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Soledad Galán | El orgullo de sentirse mujer

Ya sabemos que hay un Ministerio de Igualdad que mantiene una política, también llamada "de igualdad". Pero, ¿realmente sabemos qué es ser iguales? ¿Somos conscientes del significado de eso que, tan alegremente, llamamos "igualdad"? ¿Realmente queremos ser iguales? Lo pregunto.


Para empezar, hay muchas igualdades cuya contrapartida son sus desigualdades. Todas las monedas tienen dos caras: la de la igualdad, también. Hoy sólo hablaremos de la igualdad referida a hombres y mujeres y, dentro de ella, a la de oportunidades en el trabajo. Sólo de esa. Otro día lo haremos de la igualdad en la familia, de la colaboración o de la jurídica -de la igualdad ante la ley-.

Para empezar, somos diferentes física y psicológicamente. Eso es un hecho, por lo que la igualdad, entendida como exactitud, es inviable. Hablar de "igualdad de oportunidades" en la actualidad puede sonar a algo de otra época porque hombres y mujeres son iguales a la hora de preparar su futuro; mejor dicho, tienen la misma oportunidad para hacerlo. Cosa diferente es que quieran hacer el esfuerzo. En eso está la clave.

Hay personas inclinadas al estudio; otras se encuentran más cómodas en un trabajo físico, menos intelectual… Da igual: lo importante es saber qué hacer y prepararse para ello porque la dignidad alcanza a cualquier trabajo cuando se hace bien.

Pero la profesionalidad en todo trabajo requiere el esfuerzo y la humildad suficientes para dejarse preparar. Da igual que sea hombre o mujer. No hay profesiones tabú, sólo esfuerzo, constancia y dedicación.

Que no nos diga nadie que la mujer se siente hoy discriminada frente al hombre para determinado tipo de trabajo porque no es cierto. Miremos a nuestro alrededor: hay mujeres que limpian, también las hay médicos, abogadas, ministras, secretarias generales, presidentas, jueces y un largo etcétera de actividades laborales desarrolladas por aquéllas.

Tengo la suerte de conocer y tratar con mujeres de todos los estratos sociales que trabajan en muy diferentes profesiones y oficios y no sienten esa discriminación que se pretende borrar inútilmente con determinadas políticas ineficaces.

La igualdad en el trabajo se debe medir por el esfuerzo, por la preparación y por la dedicación. A mismo esfuerzo, idéntica preparación y exacta dedicación, corresponderá igual resultado. Si no es así, estaremos hablando de desigualdad.

Pero ocurre a veces -sobre todo en ámbitos políticos, por aquello del voto- que a situaciones desiguales se les piden resultados iguales, es decir, al revés de como debe ocurrir.

Algunos políticos -que jamás hablan de preparación, de esfuerzo o de dedicación- pretenden una igualdad lineal, huérfana de los valores enunciados y quieren igualar a todo el mundo, especialmente a las mujeres, con la demagogia de “todos somos iguales y las mujeres, más”. Me parece una tomadura de pelo.

Somos lo suficientemente inteligentes para entender que la igualdad en el trabajo, como todo en la vida, hay que conquistarla y se hace a base de lucha y de esfuerzo diario, constante y consciente. Sin necesidad de heroicidades: simplemente, consiste en saber lo que se quiere y tomar la determinación de hacerlo. Nada más.

Si tu opción es dedicarte a tu familia, hazlo como mejor sabes, prepárate para ello -¡que no es fácil!-. Me emociona la dedicación a la familia de las mujeres que eligieron esa opción, su constancia y su esfuerzo en un trabajo tan poco reconocido, a veces desagradecido y olvidado. Merece el mayor de los respetos y la consideración de la sociedad, que ni lo menciona.

Si te ilusiona una profesión, prepara tu corazón y tu mente y aplica el esfuerzo que seas capaz, verás como lo consigues. Me encanta ver a las mujeres en la universidad; me ilusiona pensar la oportunidad, negada no hace tanto tiempo a otras mujeres, de ser estupendas profesionales, de luchar por lo que pretenden.

Si te gusta algo técnico que no requiere estudios universitarios, ánimo: trabaja por ello y procura dar lo mejor que tienes. Eso te hará ser la gran profesional que sueñas.

La otra cara de esa moneda de esfuerzo, de constancia y de dedicación es la autoestima y el orgullo de ser quienes somos, sin necesidad de querer ser otra cosa diferente. Nadie nos va a regalar nada, aunque algunos pretendan comprarnos con propuestas temporales vacías de contenido.

La palabra “autoestima” lo dice todo: orgullo de ti misma, de ser quien eres, de ser como eres. Ésa es la sensación del esfuerzo continuo y constante para conseguir lo que se quiere en esta vida.

No importa la opción elegida. Es igual para el hombre. Tiene que luchar a la par que nosotras si quiere lo mismo. No creas eso de que a la mujer se le exige más porque no es cierto. Es sólo una excusa interesada para marcar diferencias inexistentes, para mantener políticas huérfanas de valores, basadas en espejismos de igualdad ante situaciones desiguales, que en nada contribuyen a la autoestima, al orgullo de sentirte mujer.

SOLEDAD GALÁN JORDANO
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