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Mostrando entradas con la etiqueta Aprendiendo a mirar [Moi Palmero]. Mostrar todas las entradas
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20 de septiembre de 2023

  • 20.9.23
Las noticias de los jóvenes reivindicando, exigiendo, luchando, contra la emergencia climática se suceden estos días. Su apasionada, épica y titánica revolución en las calles y en los juzgados, me mantiene ilusionado, expectante, esperanzado.


No será fácil conseguir la victoria porque es una pelea desigual, ya que se enfrentan a Goliat, a los dioses del Olimpo, a las fuerzas oscuras de Mordor, a los hombres grises, a los borregos que, como la Bruja Avería, gritan eufóricos y engañados, ¡viva el mal, viva el capital!

Perdonen el tono belicista, pero lo que estamos viviendo en estos momentos es la madre de todas las guerras, una batalla que puede acabar con la humanidad si no tomamos partido. Ha llegado el día de enfrentarnos al Juicio Final, y los jueces, al menos en este país, no defienden la libertad, la justicia, el bien común, son marionetas de las industrias más contaminantes del planeta y de sus hipócritas encubridores que son los políticos, teóricamente, nuestros representantes, los que tienen que defendernos y garantizar que los Derechos Humanos se cumplan.

Miles de jóvenes de todo el planeta han vuelto a salir a las calles para pedir el final de los combustibles fósiles, uno de los grandes causantes del Cambio Climático. Lo han hecho coincidiendo con la Cumbre de Ambición Climática de las Naciones Unidas celebrada en New York estos días.

Otra cumbre más, otra reunión para seguir perdiendo el tiempo, para justificar su inacción, para apaciguar a las masas, para salir sonriendo diciendo “estamos trabajando en ello”. Otra cumbre previa a la COP28, que se celebrará a finales de año en Dubai. ¿No hay mayor tomadura de pelo que celebrar la Cumbre de la Tierra sobre el Cambio Climático en la casa de uno de los grandes productores de petróleo?

Con estas manifestaciones los jóvenes buscan despertarnos, zarandearnos, invitarnos a pasar a la acción, para que salgamos a defendernos, a exigir que las leyes se cumplan, que piensen en la vida, en la naturaleza, en la ciudadanía.

Porque nuestra única oportunidad, para limitar el incremento de la temperatura global del planeta por debajo de los 1,5 grados, es ir todos juntos, respaldados por la ciencia, por las evidencias y consecuencias que ya estamos viviendo. Ellos tienen el poder en sus manos, la capacidad de tomar decisiones; nosotros somos la fuerza, el huracán, pero divididos, separados, adormilados, solo somos una brisa que acaricia sus mejillas y los hace sonreír.

Pero los jóvenes han ido más allá porque saben que las protestas no son suficientes si no están respaldadas por la mayoría. Así que han decidido llevar su lucha a los juzgados. Decenas de querellas a los Gobiernos por inacción, por falta de ambición, por complicidad se están dirimiendo por todo el mundo.

A finales de este mes, sabremos si la denuncia de seis jóvenes portugueses a los 32 Estados de la Unión Europea prospera, y los obliga, porque serán vinculantes, a cumplir las mismas leyes y acuerdos que firman y esconden en los cajones.

En Montana, EEUU, un grupo de jóvenes ganó su litigio este verano, como otros que se han ganado en diferentes lugares del mundo, menos en nuestro país, donde los jueces han dado la razón al Gobierno de España, al que los grupos ecologistas denunciaron por falta de ambición en sus políticas ambientales. El juez vino a decir, que estamos cubriendo el expediente, el mínimo que se nos exige en Europa, y eso, ya es suficiente.

Pero han ido más allá. La Fiscalía, en una decisión vergonzosa, deleznable, que demuestra el vasallaje a las grandes empresas contaminantes, ha declarado a los grupos Extinction Rebellion y Futuro Vegetal como grupos terroristas (igualándolos a ETA, al GRAPO, o a los yihadistas), bajo el subapartado de “ecologismo radical”, por protestar frente a las multinacionales, por cortar carreteras sin autorizaciones, y reivindicar sus acciones públicamente invitando a más ciudadanos a secundarlos.

Pegar las manos a las cristaleras del BBVA, o al marco de un Van Gogh, o simular un derrame de crudo en la puerta de la sede de Repsol, no es lo que les da miedo, lo que los asusta y por eso atacan con esas leyes injustas, intimidatorias, coercitivas, es que vayamos contra ellos, que nos unamos a las justas reivindicaciones de los jóvenes.

Ellos son los terroristas, que generan terror, inseguridad, violencia para llenar sus bolsillos, y los jueces y los políticos que los amparan, los defienden y ensalzan, son cómplices de terrorismo. No los jóvenes, ellos son nuestra esperanza, por eso no los mires pasar, únete a su lucha. Pelean por ti, por la vida.

MOI PALMERO
FOTOGRAFÍA: MOI PALMERO

6 de septiembre de 2023

  • 6.9.23
Hace dos años opinaba sobre el descontrol en la gestión del, hasta entonces, último nido de tortuga boba en Almería. Demandaba más colaboración y menos luchas de expertos, información más fluida en los medios y, sobre todo, más educación ambiental de forma permanente, no solo en verano, para que la ciudadanía sepa reconocer los rastros sobre la arena y qué hacer si los encuentran o se topan con una tortuga desovando.


Demandas que reconozco han mejorado (salvo la última) en el nido aparecido esta semana en Mojácar, donde un vecino encontró, en su paseo matutino, una tortuga anidando y llamó al 112. En las razones de esta mejoría no quiero entrar, porque aspiro a poder participar activamente en los futuros anidamientos, y si hablo de proyectos, presupuestos, Administraciones, egos científicos, trasvases de autorizaciones de varamientos en callejones oscuros, no lo voy a conseguir.

Sé que nunca estaré, pero si verbalizo lo que pienso y sigo opinando, menos oportunidades tendré. ¿Autocensura, cobardía, vasallaje? Prefiero llamarlo "aprendizaje", "elección de prioridades" o "acercamiento de posturas", pero son eufemismos para consolarme.

Como quien espera desespera, es mejor seguir haciendo camino. Así que aprovecho para contarles algunas curiosidades que creo deberían haber añadido a sus notas de prensa para hacer educación ambiental y no redactarlas para salir del paso y justificar proyectos.

Podían haber empezado hablando del gran aumento de nidos en las costas españolas, donde este año se ha marcado un récord con casi cuarenta nidos encontrados, a los que hay que añadirles los más de cien de Italia. Cifras que vienen a confirmar la colonización de nuestras costas, observada en las últimas décadas, y que son consecuencia directa del Cambio Global en el que estamos inmersos y las altas temperaturas del Mediterráneo. Las especies se están adaptando, cambiando sus migraciones, sus zonas de puesta, su alimentación y, sin embargo, nosotros seguimos discutiendo e intentando defender un modelo económico que nos lleva al colapso.

Las tortugas bobas nidifican cada dos o tres años, pero en un mismo verano, ya que guardan el semen de varios machos, pueden hacer entre una y siete puestas cada quince días, que es lo que tardan los huevos en madurar. La que anidó el 29 de agosto en Mojácar puso 91 huevos y tenía nombre, Devesa.

La bautizaron el 13 de julio, en la playa de la Devesa del Saler de Valencia, donde puso 79 huevos, se le colocó un GPS y una marca identificativa. Un mes después, el 11 de agosto, se la volvió a ver en las playas de Calafell, en Cataluña, donde la asustaron, volvió al mar y volvieron a encontrarla poniendo 18 huevos.

Además, se ha ganado el calificativo de "inexperta" porque, de las primeras puestas, los huevos que se llevaron a la incubadora, diez del Saler, y los 18 de Calafell, han sido inviables. Aún no se sabe qué pasará con los que dejaron en la playa, y con los que ha puesto en Mojácar, que se han repartido en las incubadoras de varios centros colaboradores.

La inviabilidad de los huevos ha sido una de las razones para no dejarlos en la playa, además de que han comenzado las lluvias, confiemos que sigan, y que estaba en zona encharcable. Ha sido un nido que ha llegado en in extremis, con la época de puesta llegando a su fin, cuando en el resto de nidos están naciendo cientos de tortugas que se llevan a centros de recuperación para “engordarlas” y que tengan más posibilidades de sobrevivir a los primeros años de vida.

Fíjense el juego que da toda esta información para preparar con la ciudadanía la campaña del verano que viene, porque la habrá. Esperar a que vuelva el verano para empezar a enseñar cómo son los rastros, qué hacer, es perder oportunidades.

Me pueden llamar "pesado", pero insisto, que junto a un científico, debe haber mil educadores ambientales, porque unos se dedican a investigar, descubrir y analizar, y otros a difundir su trabajo, a hacerlo llegar a la gente que, al final, son los que tienen que encontrar los rastros, a los que se pedirá ayuda para proteger el nido altruistamente.

Por nuestra parte, seguimos esperando las tortugas en el poniente de Almería, donde los expertos decían que no era posible que llegasen y que ahora, tras las puestas en la Costa del Sol, buscan los rastros casi a escondidas por Punta Entinas.

Por eso hicimos el cuento de Carla y el nido de tortuga boba, por eso lo contamos en colegios, en bibliotecas, o como este verano en la Semana de la Posidonia, en el Etnosur de Jaén o en el Castillo de San Juan de los Terreros. Porque, como los incendios, los nidos hay que empezar a encontrarlos en invierno.

MOI PALMERO
FOTOGRAFÍA: MOI PALMERO

29 de agosto de 2023

  • 29.8.23
Esta semana, la inteligencia artificial del móvil me ha mandado artículos relacionados con la caída de Luis Rubiales, la llegada de la India al polo sur lunar y la Superluna azul que brillará en el cielo esta semana. Ahora no soy capaz de separar una cosa de la otra y, cuando me pongo a hablar de astronomía, me aparece Rubiales. Y viceversa.


Sé que no tengo que preocuparme, que esto es muy típico en nuestra tierra donde, infectados del síndrome del cuñado, estamos acostumbrados a mezclar temas y a reírnos de cualquier cosa. Y como son temas delicados los que se derivan del beso, las declaraciones y los gestos del tocapelotas confeso y arrepentido, he decidido darle un toque más científico y elaborar una guía básica sobre conceptos astronómicos que Rubiales debería conocer.

El primero es que el fútbol gira alrededor de las estrellas, que son las que tienen luz propia y, en este caso, son las jugadoras. El resto de planetas y satélites tienen gran influencia en la estabilidad del sistema, pero dependen del brillo, del calor, de la atracción de la estrella para generar la vida, continuar orbitando a su alrededor y no perderse en el vacío. Sin ellas, nada sería posible.

El tamaño de las estrellas depende de la distancia y la perspectiva del observador. Muchas parecen pequeñas e insignificantes pero, cuando te acercas, comprendes lo equivocado que estabas. La roja Antares, el corazón de la constelación del Escorpión, es doce veces más grande que el Sol; o Deneb, la supergigante blanca, la cabeza del Cisne, son 210 soles. Infravalorarlas, como has hecho con Alexia, Jenni, Mapi y el resto de jugadoras y entrenadoras que conforman el futbol femenino, ha sido un gran error.

Se puede eclipsar a una estrella, pero es algo temporal, porque cuando continúa el movimiento, ya sea de la Luna, la Tierra o el de una calva lustrosa, la luz sigue su camino, dejando en evidencia que tú careces de ella.

Vivir en la ignorancia, creyéndote el centro del Universo, porque ves un puñado de satélites girando a tu alrededor, pensando que con los astros que caben en tus manos será suficiente, creando leyes, falsos ídolos y dioses imaginarios para explicar tus limitaciones y dominar a tus adversarios, a los que compras su silencio, les llenas sus estómagos con tus migajas, haciéndolos vivir de rodillas bajo amenazas de quemarlos en la hoguera si osan llevarte la contraria, no ha sido suficiente. La inteligencia, el tesón, la ciencia, ha demostrado el engaño que viniste a cambiar y en el que te has acomodado sin escrúpulos ni vergüenza.

Todos esos periodistas, los satélites artificiales que pagaste para protegerte, recabando y lanzando información, una vez inutilizados, cuando se han sentido ofendidos por tus palabras, se han convertido en basura espacial que ha quedado orbitando a tu alrededor. Una auténtica amenaza y vergüenza para ti y para ellos mismos.

La Luna se formó por el choque de un cuerpo del tamaño de Marte con la Tierra, creando un gran disco de acrecimiento, un cinturón de gases, polvo y rocas, que se fusionaron para crear nuestro satélite. Puedes pensar que tu caída se formó de la misma manera, que el beso fue el gran impacto, y todos los errores cometidos después fueron las partículas que quedaron flotando.

Pero tu caída está conformada desde el mismo momento que llegaste a la Real Federación Española de Fútbol, con la compra de voluntades y votos; las presuntas orgías, las supuestas estafas a la arquitecta de tu casa, las decisiones déspotas y machistas que marcaron nuestro devenir en la competición; las grabaciones para, presuntamente, chantajear a todo el que te llamaba; o los negocios para privar a los aficionados de ver a sus equipos luchar por la Supercopa de España.

En estos momentos estás descubriendo que solo eras un insignificante grano de arena en el espacio, que mientras cruzabas la atmósfera brillabas como una estrella, pero solo fue el fugaz brillo de tu desintegración. Estuviste a punto de alcanzar la Luna, pero en los últimos veinte minutos de terror, como le pasó a los rusos, no supiste frenar a tiempo y te estrellaste cuando ya parecía que habías alcanzado tu objetivo.

Has generado una supernova en el futbol mundial que ha abierto un agujero negro. Confío que no solo te trague a ti, sino que también haga desaparecer a toda la basura espacial que se ha dejado manejar por ti: al entrenador que no quieren ni sus jugadoras, ni su equipo técnico; a todos los que te acusan con la boca pequeña; a los que guardan un silencio cobarde; a los que se ponen de puntillas para que la sangre no les salpique; a los que te utilizan de estandarte para defender sus causas políticas; a los que no tienen el valor para decirte lo que todas las jugadoras te gritan: ¡Se acabó!

MOI PALMERO

23 de agosto de 2023

  • 23.8.23
A ritmo de Julieta Venegas, me despido de Twitter y me voy. Mi gesto no servirá de nada, y más teniendo en cuenta que soy invisible, pero es la única manera que tengo para luchar, de no ser cómplice del descerebrado y ególatra capitalista de Elon Musk.


Dos hechos me llevan a ello. El primero es que mientras observábamos, como piratas y pastores, los últimos coletazos de las Perseidas, cruzó, mancillando la Osa Mayor, el tren de satélites de Starlink, la empresa que pertenece a SpaceX, y que pretende crear una constelación de 42.000 satélites artificiales, para llevar internet a todos los rincones del planeta. Parece una acción generosa que beneficiará a todos, pero el altruismo es solo una estrategia de marketing: la máscara del diablo.

El segundo es que fui a regar a Castala tres pequeñas encinas que plantamos en mayo con los clubes de lectura de las bibliotecas de Vícar y su Antorcha de las Letras. Un acto simbólico para mostrarle a los lectores la importancia de poner nuestro granito de arena para combatir el cambio climático y de que, cuando leemos, estamos haciendo crecer la vida en nuestro interior y que, tarde o temprano, terminará reflejándose a nuestro alrededor. Literatura y educación ambiental, dos herramientas poderosas para cambiar el mundo.

Es el tercer riego que les doy, pero esta vez, recordando el tren de luces, me pareció una gran pérdida de tiempo. El desánimo, que de vez en cuando me pellizca el corazón, me mostró cómo la sinrazón, la ambición y el despropósito humano vuelven a enarbolar el capitalismo más despiadado que rige nuestros designios, permitiendo a este individuo llevar a cabo un proyecto que genera tantas dudas y voces de alarma ambientales, éticas y políticas, y que pondrá un poder casi ilimitado en sus manos.

Un ejemplo de cómo se las gasta: cuando comenzó la guerra de Ucrania, puso gratis sus satélites al servicio de Zelenski. Cuando demostró que funcionaban, porque les permitía localizar y situar a las tropas rusas, pidió que se le pagasen los 20 millones de euros que cuesta al mes mantener el servicio en la zona, con la amenaza de que, si no lo hacían, dejaría de darles cobertura. El precio de la paz es la razón de las guerras.

Dirán que este ejemplo me deja en mal lugar, porque el sistema puede ser muy útil. Pero, ¿a costa de qué? ¿Estamos dispuestos a interferir en los estudios científicos de observación del Universo, que están intentando explicar cómo se generó la vida y qué puede pasarnos en el futuro? ¿Queremos llenar la atmósfera, como cada rincón de nuestro planeta, de basura espacial que no sabemos la repercusión que tendrá en el futuro (porque la tendrá)?

¿Pretendemos pisotear, escupir y mearnos en los tratados de Naciones Unidas que rigen las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluidas la Luna y otros cuerpos celestes? ¿Vamos a permitir que el modelo que está llevando al colapso a nuestra civilización y al planeta sea cada vez más fuerte y protagonista? ¿Que comience una guerra comercial en la atmósfera para obtener los datos con los que someternos a todos, incluidos a los Gobiernos? ¿Queremos que Elon Musk se levante un día y cambie las reglas del juego, como ha hecho en Twitter? ¿Queremos que esta gentuza sea la que gobierne el mundo? ¿Estamos locos?

Sé que no es nuevo, que los Estados son marionetas del capital, que se escondía como un ente abstracto para pasar desapercibido, para hacernos creer que somos dueños de nuestro futuro; pero que ahora no tiene miedo de mostrarse, de dar la cara, porque cada vez se siente más seguro de su éxito, porque sabe que no tendremos intención, ni valor, ni capacidad de organizarnos para asaltar los cielos.

Por eso pienso que las tetas de Amaral, el puño enguatado de negro en los Juegos Olímpicos de México del 68, la negativa de Cristiano Ronaldo en el Mundial a hablar con Caca-Cola sobre su mesa son gestos valientes y de vital importancia. Y puede que no sirvan de nada, que todo siga igual, pero confío en el día en que un simple, inocente e inesperado gesto nos haga saltar a todos y comience una verdadera revolución cultural, de valores, por la vida, por nuestra dignidad.

Y soy consciente de mis contradicciones: sigo en otras redes sociales, conduzco y llevo un smartphone conectado a la red, pero no tengo más remedio. Como decía Quino, Mafalda nunca pediría bajarse del mundo: soñaba uno mejor. Por eso sigo regando las encinas, paseando para aprender a mirar. Y por eso me bajo de Twitter, o de X, o como quiera llamarlo. Eso sí, me permito un último hashtag: #EnhorabuenaCampeonasDelMundo.

MOI PALMERO

15 de agosto de 2023

  • 15.8.23
Pocos pueden abstraerse al atractivo de las Perseidas y la posibilidad de pedir un deseo. Yo he tenido la fortuna de hacerlo y guiar dos observaciones desde la cubierta del barco pirata Anne Bonny, y desde el corazón de Punta Entinas Sabinar.


Suele pasar que la espera para ver llover estrellas sirve para dar un paseo entre las constelaciones y para reflexionar, como el espantapájaros de 091, en cosas que nunca habíamos pensado, que, inevitablemente, nos terminan llevando hacia las grandes preguntas filosóficas de nuestra especie (a ritmo de Siniestro Total son más divertidas): ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Preguntas que, a su vez, terminan precipitándonos a las risas y chascarrillos cuando intentamos responderlas aludiendo a los extraterrestres; a los momentos tensos cuando lo hacemos a través de Dios; al debate entretenido, intelectual o de bocachanclas, cuando hablamos de datos e hipótesis científicas; o al silencio en el que te escondes de todos para disfrutar solo de los sentidos, de la belleza de la naturaleza.

Las estrellas nos han generado a lo largo de la historia miedo, fascinación, curiosidad, imaginación, ambición. Sentimientos que, con el objetivo de encontrar las respuestas, fueron el nacimiento de las religiones, de la ciencia o del arte.

Si alguien ha sabido reunir todos esos estados de ánimo y conocimientos para explicarnos, casi de forma poética, qué es el Universo, fue el astrónomo y gran divulgador científico Carl Sagan. Gracias a él, el vasto y frío Universo se nos presenta en la actualidad, a pesar del gran desconocimiento y de nuestra ignorancia supina, como un lugar más cercano, menos inhóspito de lo que en realidad es.

Sus numerosas publicaciones, y sobre todo sus intervenciones televisivas y la serie Cosmos, son la base de muchos de los estudios que están llevando a cabo en la actualidad, y de muchas de las historias de ciencia ficción, con el permiso de Isaac Asimov, que vemos en el cine de contactos con extraterrestres, de meteoritos que pueden acabar con nosotros o de viajes intergalácticos.

Fue quien nos explicó, con base científica y un lenguaje entendible, que somos fruto del azar, insignificantes y efímeros en el Universo. Nos enseñó qué son las estrellas, los planetas, los cometas, las leyes que rigen en el cosmos, el tiempo, la profundidad del cielo, las distancias que nos separan de esas estrellas que vemos en el mismo plano y la necesidad de pensar de forma planetaria, olvidándonos de fronteras y territorios.

Habló de la probabilidad de vida inteligente extraterrestre fuera de nuestro sistema solar, cuando ni siquiera teníamos la certeza de que hubiese otros planetas. Impulsó el lanzamiento de sondas espaciales, los viajes a la Luna, los mensajes para contactar con civilizaciones alienígenas y los proyectos para defendernos de los impactos de los meteoritos que podrían acelerar nuestra extinción.

Se declaró agnóstico y negó la existencia de Dios. Y fue uno de los primeros en plantear, observando el punto sin retorno del efecto invernadero en Venus, las consecuencias del cambio climático y la necesidad de promover políticas mundiales para evitar llegar a ese momento en la Tierra.

Un científico adelantado a su tiempo, como otros muchos astrónomos a lo largo de la historia. Con sus investigaciones, novedosos instrumentos, teorías y modelos fueron cambiando la idea preconcebida que teníamos sobre nosotros mismos y el planeta que habitamos, poniendo en jaque a las autoridades que gobernaban y que temían perder su prestigio, su poder, si sus preceptos y dogmas se ponían en cuestión.

Demostraciones que hicieron avanzar el mundo y que pusieron su vida en peligro. Todos recordamos cuando, hace apenas 390 años, Galileo Galilei se enfrentó a la Iglesia, al defender la teoría copernicana de que la Tierra no era el centro del Universo, sino que girábamos, como otro planeta más, alrededor del Sol. Conflicto por el que tuvo que abjurar de sus teorías para salvar la vida, aunque se le condenó a vivir encerrado en su casa, acusado de herejía.

Para muchos, la vida fuera de la Tierra son temas de ciencia ficción, patrañas para tenernos entretenidos sin provocarles problemas. Quizá tengan razón y la verdadera revolución es la que tenemos que hacer aquí y ahora, olvidándonos de lo que hay fuera, y ocupándonos de la justicia, la libertad y la igualdad.

Esta noche volveré a mirar las estrellas y cambiaré mi deseo: ojalá las palabras y las tetas de Amaral provoquen una Supernova y nos sirvan para darnos cuenta de que no somos tantos como estrellas, pero sí suficientes para que no puedan pararnos.

MOI PALMERO

10 de agosto de 2023

  • 10.8.23
Yendo a cenar con un grupo de educadores marinos, coincidí en el coche con dos viguesas y un mallorquín, y hoy han venido a mi cabeza muchas cosas de las que hablamos. No hice ningún pacto entre caballeros al puro estilo Sabina para contarlo, pero hoy venía en el diario que la temperatura de mares y océanos, Mediterráneo incluido, baten máximos históricos y esto podría tener graves consecuencias para los seres humanos.


Las biólogas, divulgadoras y emprendedoras gallegas, han montado una cooperativa que se llama 13 grados porque, según me contaban, es la temperatura a la que suele estar el agua que entra en la Ría de Vigo desde el Atlántico, gracias a la Corriente del Golfo, que favorece la entrada de nutrientes, una fertilización natural causante, entre otros factores, de la gran biodiversidad de la zona y que se traduce en una gran riqueza económica para sus pescadores.

El científico y divulgador, mientras hacíamos referencia a las interacciones de las orcas con los barcos, nos habló de un superventas de 2004, del que recientemente se ha hecho una serie, y que en España se llamó El quinto día, en referencia al Génesis bíblico, donde se narra la Creación, porque la Tierra estaba vacía y desordenada, de los animales marinos que surcan las aguas y las aves que vuelan por el cielo.

Al día siguiente nos creó a nosotros. Quizá no se equivocase, pero cuando nos dijo –si es que Moisés no tergiversó sus palabras– que podíamos señorear al resto de animales, metió la pata, porque algunos se lo han tomado al pie de la letra y lo llevan en su programa electoral.

Narra el libro cómo el mar se rebela contra nosotros, una plaga que tiene que exterminar. Aparecen orcas y ballenas que nos atacan, cangrejos y medusas que proliferan a millones y salen del mar a infectarnos con virus mortales; gusanos que deshacen los hidratos de metano con el objetivo de acelerar el cambio climático para cortar la Corriente del Golfo y provocar tsunamis hundiendo las Islas Canarias. Todo basado en estudios científicos reales, que ponen de manifiesto el camino autodestructivo que llevamos.

Es una crítica a las petroleras; a la egolatría de los Estados Unidos (el escritor es alemán); a los principios, valores y religiones con las que nos guiamos; a la búsqueda de vida extraterrestre cuando ni siquiera conocemos nuestro planeta; a las consecuencias de la posición de dominancia del ser humano; y a la disyuntiva entre el empleo de la fuerza militar o la ciencia para solucionar los problemas.

Al final gana la ciencia, y los seres humanos conseguimos, después de diezmar la población, una nueva oportunidad, entendiendo que somos una minúscula parte (pero muy follonera) de un sistema natural mucho más complejo de lo que queremos ver, Teoría de Gaia, y que simplificamos para conseguir nuestros intereses individuales, que ni siquiera evaluamos como especie.

Una historia apocalíptica más, que para muchos es solo literatura, simple entretenimiento de sobremesa, aunque estén basados en datos científicos, en modelos estadísticos que vienen avisándonos desde la década de los sesenta –y que, por desgracia, se están cumpliendo– de cómo nuestro modelo económico podría alterar el clima.

Como ya es imposible negar el Cambio Global, la idea es contradecir o poner en duda que sean nuestras acciones las que lo han acelerado todo, aduciendo, algo que es cierto, que los cambios climáticos se llevan produciendo en La Tierra desde hace millones de años, y que hay tantos estudios que demuestran que somos responsables, como los que dicen que no tenemos tanta influencia en el aumento del dióxido de carbono en nuestra atmósfera.

Relacionar el capitalismo, con sus principios básicos de “consume hasta morir, usar y tirar, y porque tú lo vales”, con la reacción en cadena del aumento de las temperaturas de los mares, el colapso de la corriente del Golfo, el enfriamiento de Europa, la desaparición de especies como la posidonia oceánica, la expansión de las especies invasoras y el cambio de migración de cetáceos les parece una auténtica soplapollez.

Y da igual si planteas el principio de precaución que deberíamos adoptar para intentar evitar las consecuencias que estamos padeciendo y vamos a padecer en los próximos años. Ellos se siguen agarrando a estudios manipulados, comprados y falseados por las grandes corporaciones que dominan la economía y que nos tienen engañados para que nos hagamos autosuficientes en nuestra pequeña parcela del mundo.

Salir a cenar con colegas de profesión nos retroalimenta y recarga las pilas para poder negar a negacionistas que, ni siquiera, saben que lo son. Yo solo sé que no sé nada. Y que tengo mucho calor.

MOI PALMERO

2 de agosto de 2023

  • 2.8.23
Varias noticias de los últimos días me empujan a reflexionar desde lo local a lo global, uno de los principios básicos de la educación ambiental y del sentido común. La primera es la queja del pueblo de Cabo de Gata por la presencia de una piara de jabalíes que se acerca a comer a los contenedores donde, unas veces por miedo, otras porque los quieren alimentar en un gesto protector y bienintencionado, les tiran o dejan las bolsas a su alrededor.


Los vecinos denuncian la situación y alertan con carteles a los turistas de que no dejen la basura en el suelo porque, aunque sea un bonito espectáculo, no dejan de ser animales salvajes y ponen en peligro a la ciudadanía y a los propios jabalíes, a los que están domesticando y haciéndoles perder su instinto natural.

Aunque no lo parezca, esta situación está relacionada con los datos del último informe, del 2020 y que ha trascendido ahora, del Programa de Actuaciones para la Conservación del Lobo Ibérico en Andalucía, donde lo han declarado definitivamente extinto, después de diez años sin constatar su presencia en nuestras sierras.

Lo paradójico es que, en todo este tiempo, no ha sido incluido en el catálogo de especies amenazadas, cuando su situación ha sido más crítica que la del lince ibérico. La razón de tal despropósito es el miedo generalizado, la presión de ganaderos, cazadores y vecinos, y el poco interés por parte de la Administración autonómica por recuperarlo.

La desaparición del gran depredador de nuestros montes, en la cúspide de la cadena trófica, ha generado el crecimiento desmesurado de otras especies como el jabalí y la cabra montés, convirtiéndolas en una plaga que ha desequilibrado los ecosistemas en su búsqueda de alimento, y encontrándolas en zonas poco habituales.

Solo la vuelta del lobo a las sierras, puede solucionar el problema, pero para eso hay que dejar los prejuicios, los miedos ancestrales a un lado y confiar en la ciencia, en la ecología, para una adecuada gestión de los ecosistemas. Confiar la solución a los escopeteros, por mucha licencia y conocimiento popular heredado que tengan, es un parche que contenta y entretiene a unos pocos y genera mucho dinero para las arcas.

Y relacionadas con estas noticias, nos encontramos con la alarma generalizada de este verano por la presencia de tiburones en nuestras aguas. Como si fuese algo extraordinario, como si no hubiese ocurrido nunca, los titulares sensacionalistas han puesto su atención en ellos, alarmando innecesariamente a la ciudadanía y presentándolos como el mayor de nuestros peligros, cuando es todo lo contrario.

Se estima que los tiburones, los grandes depredadores marinos, nadan en nuestros océanos desde hace 245 millones de años, y desde entonces han evolucionado poco. Hay indicios de que el ser humano comenzó a comerlos hace 4.000 años, pero ha sido en las últimas décadas cuando se ha hecho de forma abusiva, por lo que el 77 POR CIENTO de las 375 especies mundiales, 80 en España, están incluidos en la lista roja de especies amenazadas de la UICN.

La desaparición de los tiburones está causando, al igual que en nuestros montes, un deterioro de los ecosistemas marinos. Ya que esquilmado el depredador, crecen de forma desmesurada los depredadores secundarios, como los meros, que arrasan con los corales y todas las especies ligadas a ellos, desmoronando la cadena trófica y poniendo en peligro el equilibrio de los océanos.

Los ataques producidos por los tiburones se pueden contar con los dedos de una mano, y siempre lo hacen porque nos confunden con otras especies que sí forman parte de su dieta. Sin embargo, según datos de Greenpeace, España es uno de los tres países que más tiburones comercializa a nivel mundial. Muchos de ellos de forma ilegal, practicando lo que se conoce como aleteo, la caza del tiburón para cortarle la aleta y deshaciéndose en alta mar del resto del animal vivo.

Son animales maravillosos, y puede que ni siquiera sepas que te los estás comiendo, pero una simple mirada a la lista de tapas de nuestros bares te harán descubrir que el cazón, la pintarroja, la tintorera o el marrajo, entre otros, forman parte de nuestra gastronomía. Así que un poquito de respeto cuando los pongas a la plancha.

Spielberg se arrepintió de rodar Tiburón, por los daños causados a la especie, y aunque no soy partidario de la adaptación de los textos clásicos –me parece una abominación–, te pediré un favorcillo sin importancia: cuando cuentes Caperucita Roja o Los Tres Cerditos, intenta no demonizar al lobo, piensa que es solo un padre buscando alimento para sus crías.

MOI PALMERO

12 de julio de 2023

  • 12.7.23
No hay mejor manera para celebrar el Día Mundial de los delfines en cautiverio, que observar cetáceos nadando en libertad. Estos días, la Blancazul de PROMAR, ha avistado en varias ocasiones un grupo de delfines comunes en las costas de Adra. También ha coincidido con la aparición de un neonato de delfín listado en las playas del mismo municipio que, por una orden errónea de los socorristas, se liberó al mar, saltándose el protocolo de llamar al 112 y condenándole a una muerte segura.


No es difícil, eso no quiere decir que sea fácil, ver cetáceos en libertad en el mar de Alborán, ya que este trocito del Mediterráneo, se considera como uno de los grandes puntos calientes de biodiversidad del planeta. Eso es debido, además de su morfología, al encuentro que se producen entre las aguas que entran del Océano Atlántico (más frías y menos saladas), con las que salen del Mar Mediterráneo.

Este choque de masas de aguas, con diferente densidad, provocan lo que se conoce como el Giro de Alborán: un conjunto de ciclones y anticiclones marinos, que sumergen y emergen las aguas y con ellas una gran cantidad de nutrientes que dan lugar a una gran riqueza de ecosistemas y especies.

Hasta nueve especies de cetáceos surcan Alborán. Los odontocetos, delfines, mular, listado y común; Calderones, común y gris; Zifio de Cuvier; el cachalote; la orca y el misticeto rorcual común, el segundo animal más grande del planeta (23 metros y 80 toneladas) y que ahora, como otras especies del planeta, está realizando sus migraciones.

Se estima que existen dos poblaciones en el Mediterráneo. Una estable, catalogada como vulnerable y de unos 3.500-5.000 ejemplares, según la UICN, que se encuentra en el mar de Liguria, al norte de la isla de Córcega, y una población migratoria atlántica, en peligro de extinción, que pasa el invierno en nuestras aguas aprovechando el krill en la zona de Cataluña, y que en estos momentos está volviendo a aguas más frías, como las de Galicia, Noruega e Islandia.

En la Línea de la Concepción, Cádiz, hay un precioso proyecto de ciencia ciudadana, liderado por la entidad Ecolocaliza, donde un grupo de voluntarios están realizando un seguimiento, con prismáticos desde tierra, de todos los individuos que cruzan el estrecho buscando las aguas atlánticas. El año pasado, contabilizaron 159 ejemplares, y este año, desde marzo, han fotografiado, casi 80, entre las que se encuentran varias madres con sus crías.

Datos que son de vital importancia para entender lo que está pasando con estas especies, con el mar, y que necesitan de tiempo, inversión y mucha constancia para obtener resultados fiables y clarificadores, con el objeto de establecer estrategias de conservación. Porque aunque pueda parecer lo contrario, aún es muy poco el conocimiento y muy pocos los estudios realizados de estas especies, ya que son muy costosos al realizarse en el mar y porque son especies que generan poca riqueza.

De hecho, casi todo lo que conocemos de ellas, es gracias a la industria de la caza de ballenas, que en el Estrecho de Gibraltar, desde los años veinte hasta mediados de siglo pasado, fue la causante de que se redujese la población de rorcual común.

Como al final es la parte económica la que prima en esta sociedad, este proyecto pretende convertir a la Línea, en una zona emblemática en la observación de cetáceos, y convertir al rorcual común en el atractivo turístico que genere la ciencia de calidad necesaria, para encontrar el equilibrio entre economía y conservación. Uno de los proyectos en marcha es el del montaje de un esqueleto de un joven rorcual que quedó varado en 2019 en sus costas, y que pronto lucirá en las calles del pueblo para el disfrute de los visitantes.

Aunque cuentan con el apoyo de la Universidad de Sevilla, y de las administraciones, no será fácil cambiar la conciencia de la población, porque no podemos olvidar que el Estrecho de Gibraltar es el segundo canal más transitado del planeta, casi 90.000 embarcaciones de carga y ferris lo cruzan cada año.

A lo que hay que sumarle, las 4.000 embarcaciones recreativas registradas en el puerto de Algeciras, muchas de ellas dedicadas de forma ilegal a la captura de atunes, y la observación turística, que no dudan saltarse la ley y poner en peligro a los delfines comunes para conseguir su objetivo, una presa o una foto.

Por eso la apuesta por la ciencia y la educación ambiental es de lo más acertada, porque ante las falsas creencias y las bárbaras costumbres arraigadas en la población, solo la razón y los datos, pueden cambiarlas. Como dijo el poeta, golpe a golpe, verso a verso, y yo le añado, ola a ola.

MOI PALMERO

5 de julio de 2023

  • 5.7.23
En la semana del Orgullo LGTBIQ+, como ellos quitan la bandera, yo la pongo, y le añado un barco, para solidarizarme con los ecologistas franceses tras el acoso y la orden de disolución de Los Levantamientos de la Tierra, por parte del Gobierno francés, porque cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar. Confío en el 23J.


El barco, gestionado por la Asociación Itsas Gela, es el Mater, una preciosa bonitera vasca, rescatada del desguace y convertida en un Museo Ecoactivo. Una poderosa herramienta de educación ambiental y cultura marina, para sensibilizar, transformar e implicar a la ciudadanía en la conservación de los océanos. Decidieron mantener el nombre con el que lo bautizaron sus armadores, ya que parecía una señal, y los relacionaba con la Madre naturaleza, que les ofrece lo necesario para vivir, y los cuida para cuidarnos.

Tanto a babor como a estribor, un precioso arcoíris resalta en la mar en calma, los guía en las tormentas y proclama Paz, Libertad, Igualdad, Justicia y el equilibrio necesario entre el ser humano y la naturaleza. Un arcoíris, este de siete colores, que recuerda al Rainbow Warrior de Greenpeace, el barco hundido cuando protestaba contra los ensayos nucleares que Francia llevaba a cabo en el atolón de Mururoa en el Pacífico. Los gabachos, desde la Bastilla, lo tienen claro, todo para el pueblo, pero sin el pueblo, o por lo menos sin los ecologistas.

Son muchas las actividades que llevan a cabo, desde dar a conocer las duras condiciones a las que se enfrentaban los pescadores para capturar las anchoas, sardinas o bonitos del norte, hasta las de pasar a la acción pescando basuras marinas.

Realizan estudios científicos, campañas de divulgación, de ciencia ciudadana, con el principal objetivo de hacer partícipes a los vecinos, de crear sinergias con los agentes locales, porque saben que del pueblo, de la gente de a pie, de lo local, deben salir las propuestas, el impulso necesario para seguir navegando, para transformar lo global.

En estos días, que celebramos el Día Internacional libre de bolsas de plástico, comienzan la travesía marítima, Cero basuras en el agua, que durará el mes de julio, recalando en diferentes puertos de la costa vasca, y que durante unos días me ha tentado para ofrecerme de voluntario.

Su objetivo es crear debate, conciencia, conocimiento, respeto, a través de procesos participativos que muestren la gran biodiversidad del entorno cercano y propongan alternativas, las soluciones necesarias para atajar el problema de las basuras marinas.

Los protagonistas de esta campaña, con permiso del Mater y el Cantábrico, son los dos gigantes del mar, Zabor y Bio, dos figuras de más de dos metros que hacen la delicia de los vecinos, sobre todo de los niños, y cuentan la dramática historia de lo que está sucediendo.

De nuevo los cuentos, las leyendas, las palabras, las usamos como mazas para debilitar los pilares donde hemos edificado nuestra cómoda sociedad, como delicados dedos con los que despojarnos la venda de los ojos, como guías para acertar con la dirección a seguir desde la encrucijada donde nos encontramos.

Zabor es el monstruo de las basuras marinas, el gigante oculto en las profundidades que crece a cada minuto con nuestros desechos, que nos susurra “no te preocupes, compra y tira, disfruta”, que va dejando tras su paso, millones de microplásticos que nos envenenan poco a poco.

Bio, por su parte, es la dama de la biodiversidad, una delicada red de seres vivos que conforman nuestros ecosistemas y de la que cada uno de nosotros formamos parte. A pesar de su importancia para luchar contra el cambio climático, de generar las condiciones necesarias para la vida, se está debilitando por culpa de la sexta gran extinción de especies en la que estamos inmersos. Cuanto más crece Zabor, más pequeña se hace Bio.

Lo bonito de estos gigantes, además de la historia, es que los construyó una asociación de ganchilleras que querían poner su granito de arena. Así que Bio luce decenas de coloridos animales de ganchillo entrelazados por una preciosa red. Zabor, también fue construido por los vecinos, pero con las basuras que recogieron en las limpiezas de playas. El arte, la creatividad, la colaboración, las emociones, al servicio del cambio, una herramienta para invitarnos a conocer, porque, como recuerdan en el Mater, lo que se conoce se ama, y lo que se ama, se conserva.

Protejamos los arcoíris que nos muestran el color, la diversidad, la belleza. No dejemos que se pierdan, porque volveremos a perdernos, a sumergirnos en el blanco y negro, y a vivir rodeados de grises. ¡Por Tutatis! ¡No pasarán!

MOI PALMERO
FOTOGRAFÍA: ASOCIACIÓN ITSAS GELA

28 de junio de 2023

  • 28.6.23
Esta semana el mar ha estado muy presente en nuestras vidas, con las hogueras de San Juan, la llegada del verano, el Titán y el Titanic, las pateras, las interacciones de orcas con dos veleros que participan en la vuelta al mundo y la puesta de tres tortugas bobas en las playas de Valencia.


Si algo tienen en común estas noticias es que reflejan el gran desconocimiento que tenemos del medio marino, la osadía, la hipocresía y la soberbia del ser humano al acercarnos a él, y los impactos negativos que generamos con nuestras acciones.

Nos hace falta más cultura marina, no vivir de espaldas al mar, y poner nuestro granito de arena para conservar los mares y océanos. Es por eso que quiero hacerles una sencilla propuesta para este verano, que puede servirles para entretenerse con sus hijos o para tener un tema de conversación a la orilla de la playa con los amigos.

Hace unos días nos sumamos al proyecto Plumbum de la Asociación Hippocampus de Murcia. El objetivo es recoger todos los plomos perdidos en el medio natural, reutilizarlos y reciclarlos, siguiendo un modelo de economía circular. Para ello, están colocando pequeños contenedores en clubes de buceo o empresas y asociaciones colaboradoras, para que puedan depositarlos sin problema y darles un nuevo uso.

El proyecto nació a raíz del estudio que estos buzos voluntarios estaban haciendo sobre el caballito de mar en el mar Menor, el Hippocampus guttulatus. Desde 2006, cuando comenzaron, lo han visto desaparecer, casi hasta la extinción, por todos los problemas relacionados con la proliferación de la agricultura intensiva y la contaminación de los acuíferos. Quizás el de los plomos sea un impacto insignificante comparado con estos, pero si podemos evitarlos, estaremos haciendo algo para cambiar el mundo.

El plomo es un metal pesado que, al ser abundante, barato, fácil de extraer y fundir, flexible, resistente e inelástico, no vuelve a su posición inicial. Lo hemos utilizado para multitud de usos a lo largo de la historia de la humanidad. Tanto es así que muchos lo comparan con el plástico, por la gran versatilidad y los avances que ha proporcionado. Pero también, como el plástico, es muy contaminante para el medio ambiente y para nuestra salud.

El envenenamiento por plomo se conoce como "Saturnismo" o "Plumbismo" y ahora sabemos que ha sido la causa de las enfermedades y de la muerte de muchos pintores como Goya, Van Gogh o Caravaggio, porque añadían plomo a sus pinturas. También algunos autores lo relacionan con la decadencia del imperio romano, ya que tenían tuberías de plomo y muchas de las copas y utensilios de cocina estaban hechas de este material, lo que provocaba la intoxicación de la clase alta romana, que tenía problemas en la reproducción y numerosas enfermedades que acortaban su vida o los desestabilizaban emocionalmente.

Quizás en las próximas décadas, a la muerte por intoxicación por plásticos le pongamos nombre mitológico y nuestros descendientes se asombren de cómo éramos tan insensatos de mezclar, proteger y cocinar nuestros alimentos con ese material tan perjudicial.

La falta de conocimiento puede ser la excusa sobre los daños que ha causado el plomo, pero de los plásticos lo sabemos todo y no hacemos nada para evitarlos. Ya están en la cadena trófica, comemos y respiramos microplásticos diariamente y, como dice Nicolás Olea, "los meamos cada mañana al despertarnos".

El caso es que la caza y la pesca han llenado de plomo –y siguen haciéndolo– el medio natural, tanto los suelos de nuestras sierras como los ríos y mares del planeta. Las sales de plomo, generadas por su fácil oxidación, provocan la contaminación de los ecosistemas, de plantas y animales por su ingestión, y pasan de una generación, y especie, a otra, ya que es bioacumulable, terminando en nuestro plato.

Los relacionados con la pesca, tienen un problema añadido y es que siempre acompañan a hilos y anzuelos. Pequeñas trampas que generan la pesca fantasma y cada año provocan la muerte de miles de animales en el mar, al quedar atrapados de forma accidental.

Por eso es importante que cuando te pongas las gafas de bucear, seas consciente de estos problemas, pongas tu granito de arena para minimizar los impactos y sobre todo lo difundas. Y puestos a hacer propuestas, te invito a que releas El soldadito de plomo, de Hans Christian Andersen, porque, aunque no era el objetivo del autor, nos enseña que los mares nacen en las ciudades y que los peces que nos comemos se lo tragan todo. Espero que nunca encuentres un caballito de plomo en tu estómago, en tu plato, aunque quizás sea la única manera de abrir los ojos.

MOI PALMERO

30 de mayo de 2023

  • 30.5.23
Ante tres noticias que han coincidido en los últimos días –las elecciones, el plante del futbolista Vinicis Jr. por llamarlo "mono" y que las orcas han vuelto a interaccionar con varios barcos en el Estrecho de Gibraltar, hundiendo uno de ellos–, hemos vuelto a sacar la máquina de etiquetar aunque, en realidad, no descansa nunca y debe funcionar con energía solar. Por lo menos, la mía.


Advierten los psicólogos que hay que tener mucho cuidado con las etiquetas que ponemos, tanto las positivas como las negativas, las autoimpuestas o las que colocamos, porque pueden marcar a alguien –o marcarnos– de por vida y, una vez etiquetados, clasificados, prejuzgados, señalados o cosificados, a ver quién es el desetiquetador que desetiqueta, aunque buen desetiquetador será.

A los políticos, por si fuesen pocos los sambenitos, en esta campaña les hemos colgado algunos nuevos, como el de comerciantes de votos, proxenetas de la democracia o yonquis del poder. Y aunque dicen que no es bueno generalizar, aquí sí que los metemos a todos en el mismo saco, sobre todo porque, en vez de enarbolar el “mee to”, entonan el “anda que tú”.

Espero que a los eufóricos, elegidos por el pueblo o negociados en los despachos, que estén acomodándose en sus sillones, alguien les susurre “memento mori”, aunque yo les pondría a la bailarina de Fama golpeando con la varita y gritando “buscas el cargo, pero el cargo cuesta, y aquí es donde vas a empezar a pagar, con sudor”.

Por su parte, Vinicius Jr., cansado de que lo hagan con él, nos ha puesto a nosotros una etiqueta, que parece más una lápida con epitafio, acusándonos de racistas, y se ha erigido en el salvador que viene a guiar nuestro camino, a curar nuestra ceguera, a enseñarnos a pescar. Y los apóstoles, palmeros e interesados, algunos en campaña electoral, otros que solo ven el dinero que les va a hacer ganar, se han arrodillado y gritan "amén".

Aunque su lucha es noble, su reivindicación es justa y a todos nos gustaría su éxito, creo que al final terminará crucificado, vendido por treinta monedas de oro por alguno de los que besan sus mejillas, porque en el mundo del fútbol, los jugadores son asalariados, marionetas pasajeras, efímeras, frágiles, dependientes del azar, de si la pelota entra o una lesión lo manda al olvido.

Al fútbol, las luchas sociales se las traen al fresco: organiza Mundiales en países donde los derechos humanos no existen y venden su imagen a marcas que contaminan el planeta, esclavizan a sus trabajadores y perjudican nuestra salud. Muchas pancartas de "Juego limpio", pero prohíben brazaletes con la bandera arcoíris, y en sus entrañas, como en la Dinamarca de Hamlet, algo huele a podrido.

Además, los líderes sociales los elige el pueblo, no se autoimponen empujados por su egolatría, su chulería, a base de provocaciones y con la sospecha de que, con sus fotogénicas acciones, lo que buscan es olvidar sus fracasos y mejorar sus contratos con las marcas publicitarias y su club.

El brasileño, si no replantea su estrategia, no conseguirá librarse de las etiquetas ofensivas. Todo lo contrario: está poniendo una diana sobre su figura que, al final, lastrará, por peso, por presión, su juego en el campo y, por ahora, ha demostrado que es fácil hacerle perder la concentración, sacarlo del partido, porque está más pendiente del yo que del equipo.

De malas etiquetas –que aunque se quiten, siempre dejan una marca difícil de borrar–, las orcas son un gran ejemplo. Las llamamos "ballenas asesinas", cuando ni son ballenas, ni son asesinas. Da igual que se explique una y otra vez: ya lo tenemos interiorizado y nuestro temor hacia ellas solo es comparable con la admiración que les profesamos por su inteligencia, su libertad y su belleza.

En estos últimos años, por las interacciones con los barcos, algunos se han apresurado a añadirle lo de "vengativas", "violentas" o "rebeldes", sin tener la menor idea de la causa que está provocando esta situación. Se habla de lecciones de caza de las madres a sus crías; de juegos de entretenimiento, de autodefensa por algún hecho traumático con alguna embarcación.

Incluso algunos aluden a una moda pasajera entre ellas. Pero todo son suposiciones, hipótesis, que serán muy difíciles de demostrar. Lo que está claro es que si no se soluciona el problema, terminará repercutiendo sobre la especie porque, por encima del medio ambiente, pondremos la economía y al ser humano.

Vinicius Jr. y los políticos deberían tener muy presentes a las orcas, cuidar sus acciones si no quieren ser mal etiquetados y recordar que ellas sí que están en la cúspide de la cadena alimenticia, mientras que ellos… Ellos son solo un bocado más para el sistema, que se relamerá con gusto cuando los devore.

MOI PALMERO

9 de mayo de 2023

  • 9.5.23
Propongo prescindir de las próximas elecciones y elegir a nuestros alcaldes por el método Grönholm. Nos ahorraríamos, además de mucho dinero, muchas frustraciones, decepciones, traiciones y estafas emocionales, porque las promesas, los programas electorales, la seguridad de sus discursos, terminan diluyéndose, con el paso de los meses, como un azucarillo.


Algo, esto de endulzarnos su imagen, sus palabras y sus gestos, que tienen muy bien aprendido, y que nos deja en muy mal lugar a los votantes, porque nos dejamos engatusar con las chucherías hiperazucaradas que a la larga nos producirán obesidad o diabetes.

Este método no existe, es una invención del autor Jordi Galcerán, que en 2003 escribió una obra teatral que se ha representado en más de sesenta países, de la que se ha hecho una serie de televisión y una película, de Marcelo Piñeyro, que yo he recordado este fin de semana, y de la que Galcerán se distanció, tras colaborar con la adaptación, porque variaron sustancialmente el guion, aumentando el número de personajes y convirtiendo la comedia en un drama.

El método Grönholm es la prueba final de selección a la que se enfrentan varios candidatos para ocupar un cargo ejecutivo en una multinacional. Situación, salvando las distancias, que hemos vivido todos alguna vez, y que nos ha llevado a responder a la pregunta sobre la que gira la trama: ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar para ser el elegido?

Los personajes piensan que van a una entrevista de trabajo, y su primera sorpresa es descubrir que se van a tener que enfrentar cara a cara con los otros candidatos, que se convierten, desde ese momento, en adversarios, enemigos, oponentes que los separan de su objetivo, conseguir el trabajo, el estatus, la clase social deseada.

Las pruebas son de lo más desagradables, violentas y se convierten en una lucha sin cuartel, donde no solo ponen sobre la mesa sus habilidades, astucia, conocimientos y méritos, sino que sacan su lado más cruel, ruin y falto de escrúpulos, para deshacerse de quien ose ponerse en su camino.

Nada más comenzar deben encontrar al topo de la empresa que forma parte de la prueba, elegir un líder, echar a alguien del ficticio búnker en el que los encerrarán durante 20 años tras la III Guerra Mundial, o conseguir que su rival abandone la prueba o se hunda. Todo vale. Solo puede quedar uno, y ese debo ser yo, cueste lo que cueste.

Los enfrentan jugando con sus secretos personales y laborales, sus emociones, debilidades, limitaciones, su ética, su moral, con su género, edad, ideología, raza, con sus anhelos, sus esperanzas, sueños, su familia. Los humillan poniéndolos en situaciones, que desde el patio de butacas, desde el salón de casa, piensas que nunca permitirías, hasta que entiendes que aquel día quizás lo hiciste, y lo justificas, o que lo hicieron contigo, y no lo perdonas, y empiezas a sentir que la sonrisa que aguantas, como la suya, es solo una vergonzosa y triste mueca, y que en tu armario, como en el suyo, hay un cadáver que intentas olvidar.

Así que con la premisa de que no somos mejores ni peores que nuestros alcaldables, propongo que se encierren en sus respectivos ayuntamientos, y que a base de dinámicas de grupo, decidan hasta dónde están dispuestos a llegar para gobernar.

Prefiero que se destrocen entre ellos, que saquen sus armas, sus miserias, sus ambiciones y sus secretos, y que se echen en cara lo que se tengan que echar, y pacten lo que tengan que pactar. Mejor hacerlo al principio, con todas las cartas sobre la mesa, que poco a poco en los medios de comunicación y en los juzgados, y convirtiendo la política en un hazmerreír, un mercado donde todo se compra, se vende y se intercambia, principalmente, nuestro voto.

En la película, toda la trama sucede en un rascacielos mientras en la calle la ciudadanía protesta contra las políticas del Fondo Mundial Internacional que generan pobreza, desigualdades, emergencias climáticas. Cuando miran por los ventanales, escuchan lejanas, casi como un susurro, las reivindicaciones sociales, del bien común, pero solo ven otros edificios como el suyo. Y el cielo.

Todo le es ajeno, lejano, insignificante, ante su lucha personal, su ego, su posición, su carrera. Hasta que un día todo termina y, al bajar a la calle, se encuentran en que ya no queda nada, salvo cadáveres, cráteres humeantes, desolación, y el frío, el hambre y el miedo también se apodera de ellos. Debería haberme leído la obra, así no hubiese sido tan dramático el final. Para la próxima lo tendré en cuenta: mejor reír que llorar, que la batalla se pierde solo.

MOI PALMERO

2 de mayo de 2023

  • 2.5.23
Vaya semanita, Don Ramón. Le han dado por todos lados, pero no le habrá pillado por sorpresa: ya le advertimos de que el marrón se lo iba a comer a usted. No piense que vengo a meter el dedo en la llaga, todo lo contrario. Para que se relaje, mi intención es regalarle la canción que sonó en mi cabeza tras la reunión con el comisario Sinkevicius.


Al verlo me acordé del arte, el ritmo y la dramática historia de educación ambiental que compuso Kiko Veneno allá por los años noventa, El lince Ramón. Cuando lo vi andando acelerado, cariacontecido, cabizbajo y lamiéndose las heridas, canté “allá va el lince Ramón”, aunque más que en su corazón, supuse que se había hecho pipí, popó.

Media horita dicen que duró el rapapolvo. Por mucho diálogo al que hace referencia usted, tengo la impresión de que ni lo dejaron hablar, que nada más cerrarse la puerta, le espetaron “no ponga excusas, ya estáis como siempre, que si el gas, las fresas, los incendios forestales, las urbanizaciones y los campos de golf. Lo que queréis hacer es ilegal y punto. Lo miramos, pero me escribe cien veces Doñana no se toca”.

Le estaban esperando, y si además entró vacilón, espero que no, diciendo eso tan bisbaliano de “cómo están los maquinas”, pues más se cabrearon. Eso le pasa por juntarse con los listillos, incendiarios e incapaces de VOX para proponer esta ley, el caprichito electoral, de regularizar regadíos.

Está muy bien eso del cariño y hay que ser agradecidos en esta vida, pero meterse un tiro en el pie por devolver el favor a los negacionistas y terraplanistas no lo veo muy inteligente, aunque con el 28M a la vista, más vale prevenir.

Aquí se crece y tira de testosterona, acusa a la ministra de insultos y amenazas, recalca que ni pueden ni les da la gana renunciar a la ley, lamenta que no les entienden, promete que el agua subterránea no se tocará, y el Parque no se secará, señala a los otros porque no han hecho su trabajo o llora porque ven fantasmas, como el hijo del ministro, malmetiendo.

Cuando todo el mundo, y esta vez es literal porque la UNESCO, la Convención Internacional de Humedales Ramsar, el Parlamento Europeo, el Ministerio de Transición Ecológica, avalados por la ciencia, con la Estación Biológica de Doñana a la cabeza, y los grupos conservacionistas, le están diciendo que se están equivocando, que están saltándose la ley, que llegarán multas a su país, deberían hacerles casos, o al menos, pararse a reflexionar si estarán errados en sus planteamientos.

No hay nada que negociar, ustedes, como nuestros representantes que son, deben cumplir la ley. Lo que me sorprende es que usted vuelva a cometer el mismo error. Le pasó con los árboles de la Plaza Vieja que quería cortar interpretando las leyes a su antojo, menos mal que la sociedad civil le salvó de cometer un delito.

Tenga cuidado, porque si insiste en destrozar Doñana, va a pasar usted a la historia como el consejero Atila, que por donde pasa no vuelve a crecer la hierba, ni los árboles, ni a correr el agua, ni permite descansar a los flamencos.

Los cargos políticos que se saltan las leyes, a sabiendas de que están cometiendo un delito, deberían pagar con su patrimonio y la cárcel. Las multas económicas se quedan cortas, porque el beneficio obtenido será más cuantioso. Una cosa es cometer un error de gestión y otro inducir a un delito.

Le pongo el ejemplo del alcalde de Carboneras que, con sus jueguecitos con El Algarrobico, se está riendo de la Justicia. Y si ustedes firman esa ley, quien lo haga, debe hacerse responsable del ecocidio, y los daños colaterales que se produzcan en nuestro medio ambiente y la economía de la zona. Pero la ley es implacable con los pobres diablos, y demasiado permisiva con los que ostentan el poder, con los que deben dar ejemplo.

Con lo que le gusta a usted Doñana, y la Blanca Paloma, y lo contento que se le veía en la foto soltando en febrero a un lince. Para las fotos sí, pero cuando, a los dos días, murió otro atropellado, como en la canción, lo despacharon con un tuit. Si quieren repetir esas fotos tan bonitas, conserven sus ecosistemas. De nada sirve invertir en la recuperación de especies, si luego no lo hacemos en eliminar los impactos que las llevan a la extinción.

Aprovecho para invitarle a la manifestación que Salvemos Doñana ha convocado para el 14 de mayo en Sevilla. Véngase, 20 euros para el autobús, allí podrá explicarse mejor que en Bruselas, pero antes termine el castigo del comisario, y escriba cien veces "Doñana no se toca".

Espero que la canción le haya gustado, que se haya echado un bailecito mientras sonreía y le hacía el corazón "bip-bip, bop-bop".

MOI PALMERO

25 de abril de 2023

  • 25.4.23
En 1991, Celtas Cortos sacó su tercer disco, Cuéntame un cuento, que incluía 20 de abril, una de las canciones que en estos días hemos tarareado o hemos cantado en algún momento. Ellos no podían saber que se convertiría en la banda sonora de varias generaciones, y mucho menos, que alrededor de ese día se iban a conmemorar dos efemérides, que todavía ni se habían instaurado, y que para mí tienen mucho simbolismo, con las que juego, mezclo a mi antojo y entretengo mi existencia: el Día de la Tierra y el Día del Libro.


Quizás es que uno encuentra señales donde no las hay, o que llevamos décadas reivindicando lo mismo, hablando de las mismas cosas, o solo son casualidades. O, simplemente, que he reducido la realidad a muy poquitos temas y no haga nada más que mirarme el ombligo.

No lo sé, quizás sea todo y nada a la vez, pero el caso es que en ese disco, ya clásico y de grandes recuerdos de juventud, además de hablar de los cuentos, tenían una canción, Trágame tierra, que termina con una estrofa que bien podría servirnos de epitafio: Y es que el hombre de hoy crece a lo tonto. Necesitaba el aire, necesitaba el mar, necesitaba el bosque, y ahora todo ya da igual.

También es curioso, o una consecuencia, que mientras los Celtas Cortos, al menos Cifuentes, se divertían en la cabaña del Turmo, en el Pirineo aragonés, aquel viernes 20 de abril de 1990, se estaba preparando el vigésimo aniversario de la primera gran concentración, en defensa de la Madre Tierra, que se había celebrado en EE.UU el 22 de abril de 1970.

Promovida por el gobernador Gaylor Nelson que, por reivindicación popular, llevaba una década realizando campañas a favor del medio ambiente que no habían servido de nada en los mentideros políticos y económicos que dirigían el mundo. Aquel día se juntaron 20 millones de personas y todo comenzó a cambiar.

La presión social consiguió que se creara meses más tarde la Agencia de Protección Medioambiental de EE.UU y que en 1972 se celebrase la Cumbre de la Tierra de Estocolmo, la primera conferencia internacional para poner sobre la mesa los datos científicos que mostraban los problemas y amenazas a los que nos enfrentábamos, y que en la actualidad, por desgracia, han terminado demostrándose, aunque algunos aún los pongan en duda.

El aniversario de 1990 fue también muy especial para el movimiento ecologista, porque fue la primera gran concentración a nivel mundial por la protección y conservación del medio ambiente. Más de mil oenegés organizaron actos en 140 países, a los que, se estima, asistieron unos 200 millones de personas.

Estas reivindicaciones mundiales sirvieron para incluir por primera vez el término "medio ambiente" en nuestros órganos administrativos. El 13 de abril de 1972, unos días antes de ir a Estocolmo, se creó por decreto, y supongo que por vergüenza torera, la Comisión Delegada del Gobierno para el Medio Ambiente y la Comisión Interministerial del Medio Ambiente. Y en 1996, Aznar creó –manda huevos, como diría su amiguete Trillo– el primer Ministerio exclusivo de Medio Ambiente.

Estudios científicos, luchas y reivindicaciones sociales, acuerdos y leyes internacionales y ministerios nacionales que quedan ninguneadas, ofendidas, pisoteadas a diario, por políticos autonómicos y locales que defienden los intereses de unos pocos y no del bien común, de la conservación de la Tierra.

Porque no podemos olvidar que sin medio ambiente, sin naturaleza, no hay nada, por muchas máquinas e inteligencias artificiales que creemos; si no llueve, si no sopla el viento, si alteramos los ciclos naturales no habrá economía que mantener, ni comida que llevarnos a la boca, ni agua que calme nuestra sed, ni árboles que nos protejan de las altas temperaturas. Solo nos quedarán basuras y el recuerdo de las aves migratorias que volvían cada año a Doñana.

También en otro tema de este disco cantaban lo que pensamos más de uno: Ya está bien, parad de una vez, ¿nos tomáis el pelo?, ¡pero qué os creéis! Caminamos hacia la perdición, sin encontrar otra opción, de cabeza y sin perdón.

Es por todo este cúmulo de curiosidades, de circunstancias, con las emociones a flor de piel, mientras escuchaba a Celtas Cortos, añoraba el faro verde del puerto de Adra, los primeros besos con sabor a mar, a los Delirium Tremens, y ordenaba las fotos de las actividades de educación ambiental realizadas y preparaba las que vienen, me entró la melancolía y te tenía que hablar, pues estaba aquí solo, y me he puesto a recordar. Pero no te preocupes, no espero que me contestes, tienes mucho de lo que defenderte, solo deseo que mis palabras, desordenen sus conciencias.

MOI PALMERO

12 de abril de 2023

  • 12.4.23
Tengo la firme voluntad de recuperar la ilusión por las Ferias del Libro y, como dice Linterna Verde, la voluntad es más fuerte que el miedo. Vaya manera de comenzar tan poco creíble. Con la de filósofos que hablaron de la voluntad y el libre albedrío, y yo recurro a un superhéroe que es elegido por un anillo extraterrestre para defender el universo.


Pero ¿qué narices? Los cómics, el cine y los videojuegos son los que marcan el pensamiento, el rumbo, de la sociedad. La fuerza por encima de la razón. En realidad, siempre lo han hecho y, por eso Hércules, Perseo y Orión brillan sobre nuestras cabezas, convertidos en constelaciones, y sobreviven a las guerras, cataclismos, y cambios de pensamiento que suceden a ras del suelo.

Pero, a lo que vamos. Que no quiero yo ahora enemistarme también con los filósofos cuando, en realidad, les tengo un gran respeto y admiración, porque creo que cada uno de nosotros llevamos uno dentro y es al que tenemos que dejar salir para que nos haga dudar de todo; para que nos ayude a edificar críticas constructivas y nos muestre nuevos senderos por los que discurrir.

Aunque me da, que para mi nuevo propósito, lo primero que debo hacer es impedir que el filósofo que patalea en mis entrañas hable por mí. Quizás, si logro reconducirlo hasta mi lóbulo frontal –que se encarga del razonamiento y la creatividad– pueda dejarlo expresarse sin que me meta en líos.

Ese es el principal miedo que debo superar, el autocensurarme para evitar que un concejal me vete la entrada a su castillo; que editores que solo miran su ombligo y su cartera me amenacen con mandarme un abogado; que gestores culturales subrayen tu nombre en rojo o que los palmeros, secuaces y amiguitos de los ofendidos, se ofendan para no contrariar al dueño que les lanza el caramelito y ante el que mueven el rabo para tenerlo contento.

Si consigo engañarme diciéndome que no hablar, mirar para otro lado, aplaudir los errores, sonreír al que permite que la censura presida un evento que ensalza la cultura no es castigarme, habré superado una de las grandes dificultades para recuperar la ilusión por la literatura, por el mundo del libro en general, y por las ferias como una de sus mayores expresiones. Y lo haré –Linterna Verde me ha marcado el camino– aunque no sé cuándo lo conseguiré porque la tarea es titánica y puede que necesite dos o tres vidas para lograrlo.

Confío en que recurrir al superhéroe no les haga dudar de mi propósito, o se tomen a chufla lo que estoy diciendo, o piensen que me abro a ustedes con ironía para repetir lo que llevo diciendo años. Para que vean que voy en serio, he decidido no ir a ninguna Feria del Libro. De esa manera no tendré nada que discutir, ni me sentiré en la obligación de opinar, ni me dejaré llevar por cantos de sirenas que solo quieren hacerme naufragar.

Renuncio a publicitar en mis redes que se podrán llevar mis cuentos firmados en una de las casetas de las librerías amigas; a pasear entre ellas con el pecho ungido de orgullo; a vanagloriar mis creaciones como si hubiese inventado la literatura; a esperar paciente un minuto de gloria para hablar de mi libro, firmar un ejemplar y colgar la foto como una medalla; o a deslizar, como el que no quiere la cosa, que estoy trabajando con mi editora en un nuevo proyecto que será la bomba.

Ya sé que les da igual, y pensarán que no se notará mi ausencia, ni nadie me echará de menos. Incluso estoy seguro de que algunos aplaudirán mi gesto y lanzarán una sonrisa mientras susurran: “tanta paz lleves, como descanso dejas”. Pero lo hago como gesto de buena voluntad, de redimir mis pecados, de recuperar la ilusión, las ganas de escribir.

Hacen bien en no creerme, y yo mal en confesarlo, pero el filósofo bocachanclas de mis entrañas me pregunta por qué no se puede decir que en las Ferias del Libro hay vetos, censuras, que el amiguismo está por encima del ingenio, de la novedad, del sentido común.

¿Por qué el negocio, el espectáculo, somete a la literatura y a la cultura? ¿Por qué no se cambia de asesores, expertos o enchufados que repiten una y otra vez el mismo modelo? ¿Por qué no se pide opinión, participación, colaboración, a la gente que quiere hacerlo? ¿Por qué?

Ante tantas preguntas para las que no tengo respuestas ni justificaciones, y con la confianza de recuperar la ilusión, lo miro orgulloso, cansado y resignado, mientras preparo la cicuta que borrará su voz, sus preguntas para siempre: Al Alba, admirado Aute, recordando, sin valor para reconocérselo, aquel parte firmado un primero de abril del 39, que con un “cautivo y desarmado” daba por terminada una guerra, y nos sumía en cuarenta años de oscuridad. Si Linterna Verde se equivoca, estoy perdido.

MOI PALMERO
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR

21 de marzo de 2023

  • 21.3.23
Con la llegada de la primavera, la que la sangre y el clima altera, llega el Día de la Poesía, y de los Bosques, que coinciden en el calendario. Será porque las palabras son como las semillas, las frases como las cerezas, y los poemas como las flores; porque huelen y brillan como ellas, y crecen hasta en los tejados. Elige una palabra, plántala, riégala, mímala, dale media vuelta, y lo comprobarás.


Habrás notado –no hay que ser muy avispado– que con la poesía hemos topado. Y no con una cualquiera, sino con una muy especial: la de una poetisa que parecía una señora, ¡vaya coña!, pero siempre fue una niña pobre con el privilegio de inventar, de imaginar, de jugar, de soñar. ¡Qué fuerte, una niña que no envejece!

Era una gloria de mujer que, con su voz de osa, para nada perezosa, y mucho menos polar, a todos nos hizo cantar, bailar y fantasear. Rima que te rima, cuento que te cuento, acertijo que te adivino. Sus creaciones las recitaba en televisión, que rima con tostón, ladrón y contradicción, porque desde la caja tonta nos hizo más listos, liberando al cielo, disparatadas aventuras, aventurados disparates, chistes teatralizados y teatrillos chistosos, para que se los llevase el viento, como una cometa blanca, como un globo, dos globos, tres globos, que parecían la Luna que se nos escapó, o la Tierra donde vivo yo.

Con ella también aprendimos a dibujar indios hermosos, castillos de Castilla que eran una maravilla, gatos garabatos, mariposas que iban de rosa en rosa, buzos poetas que no disparaban escopetas, ballenas que nunca van vacías, que siempre van llenas de gaviotas; una jirafa campanera y buscanidos, y una bruja blanca que usaba sus talentos para ponernos contentos. Por eso es de justicia, aunque sea ciega y dé risa, que aprendamos a dibujarla.

Para dibujar a Gloria Fuertes necesitas muchos colores y un rollo de papel sin fin, que parezca la muralla china y nunca falte un delfín. No tengas cuidado en hacerla gorda, coja y fea. Basta ya de bobadas y tonterías, porque ella se divertiría, ¡menuda era esta tía, que de todo se reía, hasta de los huesos que se partía! Pero recuerda, aunque pareciese una abuela, era un hada, y como Timotea la fea, de tanto leer se hizo guaposa, bellezosa, generosa, cariñosa y hermosa: ¡Era mamá osa!

Puedes pintarla en una mesa camilla, en una silla (aunque pienses mesa), o en un bidé, porque era de Lavapiés. Si a sus padres quieres recordar, aunque la castigaban por imaginar, dibuja una aguja y un dedal, y un balón redondito, porque su mamá era costurera y su padre portero, en un portal.

Aunque no hace falta dibujarlo, es bueno recordarlo. Como era mujer, en un tiempo cruel, no querían que leyese, la instruyeron para que fregase, cosiese y barriese. También mecanografía y gramática aprendió y cuando su madre muy joven murió, de secretaria en una fábrica se colocó. Era de metales, y como no había animales, se aburría, y por eso los inventaba y escribía.

Así que rodéala de patas que meten la pata, de gallinitas ciegas, de ranas que cantan cu-cú debajo del agua; de vacas lloronas, de pollitos miopes, de arañas que taco, taconean, de ocas locas, de pulgas que pican, de gallos despertadores; de patos que regañan por un guito, de golondrinas que comían potitos, de pájaros que no tienen dientes, de gusanos que querían ser otra cosa o de elefantes rabicortos y orejudos.

Dibújale una novia americana y un arcoíris que las una. La revista Maravillas, los numerosos premios que ganó, y los 80 libros que nos dejó, escondidos en bibliotecas, en islas desiertas, en granjas secretas, en volcanes apagados para que no se quemen, o en la nevera del salón, que como es tan grande, no cabe en la cocina, pero rima con piscina. También escribía para mamás, que riman con papás, y por eso será, que siempre van juntos, a la par.

Que no falte una radio, porque un día en Radio Madrid recitó y el éxito alcanzó. Aprovecho la ocasión, con mucha alegría y satisfacción, para dedicarle a los niños, cana, canaleros, de Radio La Canal de Vícar, el cariño y las risas que me brindan, y el maravilloso programa que han recitado, dedicado a la poeta de los niños. Y, aunque no hay que aclararlo, de las niñas, que Gloria era feminista, pacifista y ecologista, además, riman con España y eso hay que ponerlo en la balanza.

Añade para terminar, aunque no has hecho más que empezar, una pluma para escribir con forma de martillo, porque con sus creaciones nos quiso hacer fuertes para destruir castillos y paredes, y, si nos apetece, para construir fuertes y puentes en la Luna, sonrisas en la tristeza, o una pequeña vela en la oscuridad.

Si Don Libro está helado, y tu niño digitalizado, siéntalos en un sillón, y juntos entrarán en calor. Hasta luego caracola, bienvenido caracol, que tus cuernos pequeñitos, estás sacando al sol, de la prima, primavera.

MOI PALMERO

28 de febrero de 2023

  • 28.2.23
Mientras nuestros niños cantan “sea por Andalucía libre, España y la Humanidad”, y desayunan pan con tomate tras la izada de la verdiblanca, la guerra en Ucrania cumple su primer aniversario. Mientras el presidente Sánchez se reúne con Zelensky, y se erige en representante de la UE, a la vez que apoya el plan de paz que presentó el presidente ucraniano en noviembre y le promete armamento y municiones, Belarra, socia de gobierno y ministra de Derechos Sociales, lo invita a replantear la postura de España en el conflicto, y señala que haber contribuido a la escalada bélica ha sido un error y no ayuda en nada al pueblo ucraniano.


Mientras China presenta un plan de paz para acabar con el conflicto y compra hidrocarburos a Rusia reduciendo el impacto de las sanciones económicas, Estados Unidos invierte 33.000 millones de dólares en la guerra, a través del envío de armas, el apoyo al Gobierno ucraniano y en asistencia humanitaria.

Mientras mueren civiles en el conflicto, la inflación y el precio de los alimentos se dispara en el planeta, la Asamblea General de Naciones Unidas queda dividida en esos dos bandos históricos, Oriente y Occidente, y rescatan términos como "Guerra Fría", asociados al apocalipsis nuclear que, como una amenaza, sobrevuela sobre nuestras vidas.

Mientras Putin se da un baño de masas para celebrar el Día de la Patria, Zelenski busca apoyos en el panorama internacional, las alarmas antiaéreas siguen sonando cada día en Kiev, obligando a la gente a recluirse en los sótanos, donde mascullan su rabia, su resignación, su miedo y su convencimiento de que ganarán esta batalla por la defensa de su patria y de su libertad.

Mientras nuestros periodistas se entretienen en tertulias repetitivas una y otra vez, opinando e intentando demostrar su conocimiento, objetividad e imparcialidad, en cadenas politizadas, interesadas y panfletarias que no consiguen nada más que confundirnos, dividirnos y salvaguardar su chiringuito, la periodista ucraniana Olga Tarnovska, en sus pequeñas conexiones desde un pueblo a diez kilómetros de Kiev, los pone a todos –periodistas, políticos locales, organismos internacionales y a los oyentes– en su sitio: “necesitamos armas para defendernos, no para matar rusos”; “la duda de los países nos cuesta mucha sangre ucraniana”; “defendemos ciudades, civiles, nuestra economía, nuestra naturaleza, nuestra vida”; “es una guerra existencial: solo si la ganamos existiremos”.

Las palabras de Olga son las que deberíamos escuchar, las que deberíamos comprender, porque son las de la gente de a pie, ciudadanos, como nosotros, que somos las víctimas de la guerra, del negocio de un puñado de visionarios que, en nombre de la paz, de la libertad y de sus compatriotas, mandan matar, robar, encarcelar, cortar suministros y no dudan con amenazar con el fin del mundo, desde sus despachos y palacios.

Olga nos ha contado, con un optimismo inusitado, cómo su padre de 71 años no dudó en alistarse; cómo su sobrino lucha en primera línea de fuego; cómo a ella han intentado silenciarla. Podrían haberse marchado del país, pero prefirieron quedarse, defenderse ante la injusticia, ante la tiranía, ante el capricho de una elite que maneja nuestras vidas como les viene en gana. Olga y los suyos son las verdaderas víctimas, los héroes anónimos y posiblemente los mártires de un conflicto más de la historia de la Humanidad, que demuestra, de nuevo, que carece de ella.

Y aunque al escuchar a Olga podamos apoyar el envío de armas a Ucrania, en este día que celebramos nuestro estatuto, que nos enorgullecemos de nuestros símbolos, es bueno recordar las palabras que Blas Infante, en representación de la Junta Liberalista de Andalucía, dejó para la historia, cuando José Antonio Primo de Rivera le pidió que se uniera a la Falange Española, que entre otras de sus ideas, era provocar una guerra civil si hacía falta para acabar con el Gobierno republicano: “Ninguna guerra es civilizada. Para regenerar España existen medios mejores y más humanos, pues solo por esa humanidad podrá ser salvada".

Palabras que compartimos la gran mayoría de ciudadanos; palabras que, si somos capaces de obviar siglas, son las mismas que ha defendido Belarra, que son de sentido común. La paz se consigue con el diálogo, con la mesura, sin armas sobre la mesa. Solo con otra forma de hacer política tendremos una oportunidad de cambiar el mundo injusto, desigual, y de sometimiento que hemos creado. Lástima que nos hagan creer que siempre hay alguien de quien defendernos, que la guerra es el camino hacia la paz.

MOI PALMERO

21 de febrero de 2023

  • 21.2.23
La sentencia que condena subsidiariamente a Paco Martínez Cosentino con seis meses de cárcel y a indemnizar con 1,1 millones de euros a cinco trabajadores de una marmolería gallega afectados por silicosis ha puesto de manifiesto el reconocimiento social, empresarial y político hacia su persona, al héroe que está muy cerca de convertirse en leyenda o, quién sabe, de ascender al panteón de los dioses transformado en divinidad.


Su biografía se adapta a la estructura que Joseph Campbell describe en su obra El héroe de las mil caras, en la que analiza las diferentes etapas, repetidas en los relatos épicos de todo el mundo, y que llamó el "monomito", el viaje o "el periplo del héroe".

Descendiente de inmigrantes italianos que montaron una pequeña fabriquita, en la que el padre vendía lápidas de mármol, y la madre embutidos, el joven héroe tuvo un sueño: demostrarle a todos que su comarca, de la que no ha querido salir, era la mejor del mundo.

No necesitaba lanzarse hacia lo desconocido, complicarse su existencia, pero quería superarse y construir una gran empresa. Se formó en Barcelona, fue maestro, concejal de su pueblo, se arruinó cinco veces, pero tuvo la visión, el talento, el coraje, la habilidad empresarial y la confianza de sus hermanos para perseverar, para levantarse, para salir al mundo y vender sus productos.

Consiguió no solo crear un imperio presente en cinco continentes, sino convertirse en un hombre poderoso, de esos capaces de manejar a los políticos, de hacer esperar a presidentes del Gobierno en el salón de su casa, que venían a pedirle la autovía que ellos no podían pagar.

Un poder supremo, de esos que solo compra el dinero y que somete a cualquiera que lo necesite. No puedo imaginar los momentos históricos vividos entre las paredes de su mansión, o las conversaciones, promesas, pactos y corruptelas cerradas con un apretón de manos y gambas rojas de Garrucha. Habrá que esperar a la película.

Da igual si conocía las enfermedades que provocaría el Silestone, o fueron errores de cálculo, de previsiones, de optimismo. Si dejaron de informar a las empresas que trabajaban con su producto, o si tomó las medidas necesarias para que sus trabajadores directos no enfermasen. Si muchos murieron, si otros sufren la agonía, si destrozaron familias y sueños. Si compraron el silencio de resignados familiares para defender la empresa o velaban generosamente por el bienestar de los enfermos.

Si hubo corrupción de algún funcionario que no dio la alerta nacional, cuando lo multaron en 2002. Si daba más o menos mascarillas; si cambiaba a los operarios cada tres años de puesto de trabajo; si invirtieron, cuándo, cómo y cuánto, en mejorar los sistemas de prevención. Si nuestros políticos, que lo nombraron Hijo Predilecto de Andalucía, o le otorgaron el Premio Reino de España, pensaban en las leyes que crean y defienden, y en los derechos de los trabajadores y su salud.

Da igual, porque la sociedad necesita héroes a los que aferrarse, y más si son simpáticos y generosos, si pagan las fiestas del pueblo, becas a estudiantes, la entrada del piso de dos enamorados, las campañas electorales de los amigotes, los coches de Fernando Alonso, o las series de entretenimiento.

Todo lo demás son daños colaterales, pequeños sacrificios humanos, ambientales, legales, que hay que hacer para levantar y mantener un imperio; secretos que pesan sobre tu conciencia cuando alguien te los recuerda a la cara, pero que se olvidan cuando ves la cuenta de resultados, cuando te aplauden, vitorean y te condecoran con medallas o insignias en la solapa.

Algunos de los sentenciados a muerte solo quieren que el Ciudadano Cosentino les pida perdón, pero de verdad, no firmando un cheque y a instancias de un juez. Pero no podrán conseguirlo, la inmortalidad aún no se compra.

El gigante sigue su camino. Por si pierde los 23 juicios pendientes, provisiona 8 millones de euros de los 103 que ganó en 2021. Calderilla y buenas palabras para seguir defendiendo su honor porque no reconoce la totalidad de su responsabilidad.

Diversifica su negocio invirtiendo en campos de golf y en urbanizaciones en playas que hay que regenerar con arena cada año, pero que llevan la etiqueta de "sostenibles" y de ejemplo para el mundo. Y el imperio empieza a pasar a manos de sus herederos.

Algo, marcado por las leyes naturales, pero que puede llevar a su destrucción, como pasó con la Macedonia de Alejandro Magno. Pero eso es adelantarse al futuro, aunque si ocurriese, agrandaría mucho más la leyenda de Paco, el héroe de las mil caras. O el villano del corazón de granito.

MOI PALMERO

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