya que era en la Universidad de esta ciudad en la que impartía docencia. No obstante, Montilla la tengo muy presente, y de un modo, aunque un tanto irregular, camino por sus calles, pues, como apuntaba antes, los amigos dejados aquí son de esos de los que de verdad dejan huella.
La llamada de Manolo me dio la posibilidad de acercarme otra vez a esta ciudad tan querida. En esta última ocasión he tenido la oportunidad de conocer algo nuevo: palpar el magnífico ambiente que se respiraba en el local de esa gente entusiasta que alrededor de una afición compartida, la música rock, han logrado crear un espíritu roquero en Montilla. Desde aquí quiero darles mis mejores felicitaciones y la puntuación de sobresaliente, pues tanto el sitio como a la atención o a la trayectoria que han seguido son merecedores de esta calificación.
Antes de llegar al lugar convenido, dejé el coche cerca del Parque, ya que había quedado citado con una amiga, Pepa Polonio, cuya amistad se alarga a los tiempos en que comencé a impartir clases en la Universidad y ella iniciaba sus estudios de Magisterio; y ahora nos vemos como colegas en unas páginas virtuales.
Una vez dentro, comencé a ver rostros conocidos. También tuve la oportunidad de hablar con otros nuevos para mí. Y antes de que se produjera la presentación de Litoral en el local de La Abuela Rock por cinco de los que habíamos colaborado, entre ellos José Ignacio Lapido, tuve ocasión de conocer y charlar con Juan Pablo Bellido, director de Montilla Digital.
Mi amigo Manolo ya me había advertido de la existencia de este diario online, por lo que Juan Pablo me informó detenidamente del trabajo que coordina. Por mi parte, le comenté que siempre he estado inmerso en publicaciones.
Quizás los lectores montillanos de más edad recuerden Utopía, aquella revista que durante tres años estuvimos editando el Colectivo Carchena, allá por la década de los ochenta. También le indiqué que, en la actualidad, codirijo una revista cultural, Azagala, en mi tierra de origen, Extremadura, puesto que siempre he considerado que la cultura es un signo de formación, lo que conlleva a la liberación personal y colectiva.
A Juan Pablo Bellido le manifesté que podía contar conmigo si le parecía bien que abordara los temas en los que mejor me manejo, como son la educación, los valores humanos, la cultura o los medios de comunicación.
Tras este encuentro, le escribí un correo electrónico concretándole mi disposición a colaborar con Montilla Digital. Le ha parecido magnífico el que pueda incorporarme a ese grupo de columnistas con el que ya cuenta el diario digital, por lo que con este trabajo inicio una andadura que espero sea larga.
Resulta curioso, pero siento que este compromiso adquirido de enviar mi escrito para que aparezca los domingos me acerca de nuevo a Montilla, que el tiempo transcurrido desde que me desplacé a Córdoba se achica, que de nuevo regreso a un lugar que he guardado dentro de mí como algo muy íntimo. Solo deseo, finalmente, no defraudar a aquellos que lean estas entregas que puntualmente remitiré para que vean la luz en la pantalla de los ordenadores de los seguidores de este excelente diario.
Tras nuestra charla, vinieron a mi mente muchos de los gratos recuerdos de mi estancia en Montilla, desarrollada a lo largo de una década, hace ya algún tiempo. Fueron años inolvidables en los que forjé grandes amigos, cuya amistad se ha mantenido y reforzado con el paso del tiempo. Años en lo que la actividad social y cultural era muy intensa, y en la que me involucré con entusiasmo.
Sería muy prolija la descripción de todo lo que supuso mi presencia en Montilla. Quizás esos recuerdos los vaya desgranando a medida que mi participación en este diario digital se extienda. Pero sí quiero hoy evocar en estas páginas un recuerdo que tiene una estrecha conexión con una parte de lo que íbamos a hacer esa noche: se trata de la presentación que hice en diciembre de 1983, en el Teatro Garnelo, de un par de mujeres maravillosas, con el nombre de Vainica Doble, cuya música y canciones descubrí siendo estudiante de Arquitectura en Sevilla.
Este hecho lo considero memorable, ya que Carmen Santonja y Gloria Van Aerssen apenas actuaron en directo, puesto que a la segunda de ellas le daba miedo verse en un escenario, siendo observada y enjuiciada por decenas de miradas. Como constancia de ello, tengo la grabación que se hizo de su concierto y en el que Gloria titubea y no recuerda bien el comienzo de la canción Coto de Doñana, firmada por ambas. Esta indecisión fue acogida con un cariñoso aplauso por un público formado por gente joven, que asistía entregado y sorprendido ante la imaginación y belleza de las canciones de un dúo que, por entonces, solo era conocido por un reducido grupo de incondicionales.
Ha pasado mucho tiempo de esta actuación, pero para mí es inolvidable. También han transcurrido bastantes años desde que me desplacé a vivir a Córdoba, ya que era en la Universidad de esta ciudad en la que impartía docencia. No obstante, Montilla la tengo muy presente, y de un modo, aunque un tanto irregular, camino por sus calles, pues, como apuntaba antes, los amigos dejados aquí son de esos de los que de verdad dejan huella.
La llamada de Manolo me dio la posibilidad de acercarme otra vez a esta ciudad tan querida. En esta última ocasión he tenido la oportunidad de conocer algo nuevo: palpar el magnífico ambiente que se respiraba en el local de esa gente entusiasta que alrededor de una afición compartida, la música rock, han logrado crear un espíritu roquero en Montilla. Desde aquí quiero darles mis mejores felicitaciones y la puntuación de sobresaliente, pues tanto el sitio como a la atención o a la trayectoria que han seguido son merecedores de esta calificación.
Antes de llegar al lugar convenido, dejé el coche cerca del Parque, ya que había quedado citado con una amiga, Pepa Polonio, cuya amistad se alarga a los tiempos en que comencé a impartir clases en la Universidad y ella iniciaba sus estudios de Magisterio; y ahora nos vemos como colegas en unas páginas virtuales.
Una vez dentro, comencé a ver rostros conocidos. También tuve la oportunidad de hablar con otros nuevos para mí. Y antes de que se produjera la presentación de Litoral en el local de La Abuela Rock por cinco de los que habíamos colaborado, entre ellos José Ignacio Lapido, tuve ocasión de conocer y charlar con Juan Pablo Bellido, director de Montilla Digital.
Mi amigo Manolo ya me había advertido de la existencia de este diario online, por lo que Juan Pablo me informó detenidamente del trabajo que coordina. Por mi parte, le comenté que siempre he estado inmerso en publicaciones.
Quizás los lectores montillanos de más edad recuerden Utopía, aquella revista que durante tres años estuvimos editando el Colectivo Carchena, allá por la década de los ochenta. También le indiqué que, en la actualidad, codirijo una revista cultural, Azagala, en mi tierra de origen, Extremadura, puesto que siempre he considerado que la cultura es un signo de formación, lo que conlleva a la liberación personal y colectiva.
A Juan Pablo Bellido le manifesté que podía contar conmigo si le parecía bien que abordara los temas en los que mejor me manejo, como son la educación, los valores humanos, la cultura o los medios de comunicación.
Tras este encuentro, le escribí un correo electrónico concretándole mi disposición a colaborar con Montilla Digital. Le ha parecido magnífico el que pueda incorporarme a ese grupo de columnistas con el que ya cuenta el diario digital, por lo que con este trabajo inicio una andadura que espero sea larga.
Resulta curioso, pero siento que este compromiso adquirido de enviar mi escrito para que aparezca los domingos me acerca de nuevo a Montilla, que el tiempo transcurrido desde que me desplacé a Córdoba se achica, que de nuevo regreso a un lugar que he guardado dentro de mí como algo muy íntimo. Solo deseo, finalmente, no defraudar a aquellos que lean estas entregas que puntualmente remitiré para que vean la luz en la pantalla de los ordenadores de los seguidores de este excelente diario.
AURELIANO SÁINZ